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Capítulo 17: Manipulación

Notas Importantes:

Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.

Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.

Stranno Yazyk

"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".

Federico García Lorca

Strange Lenguage: Manipulación

No había rastro que seguir. La mujer humana había desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido, como si el tiempo en que la había acechado jamás hubiera pasado y eso lo frustraba de una manera a la que no estaba acostumbrado. Era el Lord del Oeste, uno de los daiyokais más poderosos sobre esa tierra y sin embargo, no era capaz de obtener el rastro de la esencia que se había propuesto robar para sí mismo.

Frunció ligeramente el ceño sin despegar la mirada del pozo donde permanecía tenuemente el último rastro de la esencia de la sacerdotisa, donde había desaparecido sin dejar mayores rastros y donde no había logrado encontrar absolutamente nada de ella. Había estado en el interior de la vieja estructura, con una extraña sensación recorriéndole el cuerpo y las imágenes del cuerpo ensangrentado y sin vida de la chica yaciendo en el fondo terroso de la estructura, pero no había encontrado nada.

Ni sangre, ni cabellos, ni tela desgarrada. Absolutamente nada. El enemigo que había irrumpido en el claro y los había atacado también había desaparecido, y aunque perder el rastro de su presencia no le había extrañado por resultar algo inherente a esa extraña raza, la irritación de haberse visto burlado había alcanzado niveles exorbitantes.

Y vaya que había logrado identificar en ese corto espacio de tiempo a la raza de la criatura. No era el gran Sesshomaru sólo por su nombre, había conocido a su especie cuando aún era joven e InuTaisho todavía vivía. Mucho tiempo atrás, mucho antes de que su estúpido medio hermano hubiera nacido. Antes de que esa raza se hubiera extinto.

—No serás capaz de recuperarla por tu cuenta. —susurró una voz carente de vida.

El Lord del Oeste no dio la vuelta para reconocer a la figura, la había sentido e identificado un rato atrás, ignorándola y etiquetándola como una baja amenaza para centrarse en asuntos de mayor importancia. La intrusión hecha después de haberle observado largo tiempo, sin embargo, no era algo que fuera a permitir.

—No te pongas a la defensiva, Sesshomaru. —continuó hablando. —Sé cuál es la única oportunidad que tienes de recuperar a la chica, no vengo como enemigo.

—No me interesa.

Comenzó a alejarse del pozo en contra de los deseos de su bestia estresada e ignoró el cuerpo a un costado del árbol donde hacía no mucho se había posado el Ser que los había atacado, dispuesto a regresar a sus tierras y olvidar el asunto con la mujer humana.

—Entiendo. Prefieres que la mujer caiga en las manos de ese hombre.

Detuvo su avance con el cuerpo tenso y los rasgos de su rostro crispados por la insolencia de la mujer que lo había espiado. Dio la vuelta y un vistazo al cuerpo humano con la mirada perdida y carente de las emociones que usualmente caracterizaban a los seres humanos le dio una nueva perspectiva a la suave pero vacía inflexión de su voz. Sabía quién era la sacerdotisa frente a él y pese a ser consciente del parecido compartido y las diferencias que poseía con la mujer que llevaba la esencia que lo obsesionaba, no pudo bloquear el gruñido necesitado de Yako en su interior.

—Lo vi todo. —continuó hablando. —Sé que él la siguió al otro lado. No me interesa lo que hay entre ustedes o que la perla de Shikon esté en riesgo, siquiera. Quiero algo y tú también.

Sesshomaru la observó conteniendo la furia recorriendo todo su interior. No tenía el menor interés en hacer tratos con un ser humano que pese a vivir mantenía impregnado en su cuerpo la esencia de un cadáver, mucho menos si éste tenía relación con su débil hermano. No iba a dejarse manipular.

—Te he dicho que no me interesa. —respondió con frialdad.

—Tal vez a ti no, pero a mí me interesa demasiado lo que tengo por ganar. —continuó hablando con la misma flexión suave y sin vida. —Encuentra a Inuyasha y libéralo.

