Brillo.
Disclaimer: AMOLAD pertenece a TheSnipster, Moana pertenece a Disney, este one-shot forma parte de la actividad de villanos del grupo amolad fandom hispano.
Escucha con atención la historia que te estoy por contar, ya que donde tú estás ahora, es el cadáver de un viejo amor, de los primeros seres que se crearon, el dios del cielo y la diosa del mar, originados por el gran espíritu del vacío, quien estaba cansado de vagar en el gran espacio.
Con sus grandes capacidades el gran espíritu creo el mar y el cielo, los cuales se enamoraron entre ellos, cuando se amor se hizo más grande dejaron de lado al viejo espíritu, separándose de su vacio y trayendo con ellos a la oscuridad. De su unión se crearon nuevas deidades las cuales gobernaron: el trueno, el bosque, la tierra y la fertilidad; los cuales decidieron separar a sus padres para traer la luz otra vez, para llenar el vacío con color.
El bosque separo con sus fuertes piernas a sus padres, y creo el horizonte del mar, con el tiempo su hermana Tefiti, diosa de la fertilidad, creo criaturas a su semejanza e igualdad, con vidas perecederas que habitan en islas donde yacían los troncos de los arboles que limitaban al cielo y el mar, el trueno quien no estaba feliz de la decisión de sus hermanos se alejo de ellos y se refugió en el cielo, descargando su ira en fuertes mareas y tormentas que acaban con las nuevas criaturas que luchaban por sobrevivir.
Con esto, la humanidad empezó a reunirse en las islas que naufragaban en el mar, sin embargo estas criaturas habían surgido de los hijos del mar y el cielo, no del gran espíritu ni de los dioses que creo, la oscuridad que habitaba en el corazón de los dioses de la fertilidad, el bosque y la tormenta, ya había llenado el corazón de los humanos, los hijos de Tefiti. Tan parecidos a ellos, guardaban oscuras ambiciones, tan codiciosos y embusteros, que no les importaba lastimarse entre ellos, ni abandonarse.
La crueldad de los humanos llegaba a veces a tocar en su sueño a la diosa del océano, arropando con sus olas y arrullando con su caudal a los desafortunados que llegaron a su encuentro. Fue así que ella conoció a ese pequeño niño, el cual fue abandonado por sus padres, creyendo que sus nítidos ojos verdes eran un mal presagio, sin compasión lo arrojaron a sus brazos para que las criaturas que habitaban en las profundidades, acabaran con él. El bondadoso corazón del mar rescato al pequeño y lo llevo al lugar donde se veía con su amor el cielo. El lugar donde no llega la luz, y su amor brilla más: La oscuridad, Lalotai.
El pequeño crecía y los dioses del mar y el cielo no siempre podían estar con él para defenderlo, ya que debían mantenerse separados para que la oscuridad no avanzara, así que fusionaron sus poderes en un pequeño anzuelo, que serviría para que el niño pudiera defenderse de las criaturas y monstruos que preferían la oscuridad. Al pequeño lo llamaron: Leo. Y se convirtió en el semidiós del viento y el mar.
Con su anzuelo mágico, nadie se atrevía a tocar al pequeño semidiós, ya que el poder que resguardaba era más grande que el de cualquier criatura nacida por la oscuridad, las cuales eran lo suficientemente listas para evitar una batalla con él, sin embargo siempre las escuchaba cuchichear, hablando sobre lo que caía en lo profundo de Lalotai.
Era tarde y Leo se aproximo con cautela a un grupo de monstruos que conversaba mientras golpeaban una cueva, su pequeña entrada hacía imposible que las criaturas entraran por ella.
—Ya somos demasiados para que estemos siendo desplazados, por "semidioses" —Murmuraban las criaturas de fluorescentes colores e incontables dientes.
—Ni si quiera es humano—aludió la otra voz, en un timbre quejumbroso—monstruos-cangrejos de su tamaño hay por millares en la costa ¡No tiene ningún valor!—grito exasperado, intentando introducir una de sus patas en la abertura de las rocas.
—Vayámonos, —concluyo el más grande—De todas formas morirá en este lugar. Escuchas, esta será tu tumba pequeño.
