Ambiguo
Esa noche el cielo completamente despejado con una inmensa estela de estrellas iluminaban la luna creciente. Eijiro iba de lo más feliz con una brocheta de carne en la boca y apretando el costalito de monedas en manos, dichoso de saber que Katsuki pudo recuperarlo, además de encontrar donde pasar la noche y comida.
—Estamos de suerte, no esperaba que el bailarín se hubiese ofrecido a darnos techo —susurró con la boca llena y el palillo de brocheta moviéndose gracioso.
Katsuki por su parte no tenía la euforia de su compañero al lado, miraba al frente y concentrado a Izuku que los guiaba hacia una de las casas del oasis, quien se detuvo de golpe a la puerta principal y giró hacia los forasteros a su espalda.
—Escuchen, ni se les ocurra la idea de robar a las personas de por aquí otra vez, ¿de acuerdo? Pueden hacer lo que quieran fuera del oasis, pero al menos... Tengan la decencia de ser agradecidos.
Dijo con una tenue amenaza y entre cerró los ojos, se arriesgaría un tanto dejando que esas personas invadan la morada.
—No somos villanos, ¿acaso piensas que saquearíamos a quien nos ayuda?
Respingó Eijiro tratando de limpiar un poco ese honor de ladrón que llevaba. Izuku elevó una ceja escéptico, pronto dio un suspiro negando la cabeza y retomó a la puerta para abrirla.
Al adentrar extendió el brazo dando señal de que pasaran los otros dos. El gesto de Katsuki se hizo más desagradable al darse cuenta que Izuku no vivía solo.
—Hey, ¿a dónde te habías ido? —Preguntó una de las músicas que vio en la tarde del bar. Estaba limpiando su instrumento de cuerda con un fino trapo.
—Ochako, estos forasteros no alcanzaron lugar en la posada, ¿está bien si se quedan esta noche aquí?
La chica de cabello castaño y ojos achocolatados quedó un poco aturdida por el comentario, le hizo pausar a su limpieza del laúd. Miró de reojo al compañero a su lado, el que usaba el tambor de copa.
—¿Que dices, Yuga? ¿Lo dejamos meter extraños a casa?
El chico rubio de ojos púrpura observó con una fijación extraña al par en la entrada tratando de recordar en que parte del bar los vio sentados. Tenía buena memoria visual.
—Son los que estaban en la barra pidiendo los cócteles más costosos. Tienen buen gusto.
Eso hizo brillar más los ojos de Ochako y enderezó su cuerpo en el asiento.
—Podemos tratarlos con la misma hospitalidad que la posada, es más, por una buena cantidad podrían quedarse en la mejor cama, con la mejor vista del balcón y el delicioso aroma de la estrella de aquí, es decir, nuestro estimado Izuku —señaló con su pulgar en complicidad al pecoso.
—Solo él puede brillar más que yo —intervino Yuga siguiendo la corriente de la chica.
Izuku arrugó el entrecejo con algo de queja, aunque en realidad su plan era dejarlos dormir en un par de telas y cojines en el suelo de la sala. Debía asumir que las cosas con Ochako siempre eran oportunidades de negocio y Yuga siempre terminaba de cómplice.
—¡Ohh! Suena muy bien, incluso mejor que la posada, ¿de cuánto estamos hablando?
Y ahí estaba, el terrible hábito de Eijiro en malgastar el dinero. Katsuki le frenó inmediato sujetando el morralito de monedas antes de que lo abriera y giró a enfrentar a Izuku.
—Asumí que era una cortesía tu invitación —reprendió alzando una ceja. Cosa que hizo a Izuku cruzarse de brazos.
—Dije que les daría techo, pero nunca dije que gratis.
Hubo un crudo silencio en el lugar, por su parte los músicos daban gritos internos por ver a Izuku tomar iniciativa en su jugarreta, aunque ciertamente lo que le interesaba al pecoso era no ceder a la arrogancia del otro. Tuvieron unos segundos enfrentando miradas, hasta que el rubio suspiró con falso reproche.
—Dale lo que quiere —gruñó entre dientes soltando el morral en manos de Eijiro, quien se acercó a Izuku, pero rápido la chica intervino haciendo señal de que las pagas eran con ella.
