Lania única princesa del reino de Ukal, famoso por su comercio y sus bellos y fructíferos valles; se embarcó en una misión por todo el continente con el fin de explorar y descubrir más del lugar del cual será coronada reina.

Fue apodada “príncipe” desde pequeña, ya que su personalidad e incluso el peinado se asimilaban a las de un chico.

A la princesa le daba igual cualquier adjetivo que le implantaran, ya que siempre prefirió armaduras y espadas.

La noche de su décimo día cabalgando junto a los escoltas y guías hacia la aldea Foret, la chica encontró una casa de aspecto peculiar en medio del bosque, la cual parecía más un árbol que a una casa, ya que en su mayoría dicha edificación estaba envuelta en ramas y raíces de plantas.

La joven morena empuñando su arma, entró sin tacto al lugar en busca de quien residía allí. Lo que encontró fue desorden. Botellas esparcidas por el piso, plantas mágicas y partes de bestias dentro de frascos de diversos tamaños, píldoras fallidas y un gran caldero con un líquido verdoso burbujeando a fuego lento.

Al no encontrar el dueño de la residencia, Lania pensó que dicho ser estaba causando problemas en Foret, y quizo hacer justicia por su propia mano, destruyendo el lugar con una sola estocada de su espada; el techo colapsó y salió niebla verde, dejando como resultado un montón de escombros.

—¿Su alteza, porqué destruyó la casa no más explorarla? —preguntó uno de los subordinados.

—Se lo merece, de seguro aquel rufián está causando pérdidas en la aldea —contestó guardando su espada, irradiando un aura justiciera.

—Bien hecho princesa, como se esperaba de usted —comentó uno de los escoltas felicitando a la chica.

Retomaron su rumbo por el boscoso bosque y de pronto, la princesa se desvaneció del caballo que montaba y reapareció postrada frente a una rubia, y detrás de ella la casa que había destruido de un solo golpe.

—¿Por qué destruiste mi casa?¿Acaso las brujas tenemos prohibido tener un hogar? —interrogó la bruja llamada Fresia.

—Lo hice porque pensé que tomarías las almas de los aldeanos para tus embrujos —contestó la morena parándose frente a la mujer.

—Ojala los hombres no te miren y las mujeres te aborrezcan. No serás amada, hasta que tú misma te sepas valorar. Maldigo la fecha y el lugar, tu felicidad se va a esfumar ahora y por toda la eternidad —dictó la bruja maldiciendo a Lania.

La joven indignada le pidió un antídoto para la maldición; Fresia quería una cita y un beso a cambio de curarla, sin embargo Lania se negó y huyó del bosque.

Pasaron meses, y la maldición le impidió a Lania continuar con su viaje, entonces volvió al bosque y se reunió con la bruja, accediendo a sus exigencias.

La cita de ambas fue en Foret, fueron al bazar y tuvieron una cena luego de eso Fresia y Lania se basaron con la luna de testigo y un sentimiento surgió.

Fin.