22. CAROLING.
Proverbios 1
24 Por cuanto llamé, y no quisisteis oír,
Extendí mi mano, y no hubo quien atendiese,
25 Sino que desechasteis todo consejo mío
Y mi reprensión no quisisteis,
26 También yo me reiré en vuestra calamidad,
Y me burlaré cuando os viniere lo que teméis;
Salgo del parqueadero lo más rápido posible.
Corro como sino hubiera un mañana.
Como si fuera algo de vida a muerte y es que en realidad lo es.
Afortunadamente me encuentro con el vigilante.
—se...se...—trato de hablar pero la voz no me sale.
Incluso todo mi cuerpo está temblando de los nervios.
Jamás pensé que esa demonia se atreviera a tanto.
Digo, ella es mala, malvada, bruja, cruel, de lo peor, pero tampoco pensé que llegara a tales extremos.
«Esto es demasiado».
—ha...ha...hay un ca...ca...cadáver —termino de decir casi sin alientos.
—¿Donde? —pregunta asustado.
Le señaló mi auto.
Mientras él va a verificar yo llamo a la policía.
Recuerdo lo que vi en aquella caja y mi estómago se revuelve.
Siento que en cualquier momento voy a votar la triste malteada que me tomé.
«Definitivamente Linda es un monstruo».
«¿Como sé atrevió a hacerle eso a la pobre Elisa?».
Es cierto que era una ofrecida y todo, pero no era para tanto.
La decapitó.
Si, así como lo oyen.
Sé que eso suena increíble, pero es lo que hay en aquella caja si por casualidad creen que estoy exagerando las cosas.
Pues es 100% real.
Si, eso es lo que hay en esa caja.
La cabeza de Elisa.
Lo más horrible es que quedó con lo ojos abiertos y la boca también.
Tal parece que antes de que la mataran ella abrió sus labios para pedir ayuda, pero ya era demasiada tarde.
—policía los Ángeles California, ¿En que podemos ayudarle?. —finalmente después de varias timbradas contestan.
—necesito que vengan ahora mismo —digo sin parar de temblar.
Les mando la dirección por mensaje mientras no ceso de sudar frío.
Veo como el vigilante también se retira del auto espantando.
—¿E...e...es...esa...esa era la...la chica que... que venía a verlo? —pregunta mandándose las manos al pecho.
Yo asiento con horror.
Salgo rápidamente de ahí y corro a refugiarme en mi apartamento.
Tengo tanto miedo que hasta temo por mi propia vida.
«Si mató a Elisa».
«¿Que no me hará a mí?».
Pienso en el pobre Deimond.
«Muy pronto será hombre sin cabeza».
Marco rápidamente su número.
Necesito alertarlo antes de que sea demasiado tarde.
El teléfono comienza a timbrar pero no hay respuesta.
Luego le marco a Jak mientras siento el corazón salirse.
Tampoco hay respuesta.
Así sucesivamente le marque a todos y ninguno respondió.
«Me imagino que esa demonia ya se encargó de ellos».
«Pobrecitos».
«Tan buenos que eran».
«Mi sentido de pésame».
«Ahora solo quedo yo para cobrar venganza».
«¡¡Que venganza ni que ocho cuartos!!».
«Ahora solo quedo yo para escapar por mi vida».
Entro a la habitación y busco rápidamente la maleta.
Abro el clóset.
No hay rastro de ella.
—¡Dios mío! —digo desesperado mientras me paso las manos por el cabello —¿Donde está?.
Me siento en el suelo mientras miro detenidamente mi rostro en el espejo.
Me veo fatal.
Yo siempre he sido muy apuesto, siempre he sido alguien muy presentado.
Pero ahora estoy pálido como un papel.
Hasta el color de las mejillas se me ha ido.
«Creo que me voy morir».
Es tanto el miedo que tengo que mi corazón no deja de palpitar a mil.
«No me voy a quedar aquí esperando a que me corten la cabeza yo mejor me voy».
Decido tomar la decisión de irme sin empacar nada.
Miró la billetera que esté con efectivo y tarjetas de crédito.
«Es todo lo que necesitó».
Me dirijo hacia la puerta.
«Ya me comunicaré con él director de Hollywood».
De pronto escucho un leve sonido venir desde la habitación.
Eso hace que caminé más rápido hacia la puerta.
Por cosas así a veces creo que mi vida real es una película de terror.
Tomo la manija de la puerta y abro.
Por poco y grito del susto al ver quiénes están ahí parados.
Pero al verlos detenidamente y reconocerlos me tranquilizó.
