Capítulo 20: ¿Realidad o Fantasía?
Notas Importantes:
Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.
Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.
Stranno Yazyk
"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".
Federico García Lorca
Strange Lenguage: ¿Realidad o Fantasía?
La brisa fresca se coló a través de la ventana abierta de la habitación pero no fue suficiente para apaciguar el ardor que recorría a todo su cuerpo. Estaba atrapada en un punto entre la consciencia e inconsciencia y como había descubierto casi desde su regreso a su época, no había nada que pudiera hacer para escapar de éste. Además, la experiencia de las noches anteriores le indicaba en ese pedazo de consciencia que aún permanecía activo que lo mejor estaba por comenzar.
—Kagome. —escuchó el ronco susurró directamente en su oído y se sintió temblar de placer.
Un par de segundos después el roce suave de unos largos dedos acompañó al tono decadente con el que su nombre fue susurrado nuevamente. La caricia continuó ascendiendo por una de sus piernas y la descarga eléctrica sucesiva a ésta tuvo que forzarla a morderse el labio inferior para evitar gemir, a pesar de saber que dentro de unos momentos probablemente sonidos más vergonzosos abandonarían sus labios.
Era el sueño de cada noche, cada vez más erótico que el anterior. La primera noche que lo había tenido y experimentando como si la presencia del hombre estuviera en la misma habitación que ella, se había horrorizado por completo. La escuela le había enseñado que existían en otro plano algunas criaturas que se alimentaba por la noche del deseo sexual de otros y si bien nunca lo había creído, conociendo a distintos demonios en el Sengoku, la idea dejó de parecerle tan descabellada. Sin embargo, había un problema.
—Mía...
Los dedos de la mano que aún no entraban al juego de las decadentes caricias rápidamente lo hicieron apoderándose de la fina tela de su camisa del pijama, desgarrándola sin cuidado alguno. Instantes después, el roce sobre sus piernas se detuvo y ambas manos ascendieron en una ruda caricia por todo su abdomen hasta alcanzar sus pechos y apretarlos con dureza. Gimió entonces en medio de una bruma de dolor y placer que comenzó a desconectar la diminuta parte consciente de su cabeza.
Kagome siempre había sido una chica bastante fantasiosa respecto al tema de su primera relación sexual e incluso siendo un poco más joven de lo que era, la había idealizado en una enorme cama rodeada de la tenue luz de las velas y el suave colchón cubierto de pétalos de rosa. Más tarde y debido a las circunstancias en las que viajaba en grupo al lado de su querido Inuyasha, esa fantasía había tenido que deformarse un poco para eliminar los elementos románticos de las velas y rosas, y en su lugar verse recostada sobre el saco de dormir a la luz del cálido fuego de la fogata, rodeada por la naturaleza mientras su cuerpo era tratado con delicadeza y ternura por su amor.
—Kagome. —la llamó la voz y un pequeño pellizco sobre uno de sus pezones la envió a una nueva espiral de placer.
Reafirmó que aquella primera y romántica fantasía de la adolescencia respecto al especial día en que perdería su virginidad, había sufrido una mutación terrible. Ya no había elementos románticos sobre velas, flores y fogatas, sólo la crudeza y fuerza de un demonio puro que la tomaba sin preocuparse por romperla, que la llevaba al clímax una y otra vez sin pensar en la diferencia de sus condiciones y la marcaba en todo el cuerpo con mordiscos que sólo incrementaban su placer mientras largos mechones plateados formaban una cortina entre sus rostros, y la obligaban a mantener la vista firmemente clavada sobre los orbes dorados.
Kagome cerró los ojos sólo imaginando la escena y cuando una de las manos que la tocaban y acariciaban bajó por su cuerpo hasta el centro de mayor placer, presionando con firmeza el botón de su clítoris que había quedado descubierto sin haberse dado cuenta, se dejó caer. Oleadas de placer le recorrieron el cuerpo entero mientras se arqueaba sobre la cama y sentía la mano que la había propulsado al clímax seguir acariciando ese punto sin piedad.