El morral quedó con un 1/4 de lo que originalmente llevaba, con suerte tendrían para alimentos mañana, pero estaba bien, después de todo se llevarían un botín que lo compensaría.
Cuando la transacción terminó fueron guiados a subir por unas pequeñas escaleras de barro pegadas a una pared a la segunda planta con un pasillo de tres puertas. La parte donde estaba solo una recamara era la de Izuku, quien abrió la desgastada puerta y nuevamente hizo señal para que adentraran.
A diferencia de la parte de abajo, esa habitación lucía en mejores condiciones, había una cama con muchos cojines y sábanas.
—Bueno, se quedarán aquí... —dijo elevando los hombros indiferente—, no hay nada interesante que puedan llevarse, así que... no importa. Se irán a primera hora, ¿de acuerdo?
Eijiro ni siquiera esperó y corrió arrojarse a la cama con los brazos extendidos, era tan esponjosa como esperó.
—¡Muchas gracias! Estaba harto de dormir en sacos de dormir en el desierto, fue un viaje muy largo.
La sinceridad del pelirrojo era genuina en su voz y gestos, eso provocó al estricto semblante de Izuku suavizar.
—Iba a decir que hay un par de cisternas con algo de agua si quería lavarte primero... —susurró mirando al chico que se había lanzado a la cama en sus condiciones.—Bueno, hagan lo que quieran, solo no salgan de esta puerta.
—¿Y tú? —Intervino Katsuki bajando el morral al suelo—, te quitamos tu cuarto, ¿a dónde irás?
—Dormiré con Ochako o Yuga. Descansen.
Cerró la puerta tras de sí dejando a esos dos solos. Eijiro suspiró dichoso de estar en lo que parecía una nube.
—Es un buen tipo, ¿no? ¿Cómo diste con él para que nos ofreciera alojamiento?
Katsuki no respondió, permaneció con su gesto abstracto mirando cada mueble de la habitación. Caminó unos pasos bajando completamente los harapos del rostro y acercó a un mueble de ropa que sin miramientos empezó examinar, ropa cómoda para dormir, casual y uno que otro traje de bailarín estaba ahí. Eijiro sentó en cama con disturbio.
—Oye, deja de hacer eso. No está bien.
—Da igual, dijo que no había nada interesante aquí...
Acercó hacia una mesa con una silla, había unos cuantos libros, lociones y un pequeño espejo de tocador. Ya lo esperaba, de ladrón a ladrón, Izuku no dejaría las joyas que usaba en sus bailes a la vista.
A pesar de lo acordado, Katsuki no pudo dormir tanto tiempo, había momentos en que despertaba a mantenerse cauteloso. No confiaría en dormirse y despertar con la guardia del imperio abordando la casa con emboscada. Tenía presente la amenaza de Izuku, después de todo se dio cuenta de su identidad.
Katsuki Bakugo conocido como el Escorpión Rojo, era un saqueador, asaltaba carrozas que llevaban riquezas de nobles la mayoría del tiempo.
En un momento de la noche volvió a despertar incómodo de oír los ronquidos de Eijiro que no le dejaban dormir. Tomó asiento en la cama llevándose la mano al rostro con queja de la posible migraña que tendría al amanecer. Iba a golpear con un cojín para despertarlo y acomodara para dejar de roncar, sin embargo, el ruido de algo exterior le hizo levantar la guardia.
Un pequeño murmullo se oía de afuera, iba acercarse a la puerta a indagar, pero el ruido no era en la casa, sino en las calles. Se dirigió al pequeño balcón donde ondeaba la delgada cortina de tela y se asomó.
El oasis de noche era un sitio vacío, con las antorchas quedando en ahora dóciles brasas que brillaban en los senderos.
—Me alegra que hayas salido, por un momento creí que ignorarías mi nota.
—En realidad, fue uno de los músicos quien me dio de tu citatorio... —respondió una suave voz que Katsuki reconoció.
Bajo el balcón estaba la entrada principal de la casa y ahí estaba Izuku con otro sujeto. Katsuki recordó a ese extraño como una de las persona que también estuvo viendo el espectáculo esa tarde.
—¿Ya consideraste tu respuesta? Hace una semana dijiste que lo pensarías...
Izuku se tornó un poco nervioso, o al menos Katsuki lo percibió desde donde estaba recargado mirando sus cabezas.
