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Capítulo 13: Curiosidad

Notas Importantes:

Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.

Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.

Stranno Yazyk

"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".

Federico García Lorca

Strange Lenguage: Curiosidad

¿Curiosidad o interés? Sesshomaru ya no sabía realmente de qué se trataba esa extraña sensación y los pensamientos recurrentes con los que iba acompañada. No estaba acostumbrado a experimentar muchas emociones, y mucho menos a sentir un particular interés por criaturas tan banales como los seres humanos. Por eso no había podido dejar de preguntarse en el último día de viaje rumbo a la aldea del grupo de Inuyasha, si lo que sentía ¿era curiosidad o interés? ¿No eran, finalmente, lo mismo el uno que el otro?

—Sesshomaru, ¿crees que falte mucho para llegar?

Fijó la mirada en la mujer que alteraba la quietud mental de la que se enorgullecía con vehemencia. La chica le había jurado obediencia a cambio de que la llevara por última ocasión con los seres humanos, y estaba plenamente satisfecho por ello. Sin embargo, tenía la reciente impresión de que todo su sistema, con Yako interviniendo o sin él, no sería capaz de resistir hasta ese momento para poner a prueba su palabra. Mucho menos para obtener la respuesta que tanto necesitaba saber, ¿curiosidad o interés?

—¿Sesshomaru?

—Lo que falte, mujer. —respondió con sequedad.

Le crispaba los nervios escuchar su sedosa voz, la misma que lo había llamado teñida de placer aquella noche tantos días atrás. Hasta ese momento, nunca había sentido un particular interés por saciar sus instintos más bajos con un ser humano, pero esa sacerdotisa se las había arreglado para ponerlo en el límite. Aprovechar las horas de descanso humano para acecharla y satisfacerse con el suave y cálido tacto de su piel ya no le era suficiente, necesitaba más.

—Tenemos que llegar pronto, ¿podríamos continuar el camino aunque sea por la noche? —continuó hablando. —No me siento cansada y si no he calculado mal, no debe faltar mucho para llegar a la aldea, puedo resistir el resto del camino.

El Lord no dudaba de sus palabras. Para ser un simple ser humano, la mujer había demostrado tener una excelente resistencia durante el arduo camino y además había demostrado no tener un bajo grado de inteligencia. Por el contrario, Sesshomaru comenzaba a sospechar que la chica se deleitaba con torturarlo haciéndole escuchar su voz en cada momento.

—No.

—¿Por qué no? —preguntó con el fuego de carácter que sólo lo incitaba más a someterla. —No quisiste decirme si realmente falta mucho o poco para llegar, así que para no molestarte más intenté sacar unos cálculos para saberlo, ¡soy yo la que se está jugando la peor parte en lo que te acabo de pedir! Si me equivoco, la que terminará muerta de cansancio seré yo, no tú.

—Silencio. —gruñó en respuesta.

Le costaba un gran esfuerzo poder concentrarse adecuadamente con esa voz resonando en su cabeza. Sentía a Yako burlarse de la insolencia de la humana y aún más, de las respuestas y consecuencias tan suaves que le dirigía. Cualquier otra criatura que se refiriera de semejante manera al gran Lord del Oeste, para este momento ya habría muerto, independientemente de si se tratase de una hembra o un macho. Ella era diferente.

Su agudo sentido auditivo recogió los murmullos quejumbrosos de la mujer y le gustó. La miko tenía un temperamento a tener en cuenta y le complacía más de lo que estaba dispuesto a admitir, que fuera tan volátil en lo que a él se refería. Provocarla sin ningún propósito, escuchar sus quejas exasperadas le generaba un placer tan morboso que más tarde le costaba creer que lo hubiese experimentado.

Ya no era él mismo, con cada día que pasaba en compañía de la humana le costaba cada vez más mantenerse en la actitud de siempre. Frunció el ceño. Detestaba la confusión y los inútiles debates mentales a lo que se enfrentaba cada vez con mayor frecuencia cuando pensaba en ella. ¿Desde cuándo un daiyokai tan poderoso como sólo el Lord podía llegar a serlo, perdía el tiempo en insignificantes pensamientos?

—¿Por qué nunca me llamas por mi nombre, Sesshomaru?

—Mujer. —pronunció sólo para probar su reacción. —Te dije que te mantuvieras callada.

