Capítulo 15: Verdad a medias
Notas Importantes:
Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.
Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.
Stranno Yazyk
"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".
Federico García Lorca
Strange Lenguage: Verdad a medias
El ambiente y paisaje cambió drásticamente a su regreso al Sengoku pero no le dio mayor importancia mientras salía del pozo con un ágil movimiento. Sentada directamente frente al mismo sobre la verde hierba y jugueteando con una hermosa flor de un amarillo brillante, le esperaba la pequeña niña que lo seguía a todas partes.
—¿Esperaste mucho? —preguntó con suavidad, sentándose sobre el borde del pozo.
—Ai se quedó aquí desde que te fuiste. —sonrió emocionada de tenerle de vuelta. —¿Tuviste buen viaje?
El hombre se puso en pie, divertido por los recuerdos de su estancia en un tiempo futuro, y se acercó hasta la niña, acuclillándose para estar a su altura. Los hermosos y delicados mechones de un rubio tan pálido resplandecían de forma extraña frente a la flor amarilla mientras el par de orbes de un azul celeste tan transparente le observaban con adoración.
—Ai-chan, debiste esperar en casa. —susurró con dulzura. —Es peligroso que te quedes sola.
Delicadamente tomó la flor de las manos de la niña y observó cómo se marchitaba con rapidez entre sus dedos. Eran tan diferentes uno del otro que todavía le costaba concebir que pertenecieran a la misma raza y que la extinción de ésta le hubiera convertido en el único guardián de una niña que parecía casi un ángel en comparación consigo mismo.
—Lo siento mucho. —se disculpó sin perder la sonrisa. —Ai-chan quería esperar aquí por Kagome.
—¿Kagome-chan? —le preguntó sin abandonar la suavidad de su tono de voz.
—Sí. —asintió volviendo a tomar la flor ahora marchita. —Ai escuchó de los árboles que ella se estaba acercando a la aldea y que planeaba venir al pozo.
—¿Sola?
—Hai.
La flor que había muerto bajo el toque de sus dedos renació con un esplendor aún más maravilloso y hermoso que el que poseía anteriormente, bajo las manos de la niña. La información que acababa de darle le era de mucha utilidad y si era cierta, conduciría finalmente a su tesoro a un territorio en donde el Lord jamás podría alcanzarla.
—¿Jugaremos pronto con Kagome-chan? —preguntó esperanzada. —Ai-chan quiere tener una mami.
—Por supuesto que sí, pequeña. —sonrió con perversidad. —Más pronto de lo que esperas, tú y yo estaremos jugando con Kagome-chan.
La hermosa niña sólo sonrió con mayor fuerza y se puso de pie, saltando con emoción. El Ser solamente la observó mientras su alegría contagiaba al paisaje a su alrededor y dotaba de belleza, brillo y vida todo aquello que su regreso había consumido. El poder que ostentaba la pequeña niña era grande a corto alcance, pero el suyo propio era mucho mejor a largas distancias.
No le sorprendería que mientras el sol brillaba radiante en las cercanías del pozo como efecto de la presencia de la menor, alguna parte del bosque estuviera sumidad entre tinieblas y un clima inclemente. Pero eso no le importaba. Ahora tenía mejores cosas que hacer, y la primera que encabezaba su lista era distraer al Lord para dar tiempo a la chica que había estado buscando durante siglos, de alcanzar el pozo y una efímera libertad.
—Ai-chan no puede esperar a jugar con Kagome-chan. —rió divertida.
Y tampoco yo... —pensó el Ser con una maquiavélica sonrisa.
En el interior del bosque el viento sopló con fuerza durante toda la noche y siguió soplando aún al llegar la mañana. Kagome estaba agradecida de haber logrado resguardarse a tiempo una vez que Sesshomaru la dejó en libertad tras el extraño temblor que azotó a todo el paisaje, sin embargo, e incluso así, protegida bajo un enorme e inmenso árbol, disimuladamente cercana al calor expedido por el daiyokai, la chica no había sido capaz de evitar los escalofríos que le invadieron a cada minuto ante el soplo helado del viento. Y al Lord tampoco le había interesado demasiado.
La chica del futuro sospechaba que lo sucedido el día anterior con el orgulloso Lord había cambiado en demasía las cosas entre ellos, y si bien no creía que lo hubiera hecho en un plano romántico, había esperado obtener un poco más de consideración de su parte, en lugar del frío trato y la larga distancia entre ellos. Es más, pudiera haberse conformado con sentirse un poco más resguardada en el calor que parecía sobrarle al demonio bajo todo esos ropajes.
