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El escorpión y el oasis

⚠ ADVERTENCIAS ⚠

*BkDk

*AU en el desierto, ladrones.

*Yaoi +18, mucha tensión sexual.

*Omegaverse Katsuki α / Izuku Ω

Enjoy

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El desierto logra ser hostil, con su calor insoportable sin ninguna sombra más que amplias dunas de fina arena desolada hasta el horizonte, así como sus gélidas noches donde el umbral del cielo estrellado otorga una ferviente sensación de que si te descuidas, las arenas te pueden tragar en el olvido.

Para alguien que se crio en ese ambiente no era ningún problema, administrar el agua limitada que llevaba en cantimplora, cubrirse adecuadamente del ardiente sol que ni una triste nube obstruía en ese resplandeciente cielo azul.

Los bandidos de las arenas eran pocos, pero exitosos, ¿Quién se animaría a seguir a alguien en el laberinto de arenas y verlo con peligrosas cimitarras gemelas? Katsuki era el líder de una cuadrilla de bárbaros en los poblados del desierto. Si salías con tu carreta siendo arrastrada por los camellos debías al menos llevar suficientes guardias o tu botín sería saqueado por la emboscada de esos bárbaros.

Katsuki, o como era llamado por sus saqueos como el Escorpión Rojo, llevaba un estilo donde pedir permiso o perdón no existía en su vocabulario. Si quería algo lo tomaba.

Tras el exitoso saqueo que tuvieron él y su secuaz hace un par de días en un pequeño poblado, tenían suficiente carne, alcohol añejo con el sabor ahumado de leña y monedas doradas. Su banda estaba eufórica por encontrar esa carreta que llevaba bienes para uno de esos burgueses que se creían dueño de todo.

En medio de su dicha guardando las cosas en cajas de madera, cubriéndolas con mantas y sogas para asegurarlas de las tormentas del desierto, dispuestos a llevarlas a su bodega subterránea en una olvidada localidad, Eijiro, su mano derecha plantó un mapa teniendo con un círculo rojo un sitio en específico. Katsuki alzó una ceja mientras le daba un trago a su cantimplora de cuero que conservaba fresca el agua.

—¿Y eso?

—Es el bazar de Sekken en el oasis.

—Ya sé dónde es —gruñó por lo obvio—, me refiero a que hay allí para que lo estés señalando.

Exclamó de mal humor, no le gustaban las cosas a medias y que el pelirrojo solo le restregaba ese mapa sin anunciar detalles era un fastidio. Conocía el aburrido bazar, la gente que daba venta ahí ganaba tan poco a pesar de ser un sitio tan transitado para viajeros que pasaban a descansar, como bandido hasta le daba lástima arrebatar a esos pobres diablos.

Los hoyuelos en las mejillas de Eijiro ampliaron con una sonrisa juguetona y su risa perspicaz.

—Tenemos rumores-...

—¡Parece que en tres días pasará por allí una carreta que va al palacio de la capital! —Dijo Mina, una chica de cabello rosa que estaba ocupada ensamblando otra caja para guardar el botín.

—¡Oye! Yo iba a decir eso, estuve toda la tarde ensayando para decirle a Bakugo —reclamó indignado el pelirrojo.

—Los rumores dicen que viene de un fuerte intercambio comercial con un reino del oriente, así que debe traer muchas riquezas extravagantes —dijo Sero complementando y mordiendo un trozo de carne seca.

Eijiro chasqueó la lengua y arrugó el entrecejo, él fue quien encontró esa interesante información por su cuenta y ahora sus colegas alardeaban de ello.

Denki quien iba enterándose por recién volver del último asalto con el líder abrió sus ojos asombrado y con cierto brillo de emoción por imaginarse la gran carga de oro, vasijas valiosas o cualquier cosa que podría darse en los intercambios de poderosos reinos.

Katsuki se quedó meditabundo tomando una decisión. Ese botín sería suyo sin dudarlo.

—Partiremos al amanecer, prepara bienes necesarios para el camino —culminó Katsuki señalando a Eijiro y arrebatando el mapa de la caja para doblarlo en manos.

—¿Qué? ¿Sólo irá él? —Intervino Mina poniéndose de pie con las manos en la caja que cerró—, ¡Quiero ir al bazar de Sekken! ¡Quiero comprar, quiero divertirme en un bar!