Los nuevos refunfuños de la sacerdotisa fueron como música para sus oídos mientras giraba levemente la cabeza para capturar la imagen de la humana. Las ropas que portaba y que en un principio le habían parecido extrañas y ofensivas, ahora le suponían una gran ventaja. Mucha piel quedaba expuesta para su disfrute personal, piel que estaba seguro de haber memorizado tras tantas noches de exploración.

—¿Te parece divertido burlarte de mí, "señor daiyokai gruñón"? —refunfuñó clavando su oscura mirada sobre él. —Porque yo no lo encuentro gracioso, ¿sabes? Mi nombre no es tan complicado. Me llamo Kagome...Ka-go-me.

—No me interesa.

Probablemente, el mayor problema para un demonio como Sesshomaru era que sí le interesaba lo que esa humana en particular tenía para decir. No era estúpido, recordaba a la perfección el nombre al que respondía, pero llamarle por éste o no, le tenía sin cuidado.

—Hagamos algo, Sesshomaru. —le llamó, deteniéndole por uno de los brazos. —Sólo llámame por mi nombre una sola vez y me callaré el resto del camino.

El inocente toque de la mujer lo sorprendió por la fuerza con que lo impactó. La extraña sensación estaba de nuevo ahí, junto con un Yako sumamente despierto y atento a la situación. Sesshomaru sabía que la bestia también sentía lo mismo que él, pero a diferencia de él, parecía ser plenamente consciente de lo que eso significaba.

Detuvo la marcha y suavemente se apartó de la presión de su mano. Repudiaba el contacto físico con cualquier tipo de criatura, a menos que deseara descargar sus instintos sexuales con alguna hembra, pero el contacto con la sacerdotisa lo excitaba.

—Pasaremos la noche aquí.

—¿Estás bromeando, no? —se quejó de inmediato. —¡Tenemos que llegar pronto a la aldea, no tenemos tiempo para descansar!

—No te estoy preguntando.

La chica se esforzó por hacer la mejor imitación de su gruñido mientras intentaba contenerse para no gritarle unas cuantas verdades al irritante daiyokai. La paciencia últimamente no era una de sus virtudes y Sesshomaru lo único que hacía era ponerla constantemente al límite de sus capacidades.

—Está bien. —suspiró resignada. —Será como el poderoso Lord quiera.

Dispuesta a ignorarlo, Kagome dio media vuelta y se acercó a un árbol particularmente frondoso. La noche que se aproximaba sería más cálida que fría pero tenía la esperanza que situarse debajo del árbol sirviera para poder lograr una temperatura relativamente intermedia entre ambos extremos.

—Kagome. —escuchó que Sesshomaru la llamaba con seriedad.

Pese a darle deliberadamente la espalda, el ronco sonido de su voz le causó una serie de escalofríos que la dejó confundida. No sólo era la primera vez que Sesshomaru la llamaba o se dirigía a ella por su nombre, si no que el tono de voz empleado había sonado como una mezcla sedosa y a la vez ronca que le fascinó.

Kagome ya se había dado cuenta de que pasar tiempo con el Lord estaba haciendo sumamente difícil resistirse al increíble atractivo que poseía, o a las órdenes que parecía dar a diestra y siniestra. No estaba completamente segura de que lo que sentía por él fuera más que una mera atracción, pero podía imaginarse llegando a un contacto más íntimo con el daiyokai. Un contacto, cabe resaltar, muy parecido al que experimentó en sueños.

—Me llamaste por mi nombre. —murmuró impresionada.

—¿Harás lo que te diga ahora?

La impresión era algo de lo que resultaba difícil reponerse cuando una persona como Sesshomaru hacía caso a su petición y usaba el poder de seducción, del que estaba segura que no era plenamente consciente, para llamarla con el mero fin de obtener a cambio algo. Ahora bien, si mal no recordaba, el trato original había sido quedarse callada, no hacer lo que le pidiera, pero qué más daba una cosa que la otra, de todos modos había relativamente cumplido con su parte del trato, razonó mientras se daba la vuelta hacia él.

—Tú cumpliste, así que sí. —respondió con firmeza. —¿Qué quieres que haga?

—Tócame.

Tuvo suerte de que las mandíbulas cayéndose hasta el suelo sólo fueran cosas que sucedían en la ficción, porque de lo contrario acabaría de perder una parte importante de su cuerpo. Costaba creer que Sesshomaru le estuviera pidiendo algo tan inespecífico que si fuera por las hormonas de su joven cuerpo, podría malinterpretar de muchas maneras.

—¿Qué?

—Quiero que me toques.