Las criaturas se alejaron de la fuerte roca que escondía la cueva, y el moreno aprovecho para escabullirse entre las grietas y penetrar en la oscuridad de su interior.
Camino con pasos vacilantes, y se aproximo hacía donde veía una tenue luz resplandecer, eran líneas de color celeste y violeta, que se arremolinaban. Aproximo sus pasos, dándose cuenta que aquél color estaba puesto en un ser, no podía definir que era, se encontraba abrazando sus piernas, su rostro oculto en sus rodillas, soltando en pequeños sollozos, su respiración.
—Hola—dijo con timidez, extendiendo su mano para saludarlo—Me llamó Leo. —Dijo con elocuencia, mientras sonreía y veía a esos intrigantes ojos color violeta observarlo con desdén— ¡Eres increíble, brillas en la oscuridad! —Aclamó con felicidad perdiéndose en el color celeste que adornaba su cabello, manos, brazos, tórax y piernas.
—¿Qué haces aquí?—Murmuro en un tono rasposo y débil —¿Qué quieres? ¿Burlarte de mí como los otros? ¡¿Ellos te hicieron venir aquí?! —grito con enojo, mientras se ponía de pie y lo amenazaba con un pequeño pedernal.
—¡Tranquilo!—Contestó Leo, alejándose de él. El joven se levanto y dio un paso vacilante hacía él, tropezando, haciendo que Leo lo tomará antes de que cayera por completo al suelo. —¿Estás bien? ¿No estás herido?—Le dijo mientras le hacía alzar la mirada para verlo.
En ese momento la enorme coraza de la ostra que cubría a la cueva, se volvió abrir, dejando entrar la luz y ver a los pescados que se encontraban nadando en el mar, un paso que nadie conocía entre lalotai, el mar y el mundo mortal.
Leo salió de su trance y volvió a mirar al joven que sostenía, la luz del exterior le dejaba ver su verdadera apariencia, los ojos que antes viera violeta eran de un intenso color ámbar cobrizo, su piel ya no lucía azulada y perdida en la oscuridad, era de un pálido color crema, no pudo seguir inspeccionando al joven porque de un empujón lo aparto.
—¡No necesito tu lástima!—Gritó, quería llorar pero no lo haría enfrente de ese ... ese... ¿Mortal? No sabía que era, pero si estaba en lalotai no podría serlo, estaba cansado, no había comido en días, su garganta se sentía seca; torpemente había agotado el agua que había llevado e intento tomar del mar, que estúpido había sido. Se recargo en la roca que había a su espalda y se deslizo hasta el suelo para volver a tomar asiento.
Huir para vivir, y terminar muerto de todos formas, no sonaba a un plan bien ejecutado, dirigió su mirada vacía hacia el agujero por donde él había caído, había sido tragado por esa enorme almeja cuando naufrago, todo para descubrir que estaba rota y ahora se encontraba en la tierra de los monstruos y la oscuridad. Se relamió los labios, los malditos peces pasaban en bancos gigantes por el techo y no podía tener ni un mordisco de alguno... Apretó los ojos con fuerza, estaba tan deshidratado que aunque quisiera no podría llorar. Así, él se desmayó.
Abrió sus ojos con pesadez, hacía calor, le habían colocado una tela suave encima, y el joven que había entrado a la cueva estaba con él, había creado fuego y alrededor tenía un cesto con pescados fritos, cerro sus ojos fingiendo dormir otra vez cuando aquél se dio la vuelta, sintió su cálida mano tocar su frente, para después colocar un paño.
Espió por el rabillo de su ojo entre abierto, cuando lo escuchó: —Sé qué estas despierto.
Soltó un suspiro de sorpresa, mientras se sentaba por completo... tendría que deshacerse de esa comodidad pronto... por un instante se sintió abatido, de quedar nuevamente solo en la oscuridad. Quería preguntar tantas cosas, pero las oraciones expiraban antes de salir de su boca, retiro la tela bermellón y se la devolvió al moreno frente a él.
—Debes tener frio, consérvala—Sugirió, mientras notaba como esos intrigantes ojos lo observaban, —Toma, debes estar sediento—Comento mientras le acercaba un cuenco a su boca.
