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VIII

Inspiro profundo en lo que extiendo mi mano en dirección a Zyer. Mis dedos se estiran con un temblor, moldeándose a la incertidumbre que me acecha por la propuesta. Antes de suplir al contacto de su mano con la mía, observo al ser que goza ante mis ojos una última vez. De pronto, un aire tibio, como si alguien soplara frente a mí, me obliga a cerrar los ojos con fuerza.

Vuelvo a abrir mis ojos en medio de un grito. Es mi despertar, pero no veo nada. Me encuentro desorientada, con mi cuerpo acostumbrándose a mí. Lo siento fuera de sí, con movimientos torpes. Mi cabeza va volteando de izquierda a derecha, oliéndolo todo.

—Mírame —escucho frente a mí.

Unas manos frías sostienen mis mejillas, obligándome a girar en torno al rostro pálido que logro reconocer. Zyer. Está de pie, frente a mí; vistiendo de etiqueta y con sus alas oscuras diluyéndose con los troncos oscuros de los árboles que forman una escena que desconozco. No hay dudas, estoy en un bosque. El verdoso cielo cubierto de hojas me lo dice. ¿Cómo llegué aquí? La explicación le concierne a Zyer, pero él continúa buscando mis ojos, los cuales no dejas de buscar todos los destellos que ven.

—Mírame —demanda, esta vez con más autoridad. Mis huidizos ojos vuelven a él.

—¿Dónde estamos? ¿Y el hospital? ¿Amy? ¿Mamá...?

Suelta mi rostro. Empieza a pasearse entre la hierba y las flores que destacan en el bosque.

—Quedamos en matar a Rehon —comenta y voltea hacia mí con una sonrisa que sus alas casi no me dejan divisar—. Esta es la única forma. Este es el bosque donde Rehon conoció a su único amor: tú.

—¿Yo?

—Ven conmigo. —Vuelve a ofrecer su mano, pero dudo estrecharla esta vez. Si tomo su mano, ¿qué pasara? La cabeza me bombea demasiado fuerte. Cubro mi frente y suelto un quejido que pone en alerta a Zyer—. Acompáñame antes de que duela más.

Zyer infunde una confianza envidiable. Quiero creer en sus palabras, pero soy resentida y después de escuchar a Rehon decir que planeó nuestro encuentro... Dios, ¿qué me garantiza estar bien ahora? ¿O más adelante?

—¿Qué ocurre? —pregunta con calma— No pretendo hacerte nada, quiero mostrarte quién eres.

Me dejo guiar por el camino, entre los árboles, el césped, las hojas, arbustos la maleza. El bosque es como el de los cuentos, lleno de fantasía y animales que huyen de nuestra presencia. El canto de las aves sigue nuestros pasos, provocando que mi pecho se infle en deleite con mi entorno. De pronto, el tintineo de piedras se oye en la lejanía. Empieza a oler a barro y césped mojado. Estamos cerca de un río.

Zyer se detiene junto a unos troncos y me ayuda a saltar, cruzamos un tronco tirado en el suelo y arbustos que sobrepasan mi tamaño. El río grita con fuerza frente a mis ojos. Nunca vi algo tan hermoso como el sol contra el agua, tan cristalina...

—Es hermoso —suelto en un suspiro.

—Ve a ver tu reflejo —indica Zyer, distante al sol.

Formando una duda que solo llega a ser sobrepasada por la curiosidad, camino hacia el caudal y me inclino para verme. Del espanto casi tropiezo, por lo que Zyer se ve obligado a sostenerme.

Soy la mujer que vi cuando Zyer me salvó de la caída, la que estaba en la especie de convento. Mi cabello rubio ahora es oscuro, como las alas de Zyer. Mis ojos son el reflejo del cielo, azules puros. Jamás mis labios estuvieron tan rojos y mi piel más pálida que la nieve.

Palpo mi rostro y mi cuerpo, queriendo cerciorarme de que no estoy soñando.

—¿Esa soy... yo? —pregunto, porque no basta que vea lo evidente.