Kagome hizo un esfuerzo por contener el cúmulo de emociones que arrasaron su cuerpo cuando el Lord repitió su petición. Tocar podía tener muchas connotaciones y era probable que una persona como Sesshomaru sólo estuviera buscando un masaje sobre el cuello o los hombros.

—¿E-es una petición? —preguntó con el nerviosismo a flor de piel.

—Es una orden.

Sesshomaru la observó con atención, sin perderse ni un solo detalle mientras se deshacía de la armadura y la dejaba apoyada sobre uno de los tantos árboles a su alrededor. Ya se había encargado de repasar la zona para asegurarse de que nadie los interrumpiría o sería tan estúpido para intentar atacarlos, y de todos modos, sabía que Yako estaría atento a cuanto él no fuera capaz de recoger.

Por primera vez sentía aquello que llamaba "emoción" recorriéndole el cuerpo. No podía esperar a sentir el tacto de la mujer, cuando ella fuera la que diera inicio al contacto. Curiosidad o interés, ¿qué importaba? Lo que quiera que fuera que lo impulsara a tener esos pensamientos, pronto se esfumaría y su cuerpo quedaría saciado de ello.

—Sesshomaru, ¿q-qué crees que estás haciendo?

Kagome no estaba segura de cómo reaccionar. Por un lado, se moría por ver hasta qué punto llegaría el daiyokai desprendiéndose de sus armaduras y si también se desharía de la ropa. Por el otro, temía que Sesshomaru esperara más de ella de lo que había imaginado en un principio, y que a causa de su falta de experiencia, no estuviera a la altura.

—Preparándome. —respondió como si fuera lo más obvio del mundo.

—N-no tienes que quitarte la ropa. —intentó hacerle entrar en razón.

—¿Por qué?

—Porque...está mal, es inadecuado. —respondió mareada y ruborizada.

El Lord pareció ignorarla mientras se desprendía lentamente de la parte superior del traje que usualmente portaba, sin despegar en ningún momento la intensa mirada dorada de su rostro. Kagome no era completamente inocente, ya había visto a Inuyasha sin ropa antes, pero tener un vistazo de la figura de un hombre como Sesshomaru era algo completamente distinto.

—Necesito sentir tu toque, la ropa es un estorbo.

—¿Qué es lo que te-

La frase nunca terminó de salir de sus labios, la imagen del torso desnudo del Lord pudo más que su cerebro y la dejó sin palabras, y a punto de tragarse la lengua. Era imposible que un hombre tuviera semejante complexión y estructura, y que además estuviera libre vagando por ahí, sin un séquito de mujeres o youkais persiguiéndole a donde fuera.

—Magnífico. —se le escapó sin pensar.

Líneas duras y bien definidas corrían a través de su abdomen, dividiéndolo en seis perfectos sectores que parecían ser puro músculo. Ni un solo rastro de vello estropeaba la piel clara de su cuerpo y la anchura que podía apreciar a la altura de sus hombros, corriendo hacia debajo de su brazo en unos perfectos bíceps, eran más de lo que podía resistir. Ver a Inuyasha no se comparaba en absoluto a ver a su hermano mayor.

—Estoy esperando, mujer.

—Sesshomaru, y-yo realmente creo que...esto es una mala idea.

—Eso lo decido yo.

Con pasos vacilantes, Kagome se acercó sólo un poco a Sesshomaru. Ver a un hombre semi-desnudo, uno que parecía un dios, era una cosa, pero tener que tocarlo para saciar alguna extraña necesidad que decía tener era algo completamente distinto.

—Hazlo. —ordenó con voz dura.

La chica no tuvo que preocuparse por terminar de acortar la distancia, Sesshomaru mismo se encargó de ello. Dos largos pasos lo situaron a una distancia suficiente para invadir el espacio personal de la chica. La ansiedad le recorría el cuerpo, temía no ser capaz de controlar a Yako una vez que la mujer pusiera sus manos sobre él, pese a que en alguna recóndita parte de su cabeza sabía que la bestia había estado anormalmente tranquila en los últimos días.

—N-no entiendo, Sesshomaru. —susurró confundida. —¿Cómo quieres que te toque?

El impulso de tirar de la muñeca de la desesperante humana le corroía pero en ese primer acercamiento quería que fuera ella quien tomara el control, por más que ello llevara al límite su autocontrol. No respondió, sólo observó las reacciones de la chica resaltadas por un ligero tono rosado sobre las mejillas.

—Averígualo. —susurró con ronquedad cuando los segundos pasaron y la mujer no se movió.