Todo se mezcló en la bruma purpura que la rodeó. La imagen de un demonio de largos cabellos plateados tomándola en mitad del bosque, castigándola con sus largos incisivos, tomando de ella todo lo que quería y apropiándoselo mientras ella estaba sumida en el mayor éxtasis que nunca antes había experimentado.
—¡Sesshomaru! —gritó cuando el placer fue más de lo podía resistir y entonces todo explotó.
Abriendo los ojos se encontró de vuelta en su habitación, rodeada de los familiares objetos que le proporcionaban seguridad. Tenía el cuerpo aún en la tensión del clímax, los pezones erectos y sentía el clítoris sensible, como si realmente una mano con garras hubiera estado jugando con él hasta el cansancio. Gimió apartándose los cabellos de la frente sudorosa y su mirada se dirigió hacia la ventana abierta de su habitación.
—Vas a matarme, Sesshomaru... —suspiró y se dejó caer de vuelta en la cama.
El daiyokai la volvía loca, y no solamente al interior de sus muy recientes y constantes fantasías sexuales, sino en el plano de lo real también. Había escapado de él porque no soportaba ser la prisionera de alguien y mucho menos de un ser tan cruel como Sesshomaru, pero lo cierto es que también lo había hecho porque tenía miedo de que más cosas aparte de sus fantasías estuvieran transformándose lentamente a causa del demonio.
La confusión siempre era un arma de dos filos puesto que así como podía impulsar a una persona a buscar las respuestas que necesitaba proveyéndola de una fuerte dosis de valor, también podía aprisionarla en el temor de los "y si...". Kagome no era el tipo de chicas, mucho menos ahora que ostentaba el poder de una sacerdotisa, que dejaba que éstas cosas la condujeran a huir del Sengoku. De hecho, había dejado esa molesta manía de huir sabiendo que su corazón estaba en riesgo cuando comprendió que sobre los sentimientos no se manda y que por tanto, Inuyasha jamás podría amarla con la misma intensidad que lo hacía con Kikyo.
Sin embargo, ese triángulo amoroso que una vez existió era poco en comparación con lo que Sesshomaru estaba despertando en ella. ¿Lo amaba? No, con toda probabilidad no lo hacía pero se sentía sumamente atraída por él, y eso era igual de peligroso. El demonio despertaba instintos en ella que ni siquiera conocía y ya la había llevado a cometer un acto que ni en sus mayores fantasías había probado con Inuyasha. El problema también era que no le había disgustado.
Frustrada por sus pensamientos, dio media vuelta sobre la cama y se cubrió la cabeza con la almohada. Independientemente de lo que comenzara a sentir por el poderoso daiyokai, esos sueños eróticos tenían que detenerse a como diera lugar. Después de todo, tarde o temprano tendría que volver al Sengoku y lo que menos deseaba era que su reencuentro con el demonio se diera con su mente plagada de imágenes donde hacían el amor de forma salvaje en alguna parte del bosque.
Concentrada en ello y alejándose lentamente al mundo de los sueños, Kagome ni siquiera notó a la sombra que la observaba fascinada desde el exterior de su habitación mientras se relamía con deleite las garras de una de sus manos, degustando un poco más de la maravillosa esencia de la sacerdotisa. Las cosas no habían ido de acuerdo a sus planes iniciales pero siempre había un segundo plan para llenar los huecos y errores del primero, de eso estaba completamente seguro.
Por lo pronto, sin embargo, era tiempo de que se retirara a descansar. Incluso criaturas tan poderosas como él requerían reponer fuerzas y aún más después de haber estado manipulando deliberadamente la psique de un humano. Era una lástima que su sueño durara bastante más que el de los seres humanos, tendría que esperar un par de días para volver a probar a su sacerdotisa y hasta entonces, Souta tendría que ser suficiente para cuidar de su pequeña y rebelde mujer.
