Capítulo 29: Fortaleza
Notas Importantes
Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.
Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.
Stranno Yazyk
"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".
Federico García Lorca
Strange Lenguage: Fortaleza
Kagome se detuvo anonadada frente a la imponente construcción a la que habían llegado. No estaba segura de qué había estado esperando exactamente cuando Sesshomaru le informó después de un prolongado y tenso silencio que se dirigían a sus tierras. Oh, la muchacha sabía perfectamente que el daiyokai poseía las Tierras del Oeste pero para ser sincera, su grupo y ella jamás habían llegado ni siquiera al borde limitante de ellas debido a la tensa relación existente entre Inuyasha y su medio-hermano.
Tampoco habían tenido nada qué hacer en sus tierras. No era ningún secreto que Sesshomaru era más que perfectamente capaz de mantener su sector limpio de cualquier amenaza, y había que ser un verdadero estúpido o suicida para invadirlo y tener la esperanza de salir con vida de ahí.
—Mujer. —la llamó desde unos metros más adelante.
Kagome sacudió la cabeza para eliminar su embobamiento por la enorme construcción y volvió a dar otro vistazo. No importaba que hubiera escuchado miles de veces a otros –incluido su mejor amigo– referirse a la edificación como un castillo, porque sea lo que fuera lo que tenía de frente, era todo menos eso. Por lo menos, no del tipo al que estaba acostumbrada.
Incapaz de apartar la vista, la sacerdotisa no pudo evitar volver a preguntarse qué demonios había estado esperando. Su concepto de castillo, pese a su cultura, siempre había sido sinónimo de altas torres, innumerables escalones, grandes ventanales de cristal, puentes colgantes e imponentes columnas rodeadas de una atmósfera romántica y principesca. Eso sin mencionar los grandes ejércitos y patrullas de hombres recorriendo el verde y reluciente perímetro. En pocas palabras, algo sacado de un cuento de hadas.
En cambio, había llegado a toparse con la antítesis de todas sus fantasías aunque ciertamente un concepto mucho más apegado a la realidad del tiempo en el que se encontraba y al Amo que lo poseía. De hecho, Kagome estaba bastante segura ahora de que la construcción frente a ella era un reflejo exacto del daiyokai bipolar con el que viajaba.
—Mujer, muévete.
—No me llamo "mujer". —le respondió mordaz.
Desvió muy brevemente su atención del "castillo" para centrarla en Sesshomaru y sintió que el corazón le daba un salto ante la diminuta sonrisa en los labios del demonio. A esta otra parte de Sesshomaru, éste lado que estaba aprendiendo a diferenciar de su usual yo, parecía encantarle que le llevara la contraria; y para ser franca, Kagome encontraba un poco refrescante ese pequeño margen de libertad.
—Kagome.
El bajo y ronco sonido saliendo de sus labios le produjo una serie de escalofríos que le recorrieron todo el cuerpo. Si había tenido alguna pequeña duda antes, ahora todo había quedado aclarado: Sesshomaru jamás la llamaba por su nombre, sin importar cuánto se lo reclamara.
Incapaz de contenerse, sus ojos se movieron lentamente por el rostro del demonio, trazando casi de manera inconsciente la curva de sus labios. Imágenes de lo sucedido la noche pasada no tardaron en asaltarla y el rubor cubrió sus mejillas. ¿Cómo habían pasado del infernal calor de la lujuria a este frío y a la vez juguetón intercambio? Su orgullo femenino estaba herido. Ella quería volver a besarlo, no, quería que Él tomara el control y lo hiciera por voluntad propia.
Sin embargo, estaba atrapada aquí bajo su penetrante mirada, teniendo pensamientos perversos con el hermano mayor de Inuyasha y esa otra personalidad, entidad o lo que fuera que cohabitaba con él. Si lograba salir indemne psicológicamente de este episodio de su vida, sería un milagro.
—Sesshomaru. —dijo de vuelta.
—Yako. —respondió el hombre con repentina seriedad.