Quejó con un berrinche inconforme mientras Eijiro daba una risita victoriosa tomando un morral de tela donde guardó alimentos.

—Tal vez deberíamos ir todos, si es una carroza de la realeza tendrá bastante seguridad, ¿no crees, Bakugo? —Cuestionó Sero cruzando los brazos.

—¡Eso! Necesitarán ayuda —insistió Mina.

—No, si somos varios allí llamaremos mucho la atención, para arrebatarles algo tan ostentoso es mejor una táctica sigilosa que una bruta emboscada —determinó Katsuki saliendo de la bodega hacia un sitio donde estaban unas hamacas, debía descansar adecuadamente para un golpe como ese. Mina se quedó con un berrinche, hacía años que no iban a ese oasis y tenía curiosidad por conocer que tanto se había extendido.

El viaje desde su escondite al bazar de Sekken era de dos días, Katsuki sabía administrar muy bien la comida, otro motivo para limitar las personas que irían con él. Con calzado especial para caminar en la arena del desierto y varios harapos encima podían mantenerse cuidado eb su travesía. Llevaban bien ocultas las cimitarras en la cintura por las telas que les cubrían del radiante sol.

Cuando llegaron al bazar comprendieron el por qué Mina estaba tan insistente de ir, el sitio era completamente diferente a lo que recordaban hace un par de años. El oasis estaba bien cuidado, con sus altas palmeras y una cristalina corriente de un lago en medio de varios puestos ambulantes.

—Pensé que estaría más descuidado, escuché que varias veces lo ha arrasado las tormentas de arenas... —susurró Eijiro bajando los harapos de su nariz para respirar mejor.

El sitio llevaba una vibra particularmente afable que a Katsuki le pareció inusual. Contrario a su compañero elevó las telas al rostro para ocultar su identidad mejor, después de todo era conocido por sus fechorías, y ese viaje debía ser sigiloso.

Las personas eran amables dándoles invitación en ver sus puestos vendiendo perfumes, comida, ropa, amuletos con supuesta suerte (que para Katsuki era charlatanería).

En el bazar la mayoría eran puestos tendidos con mantas y palos, había una que otra casa de barro, pero se notaba su expansión.

—Ahora entiendo porque pasará por aquí ese cargamento, este sitio no es tan olvidado como esperábamos... De hecho, es el oasis más bonito que he visto... —susurró Eijiro cerca de Katsuki con discreción.

Faltaba un día para que circulara el cargamento por ese oasis, así que debían matar el tiempo esa tarde, podían descansar en la posada por su pesado viaje o explorar un poco más ese lugar, aunque no había mucho por merodear, la gente se centraba cerca del oasis que tenía un pequeño santuario con jardín y escasas flores que creían en el limitado verde.

—Podríamos llevarle algo de esas imitaciones, así Mina no se sentirá tan mal por no venir —señaló Eijiro a un puesto que mostraba joyería barata. Katsuki bufó.

—¿Crees que va querer esas baratijas luego del tesoro que nos espera? —Dijo con obviedad dándole un codazo al otro y entrara en razón.

—¿Y si entramos ahí? Parece que hay buen alcohol para refrescarse.

Eijiro miró una de los locales con construcción de barro, parecía un bar, muchos viajeros que recién llegaban iban apresurados a entrar. Katsuki elevó sus hombros y accedió en ir.

Había muchas mesas atiborradas de personas, cosa que hizo preguntarse a ambos en qué momento llegaron tantos, había mucho ruido por conversación, las dos únicas personas que atendían en la barra estaban ajetreados preparando bebidas.

—Parece que se saben divertir aquí —suspiró Eijiro deslizando su mano por encima de su cabeza mientras tomaba asiento en un cojín conjunto a la barra. Katsuki le siguió sigiloso, analizaba cada cabeza allí.

Tenía una memoria para reconocer algunos sujetos, eran viajeros que se encontró en otros lugares, incluso había unos idiotas a quienes asaltaron en el desierto o cazarrecompensas que buscaban su cabeza. Ilusos.

Eijiro le pidió al tabernero dos copas de esa exótica bebida que estaba promocionada en la pared con jugo cítrico. Cuando se las cedió lo bebió sin dudarlo elogiando lo bien que sabía, Katsuki observó el líquido con una rebana de naranja en la cubierta.

