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Capítulo 39: Kaijū

Notas Importantes

Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.

Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.

Nota Aclaratoria 1: La palabra que da nombre a este capítulo ("kaijū") proviene del japonés y básicamente significa "bestia gigante". Si bien el término original es utilizado para hacer referencia a un género asiático de la animación y literatura, yo únicamente lo estoy utilizando desde su significado literal.

Nota Aclaratoria 2: Durante el capítulo se encontrarán con uno delos grandes misterios del manga/anime original. Resuelto o no por la increíbleRumiko, para fines que competen a la historia lo estaré manejando a mí manera.

Stranno Yazyk

"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".

Federico García Lorca

Strange Lenguage: Kaijū

La joven del futuro se acercó con cautela a su anfitrión, sus pasos siendo cuidadosamente seguidos por la intensa mirada dorada. Cuando llegó a su altura, Kagome clavó su propia mirada en la del demonio y sondeó en sus profundidades, buscando cualquier mínimo atisbo de otra presencia en su interior.

Un par de instantes pasaron sin que ninguno de los dos dijera nada. La mirada depredadora del daiyōkai volvió a estrecharse ante su escrutinio y la chica se estremeció. De repente, imágenes del cuerpo musculado del demonio le cruzaron por la cabeza y el rubor ascendió por sus mejillas, causando una incomodidad que intentó suprimir apretando los puños.

Había bajado decidida a sacar más de unas cuantas palabras del orgulloso Lord y, apartar la mirada cuando parecía estar llevando tan bien esa batalla contra él, no era la mejor forma de empezar. Tampoco lo era estar humedeciéndose ante los recuerdos de su apasionada noche e intenso despertar pero su cuerpo actuaba por cuenta propia y la reacción instintiva a su cercanía era algo que no podía controlar.

—Mujer. —le gruñó repentinamente Sesshōmaru.

Un escalofrío bajó por la columna de Kagome y la joven carraspeó en un vano intento por combatir su reacción. No se había perdido el sutil movimiento de la aristocrática nariz del demonio unos momentos atrás, ni la clara indicación de que a estas alturas parecía saber muy bien lo que estaba pasando con su cuerpo.

¿Podía culparla? Después de semanas de una palpable tensión sexual entre ambos, mensajes contradictorios y los extraños cambios en su personalidad; una noche y una mañana no habían sido ni de cerca suficiente para calmar las cosas entre ambos. Sí, Kagome podría no haber tenido la misma cantidad de experiencia que su compañero pero sabía leer su cuerpo y las necesidades que éste le había despertado también eran su culpa y debía tomar su parte de responsabilidad.

Convencida con la idea, la joven del futuro le dio una lenta pasada al poderoso cuerpo de su anfitrión para cargarse de energía y cuando lo escuchó volver a gruñirle, se aclaró la garganta.

—Necesito ropa. —soltó impulsivamente.

El daiyōkai arqueó una ceja ante la repentina demanda. Poco después, sus ojos se apartaron momentáneamente de la oscura mirada y descendieron lenta y sensualmente por el cuerpo femenino, tomando nota del mismo. Hasta ese momento no había considerado la posibilidad de que la mujer humana fuese a necesitar algo más que las extrañas prendas que solía portar pero después de la forma en que él mismo se había deshecho de ellas, puede que la demanda no fuese tan disparatada.

La chica volvió a aclararse la garganta y, tras analizar la forma en que probablemente había salido lo que originalmente era una petición, añadió: —Por favor.

Sin embargo, Sesshōmaru apenas le prestó atención a su débil intento de corrección. Internamente, pese a sentirse contrariado por el descaro, había estado complacido por su exigencia. La fuerza interna de la mujer en contraste con la fragilidad de su forma era una de las cosas que había comenzado por llamar su atención y que, además, parecía estar convirtiéndose en uno de los principales disparadores de su libido.

No. —gruñó Yako.

—No. —le respondió a la chica al mismo tiempo.

La mujer lo miró boquiabierta y la oscura risa de la bestia le resonó en la cabeza al Lord. Si bien ambos habían estado de acuerdo en la respuesta sin discutirlo, el daiyōkai sabía que las justificaciones a ésta iban por caminos distintos.