¿Qué? —pensó intrigada la chica. Ya había escuchado esa palabra con anterioridad, la tenía grabada en alguna brumosa parte de su cerebro pero seguía pareciéndola ajena, extraña, inconexa.
Superada por su intercambio de palabras y el repentino cambio en su expresión, Kagome apartó la mirada del daiyokai y comenzó a avanzar en su dirección. Mientras avanzaba, sus ojos volvieron a la masiva construcción y frunció el ceño con fuerza. Presentía que muchas respuestas la aguardaban al interior de ese extraño edificio y el significado de "Yako" era una de ellas.
—Yako. —repitió la sacerdotisa en un susurro, paladeando la palabra.
Un suave gruñido emergió de las profundidades del pecho de su interlocutor y la chica del futuro clavó la mirada en él, su respiración acelerándose casi al ritmo de su enloquecido corazón. Había una tensión sexual fluyendo en doble corriente entre ellos que incluso en esos momentos, donde dudaba de estar cara a cara con el verdadero Sesshomaru, no podía ignorar. ¿Cómo se supone que iba a sobrevivir al lado de este demonio dentro de su propio territorio?
—Tú-
—¡Señor Sesshomaruuuuu! —interrumpió una chillona voz acercándose a gran velocidad hacia ellos.
Kagome no pudo evitar dar un salto ante el grito. Había estado demasiado centrada en Sesshomaru como para notar la presencia de la pequeña Rin acercándose a ellos, o al fiel sirviente del Lord corriendo desesperado tras ella con lágrimas de emoción en los ojos.
—Más tarde. —gruñó en un tono bajo el daiyokai.
La chica lo miró sorprendida una última vez antes de recibir al grupo de Sesshomaru con una sonrisa. No estaba muy segura de lo que había querido transmitirle el Lord pero la pequeña chispa de emoción que prendió en su interior fue inevitable. Contra todo sentido común, Kagome comenzaba a esperar con ansias las noches.
—¡Kagome-chan! —gritó emocionada la niña al verla.
Momentos después, se lanzó sobre ella aferrándose a su cintura con sus pequeñas manos. La repentina acción dejó a la chica tambaleándose confundida antes de responder a su fuerte abrazo con una sonrisa de ternura en los labios. Rin debía echar mucho en falta algo de compañía femenina.
—Amo bonito. —lloriqueó Jaken situándose frente al Lord. —Finalmente ha vuelto, mi Señor.
Los humedecidos ojos del demonio sapo se encontraron con los de su amado Amo y casi de inmediato, su cuerpo se congeló. No era la sonrisa divertida tan extraña en los labios de su Amo bonito, ni el brillo acentuado de su mirada o el aura fluyendo en oleadas salvajes de su cuerpo; era todo lo que eso en su conjunto significaba para él y su pobre corazón. La bestia seguía en control. Su Amo bonito seguía prisionero de su parte más oscura y visceral.
—Jaken.
Un terrible escalofrío recorrió a la pequeña figura y Jaken gimió derrotado frente al perverso juego de la bestia. En su mente casi podía verlo en su verdadera forma perruna sonriendo con oscura diversión ante su presa y la imagen no era en absoluto alentadora.
—A-Amo.
—¡Señor Sesshomaru! ¿La señorita Kagome va a quedarse con nosotros? —parloteó con energía la niña. —¿Puede dormir conmigo? A Rin le gustaría mucho que lo hiciera. ¿Lo harás, Kagome-chan? ¿Jugarás con Rin también?
—Oh, yo no sé si-
—¡Por favor, Kagome-chan! Señor Sesshomaru, ¿verdad que se quedará?
Kagome miró sorprendida a la niña. No recordaba a la pequeña Rin siendo tan insistente en los breves encuentros que habían tenido con anterioridad pero ahora estaba en su terreno y quizás eso estuviera influyendo en su actitud.
—Rin-chan, lo siento, creo que yo no voy a quedar-
—Lo hará. —respondió contundente el daiyokai.