—¿Quien les trae en tan buen estado frutos como ese? —Cuestionó sin miramientos al tabernero.

—¿Te llama la atención? Desde que el bazar se volvió más transitado viene un comerciante a vendernos a un buen precio sus frutos, dice que proviene desde muy lejos, pero no le creo, probablemente es de los huertos del rey —siseó el tabernero limpiando el fondo de un tarro con una franela.

Katsuki apenas estaba probando su bebida con un sorbo tímido cuando Eijiro ya estaba pidiendo otra. Sí, era caro el cóctel, costaba 5 monedas doradas por el limitado de los cítricos pero podía tomarse la dicha de beber varios con el morralito gordo que llevaba en el cinturón.

—¡Qué ya salga de una vez!

—Ya queremos ver la éxtasis del oasis.

Varios gruñidos y demandas estaba por los comensales que golpeaban las mesas ansiosos. Katsuki alzó una ceja y Eijiro giró preocupado sin despegar la copa de su mano saboreando el trozo de naranja.

—¿Qué es el "éxtasis del oasis"? —Preguntó ingenuamente Eijiro haciendo que el tabernero alzara los hombros con un carcajada.

—Se ve que no vienen seguido por aquí, de hecho no los reconozco, ¿de dónde vienen?

Katsuki bajó la roja mirada con indiferencia y limitado a no responder, descendió un poco el harapo de sus labios para beber de nuevo.

—Eso no importa viejo, solo dame otro trago, de eso... —señaló con su índice que llevaba pequeñas cuentas rojas en brazaletes colgando.

Realmente no estaba interesado en probar la variedad de bebidas, solo no quería tener la atención del tabernero a hurgar en su identidad, cosa que no fue complicado, el sujeto estaba feliz de que eligiera su bebida más cara. Un vaso de pulque con toques mentolados y limón.

—¡Queremos ver el show! —Insistieron en otras mesas— ¡ya bajó el sol es hora!

—Debe ser duro soportar ese tipo de clientes, viejo —mencionó Eijiro un poco irritado por la actitud pedante de los demás que hasta parecían algo ebrios.

—No los culpo, ellos vienen a ver la atracción principal de aquí.

Cuando tres personas salieron detrás de la cortina de una tarima cargando instrumentos la euforia de la gente acrecentó, uno de ellos con un instrumento de cuerda que era un laúd, otro con un tambor de copa y el último con un instrumento de viento llamado ney.

—Supongo que les gusta la música aquí... —susurró Eijiro por el silencio que se envolvió la taberna, cosa que hizo al hombre al otro lado de la barra reír bajito por su ingenuidad.

Katsuki se giró un poco en su asiento para prestar atención a esos tres músicos que se acomodaban en una esquina, estaba seguro que ellos no eran protagonistas allí al mantenerse al margen. Cuando empezaron con una atrayente sinfonía folclórica de la zona alguien salió de las cortinas aterciopeladas. Una persona con un traje de bailarín y descalzo, mostrando generosamente su abdomen

En el momento que la persona salió con una grácil danza los inquilinos aullaron deleitados en sus movimientos con sincronía a la música. Era una silueta delgada y curvilínea que dejaba a la imaginación de los espectadores con esos pantalones abombados, portaba varios colgantes dorados con piedras verdes en el cuello, las muñecas, tobillos y cintura, tintineaban con su movimiento de caderas. Llevaba en manos una tela de seda que apoyaba en su danza dejando al público hechizado. Katsuki no fue la excepción.

Conforme el bailarín pasaba entre la personas sentadas en los cojines del suelo, el delirante meneo de sus caderas y la mirada abordando con un delicioso misterio que noqueaba. Seductores ojos verdes, de largas y enchinadas pestañas, se podía dar a la imaginación la misteriosa sonrisa debajo de la tela que cubría desde su nariz a su mentón.

—Woah... ¿Quién es esa preciosidad? —Balbuceó Eijiro sin parpadeo.

—Es la vida de este oasis, Deku es el bailarín que hizo al bazar levantarse —dijo el tabernero inflando el pecho con orgullo y tratando de no interrumpir su show hablando bajito.