Yako estaba aferrado a la idea de mantener a su hembra eternamente desnuda en sus aposentos, encerrada para el placer de ambos, resguardada de las miradas lujuriosas de otros machos y protegida del peligro. El lugar de la hembra pertenecía cerca de Él, donde pudiera complacerla siempre que lo necesitara y donde tuviera la libertad de lamerla y poseerla hasta que se desvaneciera en sus brazos. Por consiguiente, no necesitaba ninguna prenda para cubrirse.

Sesshōmaru, por su parte, era más consciente de la imposibilidad de los oscuros deseos de la bestia. Encerrar a una mujer que ya se le había enfrentado en diversas ocasiones, no terminaría bien. Sin embargo, tampoco encontraba su necesidad de ropa algo imperioso de atender.

La dorada mirada volvió a recorrerla, repasando la forma en que la humana había entrelazado y anudado por aquí y por allá las piezas de su kimono roto de tal manera que ahora se ceñían en torno a su forma en una versión considerablemente más corta de su túnica. Lo cierto es que Sesshōmaru nunca había considerado que su ropa pudiese encajar tan bien en una forma mucho más pequeña pero nuevamente la mujer humana lo había sorprendido y le gustaba el resultado...mucho.

—¿No? —preguntó Kagome, incapaz de creer lo que escuchaba.

—No. —repitió Sesshōmaru.

Kagome cerró brevemente los ojos e intentó tranquilizarse antes de explotar en la cara del arrogante demonio frente a ella. Cuando los volvió a abrir y vio la diminuta curvatura ascendente en una de las comisuras del daiyōkai, estuvo segura de que si pudiera convencer a la anciana Kaede de conseguirle otro "Collar de Dominación" como el rosario que le había puesto a Inuyasha en el cuello, no dudaría en utilizarlo también en su hermano.

—¿Se puede saber por qué diablos no?

El Lord del Oeste recorrió una vez más la figura de la chica con la mirada, observando con satisfacción los contrastes entre los tonos de la prenda con la piel de la muchacha. Cuando sus ojos alcanzaron la altura del busto y dos picos duros se dibujaron contra la tela, el dorado de su mirada se fundió.

En una milésima de segundo, Kagome apreció el cambio en la mirada de su interlocutor y, a pesar de encontrarse furiosa por su negativa y considerar de suma importancia el tema de la ropa, volvió a centrarse en su objetivo original.

Incluso sabiendo aquello que Sesshōmaru estaba viendo con tanta atención y hambre, la joven se obligó a permanecer quieta y a no cubrirse. No tenía mucho conocimiento sobre cómo funcionaba el intercambio entre sus facetas pero dadas las circunstancias y algunos eventos pasados, podía apostar que tenían mucho que ver con su control.

—Así que...¿me prefieres desnuda? —preguntó en un incómodo intento de coqueteo.

En esos momentos estaba apostando todas sus cartas a distraerlo lo suficiente para corroborar la otra presencia. Si su sexualidad servía como arma, ella no estaba en contra de usarla. Además se sentía excitada, como su traicionero cuerpo bien estaba demostrando.

¡Sí! —ladró la bestia.

Sin embargo Sesshōmaru no respondió, demasiado concentrado en la deliciosa esencia que comenzaba a flotar hacia sus sentidos y en la presencia de la humana que cada vez le gustaba más tener cerca.

—¿Sí? —continuó preguntado la sacerdotisa frente a su silencio.

Sintiéndose un poco más segura en sí misma, comenzó a avanzar lentamente hacia el Lord. Sin dejar entrever sus motivos, la joven llevó una de sus manos hacia uno de los extremos inferiores del kimono que había logrado acomodar como una especie de vestido y comenzó a subirlo muy lentamente por su muslo. La mirada de Sesshōmaru se disparó inmediatamente hacia la piel que iba quedando expuesta y la chica sonrió.

¡Sí! —repitió Yako moviéndose inquietamente en su celda.