Jaken lo miró alarmado. ¡Qué blasfemia! Su Amo bonito JAMÁS permitiría que una humana –y mucho menos la mujer del hanyou– se quedara en su sagrado territorio. ¿Cómo se atrevía esa bestia imprudente a abrirle la puerta de su fortaleza a esa insignificante chica?
—¿Qué? —preguntó en voz alta Kagome.
—Es una orden. —respondió con sequedad la bestia.
—¡Sí! —exclamó alegre la niña. —¡Vamos a divertirnos mucho juntas, Kagome-chan!
La sacerdotisa se quedó anonadada. Después de los eventos de los últimos días, la maraña de sueños, premoniciones, emociones y demás cosas acontecidas no estaba muy segura de cuál era su misión o propósito al lado de Sesshomaru. Ella definitivamente quería explorar un poco más la atracción que había entre ellos pero había una pequeña voz en lo más profundo de su mente que le decía que debía mantenerse alerta y recordar...
¿Recordar, qué?
Dando cuerda a sus pensamientos, las preocupaciones que había estado bloqueando en su mente comenzaron a fluir. ¿Cómo estaría Inuyasha? ¿Se habría recuperado a la misma velocidad que ella? ¿Y la aldea? ¿Sus amigos dónde estarían? Todavía más importante: ¿Quién era ese extraño Ser que la había seguido hasta su tiempo y había puesto en riesgo a su hermano? ¿Qué quería de ella?
—Mujer.
—No me des órdenes. —le gruñó la chica tardíamente. —Quiero vol-
Kagome se detuvo a medio camino de decir lo que realmente quería. La repentina urgencia de volver con sus amigos le había dejado la mente en blanco y por muy poco había estado a punto de herir los sentimientos de Rin. La niña se veía tan emocionada de tenerla ahí que simplemente no podía decir eso frente a ella.
—Podemos discutirlo en privado. —se corrigió en última instancia.
—¿Sí? —preguntó la bestia con una nota seductoramente grave en la voz.
Yako contuvo la risa ante la expresión de la hembra humana y echó un vistazo a la protegida del Lord. Sus ojos recorrieron con rapidez la pequeña figura y la bestia pudo sentir a Sesshomaru rondando el borde de su conexión con actitud pensativa. Tenían cosas que hacer y retrasarlas no iba a detener el conflicto que se acercaba, ni a frenar el peligro inminente en el que su mujer se encontraba.
—Andando.
La bestia no esperó a ser obedecido, comenzó a caminar rumbo al interior de la fortaleza escuchando tras de sí los refunfuños de la humana, las quejas de su sirviente y el parloteo sin fin de la niña. Pronto tendrían que marcharse y debía dejar a la sacerdotisa a resguardo en el interior, así como darle estrictas indicaciones y amenazas al demonio sapo en caso de que su regreso se viera retrasado después de ciertos descubrimientos que el Lord del Oeste haría de vuelta en el seno de "papi".
—Debo estar rematadamente loca. —murmuró Kagome mientras seguía de cerca al extraño grupo que conformaban.
Debía admitir que el interior del castillo era mucho más alentador que su cáscara externa. Después de haberlo analizado durante un rato, la chica había llegado a la conclusión de que la construcción ciertamente se trataba de un castillo al estilo japonés, un palacio rectangular dividido en niveles de montaña, no en pisos, sin las torres de los castillos de cuentos de hadas y con una coraza exterior que lo convertía en una fortaleza prácticamente impenetrable.
Como edificación compartía un extraño parecido con su Amo y Señor, luciendo lúgubre y amenazante por fuera. Los paisajes que habían estado cruzado entre cada nivel de la montaña donde se erigía la estructura, habían estado mayormente cubiertos de niebla y había estado a punto de tropezar con los escalones de piedra en más de una ocasión por la misma razón.
Jaken había tenido la "amabilidad" de explicarle que cada nivel representaba un estrato de la jerarquía en las Tierras del Oeste y que pese al desolado paisaje que representaban, todos estaban completamente habitados por criaturas a las que más valía no acercarse dada su condición como humana.
