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Capítulo 10: Explorando las diferencias

Notas Importantes:

Queda estrictamente prohibida cualquier copia y/o adaptación de esta obra de ficción. Todos los derechos reservados.

Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.

Advertencia: El siguiente capítulo contiene escenas con material sexual no explícito que podría resultar ofensivo para algunas personas. Si eres menor de 16 años o no gustas de este tipo de contenido, se recomienda que saltes directamente a los últimos párrafos del mismo.

Stranno Yazyk

"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".

Federico García Lorca

Strange Lenguage: Explorando las diferencias

La noche era la parte favorita del día del Lord, pero las horas nocturnas nunca le habían parecido que pasaran particularmente lento cuando las disfrutaba. Sin embargo, esta noche, todo había comenzando a parecerle distinto desde que había acogido a la mujer humana en uno de sus costados para protegerla de las corrientes heladas. Ahora, el tiempo nocturno le sabía eterno, y con una bestia plenamente despierta y rondando la superficie atenta a cada movimiento de la chica, casi insoportable.

En algún punto después de que la noche hubiera avanzado, y de que la sacerdotisa se acurrucó en su cuerpo, Sesshomaru había tomado la decisión de rechazar su contacto y recostarla directamente sobre la tierra manteniéndola cubierta del frío, pero esa acción sólo había atraído su atención a su cuerpo.

En aquellos momentos no tuvo intención, ni deseo alguno de tocarla, pero tal vez podía culpar a Yako por finalmente ceder a la curiosidad que le despertaba las diferencias perceptibles a simple vista con un cuerpo tan frágil como el del ser humano. De modo que, teniéndola ahí recostada, vulnerable a cualquier cosa que pudiera sucederle, rodando de la consciencia a la inconsciencia, Sesshomaru deslizó las yemas de sus dedos por la piel expuesta de la sacerdotisa, atraído además por la suave textura y el exquisito aroma de su esencia. Los rasgos relajados de la humana llamaban su atención y la boca levemente entreabierta dejando salir suspiros de placer conforme sus dedos se deslizaban curiosos por la extensión de su pierna, le tentaban aún más.

Los seres humanos en muchos aspectos eran sumamente diferentes de los youkais, eso lo había notado el Lord conforme sentía el delicado cuerpo de la mujer estremecerse bajo su caricia. Para empezar, les era imposible ocultar o esconder las reacciones de sus cuerpos, además, eran mucho más vocales de lo que los demonios tendían a ser, ya que continuaba los sensibles oídos del daiyokai captaban los suspiros y gemidos ahogados de la humana.

Curiosamente, esas diferencias le resultaban más interesantes de lo que estaría dispuesto a admitir. Pensando en ello, alejó el tacto de sus dedos de la piel de la sacerdotisa y escuchó divertido el leve quejido que escapó de los labios entreabiertos de la chica, en protesta por la abrupta parada de su caricia. Aún semi-inconsciente, la mujer tenía el descaro de revelarse contra sus acciones en la búsqueda de un placer que el olfato del Lord no tenía problema en capturar saliendo en oleadas y combinado con la esencia adictiva de su cuerpo.

A pesar de ello, Sesshomaru se contuvo para evitar rendirse a la segunda queja de la sacerdotisa y el ansia de Yako por continuar con la tarea de explorar su piel. Se negaba a ser dominado y obedecer a los deseos de una simple humana y de una bestia que no sabía cuándo quedarse quieta, de modo que, aún sintiendo a Yako moverse y gruñir continuamente en su cabeza, esperó un poco más para continuar aquella interesante exploración.

Una vez pasado el tiempo que consideró pertinente, aseguró el cuerpo de la mujer contra el suelo, sin ninguna preocupación por la superficie rocosa contra la que la mujer se encontraría y posó una de sus manos al nivel de la cintura de la chica. Con cuidado de no lesionar la blanca piel, tiró de la blusa hacia arriba y fue descubriendo más de la cremosa piel hasta topar con un extraño pedazo de tela rosado sobre sus pechos. Frunció el ceño confundido e irritado por el nuevo obstáculo mientras se embebía con la imagen vulnerable de la sacerdotisa.