Los músicos siguieron tocando, el peliverde danzaba descalzo con el tintineo de sus brazaletes, cruzando por cada lugar regalando guiños y una risita juguetona. Katsuki apoyó la mejilla en su mano mientras seguía con la mirada al bailarín recorrer el recinto coqueteando con las personas, hasta que llegó con ellos. Deku cruzó la tela de seda por el cuello de Eijiro mientras acercaba peligrosamente con esa preciosa mirada que aturdió al pelirrojo dejándolo rígido y nervioso.

Al percibir a Katsuki con un gesto desinteresado a su lado, acarició la cabellera de Eijiro con la tela y continuó caminando. Deku dirigió una mano a sujetar la del rubio, el acercamiento alarmó un poco a Katsuki, pero además apreció el rico aroma de algún perfume de frutos exóticos impregnado en la piel del joven. Era un olor suave que le provocó salivar a discreción, ambas miradas cruzaron con la discusión de quien desviaría primero.

El bailarín apretó su mano sobre la de Katsuki, jugueteando con sus pequeñas cuentas rojas de los brazaletes.

Katsuki retuvo un breve instante la respiración cuando Deku estaba casi encima de él en su asiento, el resto observaba con envidia.

—Tienes unos ojos hechizantes... —siseó Deku con una encantadora voz debajo de la tela en el rostro.

—Hey, robaste mi línea... —respondió Katsuki en voz baja con una conversación que solo ellos dos podían escuchar. Apretó ligeramente su mano con la de Deku.

—Ven más seguido por aquí, forastero —dijo con una risita traviesa encaminando la áspera mano hacia su delgada cintura.

Katsuki le siguió el juego estrujando un poco la carne, sin embargo, cuando Deku llevó su otra mano para bajar sus harapos del rostro entró en razón y le dio un leve manotazo en negación.

—Tú no haces las reglas —amenazó Katsuki con el vigente cortejo. Deku alzó una ceja y resignado cruzó la tela de su danza acariciando la nuca de Katsuki para que se deleitara una vez más con su perfume.

—Te lo pierdes.

Deku se levantó continuando con el baile hasta que la música terminó, subió a una plataforma de madera con una generosa flexibilidad siendo elogiado con aplausos y hombres hambrientos por más. Dio media vuelta yendo en medio de las cortinas de su escenario con un encantador guiño y seguido de los músicos.

—Válgame, esa lindura sí que sabe moverse —silbó Eijiro con asombro por lo que acababa de pasar—, incluso tú, Dios tiene sus favoritos... —quejó hacia Katsuki por ver que el bailarín tuvo más atención en él que cualquier otra persona.

Katsuki ladeó el cuerpo para acercarse a Eijirou, son una sospechosa risa entre dientes.

—Sí, tiene sus favoritos —dijo con cinismo abriendo su puño y mostrando uno de los delgados colgantes dorados que llevaba el bailarín en la cintura. Era de oro.

—Y tú que dijiste que nos portaríamos discretos en el bazar —mencionó Eijiro sorprendido de ver el oportuno robo de Katsuki en ese momento.

—Él se lo buscó, se acercó peligrosamente a mí —dijo con una sonrisa ladina.

Luego de un rato más en el bar ambos se levantaron de su cojín y salieron en busca de la posada de lugar, pasarían la noche ahí para el día siguiente dar el asalto definitivo que los tenía en el oasis.

Sin embargo, hubo algo que no contemplaron. Eijiro se quitó gran parte de la ropa buscando su morralito con monedas de su alforja, casi se quedaba en ropa interior en el recibidor buscando entre su ropa. Katsuki puso los ojos en blanco y furioso de lo descuidado que fue.

—¡O te quedaste en la ruina tomando tanto o uno de esos idiotas te robó! Maldito idiota, no vuelvo a traerte como perro de carga —gruñó molesto y sacó un par de monedas de uno de sus compartimientos para pagar una habitación.

Lamentablemente la posada estaba llena, había muchos viajeros ese día y se adelantaron en reservar, ambos se quedaron en la calle. Katsuki refunfuñó dándole zapes a Eijiro por lo descuidado que fue, había sido muy claro en que él idearía el plan de asalto, dejando que Eijiro se encargara del hospedaje y comida, y ahí andaban como completos vagabundos, sin dinero, ni alimento luego de su travesía por el desierto los días pasados.

—Pero claro, querías beber como si ya hubiéramos ganado el botín —reclamó Katsuki con los ojos en blanco aun.