—No te preocupes, Kagome-chan. —le susurró muy bajito Rin. —El señor Jaken nos cuidará si pasa algo.
Kagome no pudo evitar enternecerse ante las palabras de la pequeña. No dudaba de la advertencia de Jaken sobre los moradores del castillo pero tampoco estaba aterrada. La firme presencia de Sesshomaru o quien fuera en esos momentos mientras subían cada vez más alto en los niveles de la fortaleza, la tranquilizaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
—Gracias, Rin.
Cuando la chica pensó que estaban a punto de alcanzar la cima de la montaña después de tantos escalones subidos, finalmente se detuvieron. Un breve vistazo le comprobó que no estaban ni de cerca tan próximos a la cima como había deducido y sin embargo, ya se encontraban en el nivel más alto de la fortaleza desde donde podía apreciarse una amplia panorámica del castillo dividido en niveles y mucho más en la lejanía, el bosque por donde habían llegado.
—Rin, Jaken, retírense. —ordenó con voz seca el Lord.
Habían caminado hasta una amplia entrada en la única y larga estructura de ese nivel y ante la dura orden, ninguno había vacilado en obedecer antes de desaparecer tras la única puerta visible. Kagome los vio retirarse con una mezcla de diversión e incredulidad ante el poder de una simple orden del Lord.
—¿Yo también debería irme? —preguntó con ánimo de fastidiarlo.
—Sígueme.
Sesshomaru no pareció reaccionar a su provocación y entró por la misma puerta que el resto mientras ella lo seguía de cerca. Una amplia estancia que se asemejaba bastante a un enorme recibidor les dio la bienvenida al entrar, y Kagome tuvo que tomar un rápido inventario de los alrededores antes de seguir apresuradamente a su anfitrión por un largo pasillo que se abría hacia la izquierda.
Tal y como lo había supuesto antes, el interior de la fortaleza y específicamente de las residencias en cada nivel distaba mucho con el parco exterior. Mobiliario lujoso y el tipo de comodidades que la chica no esperaba ver en el territorio de un daiyokai abarcaban cada pequeña superficie por la que pasaban, y de no ser por el apagado gris de la piedra en las paredes y algunas otras superficies superpuestas en madera, casi resultaría de buen gusto. Casi.
—Mujer, apresúrate.
Kagome rodó los ojos ante la nueva orden y se resistió a llevarle la contraria. Había cosas que quería hablar a solas con Sesshomaru y retrasarlas sólo la harían estresarse todavía más.
Una cantidad interminable de pasillos después se detuvieron frente a una nueva puerta que su anfitrión cruzó casi con premura y por la que ella lo siguió. Ingresaron a una pequeña habitación donde no había nada más que un enorme ventanal contra una de las paredes y una solitaria mesa de madera en el centro. ¿Pretendía eso ser un estudio? ¿O un comedor?
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó la chica sin esperar ni un segundo más.
—Hablar.
—No, me refiero literalmente a ¿qué estamos haciendo aquí, en el palacio?
—Es tu nuevo hogar.
—Mi-mi nuevo...¿hogar? —repitió las palabras con incredulidad. —¿Qué crees que soy, una mascota?
—Si así lo quieres ver. —respondió el daiyokai con esa sonrisa ladeada que comenzaba a encontrar irresistiblemente irritante.
Kagome resistió el impulso de golpear soberanamente fuerte al prepotente demonio frente a ella mientras lo veía acercarse lentamente a la mesa y recargarse contra ella con ademán relajado y expresión divertida.
—Quiero volver con mis amigos.
—No va a pasar.
—Bien, entonces dame algunas respuestas. —probó desde otro ángulo.
Sesshomaru la observó con curiosidad durante unos instantes y la intensidad de su mirada le provocó un sonrojo que sintió cubrirla desde el cuello hasta las mejillas. Sin embargo, después de unos momentos, el daiyokai simplemente asintió en respuesta.
—¿Por qué me trajiste aquí?
—Eres Mía. —respondió con simpleza, como quien dice un hecho.