—No recibo órdenes de un ser humano y no me interesa rescatar a un patético hanyou.

—No pudiste atravesar el pozo, ¿verdad? —preguntó cambiando de estrategia. —Ni podrás hacerlo, no importa a quién acudas. El único que puede cruzar al otro lado y traer de vuelta la chica es Inuyasha. Si quieres que vuelva para que puedas recuperar lo que tanto estimula tus sentidos de daiyokai, necesitas a Inuyasha con vida.

Nada de lo que la sacerdotisa decía parecía tener sentido. ¿El pozo conducía a otro lugar? Si era así, estaba claro que no había sido capaz de atravesarlo y mucho menos de seguir el rastro de la mujer humana más allá de la tierra en el fondo de éste. ¿Qué maldito poder podía poseer su patético medio hermano que él no poseía?

—¿Por qué no lo rescatas tú?

—No puedo llegar al lugar en donde está y aunque pudiera hacerlo, el lugar me mantendría atrapada en su interior. Ese hombre no es el único de su clase que está con vida, hay otro y es igual de peligroso. Si piensas recuperar aquello que esa chica tiene, tendrás que ir primero por Inuyasha. Y si decides hacerlo, tu sirviente será necesario.

—Si fue lo suficientemente estúpido para dejarse atrapar, que escape por sus propios medios. —zanjó el tema y volvió a emprender la marcha. —La próxima vez que te cruces en mi camino, te mataré.

Dejó atrás a la sacerdotisa, escuchando la suave risa escapar de sus labios y estuvo a punto de deshacerse de ella cuando Yako interfirió en sus pensamientos. Los músculos del cuerpo se le agarrotaron y sintió a la bestia rasgar a través de su espalda, dispuesto a liberar su otra forma que poco sería de utilidad en esos momentos.

Luchando contra su bestia, aceleró el paso y en minutos se encontró atravesando las tierras a gran velocidad en camino al castillo dispuesto a recoger a su sirviente y mantener a resguardo a su protegida. Jaken se le unió a mitad del camino, seguro de que lo necesitaba y Yako gruño satisfecho de tener un sirviente tan perceptivo. Sin embargo, el control sobre la bestia se perdió finalmente cuando la elegante figura perruna de Irasue atravesó el cielo con rapidez. Yako escapó del férreo control sobre él y lo condujo a una fusión y transformación dolorosa que no experimentaba desde que había sido un cachorro. Sintió con claridad el reacomodo de sus huesos y el corte de los músculos mientras corría y volaba tras la figura de su madre y el sapo verde se aferraba con fuerza al pelaje de su lomo.

Atrápame, Sesshomaru. —gruñó juguetonamente su madre.

Jaken pensó que había sido un milagro que su Amo no hubiera sido capaz de alcanzar a su madre antes de llegar a su reino y que ésta hubiera conseguido recuperar la forma humana a tiempo porque probablemente su Lord la hubiera destrozado con su poderoso hocico. Contrario a ello, no pensaba que la aparición de esa mujer hubiera sido cosa del destino, ni tampoco que él mismo hubiera sentido la llamada de su Amo a kilómetros de distancia. Irasue era una diosa de la manipulación y probablemente había sido la que le había llamado en primer lugar, preparando todo el encuentro.

—Sesshomaru.

Perseguir la figura transformada de su madre hubiera sido para su parte consciente la última opción de entre pocas, más no para un ansioso Yako. No quería depender de otro ser independientemente que fuera su progenitora, ni dar explicación alguna para su necesidad de encontrar a la hembra humana pero tanto él como su bestia reconocían que Irasue conocía caminos que otros ni siquiera podían imaginar.

—Mi amado hijo. —susurró con sorna cuando la imponente y estilizada figura del daiyokai adquirió forma humanoide frente a sus ojos.