—Sí —me responde el ser alado—. Ahora. En consciencia, no en cuerpo.

—¿Quién soy?

—La mujer que amó Rehon.

Vuelvo al reflejo. ¿Así era la mujer que cautivó a ese demonio? No, parece que no solo cautivó a Rehon, también lo hizo con Zyer. Su mirada... su mirada tiene otro brillo, muy diferente al que se ve en mi otro cuerpo. Empiezo a cuestionarme si estoy en un sueño, porque todo esto no puede ser real. Sí, The Noose está plagada de misterios, cuentos, leyendas, historias de fantasía; pero eso son, ¿no? Fantasías, ¿verdad?

... Necesito un sitio donde sentarme a encajar piezas y digerir todo esto.

Busco apoyarme en un tronco y ahí descanso, hablo:

—Cuando me salvaste y tomé tu mano, te vi en un convento, observando a esta mujer. Te acercaste para hablarle. Ella te dijo...

—Que soy muy persistente, teniendo en cuenta nuestros orígenes.

—¿Quién era? ¿El cuerpo de quién estoy ocupando exactamente?

—De la mujer que amó Rehon —repite, marcando su quijada al terminar.

—No, no soy solo la mujer que amó Rehon. Cuando toqué tu mano, lo que vi era un recuerdo. Era tu recuerdo, ¿verdad? La amabas también.

Zyer no dice nada, tampoco pretende hacerlo. Evita todo contacto visual, se esconde en las sombras de los inmensos árboles que nos rodean. Me levanto y voy siguiendo su camino tratando de no caer en cada paso.

—¿Qué pasará ahora?

—Te encontrarás con Rehon.

—No. Por favor... Me matará.

—No lo hará. Ya te viste en el río, tú desplomarías hasta el más airado y terrible de los seres. Es un hecho, Reese. Solo necesitas usar las palabras correctas. —Mientras habla, estiro mi diestra hacia sus oscuras alas, no obstante, éstas parecen tener sensores, pues rehúyen de mis dedos y se esconden—. Presta atención.

Retraigo la mano, avergonzada.

—¿Me dirás cuáles son sus palabras?

—Te las diría si las supiera. Debes averiguarlas tú.

—¿Perdiste la cabeza? ¿Cómo haré eso?

—Márcalo. Usa tus palabras como ayuda. Yo no te ayudaré más, hasta aquí puedo llegar. Una vez que te introduzcas más estarás en tierra de Rehon.

Mi pecho se contrae en un arrebato de miedo y cólera. Avanzo decidida y lo obligo a mirarme. ¿Es que ha perdido la cabeza?

—No puedes dejarme sola. ¿Y si él...?

—No lo hará, confía en mí. —Su mano busca mi mejilla y con su índice traza una línea imaginaria. Involuntariamente, todo mi cuerpo se contrae ante su tacto—. Te veré pronto.

Se hace a un lado permitiendo seguir mi paso. El bosque se torna más perturbador a medida que me adentro entre enormes árboles de formas extrañas, sus ramas son puntiagudas y casi no tienen hojas, el color del cielo es negro y el fondo es un verde apantanado. Ya no hay cantos de aves ni sonido de la naturaleza. Ya no hay nada, solo una joven dentro del cuerpo de alguien que desconoce. Cierro mis ojos para calmarme y me repito que todo estará bien. Así emprendo mi nefasta travesía más profundamente...

.

Si Rehon no me matará, seguro lo hará la propia naturaleza. Llevo tanto tiempo caminando que me podría desplomar en cualquier momento. Traté de sentarme, pero si me detengo por algunos minutos el suelo cobra vida y enredaderas buscan atraparme. Es como una pesadilla. Intenté buscar el río, saciar mi sed, pero no he podido dar con él. Cuando decidí que esto ya era muy arriesgado y quise buscar una vía de escape, solo conseguí rendirme al bosque y su espesura.