A la par del recién alcanzado descanso de la chica y los oscuros pensamientos de un Ser incorpóreo, exactamente a unos cuantos metros de sus posiciones, el cuerpo de Inuyasha golpeó con fuerza extraordinaria el terroso suelo del pozo. Estaba completamente desorientado y apenas podía moverse desde su derrotada posición. El viaje a través del tiempo nunca le había parecido tan largo como en ésta ocasión, ni tan doloroso. Al momento de atravesar la barrera desde el Sengoku había sentido cómo todo su cuerpo se desintegraba de una extraña forma que lo dejó incapacitado mientras pasaba el tiempo y no llegaba nunca a su destino.
Cuando finalmente lo había conseguido terminó de golpe en el suelo, con la oscuridad cubriendo todo a su alrededor y la cabeza dándole interminables vueltas. No quería sospechar de su amada Kikyo pero podía asegurar sin temor a dudas que el pozo por el que había viajado en ocasiones anteriores y éste eran completamente diferentes. Aunque aún existía la posibilidad de que el misterioso Ser del que le habían prevenido tuviera algo que ver.
—Maldición... —gruñó entre dientes. —...aún no puedo moverme.
Los músculos no le respondían del todo y la frustración de estar atrapado de éste modo era simplemente insoportable. Tenía que llegar a Kagome cuanto antes y convencerla de regresar con él al Sengoku o estaría en desventaja. No dudaba de sus propias capacidades y habilidades pero si Kikyo le había prevenido sobre esa criatura y Sesshomaru no había podido hacer nada contra ésta, era mejor tener cuidado y volver cuanto antes. En este tiempo estaba en completa desventaja.
—Primero tengo que hacer que mi cuerpo recupere el movimiento. —gruñó de vuelta.
Tras varios intentos infructuosos al intentar recuperar la movilidad, se dio por vencido. Necesitaba reservar fuerzas para enfrentarse a lo que quiera que pudiera estar ahí esperando para evitar que Kagome volviera con él. Le tomó una gran fuerza de voluntad no intentar moverse de su incómoda posición sobre la tierra mientras las horas pasaban en el exterior. Finalmente, cuando el primer rayo de luz se coló por encima del pozo consideró que tiempo suficiente había pasado para revolcarse en la miseria de su debilidad.
—¡Kagomeeeee! —gritó con toda su fuerza, esforzándose por ponerse en pie.
Le tomó mucho más tiempo del necesario pero consiguió alzarse primero sobre sus rodillas y después sobre sus pies. Dudaba que estuviera suficientemente recuperado para saltar por sí mismo hacia afuera del pozo pero esperaba que la sacerdotisa lo hubiera escuchado y acudiera en su ayuda.
—¡Kagomeeeee!
El grito fue lo que lo despertó de golpe con una sensación de pánico abriéndose paso en su pecho. Al principio había creído estar soñando la voz de Inuyasha pero ahora que estaba plenamente consciente sabía que era real. Aterrorizado como nunca antes lo había estado ante la presencia del hanyou, saltó fuera de su cama y salió corriendo en búsqueda de Shinkũ, el único que podría protegerlos del demonio que se acercaba.
—¡Kagomeeeee!
La urgencia por alcanzar a su amigo crecía cada vez que un nuevo grito proveniente del pozo lo alcanzaba. Gimió aterrorizado. Inuyasha era malo y él no era lo suficientemente fuerte para proteger a su hermana solo. ¡Tampoco podía encontrar a Shinkũ por ninguna parte! Usualmente sentía que tenía una conexión especial con él y cada vez que la usaba para llamarlo, éste aparecía de inmediato pero ahora no estaba resultando. La conexión estaba ahí, como un delgado y fino hilo fantasmal pero no había respuesta alguna del otro lado. Era casi como si su amigo hubiera desaparecido de la faz de la Tierra.
