Cuanto olvide o cuanto piense. Cuanto vaya o cuanto venga. Cuanto diga o cuanto calle. Cuanto ame o cuanto odie.

No importa nada o importa poco, en realidad. Solo importa –en desconcierto– nombrarte en voz alta hasta que se apague la madrugada.

Cuanto vuelen o no las aves. Cuanto suene o no la radio. Cuanto llore o no la lluvia. Cuanto brille o no la luna. Es verdad, poco importa.

Solo traigo entre los dedos una idea y olvido divisar tu sombra desnuda sobre la pared.

Entonces sueño despierto con el puto ladrido de un gato que ya no es gato. Y maúlla un perro que ya no es perro.

La verdad se resbala, entonces, de mis dedos mientras froto a ciegas tu nombre entero.

Cuanto olvide o cuanto piense, en verdad. Cuanto vaya o cuanto venga, quizá. Cuanto diga o cuanto calle, hay que olvidar. Cuanto ame o cuanto odie, así sin más. Importa mucho o importa más, no es verdad.

Solo quedan –desnudas– las excusas de tu nombre en mi lengua ya dormida.