Irasue era, por decirlo menos, el peor ejemplo de una madre y esposa que pudiera existir. Había hecho de su descendencia un ser poderoso y supremo, pero también le había arrebatado aquellas emociones que eran símbolo de debilidad, y estaba plenamente orgullosa de ello. Sesshomaru jamás habría llegado hasta donde estaba si no hubiera sido por su magnífica crianza, aunque...debía admitir que descubrir el lazo creado con la pequeña niña humana, una característica única de su padre, la había impresionado. Y había pocas cosas que a tales alturas pudieran generar alguna sensación en ella.

—¿El día de hoy no te acompaña la pequeña niña?

No podía mentirse. Aburrida como se había encontrado en los pasados meses, se había dedicado a observar cuidadosamente a su hijo, divertida e intrigada por el extraño comportamiento que el Lord había exhibido al acechar sigilosamente a la mujer humana. No le había extrañado que acudiera a ella para que lo ayudara, pese al fuerte orgullo del que InuTaisho había dotado al daiyokai, y tampoco había sido una mera coincidencia que Sesshomaru la hubiera visto en su otra forma volando rumbo a su palacio.

—¿No me vas a responder? —sonrió con su mejor acto de madre amorosa.

Sesshomaru se mantuvo impasible frente a ella. Reconocía el retorcido sentido del humor de Irasue y solía tener poca paciencia frente a éste pero no podía marcharse.

—Ya veo. —continuó sin borrar la sonrisa de su rostro. —Directo al punto como siempre y tan parecido a tu padre... —suspiró con dramatismo.

Como madre tenía una visión muy curiosa respecto a su hijo. Podía no estar al tanto de un gran porcentaje de su vida pero era fácil leerlo en algunos aspectos y esa expresión de crispación, el aire cargado de frialdad y la mirada vacía de sentimientos le decía mucho sobre él.

—Permíteme preguntarte algo, Sesshomaru. ¿Vienes a solicitar la ayuda de tu madre para encontrar a la humana que acosas o el lugar en donde se encuentra vagando Inuyasha?

La mirada de su hijo solía decir mucho más que sus palabras o el resto de su lenguaje corporal y la tensión de su cuerpo era un claro indicio de que comenzaba a tocar terreno fangoso. Viviendo en un terreno casi celestial, había poco que Irasue no supiera, por tanto era plenamente consciente de que aún si explicara al frío daiyokai dónde estaba su presa, había nulas posibilidades de que pudiera ir al lugar donde ella aguardaba. El único que podía hacerlo era Inuyasha, el medio hermano al que despreciaba.

—Deja de jugar. —respondió con frialdad.

—Yo nunca juego. Así que bien, abriré dos caminos, Sesshomaru. —respondió sin dejar de sonreír y deseosa de conocer el final de la historia que se estaba desarrollando en la vida de su hijo. —El primero te conducirá a Inuyasha, el segundo al lugar que quieras ir. Eso será en todo en lo que te ayudaré como muestra del gran amor de madre que te tengo. El resto correrá por tu cuenta.

Bruja...lo tenías todo fríamente calculado. —escupió en un murmullo Jaken.

—¿Tal vez querrías quedarte a hacerme compañía, sapito? —sonrió trémula.

Inmediatamente el cuerpo enteró del sirviente de su hijo tembló y corrió a refugiarse a la espalda de Sesshomaru. Divertida, amplió su sonrisa y tomó el collar sobre su cuello observando hacia el centro de éste, susurrando palabras suaves que nadie podría comprender. Un instante después, un rayo partió el aire a un costado de todos los presentes y el portal fue cobrando forma.

—Ahí lo tienes, Sesshomaru. —susurró conteniendo su perversa emoción.

El desagradecido daiyokai al que había dado vida ignoró todo a su alrededor y emprendió camino rumbo al portal. Irasue casi se sintió en éxtasis al terminar de descifrar el aún más extraño y silencioso comportamiento de su hijo. Todo estaba en su lenguaje corporal y alguien estaba sufriendo los efectos secundarios de una adicción.

—Jaken. —llamó al pequeño demonio que se quedó atrás. —Cuida de mi hijo.