Se perdió en el reflejo que le cedía el agua, mirando a su adelgazado rostro y las grandes marcas oscuras por debajo de sus ojos, lucía realmente enfermo.
—No está envenenada—Escucho decir a su interlocutor, la bebió sin vacilación, al parecer se había tardado tanto viendo su reflejo que Leo pensó, que desconfiaba del liquido.
—Gracias—Murmuro, suavemente, mientras tomaba hasta la última gota.
—De nada, piernas largas—Comento divertido el joven de verdes ojos, mientras regresaba a su labor de darle la vuelta a los pescados en el fuego.
—Me llamo, Des... no piernas largas—Comentó con un poco de enfado, que hizo a Leo reír por el adorable sonrojo y puchero en su rostro.
—Entonces Des, ¿Cómo has llegado hasta aquí?—preguntó interesado en la historia de aquel joven, la bioluminiscencia era una cualidad de los monstruos de las profundidades, sin embargo él no lucia como lo descerebrados que habían golpeado su refugio.
El alto volteo a verlo, aunque en sus pupilas se notara su ausencia.
Los monstruos-cangrejos eran seres metamorfos que habitaban la superficie, de tamaños descomunales, tan grandes que los humanos y otros animales pensarían que sus gigantescos caparazones son una isla, se mantenían en silencio hasta que era el turno de cazar, sus fuertes tenazas podrían doblar el metal, y aun así, estos seres tan extraordinarios no son necesarios en un mundo tan cambiante. No serviría de nada esconderse y volverse pequeños. Lo que es diferente siempre causa temor, y los humanos no desistirían hasta erradicarlos.
La ley de más fuerte se aplica en todos los niveles y a todos los que habitan la tierra, su isla había sido tomada por un tribu humana, sus habitantes asesinados, sin importar que pudieran pensar como aquellos... Pocos fueron los escogidos como trofeos. Animales de circo para entretener a sus captores.
Los cangrejos adquieren su tamaño dependiente de la dieta exorbitante a la que están acostumbrados... y él que había sido retirado de su hogar y puesto en una jaula, su tamaño como cangrejo era diminuto, y como humano sólo era un poco por encima del promedio, tan pálido y sin gracia.
Podría haber soportado las burlas, que lo miraran como un adefesio, sin embargo no permitiría que acabaran con su existencia, Aun recordaba el pánico que sintió al escucharlos:
—Es demasiado pequeño, y si, lo... matamos—Susurraron.
Cuando escucho a las mujeres que lo cuidaban que se desharían de él, o se lo comerían, decidió huir. Usando toda la fuerza de sus manos rompió la jaula de huesos en la que lo encerraron, y huyo hacía el lugar de su antigua tribu, estaba asustado, y vago sin rumbo exacto entre la gran cordillera de islas.
Tan hambriento... tan sediento, dejo que la locura se albergara en su cabeza, que encontrara soluciones a sus problemas, aunque eso significará, devorar a los que alguna vez había amado, después de todo los monstruos-cangrejo habían sido creados para vivir eternamente, su carne no se echaría a perder hasta dentro de miles de años.
Siguió su camino hasta la gran cordillera que se había formado por los caparazones de su familia, y desenterró de la tierra los pedazos de carne que le daban vida a esa isla en formación... sin vacilación mordió cada pedazo, sentía a las lagrimas correr por sus ojos, pero su estomago por fin empezaba a estar satisfecho.
—Lo siento, abuela—murmuro, empacando pedazos del viejo crustáceo, y usando un viejo hueso cóncavo para guardar agua.
Los cazadores de la tribu estaban detrás de él, tomó una balsa y partió hacia el mar, el dios del trueno tal vez en un castigo por el acto que había hecho, ataco su pequeña embarcación, quedó a la deriva para lo que a él fueron años, se acabó sus provisiones y cuando no pudo mantenerse sujeto a los resto de su bote, cayó a las profundidades, su vista se torno borrosa, y cuando despertó, aquella enorme almeja ya lo había devorado y enviado a Lalotai.