—¿Souta? ¿Escuchaste eso? —preguntó su hermana mientras bajaba las escaleras aún somnolienta.
—¡Hermana, no bajes! ¡Vuelve a tu habitación! —ordenó lleno de preocupación.
No lograba comprender esa imperiosa necesidad de proteger a su hermana de un hombre al que admiraba hasta hace poco pero sentía como si tuviera que hacerlo. Como si ante la ausencia de su querido amigo tuviera que evitar que cualquier otra persona se acercara a Kagome. ¿Pero qué podía hacer él cuando sólo tenía 12 años? ¿Por qué Shinkũ no venían en su ayuda?
—¡Kagomeeeee!
—Esa voz es...¿Inuyasha?
—¡No! —gritó Souta asustado. —Es una trampa, hermana.
—¿De qué estás hablando, Souta? —preguntó confundida. —Esa definitivamente es la voz de Inuyasha y viene del pozo. ¡Oh, Dios! ¡El pozo!
Sin detenerse a escuchar a Souta o preocuparse por su vestimenta corrió hacia el pozo. Al llegar a su destino observó confundida la pesada cadena que pendía de las puertas de madera y le impedían el paso al interior del templo donde se encontraba el pozo. ¿Quién había puesto eso ahí? No hacía ni una semana que había vuelto del Sengoku y no recordaba haber visto esas cadenas.
—¡Inuyasha! —gritó para que identificara su presencia. —¿Dónde estás?
—¡Dentro del pozo! —respondió. —¡Apenas puedo moverme!
—¡¿Estás herido?!
—¡Sácame de aquí!
—¡Espera un momento, tengo que encontrar la llave!
Frenética por el breve intercambio de palabras intentó pensar quién podría haber puesto esas cadenas y quién tendría la llave para abrirlas. Unos segundos de rápidos pensamientos la hicieron volver corriendo al interior de la casa y buscar a Souta. Podía jurar sin temor a equivocarse que su madre y el abuelo nada tenían que ver con esto pero Souta podría estar ciertamente involucrado.
—¡Souta! —lo llamó.
El niño no respondió a su llamado pero no tardó en encontrarlo oculto en su habitación, luciendo completamente aterrado. Sabía que Souta se había estado comportando muy extraño desde que regresara del Sengoku pero hasta este momento no lo había visto tan asustado y nervioso.
—Souta, ¿quién puso esas cadenas?
—No lo sé... —susurró en un tono muy bajo desde debajo de la cama.
—No me mientras. ¡Souta!
—¡No lo sé!
La respuesta la congeló en su lugar. Souta no era un mal niño, tal vez no quisiera decirle quién había puesto las cadenas pero quizás aceptara decirle cómo quitarlas.
—¿Sabes en dónde está la llave para abrir el candado?
—No...
—Souta, por favor. —suplicó comenzando a sentir un poco del terror del niño.
—Están en la cocina...
Tardó más tiempo en decidirse a dejar a su pequeño hermano oculto bajo su cama que en bajar las escaleras y llegar a la cocina en búsqueda de las llaves. Saqueó cada cajón y alacena a su alcance hasta que logró dar con la diminuta y plateada llave que adjudicó a las cadenas. Y para el momento en que alcanzó el templo y se deshizo de los candados se sentía más cansada y agotada que nunca. Las cadenas que tuvo que retirar eran sumamente pesadas y le tomó un enorme esfuerzo y energía que ya no le quedaba para tirar de ellas y alejarlas de la puerta. No había ninguna forma de que hubiera podido quitarlas de otra forma.
—¿Inuyasha?
—¡Tardaste siglos, Kagome! —la reprendió sentado en el borde del pozo. —Tengo hambre.
—Dijiste que no podías moverte. —le gruñó irritada por su falta de agradecimiento.
—Oh, ya pude hacerlo.
—De todos modos, ¿qué demonios estás haciendo aquí?