¡Qué egoísta había sido el daiyokai! Conociendo su condición humana y sus limitaciones tras los días pasados, al menos podría haber mostrado algo de humanidad compartiendo por lo menos aquella pieza tan suave y esponjosa que colgaba de su hombro.
¡Como si el tipo lo necesitara para algo más que traerlo de adorno! —bufó mentalmente, justo antes de dejar salir un suave estornudo.
Desafortunadamente, Kagome no lograba recordarse con suficiente fuerza a que a pesar del momento tan íntimo vivido con semejante hombre el día pasado, ningún rastro de humanidad se encontraba dentro de él. El impulso que lo guiaba a mantenerle con vida (y secuestrada) corría en un sentido completamente opuesto a la amistad.
—Es tiempo de irnos. —escuchó la voz carente de emoción del demonio que rondaba sus pensamientos.
Probablemente aquello era lo único que la mantenía en pie ese día. Si bien el paisaje que los rodeaba le había parecido el mismo que tantos días atrás, Kagome podía afirmar con seguridad que estaban sumamente cercanos a la aldea de la anciana Kaede, y de la seguridad de su grupo. Así, pues, era probable que dentro de un par de horas pudiera estar llegando a tal entorno familiar, y de paso, escapar como alma que lleva el diablo rumbo al pozo y la seguridad del futuro.
—¡Sí! —exclamó con una alegría tal que despertó las sospechas del Lord.
La noche pasada había sido una batalla campal en contra de la bestia para mantenerla bajo control y evitar que cometiera un acto del que podría arrepentirse por el resto de su larga existencia. Yako, quien había permanecido alejado de la superficie, repentinamente había intentado imponer su control y resguardar a la humana de las fuertes corrientes de viento que los azotaron durante las horas nocturnas, sin embargo, el Lord se enorgullecía de haberlo evitado.
Contacto suficiente había mantenido con la mujer humana, y si bien, el tacto de sus dedos había sido uno de los mayores placeres que había probado en toda su vida como daiyokai, no estaba en posición de hacer algún otro movimiento. Desde donde se encontraban ya era capaz de capturar los aromas de la aldea humana, incluido el de su estúpido hermano menor, y poco le convenía tener otro contacto íntimo con la chica para dar razones al hanyou para interferir.
Ciertamente poseía la ventaja de la maldición de su padre sobre Inuyasha, pero no era propiamente la estupidez del medio demonio de ser capaz de ir en contra de los preceptos de la misma para defender a la chica lo que le refrenaba, sino saberse incapaz de mantenerse bajo control de iniciarse un nuevo contacto y en cambio, terminar tomando por completo a la humana, derramando su semilla en lo más profundo de su interior, cumpliendo la amenaza que ya le había hecho.
—Estamos cerca de la aldea, ¿verdad? —preguntó con los ojos brillantes por la emoción.
En su interior, Yako siseó con precaución. La emoción de la humana era palpable, sin embargo, en el trasfondo de ella había cierto indicio de ansiedad que la bestia estaba poco dispuesta a dejar pasar. La sacerdotisa estaba planeando algo, y seguro de que no pensaba arriesgar al aborrecible hanyou, no estaba muy seguro de lo que podría estar pensando hacer en realidad.
Escapar. La palabra se plasmó en el canal en donde se unían Yako y el Lord con tanta facilidad que pareciera como si siempre hubiera estado ahí. Ahora bien, la cuestión era cómo planeaba la traviesa chica escaparse de su poder.
—No te acercarás a ningún macho. —ordenó antes de poder procesar del todo las palabras.
Sesshomaru sabía que Yako estaba nuevamente activo y a la expectativa, pero no había notado la fuerza con la que había regresado, pese a que sospechaba que la humana masturbándole el día pasado podía tener mucho que ver.
—¿Macho? —preguntó Kagome apenas conteniendo la risa que pugnaba por salir.
El primitivo lenguaje que en ocasiones utilizaba el Lord le daba muchísimas ganas de reír. Agradecía, por supuesto, que hubiera superado la etapa en donde se dirigía a sí mismo en tercera persona porque de lo contrario, era probable que no siguiera con vida para estos momentos. A pesar de ellos, los términos que finalmente utilizaba seguían inspirando en ella una chispa de diversión.
Por otra parte, no estaba de más admitirse a sí misma que la cadencia más grave de su voz cuando utilizaba dicho lenguaje en conjunto con las expresiones, le daban un aire casi animal que por alguna retorcida razón, le hacía sentirse excitada.