Y asegúrense de proveerme de un excelente espectáculo. —pensó para sí.

Jaken observó a la hermosa mujer incrédulo y asintió en acuerdo pese a que conocía el poder de su Amo y era más que consciente de que no necesitaba que nadie lo cuidara. Mantuvo la mirada fija sobre ella, sin perder detalle del brillo que intensificó el dorado de su mirada y cuando ésta re-dirigió su mirada a él, salió corriendo tras su Amo, seguro que esa mujer planeaba cosas malas para el futuro pese a la brevedad de la visita.

—Posee más características de su padre de lo que está dispuesto a admitir.

El demonio verde no se perdió las últimas palabras de Irasue incluso aunque atravesar el portal las ahogó en su mayor parte. Dispuesto a no dejarse distraer por ellas, siguió al Lord del Oeste a través de los oscuros pasillos que parecían tener todos los atajos y caminos de la madre de Sesshomaru y se mantuvo alerta de todo a su alrededor.

Caminaron por lo que a Jaken le parecieron horas antes de ver un destello azul iluminando como una luciérnaga el negro infinito del camino. Poco dispuesto a mostrarse emocionado por salir de tanta oscuridad, se mantuvo un paso por detrás de su Amo al llegar al lugar de donde provenía la luz y que lo hizo perder el aliento.

Una amplia habitación se abría a un costado del camino, intensamente iluminada por rayos de luz que no eran otra cosa que los reflejos proyectados por enormes bloques y piezas de hielo saliendo de todas las paredes y el suelo. Al centro del lugar, alineados en una perfecta hilera aguardaban cinco bloques especialmente grandes y resguardados por filas de cristal puntiagudo que su Amo destrozó con un movimiento de su mano. Curioso por el rápido movimiento de su Lord, observó a mayor detalle el contenido de los bloques de hielo y se quedó aún más atónito al reconocer los cuerpos de Inuyasha y su grupo resguardados en el interior.

Están completamente congelados. ¿Qué demonios están haciendo aquí? ¿Qué es este lugar? —pensó intrigado.

—Jaken.

Apartando el shock inicial de encontrar los cuerpos del grupo del detestable hermano de su Amo congelados al interior de su propio cubo, volteó a ver la alta e imponente figura del Lord. Tantos años a su servicio le había facilitado una comunicación que pocos sirvientes podían presumir de tener con sus Amos, así que era plenamente consciente de lo que su Amo bonito quería, pese a que no alcanzaba a comprender la razón de ello.

Cuando la fría y dorada mirada de Sesshomaru se clavó en él sintió como si al interior de su siempre calmado Amo estuviera teniendo lugar una tormenta de furia y no pudo hacer más que temblar. La actitud del Lord del Oeste había sido bastante extraña desde que le había encontrado a mitad del camino del castillo, y ésta no había mejorado durante la breve visita hecha al territorio de su madre.

—Lo siento, Amo. —respondió volviendo a temblar bajo su mirada. —Ahora mismo me encargo.

Por primera vez en mucho tiempo sus habilidades serían más que necesarias para servir al propósito de su Señor. Así, sin poder abandonar la serie de pensamientos acerca del extraño comportamiento de su Amo, se encaminó con rapidez al primer ser humano congelado, alzó el báculo que se le había otorgado tras años de servicio y se dispuso a liberar al hombre frente a él.

—Jaken. —lo detuvo la sequedad en la voz del Lord.

—¿Amo? —preguntó, temeroso de haber malentendido el propósito de su presencia ahí.

—Libera sólo a Inuyasha.

Sintiéndose estúpido por haber intentado salvar en primera instancia a los seres humanos que tanto su Amo como él despreciaban, realizó un saludo militar con rapidez y cambió de rumbo hasta situarse frente al enorme cubo de hielo que contenía el cuerpo del hanyou en su interior. Sin vacilar, alzó de nueva cuenta el báculo y concentrándose para evitar las catastróficas consecuencias que pudiera tener tocar directamente con esa clase de fuego la poca piel expuesta del hanyou, dejó que el fuego saliendo de las dos cabezas comenzara a derretir el hielo.