La contundencia de su respuesta tuvo un efecto en su cuerpo mucho más vergonzoso de lo que esperaba pero la sintió latir directamente en el centro de su cuerpo. Su cerebro, por otra parte, estaba en total desacuerdo con el resto de su cuerpo. Ella no le pertenecía a nadie.
—No te pertenezco.
—Ya lo veremos. —soltó con ronquedad.
—¿Cuál es la verdadera razón por la vinimos específicamente hoy a este lugar? —intentó mostrarse más explícita en la pregunta, deseosa de re-dirigir el tema a un terreno más seguro.
—Tengo cosas que hacer y no estás segura fuera de aquí.
¡Finalmente estaban llegando a algún lado! Kagome fijó su mirada en la de él y dio unos pasos hacia adelante mientras terminaba de organizar su siguiente pregunta. No podía cometer errores.
—¿Por qué no estoy segura allá...afuera?
—Te están buscando y Yo no tengo la intención de dejarte ir.
—¿Quién?
—No lo sé. —Le estaba mintiendo, se dio cuenta de inmediato la chica.
Sesshomaru podría no conocer el nombre de su atacante y acechador pero definitivamente sabía a qué se estaba enfrentando, todo estaba escrito ahí en su lenguaje corporal. ¿O estaba imaginando cosas?
—¿Por qué me busca?
—Es lo que voy a averiguar. —respondió con otra mentira. —Tú vas a quedarte aquí hasta que vuelva y no intentarás escapar. Me llegas a desobedecer, mujer, y te enfrentarás a las consecuencias a Mí regreso.
Escalofríos mezcla de temor y placer bajaron por su espina dorsal mientras escuchaba su advertencia. No sabía cuándo había comenzado a volverse tan masoquista pero la idea de ser "castigada" por ese daiyokai de ojos ámbar no le parecía una mala idea. ¿Qué podría ser lo suficientemente malo como para ameritar ser apresada y consumida por él?
—¿He sido claro?
Kagome no confiaba en su voz para responder, así que simplemente asintió y guardó silencio. En esa pequeña charla probablemente había conseguido arrancarle más palabras al Lord que en todo el tiempo que llevaban interactuando juntos, y no estaba dispuesta a presionarlo mucho más para hablar, mucho menos sabiendo que sus dos últimas preguntas habían ameritado verdades a medias como respuestas.
—Ven aquí. —ordenó segundos después.
La chica volvió a considerar la posibilidad de negarse a obedecer pero le debía algo después de su "esfuerzo" por complacerla, de modo que se acercó hasta encontrarse unos centímetros a su costado, imitando su posición recargada contra la mesa. Ni loca se situaría de frente a él con esa tensión chisporroteando por todas partes a su alrededor.
—¿Qué quieres? —le preguntó por reflejo tras cumplir su orden anterior.
Sesshomaru ladeó su hermoso rostro y giró el cuerpo sólo lo suficiente para enfrentarla con expresión neutral. Sus rasgos estaban relajados pero ni aún así perdían ni un gramo de la firmeza que los caracterizaba, y sus labios seguían luciendo tan apetecibles como la noche pasada en la que ella se había decidido a darle un...
—Beso. —respondió el Lord con ronquedad.
Kagome parpadeó confundida, obligándose a apartar la mirada de esos cincelados labios para enfrentarse con su mirada. Por alguna razón, su mente había comenzando a ir más lento conforme analizaba a su anfitrión sin una pizca de descaro.
—¿Un beso?
La información terminó de hacer clic en su cerebro y cuando finalmente la registró, sus labios se entreabrieron con anhelo. La sacerdotisa tendría que estarse mintiendo si no admitiera que durante todo el trayecto hasta el castillo no se había perdido entre fantasías y recuerdos de ese momento tan íntimo compartido entre ambos. Y que entre ellas, la que más había predominado había sido un Sesshomaru tomando el control para conseguir otro de ella o como en esta extraña realidad, para pedirlo.
—No creo que sea buena idea...—susurró no muy convencida.