Estaba dispuesto a romper la curiosa prenda con una de sus garras tirando del centro pero se contuvo. Lo único que estaba haciendo era explorar el cuerpo humano y memorizar las diferencias que tenía con el de las youkais, no darle placer a la humana. Alejando sus garras de la prenda, Sesshomaru deslizó sus dedos desde los costados del abdomen de la mujer hasta el borde de la tela que escondía sus pechos, trazando la silueta que la misma prenda marcaba.

La mirada dorada clavada en las dos protuberancias que se marcaban a través de la tela y que habían despertado bajo el toque del daiyokai, intensificaba la experiencia. La mujer humana era mucho más suave y curvilínea que las youkais, no tenían músculos tensos y marcados en casi ninguna zona, descubrió mientras aplanaba una de sus manos en el estómago de la sacerdotisa y su otra mano seguía explorando la curvatura de sus pechos, interrumpida por la extraña prenda de ropa que comenzaba a desesperarle.

—Sesshomaru...

Detuvo la caricia unos momentos ante el llamado de la chica, encontrando sus ojos entreabiertos y nublados por el sueño y el deseo. Estaba seguro de que la mujer no estaba completamente consciente de lo que estaba sucediendo puesto que aún no lo había detenido, sin embargo, le agradaba saberse observado por esa mirada chocolate mientras seguía descubriendo más diferencias en su cuerpo.

Su cuello. —gruñó Yako.

Sesshomaru tenía poco interés en satisfacer los caprichos de la bestia pero sabiéndose con el control de la situación y del cuerpo de la mujer, le concedió un solo deseo al caprichoso y enfurruñado ser. Alejándose brevemente del cuerpo humano, el Lord se tomó su tiempo para quitarse la armadura, dudoso de poder lastimarla al momento en que entrara en contacto con el torso descubierto de la chica, y disfrutando de las quejas que salían de sus labios por su lejanía.

Sólo por el retorcido placer de percibir el ansia y el anhelo de la sacerdotisa por volver a sentir su tacto, se demoró más de lo necesario antes de retornar a su posición. Cerniéndose lentamente sobre el cuerpo de la sacerdotisa, dejó que sus largos cabellos volvieran a crear una cortina plateada alrededor de sus rostros, ocultando íntimamente la cercanía que compartían. Un sonido animal originado en Yako lo llevó a olfatear delicadamente el cuello que la mujer sumisamente expuso para él y a deslizar en una caricia apenas perceptible los labios sobre la piel, saboreando con el roce de la punta de su lengua, algo de esa esencia que había originado todo.

El sabor sólo sirvió para incrementar el deseo y la adicción a su esencia, pero no se detuvo y siguió recogiéndolo entre sus labios, raspando en ocasiones con sus dientes la piel para adueñarse más de la esencia y embotar por completo sus sentidos. Sus manos continuaron acariciando toda la piel a su paso, de arriba hacia abajo, rozando los contornos de la prenda de tela y acariciando en ocasiones las dos protuberancias que se marcaban a través de la misma, cada una de esas veces escuchando los gemidos de la mujer. Sin embargo, aún no era suficiente y necesitaba más.

Se alejó de la chica tan sólo unos centímetros hasta sostenerse sobre sus rodillas para poder apreciar el resultado de la primera parte de su exploración y observó complacido el color en las mejillas de la chica y la acelerada respiración producto de sus caricias. Intrigado aún por las diferencias, tomó la cintura de la mujer y la acercó a su cuerpo, aprovechando el momento para comenzar a explorar la piel de sus piernas y muslos.

Kagome suspiró en sueños, frustrada, anhelante y confundida. Luchando contra imágenes que le parecían casi reales en el poco espacio de tiempo donde abrió los ojos y percibió la atractiva silueta de Sesshomaru cerniéndose sobre ella, volvió a cerrarlos y decidió dedicarse a lidiar con todo el cúmulo de sensaciones y placer que su toque le estaba proporcionando. Pero ¡con un demonio! El daiyokai lograba frustrarla en escalas superiores y suplicar incluso en sueños. ¿Por qué no podía ceder un poco de control ni siquiera en sus fantasías? ¿Apiadarse de ella y volver a tocarla como estaba intentando pedirle mediante sonidos que de estar consciente seguramente le resultarían vergonzosos?