—Haz un lazo conmigo, casémonos. Ven a la capital, te prometo una mejor vida que continuar en este oasis.
Dijo con un suave suplicio tomando las manos del peliverde. Katsuki se quedó expectante desde las alturas con cierto interés de oír la respuesta también.
—Lo siento Hitoshi, no puedo... —disculpó Izuku con todo el tacto posible en voz—, no me veo viviendo en la capital, además no quiero dejar el oasis.
—No entiendo tu afinidad por quedarte, ni siquiera creciste aquí. Te daría una mejor calidad de vida, en este lugar solo te expones... Cualquier tipo peligroso podría gustar de ti.
Eso provocó al menor a reír más nervioso. Le apretó el agarre de las manos y soltó con suavidad.
—Sé cuidarme solo.
El chico de cabello morado suspiro con desaire.
—Por lo menos seguiré visitando este lugar para verte. Trata de ser discreto, mañana tengo entendido que pasará la carroza de intercambios del imperio. Habrá mucho ruido.
—Lo tendré en cuenta.
Asintió la cabeza agradable para despedirse, pero Hitoshi metió la mano a su bolsillo y sacó un brazalete de plata con pequeñas gemas azules.
—Bueno, al menos usa esto en tu siguiente evento pensando en mí.
Izuku lo recibió algo aturdido en manos, fue ayudado a ponerla en su muñeca derecha. Sonrió efímero ladeando la mano con sorpresa.
—Te lo agradezco, pasa linda noche... Y... De verdad lo siento.
—Claro, debo imaginar que no soy el primero que rechazas.
Refirió con sorna acariciando un par de rulos en el cabello de Izuku, posterior a eso se retiró tratando de memorar la agradable sensación que quedó en su palma.
Izuku se quedó unos minutos en ese lugar, mirando la silueta de Hitoshi desaparecer en camino hacia la posada donde hospedaba. Cuando todo era la fría y desolada noche del desierto, suspiró resignado dispuesta a volver adentro.
—Vaya espectáculo mediocre.
La voz encima le hizo sobresaltar en su lugar, alzó la cabeza para encontrarse a Katsuki recargado al barandal de barro, frunció el ceño.
—¿Qué haces ahí...? ¿Nos estabas escuchando? —Susurró indignado esperando no despertar a nadie más.
—De por sí no puedo dormir con los ronquidos de Eijiro, ahora con un patético rechazo de afuera.
Katsuki alineó su brazo para tomar apoyo y dar un salto seco aterrizando frente al otro en el suelo, era un buen atleta por las veces que tenía un conflicto en peleas de sitios cerrados o estrechos.
—Te dije que no podías salir de la habitación...
—No, dijiste que no podíamos salir por la puerta, nunca acentuaste el balcón.
Reprochó dando la misma jugarreta que Izuku le hizo para quedarse con poco dinero nuevamente en su viaje. Miró el brazalete plateado en la muñeca y bufó.
—¿Entonces así sacas las joyas que usas en tu trabajo? Seduces bonito y luego los rechazas con ojos de cachorro.
—Guarda silencio —advirtió Izuku mirando de un lado a otro para no llamar la atención.
—¿Entonces ese colgante dorado que te quité de la cintura alguien más te lo dio en su propuesta? —Burló hostigándolo cada vez más.
—¿Y qué si fuera así? No es de tu incumbencia —respondió inmediato, algo tajante pero con la voz baja.—¿Estás celoso?
Bromeó dando media vuelta para volver adentro de la casa, pero Katsuki le detuvo poniendo la mano encima de la de Izuku en el seguro de la puerta para que evitara empujarla.
—No. Estoy indignado —acercó a la oreja del menor bajando la voz por fin—, para haber pagado tanto y recibir los ronquidos de mi camarada es absurdo. Me prometiste dormir contigo.
—Eso es ambiguo.
—Claro, como toda hipocresía que le dijiste a ese sujeto, rechazar una mejor vida y quedarte en tu nido del oasis atrapando víctimas en tus feromonas.
La mano libre de Izuku saltó en detener la del rubio que serpenteó con peligro en su muñeca esperando quitarle el brazalete. Lo apartó con un codazo tenaz en el estómago.