Mientras continuaba con su acto de mujer fatal, Kagome analizó las escasas reacciones perceptibles en el rostro del demonio y, satisfecha con lo encontrado, detuvo el ascenso de la tela a una distancia muy pequeña de mostrar más de lo debido. Evidentemente no pensaba desnudarse en un lugar público para disfrute de cualquiera que pasara por ahí pero eso no tenía por qué saberlo su acompañante.

—¿Sabes? Intentar hacer un vestido con trozos muy rasgados de tela es bastante complicado. —dijo Kagome, comenzando a caminar lentamente alrededor de Sesshōmaru.

El daiyōkai no tenía ni idea de qué era un vestido pero disfrutando como muy pocas cosas en la vida estos movimientos sensuales y predatorios de la mujer humana, tampoco le interesaba. Y, aunque la pequeña parte racional de su mente que aún no había sido consumida por otra clase de instintos le estaba alarmando sobre las intenciones de la chica, lo único que quería hacer era extender la mano, apresarla por su pequeña cintura y atraerla a su poder. Recordarle a quién pertenecía ahora y quién tenía el verdadero poder entre ellos.

Sesshōmaru todavía no le había dirigido ninguna palabra pero Kagome sabía sin lugar a dudas que tenía su completa atención, como había dejado claro el constante seguimiento de su mirada. Así que volviendo a detenerse esperó pacientemente a que el Lord alzara un poco la mirada y se llevó una mano a la parte superior de su improvisado vestido donde, yaciendo estratégicamente oculto, estaba el nudo que sostenía la mayor parte de la prenda en su lugar.

—Un tirón en el lugar equivocado...—murmuró acariciando el borde de la tela. —...y puff, todo el esfuerzo se va al olvido.

Tira. —le ordenó la bestia, desesperada.

El daiyōkai siguió cuidadosamente el movimiento de la chica y gruñó en respuesta a la orden de la criatura. Mientras fruncía el ceño con el cuerpo tenso frente a su negativa de caer bajo sus deseos, Kagome aprovechó para inspeccionar con rapidez al Lord.

Lo cierto es que las ideas se le estaban acabando con rapidez y, a pesar de apostarle todo a su descabellada hipótesis, no estaba obteniendo el resultado que había esperado. Sí, probablemente a estas alturas tenía a un Sesshōmaru excitado y su pudor corría un grave riesgo de ser destrozado, pero todavía no había conseguido llegar a...a lo que sea que estuviera buscando.

Comenzando a barajar las posibilidades de escapar como cobarde, algo –llámenlo intuición, presentimiento, voz interior o como quieran– había atraído su atención hacia la enorme y esponjosa estola sobre el hombro del demonio. Demasiado presionada para dar sentido al por qué le parecía tan importante ahora que la estaba viendo, comenzó a morderse el labio.

—Mujer.

Kagome inclinó ligeramente la cabeza hacia la izquierda para apreciar mejor lo que sabía era una superficie terriblemente suave y mullida, ajena al peligro. Siguió dándole vueltas al asunto mientras sus dedos jugaban torpemente sobre su improvisado vestido, ya no en un intento por ser coqueta, sino de pensar.

—Mhmmm...

El sugestivo sonido de la muchacha disparó una corriente caliente por el cuerpo del daiyōkai que de repente se encontró extendiendo una mano para atraparla. No podía imaginar en qué estaría pensando la mujer, pero si sus persuasivos movimientos de morderse el labio, amenazar con exponer sus redondeados senos y ese bajo zumbido parecido a un gemido no eran una llamada para aparearse, no sabría qué más sería.

—¡AH! ¡Lo tengo! —exclamó de repente, emocionada.

Un segundo después, las manos del Lord se cerraron en torno a su cintura y tiraron de ella con brusquedad. Fuera de balance por la fuerza empleada, Kagome se tambaleó y se estrelló contra el pecho de Sesshōmaru, apenas salvándose por los pelos de sacarse un ojo con los dos picos en la parte superior de su armadura.

—Maldición, eso estuvo cerca. —suspiró aliviada.

Cuando fue capaz de volver a concentrarse en lo que estaba sucediendo y notó las garras del demonio acercándose peligrosamente a los costados de su atuendo, el pánico la inundó. Si estaba aprendiendo a leer sus movimientos –y claro que lo estaba haciendo– alguien estaba a punto de perder algo más que su pudor.