—Primero aliméntame. —le gruñó de nueva cuenta. —Parece que viajé durante días a través del pozo.
Un centenar más de preguntas iban a escapar de sus labios cuando observó cómo Inuyasha se desplomaba sobre el suelo tras dar un par de pasos hacia ella. Preocupada, se acercó para ayudarlo y como les fue posible volvieron a la casa. Souta no se encontraba a la vista cuando soltó a su amigo sobre uno de los sillones de la sala y fue a la cocina en busca de un bocadillo y un poco de agua para darle.
—Inuyasha, ¿estás bien?
—No lo sé. —respondió confundido. —Keh. Debió haber sido el pozo.
—¿El pozo?
—El viaje se sintió muy diferente. —respondió con la boca llena de comida.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine por ti. —continuó devorando su bocadillo. —Tienes que volver.
—No. —dijo con firmeza. —Sesshomaru me está buscando y...
—Lo sé. —la interrumpió. —Él me envió por ti.
—¿Qué? ¡Estás demente si crees que voy a volver sólo para que me entregues al loco de tu hermano!
La mirada dorada tan parecida y al mismo tiempo tan diferente de la de Sesshomaru se clavó sobre ella mientras sus rasgos faciales se endurecían adquiriendo una apariencia de extrema seriedad que la asustó todavía más que las misteriosas cadenas del templo, la actitud de Souta y la idea de volver con el hombre que la desconcertaba y excitaba en parte iguales.
—Me temo que no tienes otra opción, Kagome.
—¿De qué estás hablando?
—Si no vuelves conmigo, Sango, Shippo, Miroku y Kirara morirán.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Es una larga historia. —suspiró de repente, dejando de lado el resto de la comida. — Sesshomaru los tiene.
—¿Así que soy una especie de intercambio?
No hubo necesidad de que Inuyasha respondiera directamente a esa pregunta, Kagome ya sabía la respuesta. No le agradaba en lo más mínimo ser vista casi como un objeto para un trueque pero detestaba todavía más que sus amigos corrieran peligro por culpa de ella. La jugada de Sesshomaru era aborrecible y aunque cada célula y molécula de su cuerpo se negaba a cumplir con la orden de Inuyasha de volver al Sengoku para recuperar a sus amigos, sabía que finalmente terminaría aceptando.
—Las cosas son más complicadas que eso. —respondió con la misma seriedad. —Hay un sujeto que-
—Hermana, ¿de verdad piensas volver con él? —intervino Souta.
Kagome lo observó sorprendida por su interrupción. No creía que el mismo Souta que minutos atrás había estado oculto bajo su cama completamente aterrado, estuviera ahora mismo en la sala con Inuyasha y ella luciendo tan diferente.
—Souta, yo...
—Lo sabía. —volvió a interrumpirla. —Inuyasha siempre está antes que tu familia.
Las orejas de Inuyasha hicieron un movimiento curioso junto con su nariz antes de que todo su cuerpo se tensara. Estaba listo para la batalla, presentía el peligro aunque aún no estaba seguro de por dónde llegaría éste. ¿El Ser del que le previnieron estaría cerca?
—Lamentablemente, hermana... —susurró agachando levemente la cabeza. —...no puedo dejarte marchar o Él estará realmente molesto.
Ninguno de los dos tuvo tiempo suficiente para reaccionar. Cuando sus cerebros apenas terminaban de registrar el término enfático en el "Él", Souta alzó la mirada de repente vacía y sacó una pequeña pistola que había mantenido oculta junto con sus manos en la espalda, y sin siquiera vacilar, disparó en dirección a ambos.
Kagome observó anonadada la pistola antes de que Inuyasha se abalanzara sobre ella para enviarla al suelo y mientras tres detonaciones más salían del arma. La sacerdotisa se quedó tendida ahí sin comprender nada, sólo observando fijamente la explosión de colores que instantes después se desataron en la habitación. El rojo carmesí del líquido saliendo de alguna parte en el suelo, el amarillo intenso que se desprendía de cada detonación, el plateado ondeando en ráfagas por toda la habitación y un tenue gris que conforme más la alcanzaba, más comenzaba a deformarse en un negro profundo y abismal.