—Sesshomaru, por favor... —gimió en súplica.

Tras ello agradeció nuevamente encontrarse en medio de un sueño erótico, sin importar que fuera Sesshomaru el protagonista, y de que hasta el momento una claridad normalmente inexistente en sus sueños diarios, hubiera impedido que dejara salir el nombre de Inuyasha. Ya que, percibiendo el aterrador parecido del Sesshomaru de sus sueños y el de la realidad, estaba casi segura que nombrar al hanyou le supondría una tortura que poco tendría que ver con el exquisito placer que estaba experimentando cada que la gran mano del Lord se deslizaba de arriba hacia abajo por la piel de su pierna y muslo.

Volvió a quejarse nuevamente cuando la mano de Sesshomaru se detuvo a escasos centímetros del borde inferior de su falda escolar, estremeciéndose por completo al escuchar el grave sonido de su risa ante su reproche. Pero Kagome sonrió aliviada comprobando con esa última acción su estancia en el mundo de los sueños, ¿en dónde otro lugar podría el gran daiyokai reír con esa maldad entremezclada con diversión? Estaría todavía más enganchada a él si en la realidad pudiera reír de esa manera, se admitió sorprendida.

—Quieta, humana. —susurró con una nota de diversión.

Las manos del daiyokai finalmente se colaron unos centímetros por debajo de la falda, palpando cuidadosamente la piel, acariciando con las yemas de sus dedos todo a su paso. Y Kagome volvió a gemir complacida por el toque, sintiendo corrientes eléctricas recorrerla por completo conforme el toque iba ascendiendo cada vez más.

No alcanzaba a comprender cómo era posible que el tacto del Lord fuera tan suave y delicado cuando sus ataques podían ser mortíferos, y sobre todo, cuando en ocasiones anteriores había casi abusado de ella, pero tampoco se detuvo a pensar demasiado en ello. Un nuevo suspiro escapó de sus labios cuando sintió a los largos dedos rozar el borde de su ropa interior y detenerse.

—No te detengas. —suspiró. —Por favor, sigue.

Sesshomaru apartó la mirada del rostro de la mujer por un momento y la dirigió directamente a la prenda tableada que cubría la parte inferior de su apetecible cuerpo, curioso por un nuevo obstáculo. Sacó sus manos de debajo de la prenda y tomando los bordes de la falda, la alzó de un tirón hasta dejar a la vista los muslos y el extraño triángulo de tela cubriendo la intimidad de la mujer humana, que había interrumpido el ascenso de sus manos.

Sosteniendo ambos muslos, forzó a la chica a abrir las piernas para obtener una mejor vista del molesto obstáculo cuyo parecido al de la parte superior de su cuerpo, le llamó la atención. La humedad podía entreverse en el centro de la prenda pero eso era algo con lo que Sesshomaru ya contaba y había percibido con anterioridad a través de su olfato.

—Quieta. —se repitió mientras aflojaba la presión en los muslos y volvía a acariciar la piel.

Kagome se removió inquieta por las caricias, deseando un mayor contacto y algo de esa agresividad que le había mostrado en su último encuentro en el bosque. Cuando no obtuvo ninguna de ambas, y aprovechando que en sus sueños podía ser mucho más atrevida de lo normal, rodeó las caderas del daiyokai con sus piernas y se enganchó ahí, impulsándose hacia abajo para unirse por completo al imponente y enorme cuerpo.

Sorprendido, el Lord sostuvo el cuerpo de la muchacha por la cintura y la retuvo antes de que terminara por entrar en contacto con una parte de su anatomía que llevaría a su exploración al desastre absoluto. Afortunadamente para Kagome, a Yako le tenía sin cuidado en qué pudiera terminar todo aquello, con tal de saciar su gula por la esencia y el cuerpo de la sacerdotisa.