—¡No fui el único, tú también bebiste!

—Para la otra traeré a Sero o Mina, eres igual de despistado que Denki.

—¿Y crees que esos dos tienen mejor disciplina que yo? Si recuerdas que somos, ¿no? —Reiteró dándole a saber que eran ladrones.

—Si no fuera porque estamos en un oasis te mataría, podemos pasar la noche afuera. Ahora busca un sitio adecuado para acampar.

Ordenó molesto, Eijiro se fue como perro regañado sobándose la cabeza por los golpes. Katsuki suspiró masajeando el dorso de su nariz y volviendo a subir las telas que le cubrían el rostro.

Si Eijiro buscaría donde dormir, él debía buscar comida, después de todo en su estómago solo había cocteles de esa tarde en el bar. Caminó hacia el sitio donde estaban los mercados ambulantes, la mayoría ya cerrando su comercio por la noche y guardando sus cosas para el día de mañana.

Varias antorchas iluminaban los senderos cerca del lago, todavía había un comercio disponible con una mujer que lucía despistada guardando despacio mercancía en una caja, sería fácil.

Katsuki caminó cerca de su puesto de comida, cuando la mujer se giró para seguir guardando las cosas tomó un par de brochetas de carne y verdura que estaban empaladas en su exhibidor. Sonrió confiado en sus adentros e iba a ocultarlas en su ropa, no obstante, no esperó un repentino agarre en su muñeca frenándolo.

Iba a girarse como reflejo para empujarlo o golpear a ese impertinente, pero al reconocer esos ojos verdes quedó estático. Ya no llevaba esa ropa seductora de bailarín, ahora eran ropas casuales y abrigadoras para la noche con varias telas encima, notó las mejillas pecosas con la luz de una antorcha cercana, llevaba una mirada seria y hasta decepcionada.

—Ah... Izuku, ¿cómo estás? No trabajaste tan tarde hoy —dijo la pequeña mujer con una enternecida sonrisa.

El gesto del peliverde cambió repentinamente girando hacia la anciana, pero sin soltar la muñeca de Katsuki.

—Hola señora Chiyo, veo que le quedó algo de comida, nos llevaremos estas dos brochetas, ¿de acuerdo? —señaló las que tenía Katsuki en mano y sacó un par de monedas de un compartimiento de su pantalón dejándolos en un vaso donde recibía la mujer su paga. Katsuki miró con atención aquello.

—¡Qué las disfruten! —Tarareó con una sonrisa, ignorando completamente lo que en realidad pasó.

Izuku guio de su enlace a Katsuki para separarlo del resto de los puestos con desconfianza, hasta llevarlo detrás de un callejón entre las casas, fuera de la vista de otros.

—¿Qué rayos haces? No puedes robarle, esa mujer se solventa con ese pequeño negocio.

Katsuki soltó una carcajada repleta de ironía llevando a Izuku confundir. Lo empujó contra el muro repentinamente y una de sus manos le rodeó la cintura similar a como fue esa tarde en el bar, atrayéndolo consigo.

—Niño bonito... Lleno de hipocresía, por un momento creí que eras mi tipo —burló serpenteando su mano por la cintura del menor hasta llegar a lo que buscaba, sacó entre las ropas un morral de monedas que reconoció muy bien—, ¿entonces tú si puedes robarle a los demás?

Determinó jugueteando con el saquito que hizo ruido en su mano, era el que Eijiro perdió y por consecuencia los dejó en la calle. Izuku frunció el ceño indignado y estiró su mano intentando recuperar el saco, pero Katsuki alzó la mano aprovechando su diferencia de alturas.

—¡Eso es mío!

—Ah, ¿en serio? Porque mi camarada llevaba el mismo morral en el viaje y misteriosamente desapareció. Entonces por lo que veo te diviertes usando tus encantos y despojas a las personas en su momento de distracción.

Incriminó Katsuki con arrogancia por descubrir el modo en que operaba ese ladrón. Un tic nació en una de las delgadas cejas de Izuku y suspiró tratando de calmarse.

—Hablas como si conocieras todo de mí, cretino.

—Es un truco tan barato que no puedes hacerlo con alguien que sabe de esto —bufó con orgullo y confianza, su secuaz Mina era experta en eso, aturdir a los hombres y quitarle las cosas.