—Yo no trato con ningún...macho. —volvió a hablar en vista de que Sesshomaru planeaba no responder. —Hablo y convivo con humanos, más específicamente, con hombres... —sonrió.
La sutil burla pareció no hacerle demasiada gracia al daiyokai, quien enfurecido le dirigió una mirada congelada que borró de inmediato la sonrisa de sus labios. Los ojos dorados de Sesshomaru lucían por segundos más opacos de lo normal y Kagome no estaba segura de que se tratara de un efecto de la luz y sus propios ojos.
—¿Hombres? —preguntó con frialdad.
—S-sí. —respondió con inseguridad. —Ya sabes, está el monje Miroku, el pequeño Shippo, Kohaku e...Inuyasha.
La mención del hanyou fue lo que finalmente sacó de sus casillas a la bestia, notó casi de inmediato el Lord. Sin embargo, no fue capaz de detener la reacción de su propia consciencia y cuerpo al lanzarse sobre la mujer y aprisionarla contra el robusto tronco que la noche anterior les había proporcionado cierto resguardo.
El instinto de la bestia y una extraña sensación dentro de su propio organismo le impulsaron a actuar contra el riesgo de que su propiedad pudiera ser atraída por otro macho. No era ajeno a la interacción que poseía la mujer humana con los hombres que había mencionado, y la confianza que se tenía sobre sí mismo le evitaba preocuparse de ver como amenazas al monje, el hermano de la exterminadora y al zorrito, pero el hanyou era algo completamente distinto.
Sabía de la atracción que la sacerdotisa había tenido hacia su medio hermano, y si bien estaba seguro de que ahora sentía un fuerte deseo hacia él tras los momentos compartidos, aún no la había marcado del todo e Inuyasha podría saberlo con sólo verla.
—Sesshomaru, tranquilo. —susurró con suavidad. —Miroku está con Sango, Shippo es sólo un niño al igual que Kohaku e Inuyasha...él tiene a Kikyo. —se excusó.
Ante la mención de la relación de Inuyasha con Kikyo, Kagome esperó sentir la familiar punzada de dolor en el centro de su pecho, pero jamás llegó. En cambio, un extraño y placentero calor comenzó a extenderse por cada célula de su cuerpo ante la creciente cercanía de Sesshomaru y la calidez de su respiración golpeando su rostro.
—No me importa. —respondió con ronquedad.
La chica no supo si aquellas palabras se referían a que no le importaba realmente el contacto que pudiera mantener con ellos, o que el hecho de que los dos únicos riesgos tuvieran pareja no era ningún seguro de que no pudieran intentar algo con ella, pero intentó conservar la calma.
—Estamos por llegar, por favor no me hagas nada. —pidió en un susurro. —Te prometo que me mantendré alejada de ellos. Sólo iré y hablaré con Sango y la anciana Kaede.
—Tu palabra no tiene valor.
—¿Qué? —preguntó con incredulidad. —¿Sabes qué, Sesshomaru? Tienes razón. Voy a entrar en esa aldea e iré directo con Inuyasha, me voy a lanzar sobre su cuello, lo voy a besar hasta el cansancio y si se me da la gana, que seguramente pasará, tendré sexo con él.
No recordó que el daiyokai tendía a tomarse todo de forma literal, y que el sarcasmo parecía no ser su fuerte cuando no era él quien lo expresaba, hasta que la mirada ámbar se encendió y un gruñido retumbó en el pecho del Lord que para esos momentos, ya se apoyaba con firmeza sobre sus propios pechos.
—No.
—Sí. —rebatió decidida a terminar de joder las cosas.
El atractivo rostro de Sesshomaru descendió unas pulgadas sobre ella, hasta que casi le dio la impresión de que estaba a punto de besarla e irremediablemente cerró los ojos, anticipando el momento que ansiaba con fuerza.
La punzada de dolor a la altura de su hombro fue la primera señal de que el Lord definitivamente no iba a besarla y que su instinto vampírico había vuelto a aflorar. Los caninos del daiyokai se enterraron sin dificultad en la suave piel de la chica, extrayendo apenas pequeños retazos de la esencia que lo volvía loco, degustando el sabor dulzón de las escasas gotas de sangre que lograba sustraer de la delicada piel.
—¿Qué crees que estás haciendo...?