Un empujón por parte de la bestia y el daiyokai tuvo que recibir el contacto de su pelvis y el centro de la mujer humana humedecido por la excitación. Lo que sucedió a partir de ese momento fue meramente el instinto de su raza, el desesperado deseo de la bestia y la ansiedad de la humana trabajando en conjunto cada vez que la chica movía sus caderas para encontrar una satisfacción que Sesshomaru jamás le iba a dar, o por lo menos, no por el momento.

—Más rápido, Sesshomaru. —gimió.

No obedeciendo las órdenes de una simple humana, Sesshomaru la dejó hacer lo que quería, conteniéndose para no tomarla como lo deseaba y hacerla suya completamente. Cada embestida, cada golpe de sus caderas le satisfacía más pero no podía tener el contacto pleno que deseaba. Llegado el momento, tomó el control de la situación y detuvo los movimientos de la humana, observando con las pupilas casi dilatadas el forcejeo de la mujer para mantener el contacto.

Le agradaba el espíritu de lucha que dejaba entrever con esas acciones, y su débil y patético forcejeo lo excitaba más, un mérito que jamás le daría a conocer. Los suaves gemidos se incrementaron cuando el Lord la tomó de la cintura y marcó por sí mismo las embestidas, tomando con fuerza y deleite el cuerpo, e igualmente frustrado por las barreras de ropa entre ellos.

La cadencia fue aumentando en intensidad, las embestidas aumentaron su ritmo y Sesshomaru estuvo seguro de que la sacerdotisa pronto alcanzaría el clímax, logrando así un indudable aumento de su ego. El placer se entremezcló con la frustración, ansiedad y molestia hacia el ser humano y lo recorrió en oleadas eléctricas que lo llevaron casi al borde. El momento en que sintió a la mujer tensarse y aferrarse con fuerza a su cuerpo, con el clímax inminente, la llamó por primera vez en su presencia, por su nombre.

—Kagome. —susurró con voz ronca el Lord.

Y entonces, Kagome se dejó ir. Un encuentro más de sus caderas con la pelvis del poderoso Lord y sintió que su mundo explotaba en un millón de pedazos mientras el orgasmo la golpeaba y su cuerpo se estremecía una y otra vez engullido por el placer de estar unida de una forma tan íntima con el daiyokai. Los músculos de su cuerpo se tensaron durante unos instantes mientras la intensidad del placer terminaba por desbordarla y de su boca salía un gemido largo que hizo tensar al cuerpo del daiyokai, y finalmente se relajó por completo.

Estaba agotada en la misma medida que complacida después de experimentar aquel orgasmo del que únicamente había escuchado hablar de sus amigas, o de la teoría de la escuela, y que jamás había experimentando en carne propia. Ahora que finalmente lo había vivido se sentía sumamente relajada, como si pudiera flotar en el aire, y tan débil por la intensidad del mismo, que sintió cómo las piernas que la mantenían enredada a Sesshomaru, comenzaban a perder la fuerza, dejándose caer y casi rompiendo el contacto.

—No te muevas. —gruñó con voz ronca y la respiración ligeramente acelerada el daiyokai.

Kagome mantuvo los ojos cerrados, sin posibilidad de abrirlos por el peso de sus párpados pero frunció ligeramente el ceño. Nunca se había detenido a pensar cómo sería escuchar la voz de Sesshomaru agitada y velada por el deseo, pero el llamado ronco en el que había dicho su nombre por primera vez y que la había enviado directo a una explosión jamás imaginada, y la orden que acababa de darle le tenía temblando todavía por las remanencias de placer.

Pese a ello, con la mente embotada por la anterior experiencia, y a que no comprendió la orden del daiyokai, le obedeció incluso a pesar de que sus piernas siguieron deslizándose de su nudo en la parte trasera de las caderas de Sesshomaru.

—Más. —suspiró con suavidad la chica.