—Hey...hey, Des...—la voz de Leo lo saco de sus pensamientos y lo regreso a la realidad. —Si no quieres decirlo, está bien.
Des sonrió, —Te lo diré después— expreso sin emoción, —tal vez.—murmuro, mientras le regalaba una triste sonrisa.
La noche entre ambos pasó deprisa, entre preguntas de Leo por su bioluminiscencia, y él asombro del moreno ante la gran fuerza del alto, quien golpeando la roca volvió a cerrar a la almeja y le mostró al moreno que se podía camuflajear con facilidad, Leo le explico del anzuelo que le dieron los dioses del mar y el cielo y le enseño a cazar.
Ambas criaturas se mantuvieron haciéndose compañía por lo que para los humanos serían siglos, sin embargo sólo podían fortalecer el lazo que los había unido aquella primera ocasión...
Des no necesitaba regresar a la superficie, ni deseaba hacerlo, su corazón guardo con rencor el recuerdo de los humanos, podía vivir tranquilo en las profundidades de Lalotai con la compañía de Leo, no sonaba un mal plan para su eternidad.
Sin embargo, el moreno no tenía esos planes, de vez en cuando salía de Lalotai para descubrir las proezas de los humanos, sus inventos, sus victorias, quería sentirse querido como ellos, o por ellos, sentirse necesitado, reconocido... amado... y que mejor si era por las criaturas que colonizaban la tierra.
Quería que el tatuaje que había en su espalda fuera suplantado por nuevos, que contaran sus proezas, su honor, su gloria que le dieran valor a su vida... y no reflejaran la amargura con la que nació.
Sus visitas a la guarida de Des eran al finalizar el día, para contarle lo que había conseguido, mostrándole aquellos tatuajes que aparecían en su morena, piel... sin embargo el alto, conocedor de la naturaleza humana, siempre le recordaba:
—Detente Leo...ellos nunca estarán satisfechos. —Mientras él otro decidía dejarlo para cumplir una nueva misión.
Sin reparos, los humanos al notar el interés del semidiós en ellos, usaron la fuerza de este para obtener las riquezas que para ellos eran imposibles alcanzar... Leo les dio el fuego, les brindo más tiempo a su vida, negocio con el dios del trueno y el viento para ayudarlos a navegar, rescato islas del fondo del mar, llenándose su piel de cada uno de aquellos logros, que nunca llegaron a ser suficientes para pedir el amor de aquellos, ni para ser considerado si quiera un héroe.
Con cada nueva proeza un tatuaje se marco en su piel, aunque al principio fueron fáciles de obtener y Des parecía maravillado con él, el tiempo hizo a las victorias más difíciles de ganar, muchas veces tuvo que recurrir a su astucia para poder salir triunfal, ser semidiós te otorga cierta mortalidad, Des cuido de sus heridas, y lo desalentó para que dejara a los humanos solos, que no se merecían su cariño, sus regalos...su amor.
—Es lo último que necesito y estaré en esos murales, el corazón de Tefiti.—menciono con devoción, mientras se recostaba en las piernas del alto—se donde esta, les daré la capacidad de crear— dijo, mientras Des se encargaba de colocar unas plantas medicinales en sus heridas.
—No. Leo, no vayas. Es demasiado ¡Basta...!—comento enfadado el alto.
—Es lo último, Des. Sólo... quiero saber que significo algo—murmuro, agachando la mirada.
Des lo miro perplejo, soltando un largo suspiro, Le entendía a Leo, había nacido como humano, era lógico que necesitara sentirse reconocido, valioso para aquellos que lo abandonaron—Sólo termina rápido con esto, prométemelo... será lo ultimo... que intentaras hacer por ellos...
—Te lo prometo Des. —Le brindo una tierna sonrisa mientras besaba sus blancas y suaves manos.
El alto sonrió, mientras lo acurrucaba en su regazo, cuando cayó la noche coloco en la cena del mayor un sedante, con el cual Leo cayó en un profundo sueño.
—Yo iré por él... y te lo daré, — "Es lo último" Se repitió mentalmente, mientras nadaba a la superficie y decidía ir hasta la isla madre, aquella que mantenía cautiva el corazón de la diosa de la fertilidad.