Entre otras cosas, porque estaba casi completamente segura de que ni siquiera sería Sesshomaru al que estuviera besando. De cualquier forma, ¿importaba? El cuerpo del daiyokai seguía siendo el mismo, era sólo esa otra faceta suya la que no encajaba del todo pero aún así le gustaba. ¿Un beso a ese otro yo haría daño?
—Sólo uno. —decidió tras esto.
Parándose de puntillas para alcanzar el rostro de su anfitrión, Kagome acercó sus labios a los del daiyokai y permitió que rozaran con infinita suavidad contra los del otro. El contacto entre ellos fue mucho más corto y mucho menos apasionado que el de la noche anterior pero de alguna manera resultó igual de electrizante.
Hilos de electricidad emanando del fornido cuerpo habían parecido colarse en su propio cuerpo haciendo conexiones que la habían convertido en una maraña de energía sin descargar; y en medio de todo eso, durante el breve instante que había durado el contacto, algo en su cabeza –un recuerdo, quizás– había emergido.
—Yako. —susurró la chica, apartándose ligeramente.
Los ojos dorados del daiyokai destellaron más luminosos que antes mientras éste se pasaba la punta de la lengua por los labios, saboreando lo que estuviera ahí. Kagome lo observó hacer con las pupilas dilatadas y esperó paciente el nuevo contacto que nunca llegó.
El sonido de algo pesado cayendo al suelo rompió la atmósfera en mil pedazos, y con ello, aquella deliciosa sensación de recargarse en esos hilos de oro llenos de electricidad. Kagome sacudió la cabeza para despejarse y retrocedió cuanto le fue posible mientras dirigía un rápido vistazo hacia la fuente del sonido.
La puerta había quedado entreabierta desde que llegaron pero mientras la sacerdotisa buscaba con rapidez el origen del sonido, lo único que pudo apreciar fue el borrón anaranjado de un trozo de tela desapareciendo al otro lado de la puerta. ¿Alguien los había estado espiando?
—Vete. —ordenó repentinamente frío Sesshomaru.
Kagome lo observó incrédula por el repentino cambio y, segundos después, con furia. ¡Esta era la segunda vez! ¡La segunda vez que después de darle un beso la rechazaba con frialdad! ¿Quién se creía que era?
—No voy a repetirlo una tercer vez, mujer. —continuó. —Vete.
Sintiendo su cuerpo bullir con furia, la chica del futuro sintió su mano comenzar a ascender rumbo al rostro del demonio sin poder detenerla, antes de que un pensamiento la detuviera.
—Como ordene, Su Alteza. —respondió mordazmente burlona.
Lo fulminó con la mirada y abandonó la habitación con toda la dignidad que una mujer empoderada del S. XXI pudo reunir. No tenía ni idea de a dónde debía dirigirse dado que había llegado hasta ahí siguiendo a Sesshomaru pero perderse le daba igual. Tarde o temprano Jaken o Rin la encontrarían, y mientras tanto su querido "Amo bonito" podía irse al demonio si quería.
El gruñido de la bestia todavía la alcanzó mientras se internaba en uno de los pasillos y sin saber cómo, ni por qué, la chica sonrió con ironía con la certeza de que no volvería a ver al Lord esta noche, ni la siguiente, y tal vez ni en algún tiempo cercano.
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Shinku inhaló profundamente el aire puro a su alrededor y probó los músculos de todo su cuerpo, haciendo crujir algunas articulaciones y huesos de la compleja anatomía humana. Su "Reposo" había durado un par de días más de lo esperado pero tras haber estado postergándolo por tanto tiempo, había sido necesaria dicha demora.
Vivir anclado a un cuerpo de carne y hueso cuando toda su existencia se basaba en la incorporeidad y su naturaleza misma se encargaba de ir consumiendo molécula por molécula el recipiente que se había formado, requería más energía de la que se pudiera pensar. Afortunadamente, la pequeña Ai no parecía lidiar con el mismo problema y podía permitirse juguetear por el mundo sin el temor a destruirlo todo con un solo toque. No la envidiaba necesariamente por eso pero ciertamente era de utilidad.