Sesshomaru no apartó la mirada de la mujer en ningún momento desde que la sintió llegar a la cima de su placer y tuvo que contenerse para no morderla de la forma más animal y primitiva que Yako le había exigido. A pesar de todo ello, le había fascinando a un nivel insano ver la contorsión en las facciones de la mujer cuando la fuerza de su orgasmo la había alcanzado, además de una satisfacción casi egocéntrica por ser el responsable de éste.

No suficiente con lo vivido, la pequeña humana al límite de su energía, todavía le había exigido más de ese placer. Un placer que Sesshomaru ansiaba darle y otorgarse a sí mismo porque esa diminuta probada de su cuerpo no había sido en absoluto lo suficiente para saciar su adicción a esa esencia propia de ella, y mucho menos la de su bestia.

Un gruñido retumbó con suavidad en su pecho cuando las piernas de la mujer comenzaron a deslizarse de su posición, desobedeciendo una orden directa de su parte. Antes de que pudieran terminar por deslizarse hacia abajo y romper el contacto que aún mantenían sus cuerpos, Sesshomaru tomó entre sus manos sus muslos y tiró de la chica para anclarla aún más a su cuerpo, complacido de ver cómo la extraña ropa que portaba la mujer se arremolinaba en sus caderas y permitía un mayor contacto a través del triángulo rosado de tela que cubría su intimidad.

—Mhm... —gimió Kagome con la nueva conexión. —Sigues duro.

Un relampagueo de claridad la golpeó en el instante en que dejó salir las dos palabras más atrevidas de su vida y apretó con fuerza sus ojos cerrados, sintiendo el rubor extendiéndose aún más sobre sus mejillas. Joder, ¿realmente acababa de dejar salir en palabras lo que estaba pensando? ¿Le había dicho al gran Lord Sesshomaru que estaba "duro"? Avergonzada se auto-recriminó durante unos instantes hasta que un nuevo gruñido por parte del Lord le recordó que todo era parte de la fantasía erótica colada en sus sueños. Ella realmente no había dicho, ni diría jamás algo tan vergonzoso acerca de Sesshomaru.

Por su parte, las últimas palabras de la chica trajeron al Lord de vuelta a una realidad casi humillante que eliminó todo rastro de deseo por continuar en lo que se habían quedado cuando la chica llegó a su clímax. Irritado y furioso consigo mismo, Sesshomaru soltó la cintura de la mujer y se alejó lo más que pudo de su cuerpo, dejándola frágil y vulnerable recostada sobre el duro suelo. Tenía que alejarse de esa humana que estaba haciendo de su autocontrol puros intentos desastrosos y marcar un límite en el poder que podía llegar a ejercer sobre su majestuosa presencia.

Le dio un vistazo más, captando aún con la rabia recorriendo a su cuerpo y borrando los rastros de deseo, que la humana no había tardado en quedarse dormida tras burlarse de él con la mención de la reacción puramente instintiva de su cuerpo por ella. Aún más molesto por los casi lloriqueos del caprichoso Yako ante la idea de dejarla así mientras se alejaba a recorrer los alrededores, Sesshomaru tuvo que ocuparse de las necesidades de la chica y asegurarse contra su voluntad, de que estuviera protegida del frío antes de ponerse de vuelta la armadura y salir de la cueva.

No se alejó demasiado del lugar pero en todo momento se mantuvo consciente de los cambios en la mujer humana y de cualquier peligro que pudiera haber a su alrededor. No percibió nada fuera de lo normal, sin embargo, la sensación de sentir aquella estela del intruso que se le había escapado lo mantuvo en alerta.

Vuelve. —exigió la bestia.

El Lord no hizo caso de la orden y tomó asiento bajo uno de los árboles. Podía decir casi con seguridad que el intruso había estado cerca nuevamente y el acecho se estaba convirtiendo en algo personal hacia su presencia. De no ser por la esencia de la sacerdotisa adherida fuertemente en todos sus sentidos y ropaje, podría detectar la estela del ser y perseguirle nuevamente, pero con Yako entrometiéndose, sabía que no llegaría lejos.