Leo se retorció en su lugar, soñando con Des, pensando que no los necesitaba, que estaba bien, se quedaría con el alto en Lalotai, robar el corazón de una diosa no era una hazaña, era un error... los humanos no necesitaban que les diera más cosas, así el moreno continuo soñando en su vida con su pálido amigo, que tal vez algún día podría ser algo más.
No tardó demasiado en encontrar a la isla, desembarco silenciosamente, evitando hacer notar su presencia, se introdujo entre la maleza, y recorrió un largo camino por el arrecife hasta llegar al centro, una piedra de grabados antiguos se mantenía incrustada en una gran espiral, su particular color jade y resplandeciente luz, le hizo saber a Des que ese sin duda era el corazón de la diosa, sin dudarlo un segundo lo tomo entre sus dedos, los cuales se quemaron al tocar la roca, sin importar el dolor la extrajo de su lugar, atravesó un hilo de caña por un lado y salió de la isla, con la joya en cuestión.
Pronto la isla empezó a morir, la tierra a temblar y de la profundidad del volcán un rugido inhumano se escucho, un gran monstruo de lava salió corriendo hacía su dirección, las sombras de las plantas se volvieron criaturas, que le gritaban que les diera la piedra a ellos.
Des corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron, sus manos ardían, tenía heridas por las veces que había caído huyendo de las criaturas de las sombras, y el gran monstruo de lava, el cual pronto lo alcanzo cerca de la cordillera, destruyendo su balsa, se abalanzo a él.
Des perdió el conocimiento cuando el brazo ardiente de Te ka, lo alcanzo.
Leo despertó de sus sueño, y al no ver a Des a su lado salió a Lalotai, los monstruos reían diciendo que alguien había despertado al gran monstruo de lava, Te ka. Al escuchar con atención entro en pánico al escuchar el nombre de Des.
Con su anzuelo Leo tomo la forma de un tiburón, y salió hacía la isla de Tefiti, esperando que no fuera demasiado tarde para el alto. Cuando llego, vio con horror como la mano de Te ka sostenía el cuerpo de Des, la lava había empezado a destrozar su piel. Dejando un rastro nacarado a su paso, la sangre no llegaba a brotar de las heridas calcinadas de aquel hombre, sus manos, su espalda, y su cabello empezaba a ser devorado por la lava.
El moreno tomo la forma de un Halcón, y voló hasta estar cerca del monstruo de lava, apartando a Des, y dejándolo a la orilla de un lago de una isla, Leo se percato que el monstruo lo seguía por la piedra que tenía Des en su mano, así que arranco de las manos del alto el collar que tenía la piedra del corazón de Tefiti, haciendo que el monstruo lo persiguiera a él.
Intento ganar la contienda con aquél monstruo, sin embargo era más fuerte que él, quemo sus alas, y lo separo de su anzuelo, el collar cayó a las entrañas del mar junto con su anzuelo, naufrago sin rumba hasta quedar varado en una isla desierta, donde la corriente del mar o el viento no aparecía.
El agua que llego a tocar su rostro lo hizo despertar, le dolían las manos, y no podía moverlas ni un poco, a decir verdad todo su cuerpo parecía no reaccionar, tomo su forma de cangrejo cuando escucho a los aldeanos parlotear.
—Leo lo hizo, tomó el corazón de Tefiti. —Murmuro uno de aquellos pescadores.
—No sé si es soberbio o tonto, robar el corazón de una diosa. —Hablo el otro.
—Dicen que despertó la ira del volcán y ha sido castigado—completo un anciano hombre que dibujaba con ceniza, sobre una manta. —Leo, el semidiós del viento y el mar que hurtó el corazón de la diosa de la fertilidad. —Clamo mientras mostraba el manto, que contaría la leyenda.
Des se retorció en su lugar con la ira acumulándose en sus ojos, odiaba a los humanos por ser tan superfluos, se sentía traicionado por Leo, quien sin dudarlo le arranco el corazón de Tefiti y lo abandono a su suerte en la aldea de los humanos ¿Dónde estaría ese traidor?