—Yo no mentía, sobre nada —gruñó abriendo la puerta—, si piensas que soy como tú, que hago lo que hago para comerme al mundo y sentirme libre estás equivocado. Si me voy... Este oasis termina. —Katsuki frunció un poco ceño por lo declarado, dio unos pasos también al interior. —No te conozco, tampoco lo que te justifica ser lo que eres, por eso me he limitado en no denunciar tu identidad. No me des razones.
Advirtió con el semblante decaído, tomó asiento en el viejo sofá recargando el rostro en su mano cansado.
—Soy un saqueador, con eso nos mantenemos mi grupo y yo. No es como que venga a despojar sus migajas a la gente de aquí, solo que en la tarde nos dejaste arrinconados —siseó tomando asiento al otro extremo del sofá.
Izuku hizo un puchero incómodo con culpa, después de todo le había quitado el dinero a Eijiro al inicio.
—Tu amigo... No parece esa clase de persona... —intervino incómodo—, lo juzgué mal en el bar cuando lo vi babeando por mí. Creí que era el típico bandido que acude a ese lugar a malgastar el dinero que robó de otro sitio...
—Pues sí lo es —bufó Katsuki rodando los ojos—, pero el infeliz tiene sus principios, a veces una voz molesta que trata de frenar mis decisiones.
—¿Cómo tu conciencia? —Dijo Izuku con una sonrisa más relajado por la comparación.
—Supongo, no solo lo traje como perro de carga... —los puños de Katsuki apretaron y relajaron por turnos en ese lapso—, aunque él ya está dormido, así que podría estar haciendo cosas malas como husmear en busca de un alhajero con joyas... O podría entretenerme con algo más.
Izuku enarcó una ceja por la mirada de reojo que recibía de Katsuki, como si esperara una indicación.
—¿Acaso tengo que atarte para que dejes de intentar hurtarme tesoros?
—Podría tener mis manos ocupadas en otra cosa —dijo con falso reproche levantando los brazos.
—Eres un cínico —suspiró con gracia.
Katsuki quedó un poco perplejo de sentir el peso repentino contra su torso, Izuku se había inclinado a su lado abrazándolo por los costados.
—Ya no quiero escuchar quejas de que no cumplo mi palabra. Y al menos así puedo tenerte ocupado.
Estaba casando de oír a Katsuki reclamarle que fue falsa esa invitación ambigua de dormir con él, bueno, pues ya se la estaba cumpliendo cuando se acurrucó en su torso y de esta forma también percibiría si levantaba a husmear el interior de su hogar.
Katsuki por su parte resopló en la coronilla del menor encima y bajó los brazos para corresponder su abrazo. Dio suaves círculos en la espalda a palma abierta, sintiendo los ángulos de las vértebras sobresalir.
—¿Estás cómodo? —Cuestionó Katsuki con un murmullo.
—Supongo... —tarareó somnoliento.
Los minutos silenciosos pasaron hasta que la mecha final de la lámpara de aceite culminó dejándolos en oscuridad. Los ronquidos de Izuku le hicieron ladear la cabeza escuchándolo con atención, eran bajitos y suaves a comparación del pelirrojo. Hasta ese le pareció adorablemente atractivo.
Katsuki continuó dando pequeñas palmadas en la espalda sin intención de despertarlo, solo tratando de memorar su silueta, su peso, su aroma cítrico, esa dulce ventilación que le inflaba el pecho.
Sabía que la intención de Izuku quedándose ahí era para vigilarlo, cayó completamente en sus encantos otra vez.
—Mierda... Eres una completa delicia —musitó con cierta ansiedad. Tenía tantas ganas de continuar su recorrido por su cuerpo, llegar a las extremidades, su vientre... Todo en él. Pero ahora solo estaba limitado a la espalda.
Suspiró rendido posando su barbilla encima de la cabellera verde que le daba un cosquilleo al cuello e intentó, aunque sea un poco, conciliar el sueño para tener energía al pesado día de mañana.
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@dsk_ch0 en Twitter
Que onda panas, esto está un poco tanteador pero... —suspira— decidí tocar el Omegaverse aquí.
Aunque esto no será tan primitivo como la mayoría. Solo son roces, sin exagerar a los omegas sumisos o que queden completamente inhibidos por sus periodos de celos.
Y como ven, Izuku es un Omega muy deseado 🥰🤏
Es todo, nos leemos después. 🦂🏝️
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