Sin deseos de rememorar la escena con la mujer humana y pocas ganas de lidiar con su bestia, cerró los ojos y respiró el aire nocturno. No podía mantener a la chica por tiempo indefinido en una cueva pero tampoco pensaba llevarla al castillo. Más tarde tendría que pensar cómo resolver ese insignificante asunto, por el momento sin embargo, se tomaría el respiro que necesitaba para recuperar el control y deshacerse de la irritable necesidad de volver hasta el frágil cuerpo de la chica.

A una distancia prudente de la cueva donde yacía su objetivo principal y del lugar donde el gran daiyokai descansaba, una figura cerró las manos en puños con furia. Había dado con la deliciosa Kagome siguiendo el rastro anormalmente fuerte y poderoso de lo que le habían robado, y se había enfurecido al encontrar la razón de que esto fuera así.

El miserable daiyokai había osado tocar a la chica y tendría que pagarlo muy caro. Tenía que admitir que no había esperado que el Lord realmente aprovechara el tiempo a solas con la humana para ejercer su dominio y magnetismo sobre ella, mucho menos que se atreviera a tocar a alguien de la raza que tanto despreciaba, por ello había permitido que hasta entonces jugara un poco con la chica, pero eso tenía que detenerse. No podía permitirse que manchara la pureza de Kagome y le arrebatara la última oportunidad de recuperar lo que buscaba y que esa mujer en particular tenía escondido.

Apretando los labios con fuerza sintió el filo de uno de sus colmillos rasgar la piel y tuvo que apoyar una de sus manos contra el tronco del árbol donde se mantenía oculto para evitar que la explosión de carácter que pugnaba por salir acabara con la mitad de la zona boscosa que le rodeaba, y llamara la atención del Lord hasta su posición.

—Esta vez llegaste demasiado lejos, orgulloso y desagradable Lord. —soltó furioso.

El tronco del árbol no tardó en pagar el precio de su ira, marchitándose lentamente desde sus raíces y quebrándose bajo la presión de su energía expandiéndose por toda la enorme estructura. Un salto que no supuso ningún esfuerzo para su cuerpo lo salvó de derrumbarse justo como el inmenso árbol, pero no evitó que la hierba que detuvo su salto, se marchitara y pudriera con rapidez.

—Y vas a pagar por ello. —determinó.

Con pasos ligeros y sin prisa alguna por desatar su ira y venganza contra un atrevido y egocéntrico daiyokai, se alejó del lugar. Sin embargo, no sería el único que pagaría por el resultado y la escena de esa noche, Kagome tendría su parte justa del castigo por ofrecerse y entregarse como una mujer cualquiera al Lord, y ese castigo sería mucho más placentero para un ser de su calaña de lo que la chica y el daiyokai jamás podrían imaginar.

—Las piezas se irán acomodando en su lugar y ustedes dos, mis queridos y traviesos personajes, son las piezas clave. —sonrió en la oscuridad. —La sacerdotisa muerta, el hanyou y el resto de su insignificante grupo sólo serán los peones para que todo en esta Era y mundo vuelva a su status quo.

Una niña pequeña se acercó hasta su posición tras captar el sonido de sus palabras y no se detuvo hasta tomar su mano en un suave apretón y sonreír como siempre lo hacía cada vez que regresaba. Los rubios cabellos, casi platinados por su extraña condición y los ojos de un celeste inusual observándolo con emoción calmaron su furia. Esa niña era un misterio pero era la única otra criatura de su raza que había logrado encontrar en muchos años, con una diferencia estratosférica.

No se marchitaba bajo su contacto y todo aquello que era destruido por su toque y arranques explosivos, ella lo restituía. Ella era vida cuando lo único que un ser de su clase dejaba era muerte y destrucción. Sin embargo, tan sólo era una pieza más de su ajedrez, una muy valiosa que sería la clave para atraer a Kagome hasta su poder.

—Vámonos. —ordenó con suavidad.

"Siempre hay muy buenas y poderosas razones para que quienes dan vida, y aquellos que reparten y siembran muerte y destrucción, no deben acercarse jamás...".



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