—¿En serio? —Preguntó Izuku escéptico, levantó su otra mano mostrando algo que hizo desencajar la mandíbula de Katsuki.— Llevas baratijas lindas.

En su pequeña mano estaba enredado aquel brazalete de cuentas rojas que habituaba llevar el rubio, ni siquiera se dio cuenta que no lo llevaba por el momento rabioso que sufrió con Eijiro al saber que perdió su dinero. Tal parece y ambos se habían robado algo en el bar.

—Hagamos una tregua señor forastero, te devolveré el costal de monedas de tu amigo, pero salgan de mi oasis al amanecer. No van a robarle a esta gente.

—Es una negociación bastante injusta, creí que me habías dicho que querías volver a verme por aquí.

Izuku volvió a alzar una ceja y cruzó las manos frente a su pecho recargado la espalda a la pared.

—Eso se lo digo a cualquier cara nueva en el bar, pero si ya conoces mis métodos no tiene sentido. No te creas tan especial.

—Jah, si claro, lo que digas... —rodó los ojos con sarcasmo.

Izuku cerró sus ojos meditabundo de que hacer, rápido una idea surgió en su cabeza y suspiró.

—Tal vez he sido duro contigo, probablemente vienes de un exhaustivo viaje de tan lejos y se quedaron sin nada. Suena algo triste y creo que la posada está llena...

El menor separó de la pared y acercó a Katsuki picándolo con su índice en medio del pecho, poco a poco arrastró su mano de manera tentativa hasta subir al cuello provocando un escalofrío en el rubio.

—Realmente quiero saber más de ti —susurró cautivador y llevando sus manos un poco más arriba—, ¿no quieres pasar la noche conmigo... Escorpión rojo?

Su suave voz seductora culminó cuando tomó oportuno el retirar bruscamente los harapos en el rostro de Katsuki y descubrirlo. La mirada de Izuku agudizó con amenaza.

—Un ladrón de grandes botines robando a un humilde puesto de este bazar. ¡Largo de mi oasis! —reclamó áspero—, con solo una llamada a los guardias que cruzan por aquí a diario haré al imperio capturarte.

La amenaza de Izuku era contundente sin una pizca de duda, había tomado a Katsuki con la guardia baja en ese momento tentativo para destapar su identidad que le generó ruido desde que cruzaron miradas en su danza; esos ojos penetrantes estaba seguro de haberla visto en otro lugar, en un afiche de 'Se busca'.

Katsuki por su parte ni se inmutó con el frío mirar del pecoso y sus venenosas palabras de amenaza. Sus brazos levantaron para sujetarlo de las caderas y arrinconarlo aún más contra la pared.

—Hazlo, denuncia a los guardias del imperio o tanto cazarrecompensas quieras... —dijo con completa indiferencia, hasta que acercó su rostro rozando mejillas y oliendo esa cítrica fragancia que perduraba en el menor—, pero sigue en pie el dormir contigo esta noche, ¿cierto?

Mencionó cínicamente a su oreja. Izuku sonrojó furioso de ese pedante comportamiento, aunque trató de mantener los estribos y no darle una patada.

—De acuerdo —concretó volviendo a su suave voz llevando sus manos al torso del otro—, solo que esto es mío.

Indicó sacando entre las prendas del mayor su cinturón dorado con jades que perdió esa tarde, atrayéndolo en su puño hacia él con un poco de la tela, y de paso inclinando al rubio. Katsuki rio entre dientes.

—¿Estás hablando de las joyas o de mí?

—Asume lo que se te dé la gana —carraspeó empujando del hombro a Katsuki para salir de su aprisionamiento y del callejón.— Trae a tu amigo, les daré techo.

Eso último desvaneció la boba sonrisa del rubio, claro, Eijiro, lo había olvidado completamente.

—Ese idiota puede arreglárselas solo —gruñó resignado siguiendo a Izuku. 


.

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Neta, neta que mal me caen, no me dejan terminar escritos y surgen imagenes oficiales con Katsuki todo precioso en la contraportada del tomo 40 con ropas estilo para desierto. Los fanarts explotaron, así como mi mente. Así que aqui tienen este pequeño fanfic. 

La escena del bar está inspirada en el arte de @krs_a

De paso me distraigo de pensar que Izuku probablemente quede manco unos capitulos más, kasjdfkasd

Xao.

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