Nerviosa y en cierto grado temerosa de equivocarse en la tarea encomendada, Kagome admiró nuevamente la perfecta anatomía del daiyokai, sin poder concebir que tanta perfección se encontrara frente a ella.

—Que conste, Sesshomaru, yo te advertí que no sería una buena idea.

Sin esperar mucho más, Kagome alzó uno de sus brazos a la altura del pecho del daiyokai, rozando ligeramente con la yema de sus dedos sobre la piel cálida y dura. Se tomó su tiempo para explorar el centro de su pecho, sintiendo bajo sus dedos la ligera vibración que provenía del mismo y que se acompasaba a los latidos un tanto acelerados del corazón del Lord.

Tomando un poco más de confianza, extendió por completo su mano sobre el centro de la piel y comenzó a descender en una lenta caricia hasta los duros abdominales de Sesshomaru, familiarizándose con la firmeza de cada músculo, recorriendo con la punta de los dedos las largas cicatrices que adornaban el imponente cuerpo en varios lugares, y que sin embargo, sólo parecían agregarle un atractivo mayor al dueño.

Esto es...fantástico. ¿Pero qué estás pensando, Kagome? ¡Estás tocando al hermano semi-desnudo de Inuyasha! Eso está mal. —gimió dentro de su cabeza.

Y no lo refutaba. Estaba completamente fuera de lugar lo que estaban haciendo, era incorrecto y una completa locura, sin embargo, era una experiencia que estaba poco dispuesta a abandonar. Esa lenta exploración del primer cuerpo masculino al que tocaba a consciencia era maravillosa y excitante.

Su mano volvió a ascender para deslizarse por los bien formados hombros del daiyokai y continuamente por los poderosos músculos en sus brazos, masajeando casi de forma inconsciente los tensos músculos de esa zona. Pronto, su otra mano se unió a la exploración, rozando y amasando cuanta piel se cruzaba por su camino, entreteniéndose una y otra vez sobre los abdominales que la tenían casi hipnotizada.

—Detente. —gruñó Sesshomaru.

Kagome no lo escuchó. Sus manos parecían tener vida propia mientras trazaban la cicatriz más larga que había encontrado sobre su cuerpo, justo a un costado y en el borde de la cadera, perdiéndose en un camino descendente que estaba más que dispuesta a explorar de no ser por la barrera que suponía para ello el resto de la ropa del Lord.

—Mujer.

La chica alzó la vista al escuchar nuevamente la desesperante forma en la que la llamaba. El sentido común se había ido por la borda cuando el daiyokai rompió su palabra y decidida a ignorar cualquier pensamiento racional o a escucharlo a él, volvió a la tarea en la que se encontraba, jugueteando con el borde del la parte del traje que aún cubría la parte inferior de su cuerpo.

Unos instantes después, una elevación fuera de lo común que alzó un poco la ropa del Lord, la hizo abrir los ojos con sorpresa y reaccionar. No era estúpida, ni una inocente, sabía perfectamente lo que el bulto cercano a su mano significaba.

Las cosas se están saliendo de control. —pensó asustada.

Reprochándose su comportamiento, Kagome hizo un intento por apartar sus manos del cuerpo del gran daiyokai pero fue rápidamente interceptada por las propias manos del Lord rodeando una de sus muñecas con rudeza.

—Y-ya cumplí. Suéltame, por favor. —pidió sumamente ruborizada.

—Te detendrás hasta que yo lo ordene.

Registrar las palabras de Sesshomaru no le costó tanto como reaccionar al siguiente movimiento del daiyokai que la forzó a situar la mano que sostenía por la muñeca, justo a escasos centímetros de la notoria y presumiblemente enorme erección que lucía tras la ropa.

Maldición, esto está mal pero...quiero hacerlo. —pensó con resignación antes de rozar por encima de la ropa esa parte de su anatomía.

Sesshomaru suspiró tras el primer roce de los delicados dedos de la mujer sobre su erección. El toque de sus manos sobre la parte superior de su cuerpo había sido explosiva en cada una de sus caricias. Forzarla a continuar con ese momento de intimidad, guiando a la pequeña mano hasta su erección era algo que no se detendría a pensar porque simplemente ansiaba más y más de ese contacto.

¿Curiosidad o interés? Qué poco le importaba en ese momento al Lord la respuesta. En su mente sólo podía pensar en una sola cosa, y poco tenía que ver con el dilema anterior. Porque lo único que sentía en esos momentos era...

"Deseo y placer..."

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