Sus pensamientos fatídicos no pudieron continuar, alguien pasó a su lado, y lo recogió pero, al notar las heridas que tenía el cangrejo en su caparazón y su tamaño dijo: — ¡Ugh!— expreso con desagrado—Esto no brilla, —mientras lo arrojaba de regreso al mar y corría por una almeja que llegaba a la costa—¡Mira que hermosa!
Su alma se ensombreció, nada valía en ese maldito mundo, conforme descendía y las olas lo arrastraban, su mente se quebraba más, nadie apreciaba lo que se guardaba dentro de las personas, no importaba sus buenas intenciones, sus principios, sus sentimientos... su amor... todos sólo buscan algo que pudieran ver... o tocar, como el oro que a todos los atrae.
Cayó... y cayó... hasta regresar a la cueva que fue su refugio, pasó demasiado tiempo para que pudiera volverse a mover, ya no podría golpear con sus manos al menos que quisiera lastimarse, su fuerte piel había sido adelgazada por las quemaduras, y se había tornado áspera y roja, en sus manos, en su espalda, uno de los mechones a los lados de su cara se había quemado, y en un recuerdo permanente él siguió cortándolo... era el recordatorio constante de que nada valía más que él, y que lo de adentro no importaba, si no hay nada por fuera que ofrecer.
La oscuridad y soledad se llevaron la cordura de Des... su tamaño como cangrejo se volvió descomunal y no podría volver a la superficie, aun sí quisiera, no pasaría por el pasaje que lo había llevado ahí... con el tiempo, los naufragios de los barcos, dejaron los rastros de sus embarcaciones en las profundidades, y él comenzó a llenar su guarida de piezas de oro, y piedras preciosas, recolecto armaduras que pudieran cubrir las quemaduras de su cuerpo, y entre los restos de un barco lo encontró, el anzuelo de Leo... se lo llevó consigo y lo uso como una decoración más en su cuello, ya que él no podría usar su poder.
La oscuridad se expandió y lentamente comenzó a consumir a la tierra y el mar, inundo el corazón de todo ser viviente y se llevó su vida en el proceso, haciendo a las criaturas de lalotai subir a la superficie, imposibilitando el navegar por el mar, las islas morían lentamente y una de ellas fue Motunui.
La hija del jefe de la tribu, Lorraine; la cual fue escogida por el mar, para llevar el corazón de Tefiti a su lugar, Partió al mar al darse cuenta de expansión de la oscuridad, para salvar a su familia y a su pueblo, la joven se embarco en una búsqueda por el semidiós, que contaba la leyenda había robado el corazón de la diosa de la fertilidad.
La princesa de piel morena y pelo platinado, navego y naufrago hasta encontrar al semidiós Leo, el cual se mantuvo renuente en devolver el corazón, no enfrentaría otra vez a Te Ka, y menos por los humanos, no había gloría, ni razón en hacerlo, nunca sentirían amor por él, y quien le había demostrado alguna vez que valía algo, debería odiarlo.
—Soy Lorraine de Motunui, subirás a mi bote y devolverás el corazón de Tefiti. —Exigió la mortal, mientras Leo, la miraba incrédulo y la hacía caer de la barca.
Pronto se dio cuenta que si había sido escogida por la diosa del mar, para devolver aquel objeto. Y aunque al principio se mostro renuente, la insistencia y perseverancia de la joven, lo hicieron cambiar de opinión, la ayudaría, tal vez... eso remedaría el error del pasado.
—Para enfrentar a Te ka, necesito mi anzuelo—Le comento, la chica murmuro que fueran por él, a lo que contesto—Él lo debe de tener, y para ello deberemos ir a Lalotai.
Ambos se dirigieron a la entrada del mundo de los monstruos esa que Leo, más de una vez había cruzado para llegar con los humanos de llenarlos de regalos, la nostalgia embargaba a su conciencia, y el tiempo no transcurrió en él, hasta que lo vio nuevamente, su pálida piel, y sus hermosos ojos dorados, los cuales brillaban más que cualquier pieza desgastada de oro de su guarida.