Tengo miedo. ¿Y si muero aquí? Zyer dijo que Rehon no me haría nada, mas nunca mencionó lo demás. No dijo lo que me esperaría.

Me detengo. La contracción en mi pecho es un reflujo del llanto que llevo aguantando hace horas. Yo estoy aquí, atrapada en el bosque, ¿qué estará pasando con mamá y Amy? ¿Qué estoy haciendo yo en mi cuerpo real allá en el hospital?

La enredadera que me ha seguido todo el camino desde mi corto descanso empieza a subir por mi pierna. Suelto un jadeo y muevo la pierna con fuerza, subiendo mi vestido para arrancarla con mis manos. Sin embargo, otra enredadera sube por mi otra pierna. Caigo de espalda y retraigo mis piernas insistiendo.

Huir no servirá, no puedes.

Un perfil se asoma por el rabillo de mi ojo, el calor corporal se suma a mi espalda. Rehon apoya su barbilla en mi hombro perfilando una tétrica sonrisa. El miedo me invade al instante, suelto un grito al tiempo en que sacudo mis piernas para liberarme.

Mi primer pensamiento al verlo tan cerca es que me matará, pero no. Con una carcajada profunda, camina hasta mis piernas, agarra las enredaderas y las corta como si nada. Lanzo otro grito. Quiero correr, soy libre para hacerlo... y no puedo.

Estoy petrificada.

—¿Estás perdida?

Rehon se comporta como... como si la bestia interna que lo posee no existiese. Su templanza fomenta mi teoría de una pesadilla, porque de otra forma no explico su conducta. Es porque soy otra persona, estoy en otro cuerpo. ¿Acaso es posible?

—Bu-busco la ciudad de The Noose, la he perdido de vista.

Mi titubeo le parece agradable, saborea las palabras en un alarmado sonido con «m». Se levanta y me ayuda extendiendo su mano mientras tanto dice:

—Perdiste más que eso si estás en este bosque. —Recibo el gesto y me levanto quedando casi de su altura—. En mis dominios —se corrige con sorna—. Pero no te preocupes, yo te guiaré a la salida.

Doy un paso en vano, mi tobillo duele y no puedo apoyar con totalidad el pie, me aferro a Rehon antes de cualquier caída. El ser me sostiene y luego se agacha dándome la espalda.

—Sube —indica con calma.

Inspiro hondo antes de hacerlo. Demasiada atención y amabilidad para ser él.

—¿Eres... Rehon?

—No sabía que mi nombre ya había llegado a los oídos de humanos. Me he preocupado de que ningún ser lo pueda pronunciar.

—¿Eso me incluye? —Me desprendo de su espalda sosteniéndome de sus hombros. Se carcajea.

—No.

Avanza en silencio y sin ejercer fuerza. Así el recorrido por el oscuro bosque se va tornando en diversas tonalidades hasta convertirse en el bosque de antes. La edificación colonial de la ciudad se asoma entre los colores azulados del cielo que las cumbres de los árboles permiten apreciar. De verdad estamos llegando a The Noose.

Brehiel nair uv solente... —Dejo escapar en un hálito que se mezcla entre el cabello de Rehon.

—¿Qué demonios es eso? —pregunta él.

Me mantengo en silencio un momento. Un poco de charla es lo conveniente, por poco olvido cuál es el fin de estar con Rehon.

—"Todos tenemos algo de humanidad" —pronuncio, vislumbrando una de las oscuras calles de The Noose—. Es lo que decía mi padre, antes de salir a trabajar.

—Por poco lo olvido, los humanos trabajan.

—Sí... —digo nerviosa, tratando de que no lo note—. Breihem nair uv solente era su frase predilecta y creo que, hasta cierto punto, tenía razón. Existe algo de humanidad en todos.

—¿También en mí?

«Eso espero», ruego en mi interior.

—Claro —respondo—. Tal vez solo necesitas la razón indicada para que tu humanidad vea la luz.

