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Capítulo 34: Despertar

Notas Importantes

Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.

Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.

Stranno Yazyk

"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".

Federico García Lorca

Strange Lenguage: Despertar

Shinkū se detuvo frente al inmenso árbol que había sellado su destino y recorrió con la mirada desde el macizo tronco que lo sostenía en pie hasta la frondosa copa cuya sombra se proyectaba en un amplio círculo a su alrededor.

Le gustaba visitarlo con frecuencia para recordarse cuál era su misión y por qué necesitaba cumplirla a toda costa. No se trataba de una vulgar ambición de poder como la de aquel ser humano devorado por demonios que había pactado con su raza para incrementar sus poderes y, más tarde, los había traicionado. Iba mucho más allá de eso.

El latido sordo al que ya estaba acostumbrado lo hizo llevar la mano hasta su pecho y apretar la tela que lo cubría en un puño. El vacío era abrumador. Cuando creía ya no sentirlo, éste volvía con una fuerza atronadora, consumiendo lentamente lo poco que quedaba de su pútrido corazón y el alma envenenada en su cuerpo.

Shinkū no era bueno, nunca lo había sido. La naturaleza destructora innata de su existencia jamás le había permitido siquiera intentarlo y tampoco le molestaba. Era un experto de la manipulación, una criatura que había estado sobre este patético mundo mucho antes de que las primeras formas humanoides lo poblaran y que con toda probabilidad seguiría ahí cuando esa tierra que reclamaban se marchitara por sus propias manos. Sin embargo, estaba vacío.

La sacerdotisa le había arrebatado una parte importante de su ser y sin ella, no podía ser lo que era. Su mente fallaba con constancia, su cuerpo perdía la forma a la que lo había obligado cada vez más rápido y su poder se estaba saliendo de control. No, no era su poder. La otra criatura de donde provenía su naturaleza se lo estaba arrebatando lenta pero inexorablemente.

Volviendo a sentir el mismo latido sordo, Shinkū cerró los ojos y apoyó la otra mano contra el tronco del árbol, buscando las reminiscencias de su pieza faltante. A pesar de todos los años transcurridos desde que le fue arrebatada, todavía podía sentir los restos de su presencia prendidos en la vida de ese árbol pero no podía alcanzarlos.

Consumido por una furia nacida de la impotencia, sintió su poder alcanzar la línea de vida del árbol y comenzar a contaminarla, arrancándole partícula por partícula de vida. Y entonces la sintió a ella...la bestia más despierta que nunca observándolo con sus ojos de rendija y el espeso fuego ardiendo en su interior.

No. —ordenó la enorme bestia.

Por un momento, tiempo y espacio se congelaron. El Ser dejó de respirar y el veneno fulminante que era su existencia misma detuvo su corriente en el árbol. La voz de la criatura le resonó en los oídos una y otra vez, demandante y poderosa.

Es un árbol. —siseó Shinkū entre dientes, el odio hacia el "Otro" derramándose entre sus palabras.

Una prisión. —respondió la criatura y el Ser pudo captar tras sus párpados cerrados un vistazo de su inmensa figura moviéndose.

Eso era nuevo. Desde su retorno, la criatura nunca se había movido. Simplemente yacía ahí siempre, en alguna parte entre la conexión de su mente y cuerpo, echado plácidamente sobre su estómago, callado y perezoso.

Nuestra prisión. —murmuró con sequedad.

La criatura volvió a moverse, su larga cola se balanceó pesadamente tras la inmensidad de su cuerpo y una de sus escamosas alas aleteó ligeramente, como si estuviera probando su renovada movilidad. Shinkū siguió observándola como si fuera una sombra, recordando los detalles de su cuerpo por los recuerdos de un pasado conjunto. Y entonces la bestia lo vio directamente a los ojos y la intensa mirada verde –idéntica a la suya– le produjo una descarga de poder descomunal.