En cuestión de segundos el dolor y la incomodidad se convirtieron en un torrente de placer que la hizo estremecerse bajo los labios del Lord. No comprendía a qué se debía el nuevo cambio pero las corrientes eléctricas circulando por todo su cuerpo la hacían sentir cada mínimo detalle del momento, desde la sutil caricia de las manos de Sesshomaru posadas al nivel de su cintura, colándose con delicadeza por el espacio entre su blusa y falda escolar, la suave succión de sus labios sobre la piel de su hombro, hasta el filo de sus dientes enterrados con firmeza en esa zona.
—Sesshomaru, para. —gimió sin convicción.
Finalmente fue obedecida. Sesshomaru se apartó con cuidado del hombro de la mujer, su mujer, y observó complacido el sonrojo en las mejillas de la chica, los rosados labios entreabiertos y el brillo de excitación en el fondo de sus oscuros ojos. Yako gruñía profundamente desde el interior, desesperado por volver a probar el elixir concentrado en la sangre de la sacerdotisa, y de recoger a través de los sensibles oídos del Lord, los sonidos de placer que dejaba escapar.
—No me muerdas más. —suspiró con la respiración agitada. —No me acercaré a ellos.
—Convénceme. —gruñó a la chica. —Convénceme de ello.
—¿Cómo lo hago?
—Humanos. —comentó como si no hubiera esperanza para ellos.
Entonces tiró del brazo derecho de la chica y cuando la muñeca quedó a la altura de su rostro, volvió a morder la delicada piel y a marcar la zona como su propiedad. La sacerdotisa le pertenecía, él era el único que podría marcarla de esa forma aunque fueran señales temporales, y el único que podría escuchar los gemidos de placer que salían de su boca. Y si bien, el Lord no se acercaría a la aldea humana más que para vigilar que la humana no escapara, Yako se encargaría de dejarle recordatorios por todo el cuerpo de a quién debía volver.
Dos mordidas más marcaron el cuerpo de Kagome, hasta que Sesshomaru finalmente se alejó lo suficiente de ella para permitirle recuperar el aliento y dejar de temblar. Cada nueva perforación de sus dientes le había causado más placer que la anterior, y había llegado un punto en que la misma chica iba a mandar por la borda todos sus sueños sólo para yacer bajo el duro y excitante dominio de un daiyokai como Sesshomaru.
—Vámonos. —ordenó.
El Lord del Oeste no esperó a que la mujer se recuperara, comenzó a avanzar con pasos lentos y sin mirar atrás. El sabor de su sangre todavía presente en su paladar le incitaba a volver con ella y tomar su cuerpo hasta terminar de hacerla suya, pero el lado racional del que Yako aún no era capaz de deshacerse, le mantenía sobre el camino.
A pesar de ello, fue consciente del momento en que la sacerdotisa alcanzó su ritmo, con el corazón acelerado y la ira emanando de todo su cuerpo. El resto del trayecto a la aldea humana no tuvo contratiempos, y tampoco fue necesario que repitiera la orden de que no se acercara a otros machos cuando después de todo, los recordatorios se encontraban marcados sobre la piel de su hombro, brazos y piernas.
—Al fin. —suspiró aliviada y emocionada la chica.
—Mujer, no intentes escapar. —advirtió con frialdad. —A donde quiera que huyas, te encontraré.
—De acuerdo. No intentaré escapar. —murmuró con honestidad.
Sesshomaru la dejó al borde del bosque, justo donde se abría el claro que conducía a la aldea donde se encontraban sus amigos, y en ningún momento desde que lo dejó atrás, corriendo rumbo a la entrada de la aldea, sintió remordimiento por no haber dicho la verdad. A una persona como ese orgulloso daiyokai no se le podía mentir, y no lo había hecho, pese a que después de su salvajismo para morderla en todas partes y dejarla ardiendo en placer sin más alivio que su lejanía, se lo merecía.
En cambio, se aseguró de mantenerse firme en el tono de voz al decirle que no intentaría escapar. Saber que cumpliría con ello le confirió mayor honestidad y firmeza, así que no pudo evitar sonreír mientras atravesaba apresurada las primeras cabañas de la aldea. Ciertamente cumpliría con su palabra, no intentaría escapar sabiendo cuán peligroso y posesivo comenzaba a ponerse el Lord con ella, en cambio, estaba completamente segura de que alcanzaría el pozo y se largaría de ahí con premura. Ya vería si Sesshomaru lograba cumplir con la advertencia de encontrarla a donde quiera que fuese.
Así pues, sonrió satisfecha. A fin de cuentas, no le había mentido al poderoso Sesshomaru. Únicamente se había asegurado de decirle...
...una verdad a medias.
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