Llegamos al umbral que divide The Noose y su bosque. Rehon se agacha para que pueda bajar. Su actitud tranquila me tiene bajo precaución, a la defensiva en todo momento. Cuando me bajo de su espalda y él se levanta, la mirada que me regala transmite una dicha casi sobre natural.

Brehiel... —intenta decir.

Brehiel nair uv solente...

El chasquido de un arma estremece cielo y tierra. Siento que algo atraviesa mi pecho en cuestión de segundos. El dolor va creciendo. Y caigo ante los incomprensibles ojos de Rehon. Escucho voces, gritos... Escucho tantas cosas, pero es el inmenso ardor en mi pecho la desesperación rozando la locura lo que le gana a todo. Rehon se agacha a mi lado.

Brehiel nair uv solente —vuelvo a pronunciar.

Al abrir mis ojos me encuentro con el rostro serio de Zyer. Está cruzando de brazos, apoyado en la pared. El pitido de la máquina se oye en mi espalda. Mamá está recostada en la cama, salva. Yo tengo mis manos puestas en el pecho, aún sintiendo la aflicción del disparo.

Estamos de regreso en el hospital.

—¿Tienes las palabras? —me interroga Zyer, en lo que yo le pregunto si la mujer que amó Rehon murió con ese disparo. Sin ninguno responder, Zyer vuelve a hablar—: Sí, ahí murió. Rehon desató una masacre con cada uno de ellos entonces y no se detuvo —explica con calma—. ¿Tienes las palabras?

—Creo que sí.

.

Han pasado tres días desde el encuentro en la azotea del hospital. Mamá está estable, pero todavía no despierta. Mis interrogatorios, cuestionándole a Zyer por qué no tengo a mamá en casa a salvo siempre terminan en un «aguarda y se pondrá bien» que pasan a discusiones. No he salido del hospital en horas, tampoco he ido a clases. Amy me hizo compañía dos días y en cuanto le pregunté si le preguntó a Sadistik de qué forma pueden morir, Zyer —muy oportuno— siempre ha interrumpido. Creo que sabe que lo quiero muerto para romper el trato...

Es probable que sepa hasta lo que pienso.

Demonios... El equilibrio de mis problemas es terrible, si no es Rehon es Zyer.

¿Qué pasará ahora? ¿Por qué teniendo tantas habilidades Zyer no mata a Rehon y ya?

Enciendo el televisor de la habitación donde mamá reposa y me encuentro con más noticias sobre muertes. Como es costumbre, escépticos las asocian a animales salvajes y otros más creyentes y paranoicos a seres nocturnos. Por supuesto, es la acertada. En el hospital hubo una conmoción cuando dieron con el cadáver del doctor que atendía a mamá. Las cámaras de seguridad no captaron nada, según reportes. Salimos limpios, pero algo en mí grita que la oportuna paz se acabará pronto.

Apago la televisión y me levanto de la silla. Beso a mamá en la frente y me dirijo hacia el área de comida del hospital. Pido un café y salgo hacia el patio del hospital a inspirar algo que no sea el horrible olor a esterilizadores y medicinas. Sin embargo, estando en el desolado patio, una duda intercepta mi cabeza.

¿Por qué Zyer no está conmigo?

Pretendo darme media vuelta el momento en que una fuerza me agarra desde la ropa y tira de mí hacia el centro oscuro del patio. Un ojo amarillo se deja ver a contra luz del interior en compañía de una macabra risa. Rehon camina hasta mí mostrando satisfacción en cada uno de sus pasos.

—Se acabó —dice, tomándome desde el cuello de mi jersey—. Ya no jugaré más.

Luce tan diferente...

Me ahogo en el miedo, porque sé que este no es el mismo Rehon del bosque. Este es el Rehon lleno de ira.

—No me mates —imploro, sucumbiendo a su fuerza que me levanta sin problemas.

—Oh... —exclama con un tono de compasión fingida—. Yo no seré quién te mate. Lo hará...

Brehiel nair uv solente.