No. Su prisión. —respondió la criatura con firmeza.

Shinkū comprendió sus palabras antes incluso de que las terminara. El árbol había sido su prisión hasta que Kagome había liberado al hanyou, ahora sólo era un monumento al único error que había cometido en el pasado: subestimar a una simple humana.

Pronto, sin embargo, el mismo árbol volvería a convertirse en una prisión y ésta vez no serían ellos los atrapados.

Estás despierto. —declaró lo evidente.

La criatura lo observó sin emociones, parpadeando lentamente sin dignarse a responder. En cambio, permitió que la fuerte conexión entre ambos hablara por sí misma y, cuando una lenta y perversa sonrisa se extendió por los labios de su contraparte, volvió a cerrar los ojos.

Aún no. —susurró perezosamente, echando la enorme cabeza sobre sus patas.

Shinkū lo dejó volver a dormir. Las imágenes transmitidas entre ellos flotaban en su mente con una claridad que no había tenido en mucho tiempo. Ahora sabía el próximo paso que debía tomar y no le desagradaba en lo absoluto.

Cuando el Ser volvió a abrir los ojos notó que su mano se había apartado del tronco y ahora yacía inerte a su costado. Una certeza absoluta le pasó entonces por la mente: Despierta o no, la criatura a la que estaba conectado se encontraba en una sincronía casi perfecta con Él, una que con toda seguridad, el daiyokai y su propia bestia jamás serían capaces de igualar a tiempo.

Con el objetivo fijo en su mente, Shinkū le echó un último vistazo al árbol. La criatura lo había detenido justo a tiempo, antes de que acabara con él y con la dulce oportunidad de condenar a otro a esa miserable existencia llena de un vacío sin final.

Se encontraba ya a punto de marcharse cuando la sintió y una oscura sonrisa se apoderó de sus labios. Todavía tenía un asunto más que atender.

—Así que Sesshomaru-sama, ¿eh? —preguntó sardónico.

Una ligera y refrescante brisa se alzó en la zona circundante mientras la sonrisa del Ser se ampliaba más. El peón que había estado utilizando estaba comenzando a rebelarse y ni siquiera la naturaleza pura de su existencia le estaba resultando un impedimento para su traición.

—No importa cuán bien diseñada esté una mentira, jamás podrá volverse una verdad, Ai-chan. —le dijo con tono dulce. —¿O debería llamarte Rin-chan ahora?

Shinkū se dio la vuelta al mismo tiempo que la pequeña figura de Rin comenzaba a acercarse de manera vacilante. Absolutamente todo, desde sus movimientos hasta sus expresiones y palabras, había sido perfectamente recreado por Ai y, de no ser por su capacidad para reconocer a alguien de su misma raza en cualquier parte, probablemente Él también habría caído presa de la ilusión.

—Lo siento. —respondió con suavidad la niña.

—Lo sé, pequeña. —le dijo con dulzura. —¿Dejaste sola a nuestra Kagome?

La niña sacudió la cabeza vigorosamente, mordiéndose el labio inferior, una costumbre que debía haber adquirido de la chica humana. Luego terminó de acortar la distancia entre ellos y lo tomó de la mano.

—Ai dejó a las flores cuidándola.

Shinkū ladeó la cabeza ligeramente y le sonrió a la niña. Dudaba seriamente que las "flores" fueran las únicas cuidando a la chica pero Ai, independiente de la forma infantil que había adquirido, prefería usar términos ambiguos para explicar sus poderes.

—Ai-chan, sabes que esta noche tengo una cita con Kagome-chan, ¿verdad? —le susurró acariciándole los cabellos con ternura.

La niña asintió suavemente, apretando con más fuerza su mano. No necesitaba ser un genio para saber que la idea no le agradaba ni un poco.

—No puedes. —le dijo de repente.