No tomó nota del tiempo que le tomó hacerse cargo de la tarea, giraba el báculo con maestría, sintiéndolo pulsar cuando empleaba más fuerza para penetrar el cubo de hielo, lo alzaba y dejaba deslizarse ajeno a cualquier otra cosa a su alrededor, incrementando la delicadeza de la fuerza al alcanzar el cuerpo medio humano y medio demonio en el interior. Entonces, las llamaradas se detuvieron y ambas cabezas en el báculo suspiraron de agotamiento. Los ojos saltones del demonio verde observaron conmocionados cómo el resto del hielo comenzaba a derretirse por su propia cuenta hasta dejar caer el inerte cuerpo del hanyou. El cuerpo comenzó a pesarle lo doble y se dejó caer de rodillas, débil como si hubiera empleado toda la energía de su vida y estuviera al borde de la muerte, mientras su Amo pasaba por un costado y se acercaba al cuerpo de su medio hermano.

—A-amo...ayúdeme... —gimió con el gran esfuerzo que le supuso mover los labios.

El Lord apena dirigió un vistazo al derrotado cuerpo de su sirviente antes de acercarse al inútil e inmóvil cuerpo del hanyou. Aborrecía la debilidad humana, pero detestaba todavía más la de criaturas que debieran demostrar más resistencia. Sin intención de ser cuidadoso, propinó un puntapié en uno de los costados de Inuyasha, captando el débil gemido que dejó escapar. Estaba vivo, patéticamente inmóvil y debilitado pero vivo al fin. Sería útil para lo que lo quería.

—Deja de jugar, Jaken. —ordenó viendo que su sirviente seguía retorciéndose como un gusano en el suelo. —Vámonos.

—Sí, Señor. —se recuperó con rapidez y puso en pie.

Un vistazo a su espalda le mostró que el cuerpo inconsciente de Inuyasha les seguía a través del oscuro camino por donde habían llegado. Dudoso del método que su Amo pareciera estar utilizando para mover al cuerpo, entrecerró los ojos y con mucho esfuerzo observó el fino hilo enredado en torno al pie descalzo del hanyou y su conexión con la muñeca del Lord, antes de sonreír lleno de satisfacción por ser su sirviente. Reconocía la intención por la cual no lo llevaba de otra forma y estaba orgulloso de que aún inconsciente le demostrara su lugar a semejante criatura, sin embargo...

—¿Qué hay del resto de los humanos, Amo? —preguntó curioso.

—No son mi problema.

Jaken no tuvo problema alguno en traducir ello como un "No son útiles para lo que busco" y con un último vistazo no carente de incertidumbre y una emoción cercana al remordimiento, aceleró el paso para alcanzar al Lord. Unos metros hacia adelante les esperaba el portal que la perversa madre de su Amo había abierto para que ellos llegaran hasta aquí y regresaran de ese oscuro mundo que se ubicaba entre la vida y la muerte. Nada más que un espacio vacío.

Mentalizado para toparse de vuelta contra la viva imagen femenina de su querido Amo, se sorprendió de verse rodeado por altos árboles y a escasos metros de un pozo humano cuyo aroma a desechos y muerte ofendía a sus sentidos. Las cosas comenzaban a cobrar sentido y un extraño mal presentimiento lo hizo querer volver semanas atrás, justo antes de que su Amo hubiera comenzado a portarse de esa manera tan territorial, huraña y oscura.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó sin apenas darse cuenta.

Sesshomaru no respondió mientras cortaba el flujo de energía que le había permitido arrastrar el inútil cuerpo de su medio hermano de vuelta al plano de la vida y se alejaba un par de pasos de él. Había perdido la suficiente cantidad de tiempo buscando a su progenitora y al hanyou, y su cuerpo comenzaba a comportarse de una forma que nunca había experimentado. Yako se removía inquieto en su interior y tanto su lengua como sus colmillos palpitaban ansiosos por degustar la esencia de la sacerdotisa. Fuera lo que fuera que estuviera sucediendo, se estaba llevando una parte considerable de su auto-control y no estaba dispuesto a pasar ni un momento más en ese estado.