No sé si lo he gritado, lo susurré o lo dice con el temblor que aflige mi cuerpo. Solo lo he dicho. Abro mis ojos con lentitud. Rehon se mantiene distante. Esas fueron las últimas palabras que pronuncié antes de desvanecerme.

Brehiel nair uv solente —repito con más seguridad.

—Todos tenemos... —musita con incredulidad.

—Algo de humanidad —concluyo.

La mirada de Rehon sufre un cambio. La añoranza con que repite la frase forma una diminuta sonrisa y la oscuridad de su rostro, el semblante tétrico, va desapareciendo poco a poco en un retroceso para verme con totalidad.

Funcionó. Las palabras funcionaron.

Estudiando mis movimientos, voy ganando la confianza de levantarme y enfrentar a Rehon en su adormecimiento. Pero no llego a nada. Como un misil estrellándose contra la tierra, Zyer aterriza entre Rehon y yo. Su semblante altivo y confiado se proyecta en cuanto se pone de pie, arregla su traje y luego mete la mano dentro de la chaqueta sacando así una navaja con extravagantes curvas. Sonrío creyendo que empuñará el arma en contra de Rehon, pero una vez más me equivoco.

—¡Zyer! —reprendo al ver que se acerca a mí con decisión.

«Viene hacia mí», grita mi voz interna. «Zyer quiere matarme»

—¡Zyer! —vuelvo a gritar para hacerlo entrar en razón.

No se detiene. Retrocedo, pero Zyer no puede avanzar más. Rehon lo agarra del traje y lo tira por detrás de sí, entonces se pone frente a mí, desafiándolo.

—Ella es mía —le anuncia a Zyer, quien apenas se levanta del suelo.

Zyer empuña el arma de nuevo, con su expresión furiosa se lanza sobre Rehon, pero con el fin de empuñarla contra mí. Me cubro con mis brazos y siento el rasguño que me hace. Rehon empuja a Zyer lejos y se abalanza sobre él para atacarlo. Quiero moverme, salir huyendo del patio y encerrarme, buscar a mamá y ver si está bien... quiero tantas cosas y no puedo seguirlas porque tengo la mirada de Zyer puesta en mí, incluso cuando lucha contra Rehon.

—¿Qué...?

No digo más. El recuento de sus palabras viene a mi cabeza.

Rehon tiene que cometer un acto por amor.

Vuelvo al presente, la lucha entre los dos seres. Rehon sigue golpeando a Zyer, y Zyer está dispuesto a atacarme. En un movimiento rápido, el ser alado corre hacia mí con el cuchillo alzado dispuesto a atacarme. Suelto un grito desesperado que acaba con el calor que desprende el cuerpo de Rehon abrazándome. Ambos caemos al piso. Solo siento una punzada en el estómago. El dolor es pasable, pero la expresión de Rehon es terriblemente dolorosa. El cuchillo de Zyer atraviesa su estómago. Rehon tiembla e intenta soportar su propio peso sostenido de sus manos, observando mi rostro con aflicción. Una hebra de sangre oscura escurre de su boca en lo que trata de formular palabras. Cierro mis ojos ante la escena y una gota —de lo que creo que es sangre— cae en mi mejilla y resbala lentamente. Con un esfuerzo sobrenatural, todavía manteniendo la distancia, Rehon pasa su pulgar limpiando la gota antes de que recorra mi piel y se disuelva en mi cabello.

Brehiel nair uv solente.

Es en la terminación de su frase que se consume en un fuego, volviéndose cenizas. La sombra de su cuerpo ahora es polvo que viaja con la suave brisa nocturna hasta quedar en partículas invisibles. Su expresión apacible es lo último que queda en mis pensamientos.

Rehon está muerto.

Zyer limpia el cuchillo del polvo y las cenizas, lo guarda en su traje y se agacha a revisarme.

—¿Cuál será tu último deseo?



Nota: Para entender mejor la historia y las palabras de Rehon al final, necesitan leer Mr. Rehon, donde se explica su objetivo.

Queda un capítulo para que termine la historia :D Trataré de concluirla antes de que acabe el año xDD

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