Observando cuidadosa y perezosamente a su alrededor, el Ser se apartó del pozo que lo había traído de vuelta y con una sonrisa en los labios comenzó a avanzar en línea recta.
—¿Viniste a darme la bienvenida? —preguntó burlón en medio de la nada.
Su visión humana no había captado a ningún enemigo cerca, pero no sería tan poderoso como lo era si incluso mientras pasaba su tiempo encerrado en un cuerpo humanoide, abandonara por completo sus instintos. O los de su contraparte para efecto práctico.
—¿No? Es una lástima, entonces. —continuó su discurso con fingida pesadumbre. —Sin embargo, creo que deberías tener cuidado. He escuchado que recientemente las mikos han estado desapareciendo en los alrededores de este bosque.
Sin detener su parsimonioso avanzar, Shinku ladeó ligeramente la cabeza y supo de inmediato la localización exacta de su acechador, ¿o debería llamarle presa? No es que la persona en cuestión estuviera intentando esconderse pero la conocía demasiado bien para saber que era precavida.
—Pero tú no eres precisamente una miko, ¿no? —rió burlón. —Yo diría que la categoría de "cadáver" te encaja mejor.
El Ser detuvo repentinamente el siguiente paso que estaba por dar y sonrió perversamente divertido al ver pasar la flecha zumbando a unos centímetros de su posición. Al parecer alguien no estaba de muy buen humor el día de hoy.
—Tu puntería ha decrecido terriblemente. —le dijo. —Sigo sorprendido de que pese o quizás debido a ello, hayas sido capaz de condenarme a esta existencia vacía.
Ninguna flecha más salió disparada en su dirección pero Shinku pudo apreciar con claridad la delicada figura emergiendo de entre las sombras con la expresión plana de una marioneta. Una vez que había sido capaz de recuperar la conciencia tantos ayeres atrás, el Ser se había dado a la tarea de informarse qué había sido de la principal culpable de su situación, y había quedado muy decepcionado al descubrir que alguien se le había adelantado en la tarea de asesinarla.
Mientras la observaba avanzar en su dirección, el Ser deslizó su mirada hacia las serpientes blancas volando y revoloteando a su alrededor, tan silenciosas y frías como el cadáver al que servían. Eran criaturas terriblemente repugnantes.
—¿Qué le hiciste? —escuchó por primera vez la hueca voz de la sacerdotisa.
—Ah, hemos llegado al meollo del asunto, ¿no es así? —sonrió con maldad. —No sé de qué me hablas, miko.
La mirada esmeralda volvió a centrarse en el frágil cuerpo de la mujer y la repasó a conciencia. Comprendía las vagas similitudes físicas que compartía con la chica que estaba buscando pero no lograba asimilar cómo alguien podría haberlas comparado y/o confundido tanto en el pasado. Ni el aura que portaban, ni las expresiones o su lenguaje corporal se parecían en nada.
—Quiero respuestas.
—Todos las queremos. —le respondió sin dejar de sonreír. —¿Sobrevivió?
Un diminuto destello de ira brilló en las profundidades oscuras de la mirada de la sacerdotisa y Shinku supo que había dado en el blanco. El hanyou probablemente apenas había sobrevivido a esa bala manipulada especialmente para él pero...
—Sí que lo hizo. —se respondió a sí mismo. —¿Cómo lo trata la perdurable vida como humano? Imagino que las noches de luna nueva ya no son un problema para él.
En ese momento, la sacerdotisa alzó su arco y apuntó directamente a su cabeza con la primera muestra real de furia deformando sus rasgos. No dudaba que fuera a dispararle, la conocía demasiado bien para saber que lo haría sin dudar, pero la flecha difícilmente lo mataría, y dicho sea de paso, el Ser no tenía el tiempo ni las ganas de quedarse incapacitado otro día más.
—Cuidado, miko. —le advirtió con un siseo. —No soy tan paciente y benevolente como aparento.