¡De ninguna jodida manera! —pensó la chica.

Si dejaba que Sesshōmaru desgarrara nuevamente los últimos trozos de tela que tanto le había costado salvar y utilizar como ropa, ahora sí iba terminar andando desnuda por ahí. Y no había manera en el infierno que fuera a permitírselo cuando había cosas más importantes que atender.

—No te atrevas. —le gruñó entre dientes en su mejor imitación de él.

Kagome no podía verlo pero Sesshōmaru sonrió, divertido ante la amenaza implícita. Sin embargo, cuando la sacerdotisa escuchó el primer sonido de una costura abriéndose y sintió las garras ciñéndose más apretadamente a su alrededor, se abalanzó sobre su última esperanza.

Siendo honesta consigo misma, cuando había exclamado su emoción por descubrir lo que había llamado su atención hacia su estola, no había tenido el tiempo suficiente para descifrar el cómo lo haría funcionar antes de ser arrebatada y amenazada por su anfitrión. Ahora que el tiempo se le había acabado, sólo podía esperar que hiciera lo que hiciera, funcionara.

Hazlo. —ladró Yako, emocionado.

Cuando Sesshōmaru comenzaba a colar una de sus garras en la abertura que había conseguido hacer sobre la tela, dedos suaves lo congelaron. Las manos de Kagome comenzaron tanteando superficialmente la suave textura de la estola y cuando sintió que el daiyōkai se detenía, las enterró con mayor firmeza, arrastrando los dedos de una mano hacia arriba en una caricia delicada y cerrando el puño de la otra sobre la mullida superficie.

Un instante después, el tiempo pareció ralentizarse. Kagome sintió brevemente que Sesshōmaru intentaba apartarse de su contacto pero apenas lo consiguió unos centímetros antes de volver a congelarse en su lugar, las manos tensas sobre sus caderas. Una brisa caliente sopló sobre su cabeza y de repente pareció que el cuerpo frente a ella se calentaba mucho más, como el inicio de una fiebre.

La joven del futuro respiró profundamente, deteniendo los movimientos de sus manos. Había sentido el cambio no sólo en la temperatura de su acompañante sino en el ambiente también y, cuando el extraño sonido que no sabría describir mejor que como un brusco ronroneo –aunque nunca había escuchado nada parecido y no había punto de comparación– comenzó a llenar el silencio que había caído a su alrededor, arriesgó una mirada.

El sonido en crecimiento la acompañó todo su camino hacia arriba hasta que sus ojos se toparon con los orbes del Lord. Cuando hizo toma de los remolinos de brillante dorado que parecían fluir en corriente por los ojos del daiyōkai, supo que lo había logrado.

—Eres real. —soltó demasiado impresionada para decir algo más.

La otra presencia frente a sí la vio con curiosidad mal disimulada y ladeó muy levemente la cabeza, como si intentara descifrar sus palabras. Cuando la comprensión iluminó su mirada, una sonrisa imposiblemente sexy se extendió por sus cincelados labios y Kagome perdió el aliento.

—Yako. —dijo la bestia.

Demasiado impresionada para hacer  o decir nada más, la chica continuó observándolo boquiabierta. ¡Santa mierda! Sesshōmaru tenía una doble personalidad. Mientras la chica intentaba recordar todo lo que podía haber visto, leído o escuchado sobre personalidad múltiple, la bestia la observó con una mezcla de emociones que iban desde la emoción y sorpresa hasta la voracidad.

Su hembra sabía de Él. Finalmente lo había reconocido. Imposiblemente complacido con ese pensamiento, Yako observó de cerca todo los gestos de la chica, curioso por el significado de cada uno de ellos. Aunque no llevaba bien la cuenta del tiempo, sabía que no había pasado demasiado desde que la había saboreado pero se sentía como si hubieran pasado siglos.

—De acuerdo, Sesshōmaru. —dijo la chica, demasiado distraída para recaer en su error. —Creo que esto tiene solución. No cunda el pánico, en mi époc- quiero decir, del lugar de donde yo vengo esto también sucede.

—Yako. —gruñó la bestia, irritada.