—Retrocede. —ordenó a Jaken.

Un segundo después, el látigo venenoso salió de sus uñas y se cerró en torno al cuello del hanyou, apretando con fuerza para cortar las vías de oxígeno y marcando con quemaduras su piel. Los ojos de Inuyasha no tardaron en abrirse y cuando lo hicieron con una ansiedad expresa por recuperar el aire, Sesshomaru disfrutó un poco más de torturarlo. Entonces lo dejó caer y retrocedió a tiempo para esquivar el patético intento de su hermano de atacarlo con sus garras.

—¡Tú, Sesshomaru imbécil! —gruñó entre dientes, tocándose el cuello. —¡¿Qué demonios me hiciste?!

—Tráela de vuelta. —respondió ignorando por completo la pregunta furiosa del hanyou.

—¿Qué? ¿De qué demonios estás hablando, bastardo?

—Trae de vuelta a la mujer humana. —repitió perdiendo la paciencia.

Inuyasha lo observó todavía confundido de su brutal despertar y con cuidado escaneó la zona hasta topar con el pozo devora-huesos. Entonces lo entendió todo.

—¿A quién? —preguntó con la intención de joder a su hermano y eliminar la diminuta duda.

Costó un esfuerzo sobrenatural de su parte poder esquivar el nuevo ataque de su hermano cuando sentía los miembros de todo su cuerpo como si le pesaran una tonelada y se moría de frío, pero lo hizo y observó la ira hirviendo en los ojos que hasta hace poco no habían mostrado emoción alguna.

—Kagome.

Se congeló en su lugar y ésta vez no tuvo nada que ver con el entumecimiento de sus músculos. Lo dejaba atónito haber escuchado el nombre de Kagome salir de los labios de un daiyokai como Sesshomaru, pero el tono oscuro, dominante y territorial que envolvió a sus palabras lo dejó con un vacío en el estómago.

—¿Qué le hiciste? —preguntó en tono bajo, conteniendo las ganas de atacarlo.

Kagome nunca había vuelto a su época por simples caprichos aunque así lo había parecido en ocasiones. Usualmente había un trasfondo, alguna pelea, alguna herida o uno de esos "exámenes" que le parecían tan importantes pero conociendo a Sesshomaru, era poco probable que la hubiera inclinado a alguno de esos extremos.

—¿Ni siquiera sabes a dónde fue? —sonrió con la satisfacción de estarle provocando.

—No me interesa. Tráela de vuelta.

Supo que hablaba en serio al no interesarle otra cosa que traerla de vuelta pero Inuyasha estaba poco dispuesto a hacerlo hasta averiguar lo que estaba sucediendo. Conforme recuperaba los sentidos y la cabeza dejaba de palpitarle tanto, imágenes de una batalla contra un extraño hombre y una niña corriendo con lágrimas en sus ojos hasta su grupo lo golpeaban y luego de eso un frío descomunal recorriéndole todo el cuerpo entre los brazos de la pequeña. Después sólo abría los ojos en el claro del pozo, atacado por un Sesshomaru furioso y el extraño aroma de sus atacantes flotando en el aire. ¿Dónde demonios estaba Miroku, Sango, Kirara y Shippo? ¿Qué había pasado con la anciana Kaede? ¿Y su amada Kikyo?

Joder, necesitaba muchas respuestas antes de acatar una orden del bastardo de su hermano y una buena razón para traer de vuelta a la joven sacerdotisa y dejarla en manos de un daiyokai que estaba mostrando actitudes de un macho dominante.

—Primero vas a responderme algunas preguntas.

Captó el destello de la espada de Sesshomaru siendo desenfundada y saltó a tiempo de esquivar nuevamente su ataque. Tal vez conseguir las respuestas que buscaba y necesitaba no iba a resultar tan...

...sencillo.

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