Me vienes repentino. Me vienes a la memoria. Vienes como de visita a través de canciones en la oscuridad. Vistes tal cual la memoria nunca quiso aceptar, tal cual el último encuentro, tal cual la última sonrisa.

Has vuelto a pasear por la sombría vereda de mis lamentos, vestido de pasados inhóspitos, vestido de voces que me hablan del ayer que busco desaparecer. Entonces, el baúl de recuerdos se desahoga.

Se desbordan corriente abajo, cataratas relámpago. Y me empujan más y más lejos del seguro, más y más lejos del candado que les aprisionará en el para siempre desconsiderado de mis decisiones.

Porque tampoco es que me queden muchas decisiones por tomar.

Me vienes repentino, por la boca, al susurrar tu nombre ya gastado por el olvido. Te quedas anidado con un sabor neutral en mi lengua mientras cazo en el espejo al culpable de tal reacción. Y no me encuentro en el reflejo.

Me vienes así, tan repentino como el mañana, tan de improviso como el madrugar, tan fugitivo como el ayer. Y te dejo pasar de largo por simple gusto, por mera necedad, por impura nostalgia.

Vienes y vas. Vas y vienes. Así, como el tiempo que parezco perder viviendo sin vivirme, porque la corriente parece no acoplarse a lo que conmigo traigo y viceversa.

¿Te quedarás un rato más?

¿Me extrañarás un poco al menos?