Durante un instante, el Ser se crispó, irritado por la negativa de la niña. Tan opuestos y semejantes como eran, el Ser sabía que lo último que necesitaba era tener que pelear contra alguien de su misma raza para alcanzar a la chica. Después de todo, ninguno ganaría y sólo conseguirían perder el tiempo.

—¿Por qué?

—La tierra dice que Sesshomaru-sama está volviendo.

—¿Sesshomaru-sama? —repitió, incapaz de ocultar su irritación.

La niña volvió a asentir y Shinkū supo que se había perdido la nota enojada en su voz. Entonces volvió a acariciarle los cabellos mientras repasaba las imágenes que la criatura había compartido con Él.

—Lo que tengo que decirle a Kagome-chan es muy breve. —dijo después de unos momentos. —Sin embargo, no podemos permitir que Sesshomaru nos interrumpa. ¿Crees que podrías distraerlo por mí, Ai-chan?

—Yo...

—Es una misión verdaderamente importante, pequeña. —continuó el Ser. —Si el Lord interrumpe nuestra conversación antes de que haya terminado, el futuro de Kagome-chan con nosotros dos se habrá terminado. Ella ya no podrá ser tu mamá.

Como si la hubiera golpeado, la niña se separó de él y lo observó con ojos horrorizados. Sólo el cielo sabría qué estaría pasando por la mente de ésta cuando no estaba con Él pero su mayor temor seguía siendo el mismo: quedarse sola.

—Ai-chan no quiere eso, ¿verdad?

—¡No! —chilló la niña.

El pequeño cuerpo de Rin frunció el ceño y nuevamente el Ser quedó impactado por la perfección del disfraz. Dudaba que Él pudiera haberlo hecho mejor aunque se lo hubiera propuesto.

—Entonces sólo tienes que distraerlo por un corto tiempo. —le dijo suavizando aún más su tono. —Cuando la luna haya alcanzado su punto más alto podrás dejarlo continuar su camino.

Ai lo miró con incertidumbre. Los pocos días que había pasado junto a Kagome sólo la habían ayudado a fortalecer su decisión de convertir a la chica en su madre y si para ello tenía que eliminar del camino al demonio, lo haría. Distraerlo, por consiguiente, no sería algo a lo que se negaría.

—¿Lo harás, Ai-chan?

—¿Vas a lastimar a Kagome-chan? —preguntó en lugar de responder.

. Primero la haría tocar las estrellas para recuperar lo perdido y entonces la destruiría, no como algo personal, sino porque era necesario. Rompería cada pequeña parte de su suculento cuerpo y después acabaría hasta con la última pieza de su alma. Lo que quedara después de ello podría tenerlo Ai.

—No. —"Esta noche", agregó en su mente.

Ai asintió aliviada por la respuesta, muy consciente de la incapacidad de mentir de ese misterioso Ser con el que compartía raza. Luego ladeó la cabeza como si estuviera escuchando algo y se alejó del Ser.

—Ai distraerá a Sesshomaru-sama. —dijo en alto.

Shinkū sonrió y le dio un leve asentimiento. Después la observó marcharse con ese andar juguetón que tenía la protegida del Lord y su mirada se enfrió. Tenía la muy fuerte convicción de que dentro de muy poco Ai se saldría de su control y ni siquiera la promesa de una familia sería suficiente para retenerla a su lado.

Cuando ese momento llegara, todos tendrían un verdadero motivo para preocuparse porque la "inocente" niña podría resultar ser un verdadero peligro. Y desafortunadamente para quienes rodeaban a la sacerdotisa, todos serían catalogados como enemigos.

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La noche llegó mucho más rápido de lo que habría querido Kagome. Después de otro extraño y desafortunado encuentro con el antepasado de Shinkū, no había querido nada más que dormir un rato y a eso se había dedicado después de que una Rin sumamente preocupada la dejara en su cuarto.