No entendía ni una sola de las palabras que la hembra estaba soltando pero sentía la urgencia de que reconociera también su nombre. Habiendo interactuado con ella en anteriores ocasiones, consideraba que había sido demasiado paciente como para no darse el lujo de exigir más respeto. ¡Incluso se habían conectado! No como le gustaría, ciertamente, pero la humana había llegado una vez a su conexión y lo había visto en su verdadera forma.

—Yako. —repitió la chica. ¿Por qué le sonaba ese nombre?

El desconcertante ronroneo volvió a ascender por su pecho y esta vez, la sacerdotisa lo sintió vibrar bajo sus manos. Más sorprendida aún, volteó a ver sus manos que en algún momento habían vuelto a deslizarle por el pecho del masculino, una enredada en la estola y la otra firmemente contra el inicio de su armadura.

—Estás ronroneando de nuevo. —dijo Kagome, sintiendo cierto deja vú.

—Yo no ronroneo.

Una imagen de ella sentada sobre el césped con un Sesshōmaru recostado en sus piernas que actuaba más extraño de lo normal le cruzó entonces la cabeza. Ella ya había tenido esta conversación con...Yako.

—Aquel día eras tú.

—Sí.

—Pero, ¿cómo?

La bestia se encogió de hombros, el movimiento desentonando completamente con la estoica figura del Lord. Mientras la chica continuaba viéndolo, Yako rastrilló las manos con que todavía la sostenía hacia arriba y se detuvo justo al ras de la tela, justo en el punto donde anteriormente había visto a la hembra sugerir que se encontraba la ruptura de su atuendo.

Los picos que coronaban sus senos continuaban tensos contra la tela y habiéndolos probado con anterioridad, la bestia se moría por volver a lamerlos. El molesto Lord los había interrumpido pero ahora que su hembra sabía que Él también estaba ahí, seguramente le daría la oportunidad de tomarla también.

Cuando Kagome continuó haciéndole preguntas sin obtener ninguna respuesta ni señal de estar siendo escuchada, siguió la mirada de Yako hasta sus pechos y bufó sin sorprenderse demasiado. Personalidades diferentes o no, a las dos presencias que conformaban a Sesshōmaru parecía gustarles lo mismo.

—¡Oye! Ojos aquí, muchacho. —le ordenó, señalando con dos de sus dedos sus propios ojos.

Renuente, la bestia obedeció y volvió a fijar sus orbes doradas en los de la chica. Dada su naturaleza instintiva, el auto-control no era una de sus fortalezas y, aunque sabía que este momento era un paso importante hacia adelante, Yako no podía simplemente sacar sus manos de ella. No cuando la hembra olía tan apetitosamente como esa mañana, ni cuando cada parte de su delicado cuerpo continuaba seduciéndolo.

—Necesito entender esto. —le dijo la hembra.

Yako asintió mientras sus garras comenzaban a hurgar discretamente en busca del nudo que la liberaría de la molesta tela. El movimiento –aunque sigiloso y descarado– no le pasó desapercibido y la chica no tardó en intentar mover ambas manos en su dirección para darle un manotazo. Desafortunadamente, sólo una de ellas llegó a posición y, cuando Kagome descubrió qué había impedido que la otra la siguiera, volvió a quedarse boquiabierta.

—¡T-t-t-t-u estola! —tartamudeó anonadada.

La bestia detuvo su búsqueda por unos segundos mientras intentaba averiguar qué estaba agitando a su hembra. Esta vez sí había escuchado sus palabras pero como era costumbre cuando se trataba de ella, no había entendido a qué se refería.

Siguiendo el bonito dedo con que de repente estaba apuntando hacia su hombro derecho y a su otra mano atrapada entre el pelaje, frunció el ceño. Tras unos interminables segundos sin poder descifrar el problema, finalmente devolvió su mirada a la de la humana.

—¡Se movió! —le gritó. —¡Estoy segura que al intentar mover mi mano se movió!