En una época muy lejana del tiempo actual, Jaken observó con fijeza la forma brusca y sobresaltada en que su Amo bonito regresó de su sueño esa misma noche. Los ojos rojos y el rostro a media transformación debieron espantarlo pero se mantuvo impasible sin dejar de observarlo. A pesar de que el Lord no le dijera nada, Jaken lo había estado vigilando desde el día en que había regresado trayendo consigo los cuerpos del equipo de Inuyasha y ese despertar no era tan extraño.
El daiyokai dormía realmente poco pero desde que la mujer humana partiera, lo hacía aún menos. Durante las primeras noches, mientras su Amo creía que dormía pacíficamente, se lo había encontrado rondando el pozo humano por donde la mujer había desaparecido. Al principio sólo lo rodeaba sin ninguna emoción reflejada en su rostro y lo observaba con frialdad, poco después sus paseos no se limitaban a rodear el pozo, sino que saltaba al interior y se quedaba ahí por largos periodos antes de volver a la superficie.
A Jaken le preocupaba de sobremanera verlo así, luciendo tan estoico y al mismo tiempo desesperado mientras esperaba el regreso de un patético ser humano. La primera vez que lo vio saltar con grácil elegancia al pozo, creyó que no habría una visión que lo hiciera sentirse más horrorizado que eso, entonces empezaron esos sueños. El daiyokai se había mantenido impasible en todo el tiempo que llevaban de espera, y si bien algo lo había conducido a un comportamiento tan reprochable cuando acudía al pozo, Jaken todavía podía tolerarlo.
—Amo bonito... —suspiró preocupado.
El punto de ruptura se presentó la noche en la que su amado Amo despertó con los colmillos largos en toda su extensión y la transformación a medio camino en su rostro. Inicialmente Jaken había pensado que un peligro se estaba acercando y el daiyokai estaba furioso por ver su sueño interrumpido, entonces recayó en la acelerada respiración de su Amo y la tensión en todo su cuerpo. Siendo un demonio sapo, su sentido del olfato era por decirlo de alguna forma, deplorable, sin embargo, su excelente visión bastó para darse cuenta de la naturaleza del sueño. Su Amo bonito estaba excitado como sólo un demonio de raza pura podía estarlo. Los colmillos descubiertos y la transformación no eran signos de amenaza o lucha, sino de placer desbordante y salvaje.
Jaken no comentó nada sobre lo que vio esa noche a su Lord pero fue consciente de la perturbación que el sueño había dejado como huella en éste. La siguiente noche su Amo no durmió y aún así, Jaken captó su excitación flotando tensa en el aire. Después de ello, los sueños se volvieron más frecuentes y como fiel sirviente, comenzó a preocuparse cada vez más.
—Jaken. —lo llamó el Lord con aspereza.
La pequeña figura del sapo se dejó ver por primera vez en todas esas noches que había estado vigilándolo. La transformación de su Amo no había amainado como en las ocasiones anteriores y los colmillos no estaban al descubierto. Algo había cambiado, notó con rapidez el demonio sapo.
—¿Si, Amo Sesshomaru?
La silenciosa y rojiza mirada que su Amo le dirigió fue suficiente para transmitirle el mensaje. Jaken retrocedió un par de pasos pasmado por lo que había leído en él. Por primera vez en algún tiempo, el sueño del Lord del Oeste no había sido de la clase que adormece los sentidos por la excitación, sino de aquellos en donde el peligro flota en el aire y una gran pérdida se hace camino a través de los pasadizos de la mente. Algo había pasado, de eso estaba completamente seguro pues su Amo lo vio, pero...
"¿Era eso real o...
..sólo una fantasía más?."
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