Desde entonces no la había visto y esperaba que no hubiera ido con Jaken a decirle sobre su encuentro con Shinkū. Lo último que la joven del futuro necesitaba era tener al pequeño demonio sapo sobre sus talones y listo para acusarla ciegamente con su querido Amo.

Un escalofrío la recorrió ante el pensamiento de lo que Sesshomaru podría hacer si se enterara de las visitas del misterioso yokai y la especie de "cita" que habían acordado para esa noche. Aunque bueno, no era propiamente una cita pues lo único que ella quería era información sobre sus amigos.

—Esto es una mala idea. —suspiró frotándose los ojos.

Si bien no había acordado una hora específica para encontrarse con el demonio –y aunque lo hubieran hecho no sabría deducirla– Kagome sabía que el tiempo para las decisiones se había acabado.

Poniéndose de pie arregló su ropa lo mejor que pudo, alisando las arrugas de su blusa y falda tras la siesta tomada, y tomó del rincón de su habitación el arco y flecha que Rin le había llevado esa misma mañana.

Recorrió los pasillos de la Fortaleza como si llevara mucho tiempo en ella, recordando a cada paso pensar en ellos como si se tratase de un espejo, justo como le había enseñado la niña. Durante el trayecto las espeluznantes criaturas que poblaban la estructura le salieron al encuentro en varias ocasiones, como si intentaran impedir su camino pero ninguna se quedó demasiado tiempo en la tarea.

Cada vez que la enfrentaban y la chica aferraba entre sus manos una flecha llena de su energía espiritual, –aunque reticentes– las criaturas retrocedían y desaparecían del camino. La verdad sea dicha, Kagome dudaba seriamente haber tenido el valor para atacar a cualquiera de los súbditos del daiyokai pero dado que ellos no lo sabían, la alarma que les generaba sólo ver su arma había sido más que suficiente.

—No. —siseó una especie de serpiente saliendo de una de las paredes.

Kagome se detuvo. —Vete. —le ordenó.

Por primera vez esa noche, la criatura permaneció en su lugar incluso después de que la chica sostuviera en alto la flecha, como si de una estaca se tratara.

—Peligrossssso. —siseó de nueva cuenta el yokai.

Kagome frunció el ceño pero no se detuvo a pensar en la advertencia. Necesitaba saber qué había pasado con Inuyasha, necesitaba saber si el resto de sus amigos también se encontraban bien y que ellos supieran que ella lo estaba. Si Shinkū tenía información al respecto debía ser porque había estado cerca de ellos y por consiguiente, bien podría entregarles un mensaje de su parte.

—Apártate. —le dijo.

La serpiente no retrocedió y su cuerpo comenzó a crecer. Asustada por el cambio en su fisionomía, la chica arrancó el arco de su espalda y acomodó la flecha, tensando la cuerda. Un destello de energía espiritual comenzó a correr entre ambos objetos y esperó que la amenaza implícita fuera suficiente para asustar a la nueva criatura. No lo fue.

—Peliiiigrosssso. —repitió la serpiente.

Kagome se mordió el labio y apretó el puño alrededor del arco. No quería hacerlo, no quería dispararle a un sirviente de Sesshomaru pero el tiempo se le estaba agotando. No sabía cuánto estaría dispuesto a esperarla Shinkū.

—Lo siento. —susurró.

Cerró los ojos y soltó la mano. La flecha salió disparada con un haz de luz azul tras ella que incluso a través de los párpados cerrados pudo apreciar. Sin embargo, ningún sonido angustioso respondió al disparo y cuando Kagome volvió a abrir los ojos, sólo vio la flecha incrustada con firmeza en la pared del fondo. La serpiente se había ido.

Trotó lo restante del camino hasta el jardín y no se dio cuenta de que estaba jadeando hasta que sus pies notaron el cambio del duro suelo de piedra por el esponjoso del césped.

—Recupera el aliento, muchacha.