Ah, era eso. Cuando finalmente lo comprendió, Yako se rio. El sonido profundo y retumbante hizo que el cuerpo entero de Kagome se erizara de placer y que una expresión de pura sorpresa se distendiera por sus rasgos. Había escuchado reír malvadamente a Sesshōmaru pero así, por placer, por diversión, sólo porque sí, nunca. Por el amor a Kami-sama, Kagome estaba seguramente cayendo por la madriguera del conejo.

—Sí. —le respondió Yako.

—¿Sí? ¿Qué diablos quieres decir con "sí"?

—Es mi cola.

Ya imposiblemente abiertos, los ojos y boca de Kagome se ampliaron más. ¿Acaso acababa de decir "cola"? ¿Cola, como el miembro inferior/posterior que poseían muchos animales? ¿Ese tipo de cola? Los oscuros ojos de la sacerdotisa recorrieron la blanca longitud que daba vuelta al hombro derecho de Sesshōmaru y jadeó. Era simplemente imposible.

—Por favor, dime que estás bromeando.

Yako dejó de sonreír percibiendo la inquietud y alarma en su hembra. Nuevamente, su mirada volvió hacia la enorme tira de pelaje y frunció el ceño. Era una burda copia de su cola original, por supuesto, pero dado el tamaño del cuerpo humanoide que lo contenía, era lo mejor que habían podido hacer.

—No bromeo.

Permitiendo que la peluda extremidad liberara la mano de la chica, la bestia retrocedió unos pasos, confundido sobre cómo proceder. Cuando se había imaginado presentándose a su hembra nunca había esperado una reacción como esta. Si no le gustaba su cola, ¿qué podría pensar sobre el resto de su forma real? Y si nunca llegaba a aceptarla, ¿cómo podrían terminar de establecer la conexión?

—Hembra. —la llamó con suavidad aunque salió más como un gruñido.

Kagome no respondió, todavía sin palabras. En cambio, rodeó el cuerpo de Sesshōmaru y recogió los largos mechones plateados del demonio en sus manos para apartarlos del camino e inspeccionar la parte posterior de su cuerpo. No importa cómo lo mirara, era imposible que eso fuera una cola.

Manteniendo aferrados los cabellos con una sola mano, la joven del futuro continuó inspeccionado la retaguardia del daiyōkai sin encontrar ninguna zona donde la supuesta cola conectara con su cuerpo. Segura de estar siendo burlada por el arrogante Lord, enganchó con la mano libre la parte trasera de la estola y enterrando sus dedos en ella, le dio un fuerte tirón.

El siseo de Yako ante el contacto de los suaves dedos contra su pelaje se convirtió rápidamente en un aterrador aullido cuando la hembra tiró de éste, trayendo a la vida toda clase de terminaciones nerviosas que ni siquiera sabía que tenía. El cuerpo de la bestia onduló, sus huesos crujieron cuando el volumen de su cuerpo comenzó a aumentar y la estructura fácil humanoide se movió para acomodar la forma de un medio hocico.

Ante el ensordecedor aullido, Kagome retiró las manos de la estola como si quemara e inmediatamente se sintió mal por su comportamiento. El sonido que había hecho Yako no había sido propiamente de dolor pero el simple hecho de que hubiera reaccionado sólo podía significar que quizás no le había estado mintiendo.

Entonces el primer grotesco crujido había llegado. Sin embargo, la sacerdotisa no pudo identificar la procedencia hasta que Yako se dio la vuelta y dos pozos teñidos de rojo con la pupila en rendija le devolvieron la mirada en un rostro cuya semi-transformación le había hecho crecer un medio hocico extremadamente desconcertante.

—Lo lamento mucho, Sesshōmaru. —se apresuró a disculparse.

Las marcas púrpuras en su rostro se alargaron ante la mención del nombre equivocado mientras sus ojos carmesí se estrechaban acompañados del fruncimiento de las delgadas cejas. Un segundo después, cuando un Sesshōmaru a punto de transformarse se abalanzó sobre ella, Kagome gritó.

Ambos hicieron impacto contra el suelo al mismo tiempo, amortiguados por la esponjosa estola. A pesar del repentino movimiento y la evidente amenaza de un Sesshōmaru a media transformación, la joven no sintió miedo. Por alguna razón, incluso con lo aterrador que era estar viendo esos ojos rojos y lo desconcertante de tener un medio hocico con rasgos todavía humanos a centímetros del suyo, Kagome sabía que no le haría daño.