—¿Joven Méndez? —pregunta uno de los oficiales.
—si yo soy —respondo.
Supongo que vienen a buscarme para que declare.
—primero que todo yo no tuve nada que ver con ese homicidio —les informó —antes soy una víctima más y debo de escapar por mi vida.
Aquel oficial escribe en una libreta mi declaración, luego mira al otro oficial y niega con la cabeza decepcionado.
—me temo que tendrá que acompañarnos —me dice el otro oficial.
—¡¿Por qué?!, —pregunto —ya les dije lo que tenía que decir, ahora lo que tienen que hacer es detener a la asesina.
Ahora resulta que me van a culpar por algo que yo no hice.
Aquel oficial frunce el seño ante mis palabras.
—por el amor de Dios —me dice —¿De que asesina nos está hablando?.
—de Linda Montreal —respondo —la esposa del empresario Morgan.
—¿Sabe que?, —me dice el otro estresado —deje de hablar tonterías y acompañemos.
—y ¿Por qué?, ¿Para que? —pregunto.
Él otro oficial toma aire.
—te lo dije —le dice a su compañero —así no funcionan las cosas.
De repente saca unas esposas y en menos de nada me voltea contra la pared y me las pone.
—¿Que está pasando? —pregunto confundido.
—queda detenido por burla a la autoridad —responde.
—¿Pero de que está hablando? —pregunto mientras me sacan del apartamento.
—solo a usted se le ocurre hacer una cabeza tan real de torta, eso solo lo hace un enfermo sicópata.
—¡¡Queee!! —exclamo —¿Era de torta?.
—si —responde el de mi derecha —y la sangre era mermelada.
Es ahí cuando comprendo todo.
«Esa Linda me las va a pagar».
Ella me tendió una trampa y yo caí en ella redondito.
—pero es que...—intento defenderme —se veía tan real, además yo no fui el...
—¡Silencio! —me calla el oficial que va a mi izquierda —cualquier palabra que diga será usada en su contra.
Dejó de caminar y me resisto.
—¡¡Ustedes no tienen ningún derecho a llevarme preso, yo soy una persona famosa!!.
Ellos me miran con desprecio.
—y eso a nosotros que nos importa —me toman de los brazos y comienzan a llevarme a la fuerza —no eres el primer famoso que detenemos. —fija su mirada en el otro oficial —¿Recuerdas aquella vez que arrestamos aquel actor por homicidio? —le pregunta.
—si, —responde el otro —siempre nos ha tocado esa clase de cosas, pero jamás nos habían hecho semejante burla.
—oigan, pero es que yo no... —intento decir.
—¡¡Callese!! —me dicen los dos al mismo tiempo.
—al menos déjenme llamar a un abog...
—¡¡Silencio!! —me vuelven a callar.
Es así como en contra de mi voluntad me arrestan.
Ni siquiera mis hombres pudieron hacer algo al respecto, lo único que pudieron hacer fue bloquear los paparazzis que habían por ahí.
Mientras me sacaban del edificio me sentía de lo peor, jamás en la vida había tenido que pasar por una vergüenza tan grande.
Me sentía como un delincuente cuando yo no había hecho nada y solo era una víctima más.
Es ahí cuando recuerdo aquella vez que arrestaron a Erick injustamente por una bromita de Jak.
Recuerdo que aquella vez mientras se lo llevaban me rei como nunca mientras veía su rostro afrentado.
Ahora yo estoy pasando por lo mismo y lo peor de todo es que ni siquiera fue Jak el de la broma, nuestro líder.
Sino que fue una mujer o mejor dicho una diabla.
Mientras me meten al coche de la patrulla, empuño mis manos y prometo vengarme de ella lo más pronto posible.
Les aseguro que esto no se queda así.
Ella me las paga, porque me las paga.
Estos policías también tendrán que pagar por lo que me están haciendo.
Le pediré a Jak que los haga destituir.
Jamás en mi hermosa existencia que le ha cambiado el mundo a muchas mujeres había tenido que subir a una patrulla.
Ni siquiera sabía cómo era por dentro.
Es más tampoco sabía que ese sonido de esa sirena como le dicen era tan horrible y estresante.
Si lo había oído antes, pero solo de pasada, ahora voy en ella y ese sonido está taladrando mis delicados oídos.
Recuesto mi cabeza hacia atrás, cierro los ojos y trato de creer que esto solo es un sueño del cual voy a despertar, y cuando despierte lo primero que haré es vengarme de la demonia, aunque solo halla sido un sueño, yo si me vengaré en la realidad.