La oscura mirada de Kagome se disparó de inmediato a la copa del enorme árbol de cerezo situado en el centro del jardín. Un Shinkū muy relajado la esperaba sentado en una de las ramas más altas, con una pierna doblada bajo su peso y la otra colgando perezosamente de la rama.

—Lo siento, pensé que estaba llegando tarde. —le dijo.

—¿Tarde? —cuestionó con suavidad. —Ni siquiera creí que vendrías.

—¿Por qué no?

—Bueno, tu pequeña amiga dejó bastante claro que le perteneces al Lord de este lugar y que evidentemente, no soy bienvenido.

—Oh, cierto. En realidad ella no quiso ser grosera, es sólo que quiere mucho a-

—No tienes que explicarme nada. —la interrumpió antes de que dijera el nombre del daiyokai. —De cualquier manera estás aquí.

Kagome asintió, frunciendo el ceño. —¿Te importaría bajar? La idea de escalar un árbol y tener esta conversación en las alturas no me agrada mucho.

Una profunda risa escapó del hombre y la piel de la chica se erizó de placer. El sonido rico en matices la había conmocionado casi tanto como su respuesta al mismo. No sabía por qué pero cuando estaba en presencia de este hombre, todo su cuerpo se rebelaba contra ella.

—Por supuesto.

Kagome nunca lo vio moverse. Un segundo estaba casi en la cima del árbol y al siguiente había aparecido de alguna manera a sus espaldas. Y no es que pudiera asegurar que se tratara de él por haberlo visto, sino porque lo estaba sintiendo.

El cálido aliento del hombre le acariciaba la nuca con suavidad, enviando escalofríos por todo su cuerpo mientras se repetía a sí misma que eso tan sólo era un recordatorio más de que este hombre por más atractivo y juguetón que fuera, seguía siendo un yokai.

—No me temas, muchacha. —susurró contra su cabello.

Reticente, la chica se apartó de su presencia y se dio la vuelta para enfrentarlo. Sabía que debía estar preparada para el fuerte efecto que el individuo ejercía en ella pero lo encontraba sumamente difícil. Su cuerpo respondía a él de una manera que nunca lo había hecho con ningún otro hombre. Lo reconocía como si una parte de su mismo cuerpo le perteneciera.

—No me des un motivo para hacerlo. —le dijo e inconscientemente tomó otra flecha.

El hombre sonrió descaradamente. —Comprendo. No tenemos por qué ponernos violentos.

—Como dije, no me des un motivo y no lo haré.

Shinkū le dio mérito a su valentía pero se reveló contra su insubordinación. Dominarla no era su misión esa noche, así que lo mejor era calmar el ambiente. No necesitaba tener a la chica a la defensiva para hacer lo que tenía en mente.

—Ahora que nos entendemos, —comenzó la chica. —dime todo lo que sabes sobre mis amigos.

El Ser la miró sin poder contener la risa. La chica sabía llegar al punto y aunque antes de haberse comunicado con la bestia dormida en su interior no había tenido ninguna intención de contarle nada, los planes habían cambiado.

—Por supuesto. —le dijo. —Sin embargo, ¿qué obtengo yo a cambio?

—¿Disculpa?

—Estás en las Tierras del Oeste, muchacha. —dijo con sequedad. —Aquí nadie da nada sin obtener algo a cambio.

—¿Qué te parece si te dejo vivir como recompensa?

—Tus flechas no me harían ni un rasguño. —respondió a su desafío, sonriendo. —No cometas el error de subestimarme.

Escéptica ante sus palabras, Kagome preparó la flecha en el arco y disparó con rapidez y eficacia sin ninguna advertencia ni titubeo de por medio. Pero la flecha nunca llegó a su destino o, mejor dicho, el destino no se mantuvo en su lugar para encontrarse con ella. En medio de un borrón, Shinkū se había quitado del camino apareciendo de repente a unos escasos centímetros de ella.