—Yako. —repitió la bestia con el sonido profundo y ronco de su verdadera forma.

Entonces lo comprendió. Sesshōmaru no tenía una segunda personalidad, no tenía una entidad propiamente separada en su interior, ni era un producto creado de la nada. Yako era la parte más demoniaca del daiyōkai, su versión transformada, la enorme bestia blanca y plateada contra la que el mismo Inuyasha se había enfrentado alguna vez.

—Eres su Inu-yōkai. —susurró con suavidad la chica.

La bestia la miró con fijeza y algo en su interior aleteó de emoción ante su reconocimiento final.

Satisfecho por su hazaña, Yako se inclinó hacia su oído y susurró: —Bien hecho, hembra.

El cálido aliento de la bestia le hizo cosquillas en el oído, despertándole un cúmulo de sensaciones difíciles de explicar. Unos instantes después, con el corazón latiendo a mil por hora ante la nota de orgullo en su voz, Kagome lo sintió enterrar el rostro contra su cuello. Inicialmente y con éste todavía semi-transformado, el acomodo fue apretado; sin embargo, la chica no tardó en notar que pasados unos momentos comenzaba a volver a la normalidad.

Todavía maravillada por sus descubrimientos y sintiéndose inexplicablemente calmada, la joven del futuro entrelazó sus dedos en la nuca de Yako y acarició los largos mechones de cabello con pequeños movimientos de los pulgares que lo hicieron volver a ronronear.

—Aquella vez me llamaste hermosa. —le susurró de repente.

La bestia gruñó afirmativamente todavía contra su cuello mientras la olfateaba, haciéndole más cosquillas. Su cálido aliento calentando la piel expuesta de su cuello.

—Sí.

La criatura más hermosa que había visto alguna vez en todos sus siglos de existencia. Acariciando con su nariz la piel de su cuello, la bestia comenzó a descender lentamente hasta su hombro, impregnando sus pulmones de la exquisita esencia proveniente de cada poro. Su hambre estaba despertando de nuevo y no podía esperar a tenerla nuevamente, ésta vez hasta el final.

—Lo eres. —repitió en mitad de un gruñido.

—¿Hermosa?

—Mía.

Kagome se estremeció ante la ronca firmeza en su tono. La posesividad subyacente a la afirmación, casi abrumándola. Proveniente de un mundo donde nadie era propiedad de nadie, su palabra chocaba contra sus creencias pero en algún nivel visceral también la excitaba.

Los colmillos de la bestia acariciaron la curva de su hombro enviando una corriente de electricidad por su cuerpo y la joven gimió. Las caricias y seducción general de Yako eran diferentes del controlado estoicismo de su contraparte incluso ahora que parecía estarse conteniendo.

—Alguien es un cachorro codicioso, ¿eh? —bromeó con él.

Yako detuvo sus movimientos de repente. Sabía que la hembra y Él habían tenido algunos malentendidos hasta el momento y le preocupaba que la parte de "cachorro" fuese a convertirse en otro de ellos si no lo aclaraba. Tenerla dudando de su aptitud como un macho completo capaz de ocuparse de todas sus necesidades sería un duro golpe para su orgullo.

Apartándose ligeramente de la hembra, la bestia la observó desde la cima. Recostada sobre el mullido pelaje de su cola, con el cabello esparcido desordenadamente en el suelo, los ojos brillantes, los labios húmedos y las mejillas ruborizadas se veía exquisita.

Negándose a apartar la mirada de dichosa vista, la bestia rodeó los muslos de la joven con sus manos y la forzó a abrirse para él, aprovechando su obediencia para acomodarse entre ellos y rozar con todo propósito la dureza bajo sus propias ropas contra el cálido centro de su cuerpo.

—No soy un cachorro.

Kagome se estremeció ante el tentativo contacto y no supo si reír por su demostración o gimotear por la corriente de placer disparada. Tendrían que conocerse más para poder entenderse del todo, pero la chica ya sospechaba que el "cachorro" aquí presente, tendía a tomar todo literalmente.