Minutos después.
«Definitivamente esto no es un sueño».
Por más que intenté despertar, no lo pude hacer porque era real a mi mucho pesar.
—¿Podrían apagar la sirena? —pregunto con tono triste.
—¡¡No!! —responden los dos oficiales y el chófer que también es otro oficial.
—¡¡No me griten!! —les grito de vuelta.
—¡¡Cállese!! —gritan más fuerte.
Los miro con desprecio.
—les juro que esto no se va a quedar así.
—ajá si, —contesta el chófer —no eres el primero ni el último que nos amenazas, mejor ahórrate tus palabras.
Le dedicó una mirada asesina.
Me dio tanta ira que quise agarrarlo a golpes.
Yo no soy una persona violenta, pero con esa forma en que me habló, me dan ganas de dejarlo sin dientes.
—la diferencia es que yo si les voy a hacer pa...
—todo lo que diga será usado en su contra —hablan los tres.
Niego con la cabeza frustrado.
«Que desdicha la mía».
Si todavía estuviera la ley de los J5, ya habrían venido a ayudarme.
Pero ahora que no soy el consentido, ¿Que va a ser de mi?.
Afortunadamente todavía está la ley de:
TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS.
Esa ley consiste en que si alguno está en problemas, siempre tendremos que correr a él para ayudarle.
Así que si o si ellos me vendrán a ayudar y cuando lo hagan, me aseguré de hacerle pagar a estos oficiales por la vergüenza tan horrible que me hicieron pasar.
Pero también me vengaré de la demonia de la peor manera posible, de tal manera que ni siquiera tenga palabras para describir lo que le voy a hacer.
Si ella quiere guerra, guerra va a tener, no me importa que sea la esposa de mi brother.
Es más, si se muere le estaré haciendo un favor.
Media hora después.
Finalmente hemos llegado a la estación de policía y justo a ese chófer le da por parar en dónde están todos eso periodistas chismosos.
Él policía de mi derecha abre la puerta para que yo salga.
—¡¡Nooo!! —me resisto.
—lo que me faltaba —contesta.
Se mete y con esas manotas que tiene me comienza a sacar a la fuerza.
Apenas salgo mis ojos son eclipsados por el flash de las cámaras.
Bajo mi cabeza y anhelo tener una gorra negra con unas gafas del mismo color.
«Esto es una afrenta muy grande».
«Esa bruja me las paga».
Gracias al cielo que mis hombres llegaron a tiempo, aunque yo diría que debieron de estar ahí antes.
No son sino unos incompetentes, cuando salga de esto los voy a despedir y arruinare sus hojas de vida.
Ellos se encargaron de que no se tomarán más fotos y las que fueron tomadas las eliminaron.
«Ojalá no se filtre ninguna».
«Porque, ¿A dónde iría yo con mi afrenta?».
Me entran a empujones a esa horrible estación de policía.
Apenas entro me recibe el olor a alcohol revuelto con otras cosas.
Un hombre barrigón al cual ya se le va a totiar el botón de la camisa me mira fijamente mientras disfruta de una donal.
—¿Y a este por qué lo trajeron? —pregunta.
—lo trajimos por burlar a la autoridad —responde uno de los que me arrestó —nos hizo ir solo por esto. —le enseñan la cabeza de Elisa a la cual ya se le comieron un pedazo de labio.
Supongo que ese es el que sabe a mermelada.
Aquel hombre se para de su escritorio y viene a verificar la cabeza.
—uumm vaya —comenta —se ve bastante realista, ¿Usted la hizo? —me pregunta.
—obvio no —respondo —yo solo fui una víctima y sus hombres me trajeron injustamente.
—definitivamente la persona que lo hizo debe de ser toda una artista —dice ignorando mis palabras.
Luego unta su donal de la crema de la cabeza y le da un leve mordisco.
—uumm —se saborea —hasta sabe bien.
—¡¡Oiga!! —hablo molesto —¡Esa es mi torta!.
Podrá ser la cabeza de Elisa y todo, pero eso no le da derecho a que se la trague y mucho menos cuando me tienen detenido.
Él me mira a los ojos mientras se come otro pedazo de torta, está vez de la nariz.
—llevenselo al calabozo. —dice llevándose la caja para su escritorio.
Fue ahí cuando me dí cuenta de que todo había llegado a su fin, de que ya no había esperanzas de nada.
Hasta que por aquella puerta de esa vieja estación, entro la luz que llegó a iluminar toda mi vida.
Caroling.
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