—Eso fue muy rudo de tu parte, cariño. —dijo burlón.

La joven del futuro dejó caer su arma ante la repentina aparición pero no retrocedió. En cambio, haciendo gala de algunos conocimientos propios de su época tomó una posición defensiva y levantó la rodilla derecha con toda la fuerza que pudo reunir en dirección a la cercana entrepierna de su adversario.

Desafortunadamente, ese ataque tampoco llegó a destino. Un segundo antes de que su rodilla golpeara la hombría del yokai, Shinkū interpuso su mano y atrapó el impacto en ella un momento antes de darle vuelta bruscamente a todo su cuerpo y empujarla hacia el tronco del árbol.

Anticipando el impacto contra el tronco, Kagome usó ambas manos para absorber la mayor parte de éste con un Shinkū firmemente anclado a su espalda y unas rudas manos sosteniéndola por la cintura. La piel de sus palmas se desgarró al contacto con la corteza y un gruñido de puro enfado se le escapó de los labios al verse atrapada.

—Te advertí que no me subestimaras. —susurró roncamente contra su oído.

—Déjame ir.

—¿Para intentar atacarme nuevamente? No lo creo, muchacha.

—No lo haré.

Shinkū chasqueó la lengua. —Discúlpame si no te creo.

Kagome maldijo en silencio su impulsividad y cerró los ojos con pesar. No sabía qué la había poseído pero después de escuchar el desafío en sus palabras, simplemente no se había podido controlar. Quería ser ella quien llevara el control en esa conversación para sentirse a salvo y, en su lugar, había terminado acorralada contra un árbol.

—Lo prometo. —soltó entre dientes.

—Tampoco confío mucho en tu palabra.

La fuerza en su cintura se intensificó solo un poco junto con la presión del otro cuerpo contra su espalda y Kagome se quedó sin aliento. La calidez del cuerpo mucho más grande que el de ella la envolvió despertando cada terminación nerviosa de su cuerpo.

—Me estás lastimando. —probó desde otro ángulo, respirando con dificultad.

Un instante después fue nuevamente girada, ésta vez siendo su espalda la sujetada contra el tronco. El rostro sumamente atractivo de Shinkū la miraba desde arriba con los rasgos impasibles y un brillo penetrante en los ojos.

—Eres peligrosa, muchacha. —le susurró sin dejar de verla a los ojos.

Kagome no le respondió, demasiado concentrada en memorizar los cincelados rasgos del masculino rostro. No podía comprender cómo habían terminado en esta situación pero se le estaba yendo de las manos.

—¿Qué quieres a cambio de la información? —preguntó, intentando enfocarse en la verdadera cuestión del encuentro.

El hombre no le respondió de inmediato pero la chica casi pudo ver su mente trabajando en una respuesta. Sólo Kami-sama sabría qué podría querer de ella.

—Un momento de confianza.

—¿Qué?

—Si prometes confiar en mí durante un solo momento, te diré lo que sé.

Sin ser consciente, Kagome siguió el movimiento de sus labios mientras hablaba, con un confuso deseo creciendo en su interior.

—¿Qué implicar confiar en ti?

—No voy a decirte más al respecto. —le dijo con seriedad. —De eso se trata el concepto de confianza en estos momentos.

La joven arrugó la frente disgustada por la respuesta. —¿Cómo sé que no vas a hacerme daño?

—Nuevamente lo digo, confianza.

Mordiéndose el labio con incertidumbre, la chica finalmente aceptó. Concentró su mirada en la esmeralda del hombre y lo instó a hablar, cada vez más incómoda por las respuestas de su cuerpo ante éste.

—Tu amigo el hanyou está vivo. —comenzó Shinkū. —Una sacerdotisa muy parecida a ti lo está cuidando y parece estar recuperándose.