—¿Qué le hiciste? —repitió la pregunta, esta vez cargada de emoción.
—Yo me preguntaría más bien, ¿qué se hizo a él mismo?
La sacerdotisa tensó la cuerda el arco y el Ser supo que no vacilaría más en disparar. Sacudiendo ligeramente la cabeza con decepción, estiró veloz uno de sus brazos y apresó por la cabeza a una de las luminiscentes serpientes que no tardó en marchitarse en medio de un pálido gris entre sus dedos.
El impacto inmediato se vio reflejado en la mujer frente a él, quien con un grito estremecedor se dejó caer de rodillas sobre la hierba, abandonando el arco a un lado y llevándose una mano al corazón. Shinku le dio un ligero apretón más a la serpiente y ésta terminó por desintegrarse en cenizas que se deslizaron de su mano mientras se acercaba a la adolorida mujer.
—Duele, ¿verdad?
La sacerdotisa lo miró con la ira llameando en todo su esplendor en sus ojos. Respiraba dificultosamente y su mano no dejaba de apretarse en su pecho, como si de esa manera pudiera detener el dolor irradiando en cada latido de su marchito corazón. Seguramente se repondría en un par de horas pero mientras el dolor durara, desearía estar muerta como su preciosa serpiente.
—Yo...sé...—la mujer tosió un poco de sangre y continuó. —...dónde está la chica.
El Ser la observó con incredulidad y deleite a partes iguales. No necesitaba más informantes con Ai vigilando a su "futura mami" pero la verdad sea dicha, había perdido contacto con la chiquilla durante su descanso y realmente le estaban dando ganas de ver hasta dónde sería capaz de llegar esta miko con tal de salvar a su amado.
—¿Sí?
—Inuyasha... —tosió.
—Ah, claro. Es un intercambio de información, ¿no? —preguntó consciente de cómo iba a proceder. —Bien, dime dónde está la chica y te diré qué sucede con el hanyou.
La sacerdotisa lo miró con desconfianza pero asintió.
—Tú no puedes mentir...está en tu naturaleza...—respiró con fuerza.
—Es correcto. ¿Dónde está?
—Sesshomaru la llevó a su fortaleza. —dijo con frialdad. La mujer estaba comenzando a recuperarse del dolor. —Está sola...sólo el sirviente de Sesshomaru y su protegida están con ella.
Vaya sorpresa. La pequeña declaración de la sacerdotisa contenía más respuestas que la que había estado buscando, y ahora tenía trabajo por hacer. Volviendo a sonreír con diversión reemprendió la marcha por el camino que había tomado y sólo se detuvo cuando sus pies golpearon con el arco de la mujer.
—Es tu turno. —le exigió la miko.
Shinku observó por unos momentos el arco, antes de aplastarlo y sentirlo quebrarse bajo su peso con un satisfactorio sonido de crujido.
—Por supuesto. —respondió. —Lo que sucede con el hanyou es que le he facilitado la dificultosa tarea de decidir entre ser un humano o un demonio completo. Espero que disfrute la elección que tomé por él.
El Ser apreció casi cercano al éxtasis el momento en que por el rostro de la mujer cruzaron todos los pensamientos que la condujeron a la inevitable verdad: había sido engañada. Shinku no podía mentir, como bien había mencionado la miko, pero seguía siendo sólo oscuridad y maldad, y como tal, había aprendido desde muy pequeño el fino arte de tergiversar la verdad.
—Tú...
—No vuelvas a entrometerte en mi camino, miko. —le dijo con extrema frialdad. —Te perdoné una vez la vida y no volveré a hacerlo.
Sin más que decir, el Ser se internó en las profundidades del frondoso bosque y escuchó sonriente el llanto de coraje de la sacerdotisa muerta. Los humanos, al parecer, jamás aprenderían lo que era la lealtad.
Ahora bien, tenía que apresurarse pues su bonito tesoro lo estaría esperando ansioso en la "torre más alta" de la...
...Fortaleza.
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