Igual que Sesshōmaru. —pensó divertida.

—Sé que no lo eres. —le respondió con una sonrisa.

Tampoco tenía nada que demostrarle después de que su talentosa lengua se hubiese hecho cargo de ello esa misma mañana. Talentosa lengua. Kagome se mordió el labio inferior pensando en todas las posibilidades. Sesshōmaru y ella habían compartido un beso antes de llegar a la Fortaleza y había sido simplemente perfecto. Acaso Yako podría...

—¿Podrías be-

—¡Amoooo Sesshōmaruuuuuuu!

El estruendoso grito de Jaken rompió en mil pedazos la atmósfera que se había estado entretejiendo a su alrededor y Kagome cerró los ojos frustrada por la interrupción. ¿Cómo podía tenerse tan mala suerte para ser interrumpida dos veces en el mismo día durante su momento a solas con la bestia de Sesshōmaru?

—Jaken. —gruñó aterradoramente Yako.

Un hasta entonces silencioso Sesshōmaru se movió en el marco de su mente, buscando a su sirviente. Mero espectador del encuentro entre la mujer humana y su bestia, el daiyōkai había estado sintiendo una mezcla de irritación e incomodidad frente a la intimidad que ambos parecían compartir. La humana nunca había tenido el mismo tipo de intercambio con él a pesar de que le había entregado por primera vez su cuerpo.

—¡Amo Sesshōmaru! —volvió a exclamar el demonio sapo llegando hasta ellos. —Es importante. —lloriqueó.

La misma preocupación y ansiedad que Kagome había percibido en su presencia la última vez que lo había visto parecía haberse incrementando, deformando sus rasgos de una manera imposible de fingir. Preocupada, la chica empujó suavemente el pecho de Yako y se escabulló de debajo de su cuerpo hasta ponerse de pie.

—¿Qué pasó, Jaken? —preguntó la joven.

—Rin. —exclamó con verdadera angustia.

Sesshōmaru se alzó en su prisión, moviéndose inquietamente por el oscuro espacio de su mente donde había permanecido hasta ahora. El demonio sapo capturando por completo su atención.

—Se la llevaron. —gimoteó a continuación Jaken.

La bestia sintió la angustia de su contraparte oprimir su conexión y gruñó en respuesta. Sabía lo importante que la pequeña cría humana se había vuelto para el Lord.

—¿Qué? ¿Quién? —preguntó Kagome, asustada.

—El Ser.

La mirada de Yako se estrechó, afilándose. Había tenido sus sospechas desde que volvieron a la Fortaleza del Lord pero, demasiado concentrado en conectar con su hembra, las había ignorado a favor de sus propios intereses.

—¿Shinkū? —cuestionó la hembra tras unos segundos de vacilación.

Habiendo sido engañada por el mismo individuo más de un par de veces y, sin saber siquiera si era su nombre real, no podía pensar en ninguna otra forma de referirse a él.

—El otro Ser. —respondió Yako, adelantándose al sirviente del Lord.

Aquel cuyo verdadero propósito permanecía oculto. El infiltrado de la Fortaleza, el traidor.

—¿Hay otro Ser?

—Una niña. —confirmó Jaken, apesumbrado. —Me engañó completamente. ¡Lo siento mucho, Sesshōmaru-sama! ¡Le juro que traeré de vuelta a Rin!

No. Una hembra. —corrigió la bestia con frialdad.

Deslizándose a través de su conexión, Yako se comunicó con el Lord. Desde un principio, la bestia había tenido la intención de enfocarse en terminar de formar su propio enlace con la hembra humana antes de encargarse de los dos molestos enemigos. Sin embargo, el tiempo se había acabado.

Dos criaturas como las que rondaban por ahí podrían significar el final de todo. Ciertamente la pequeña protegida del Lord era sólo un distractor pero tenían que recuperarla. Una vez que lo hicieran y, tanto su hembra como la cría humana estuvieran resguardadas en su territorio, Yako podría hacerse cargo del resto.

La bestia sonrió internamente con malicia ante el plan. Cuando ese momento llegara, todo el mundo conocería el verdadero poder de un...

... Kaijū.

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