Kagome suspiró con alivio ante las noticias. Realmente había estado preocupada por su mejor amigo y saber que Kikyo estaba al pendiente de él era reconfortante. Cualquier rivalidad que hubiera sentido con ella había desaparecido tiempo atrás y no podía estar más agradecida que siguiera ahí para él.

—¿Y el resto? —preguntó ávida de más información.

—El monje y la exterminadora cuidan de la aldea. También se encuentran bien. —Por lo menos físicamente, pensó el Ser. Sus espíritus podrían haber recibido una buena paliza en el transcurso de su encierro, sin embargo.

Lentamente, el cuerpo de la sacerdotisa comenzó a relajarse en su lugar. Sus amigos estaban a salvo y ese horrible Ser que parecía estarla persiguiendo no había podido alcanzarlos, todavía. Sin embargo, debía advertirles del riesgo y asegurarles que ella estaría bien. Sesshomaru cuidaría de ella.

—Debes darles un mensaje de mi parte. —se apresuró a decir. —Quiero que les digas que yo-

—No. —la interrumpió Shinkū. —Primero debes pagar por la información.

Los ojos de la chica se abrieron con sorpresa. La voz del hombre había bajado una octava y toda su piel parecía haber reaccionado deliciosamente al cambio.

—Sí, claro. —respondió relamiéndose los labios con nerviosismo. —Un momento de confianza. ¿Cómo-

—Cierra los ojos.

—¿Qué?

—Cierra los ojos, muchacha. —repitió con ronquedad. —Confía en mí.

El corazón de Kagome se saltó un par de latidos ante las palabras. Ya fuera  por temor o nerviosismo, daba igual. Había algo escondido entre líneas y en la cadencia de su voz que la estaba haciendo querer obedecer a todo lo que le pidiera. No sólo como pago por la información sino por algo mucho más profundo que eso.

—Lo prometiste. —le recordó.

Luchando contra la poca resistencia que aún le quedaba a su cuerpo, Kagome cerró los ojos y respiró profundamente, llenándose los pulmones con la deliciosa esencia del hombre frente a ella.

—Eres muy hermosa. —le susurró muy de cerca. —Pero eso ya lo sabías, ¿no, Kagome-chan?

Casi derritiéndose pero simultáneamente sintiendo una terrible angustia, Kagome luchó por mantener los ojos cerrados y terminar de cumplir su promesa.

—No es justo. —volvió a susurrarle y ésta vez, la joven sintió la calidez de su aliento golpear directamente sus labios. —No es justo que me resultes tan irresistible.

Incapaz de retroceder en esa posición, Kagome se preparó para responderle con mordacidad pero nunca llegó a hacerlo. Antes de poder abrir la boca, los labios del hombre se rozaron con suavidad contra los de ella, dándole sólo una pequeña probada de su contacto.

Una corriente eléctrica la recorrió mientras sus labios se movían lentamente contra los de ella, probando su textura, reconociendo el camino desde la comisura de éstos hasta la sensual curva del centro. Una suave caricia acompañada de un dulce sabor que estaba haciendo que su cabeza diera vueltas.

La chica no correspondió el beso pero sintió cada deslizamiento de sus labios como la más deliciosa de las torturas. Y cuando las manos del hombre encerraron su cintura con mayor firmeza presionando hasta el punto del dolor, haciéndola jadear y abrir la boca, simplemente se perdió. El beso que había empezado dulce se transformó en un instante en un asalto excitante.

Los labios del Ser se volvieron duros y demandantes contra los de ella, exigiendo una respuesta que no pudo continuar reteniendo. Cuando Kagome finalmente correspondió el beso y permitió que la lengua del otro invadiera su boca en una danza eróticamente sensual, el mundo se detuvo...de una mala manera.

Algo comenzó a vibrar en su pecho incómodamente, acelerando y desacelerando su corazón como si lo estuviera estrujando un momento sí y otro no. Su mente se nubló y sintió nuevamente como si una parte de su alma quisiera separarse de la de ella y escapar de su cuerpo directamente hacia el del hombre.

Asustada por la ferocidad del beso y las extrañas sensaciones de su cuerpo, intentó apartar el rostro pero las manos de Shinkū se enredaron en su cabello, sosteniéndola firmemente en su lugar, sin dejar de besarla apasionadamente.

Está sucediendo de nuevo. —pensó entre aterrorizada y maravillada por el movimiento sensual de sus labios contra los de ella.

Los labios del Ser continuaron bebiendo de los de ella todavía un par de segundos más antes de apartarse lentamente. Cuando Kagome recuperó la fuerza suficiente para abrir los ojos y se topó con la brillante mirada esmeralda del hombre, supo que estaba perdida.

Perdida en esos pozos verde esmeralda que parecían brillar y estrecharse hasta ser una fina rendija, y que parecían ver hasta lo más profundo de su alma, justo como los de aquella criatura de oscuras escamas tornasol y profunda risa.

—Tu Lord ha vuelto. —susurró el yokai todavía contra sus labios, su aliento mezclándose con el de ella. —Les espera una intensa noche.

Aunque Kagome intentó darle sentido a sus palabras, su mente parecía ser un profundo charco de melaza, espeso y neblinoso, donde no era capaz de atrapar ningún pensamiento, ni dar sentido a su entorno.

—Disfrútala. —le dijo, comenzando a apartarse.

Cuando Shinkū finalmente se alejó de ella y Kagome pudo comenzar a respirar de nuevo, su cuerpo se relajó al igual que una marea antes de una gran tormenta.

—Porque será la única que tendrán.

La joven sacerdotisa parpadeó pesadamente, todavía luchando por sacar a su mente de la espesura. Cuando sus ojos lograron enfocarse finalmente, el hombre ya no estaba, ni tampoco había ningún rastro de su presencia. En cambio, una energía demoniaca sumamente conocida parecía estar acercándose a gran velocidad.

Sus ojos escanearon el jardín hasta la única entrada y permanecieron en ese punto por un tiempo indefinido. La imponente silueta del daiyokai se dibujó en el resquicio unos segundos más tarde y Kagome tuvo un momento suficientemente lúcido para comprender lo que estaba por venir.

—Sesshomaru. —jadeó sin aliento.

Entonces el verdadero infierno finalmente se desató. Como si de una droga navegando en su sistema se tratara, el cuerpo de Kagome ardió en llamas, convirtiendo todo su torrente sanguíneo en lava pura y sus huesos en piedra. Tensa, resistió el primer embate mezcla de dolor y abrumador placer que le recorrió el cuerpo pero no pudo con el segundo.

Un grito de angustia fue arrancado de sus labios y cayó de rodillas sobre el césped. Las llamas que parecían inundar su cuerpo lamieron su piel, sensibilizándola a tal extremo que incluso la suave brisa de la noche le causó dolor.

Sus pezones se tensaron y su centro se apretó cuando el aroma picante de Sesshomaru inundó sus fosas nasales. Necesitaba que alguien apagara las llamas que la estaban consumiendo y que la tocara. Necesitaba que el dolor se fuera y el placer que la estaba recorriendo en pequeñas descargas conforme el daiyokai se acercaba cada vez más, se quedara.

Lo necesitaba a él, con urgencia.

Estoy jodida. —pensó entre la bruma intensificada de su mente.

El gruñido que retumbó desde lo más hondo del Lord fue suficiente confirmación. Kagome no sabía cómo iba sobrevivir a esa noche pero estaba segura de que pronto lo averiguaría.

Durante ese último pensamiento Sesshomaru comenzó a acercarse lentamente, como un depredador acechando a su indefensa presa y, por un delicioso momento, mientras su poderosa presencia comenzaba a rodearla por completo y su piel hacía el más leve contacto con la suya, el dulce alivió de la inconsciencia llegó y la luz...

...finalmente se apagó.

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