—¡Ugh! Una humana—Mascullo con asco el alto, mientras sostenía por las muñecas a la morena. —¿Qué haces aquí?—murmuro con incertidumbre.
Leo se deslizo por los montículos de monedas de oro, haciendo que volteara a su dirección, rápidamente se escondió y lorraine, comenzó a hablar con él, sin embargo sus respuestas eran irónicas, y algunas veces se dirigían a alguien que no estaba ahí, Des había perdido la cordura, o tal vez se había hecho más consciente de lo que lo rodeaba y lo que era.
—Quieres que te hable de mi...—dijo con malicia y sospecha—¡Lo haré con todo gusto!
Des comenzó a relatar su historia cuando nació, y lo pequeño y gris que había sido, pero que ahora había encontrado satisfacción en todo el brillo que lo rodeaba. —Tu abuela te dijo que escucharas a tu corazón, que fueras quien eres en el interior... En dos palabras voy su frase a destrozar: ¡Te engaño!—Nadie valía por lo que era por dentro, lo que le había dicho esa anciana a la morena era mentira, como todas las que alguna vez le dijeron a él.
Des estaba dispuesto a asesinar a la joven que sostenía, sería un entremés; sin embargo la voz de Leo, lo hizo dirigir la mirada hacía donde el moreno estaba, con el anzuelo en su mano, intento transformarse sin lograrlo, Des rió fuertemente, al notar los problemas que tenía el semidiós con su anzuelo, no dudo en burlarse de su condición. La inestabilidad emocional del moreno sería su perdición...siempre tan tonto e ingenuo.
—Chiquito, casi semidiós —Se burlo el alto mientras pateaba al moreno,—¡Ouch!— alejándolo del anzuelo, continuo golpeándolo, recordándole que había sido su culpa el que estuviera en esa condición —Ya no enganchas — comento sarcásticamente, arrancando de sus manos el instrumento, —¿Lo entiendes? No eres quien solías ser.
Des golpeo la pared de la cueva, y sumergió en la oscuridad a la humana y Leo, continuando la tortura del moreno, recordándole su pasado como humano y lo iluso que había sido al buscar el amor de los humanos después de que lo habían abandonado.
—Lejos de aquellos que te abandonaron, —lo levantó por el cuello, enterrando sus dedos rasposos y cubiertos por guanteletes en la piel morena — Buscando el amor de estos humanos, que te hicieron sentir amado, — dirigió su puño a su rostro, impactando en este —tratas de ser rudo pero, tu armadura fuerte no es, Leo. no ves lo que te pierdes, Soy realmente brillante.
Antes de que Des pudiera acabar con la vida de Leo, Lorraine lo interrumpió, mostrándole una piedra brillante que aseguro que era el corazón de Tefiti, Des lo persiguió y cuando lo consiguió se dio cuenta de la falsedad de la roca, aplaudiendo la valentía y astucia de aquella humana.
—Nos podríamos llevar muy bien —Rió.
Leo y Lorraine escaparon en la distracción del corazón de Tefiti y se llevaron el anzuelo con ellos, dejando otra vez en las profundidades de Lalotai a Des.
Leo junto con Lorraine lograron devolver el corazón de la diosa de la fertilidad, la cual se había convertido en el monstruo Te ka al perder el poder de la vida, y siendo invadida por la oscuridad de su interior. Con el surgimiento de la diosa de la fertilidad, la oscuridad se volvió a disipar y reducir, trayendo nuevamente vida a las islas y sanando el alma de los desafortunados a los cuales la oscuridad invadió.
Leo voló en su forma de halcón al lado de Lorraine, y se perdió en el cielo para posteriormente dejarse caer y nadar hasta las profundidades, guiándose por las corrientes marinas llego a la cueva del cangrejo, notando que se había caído e intentaba colocarse de pie.
—Hola...Te hecho una mano—comentó, mientras lo ponía de pie. —Des... la oscuridad se ha ido... tu... Tu ya deberías estar bien—murmuro apenado, sin encontrar las palabras correctas que decir, ellos ¿Podrían volver a lo que eran antes?—Des, esto — dijo señalando los tesoros—Son culpa de la oscuridad... tu no....
El alto lo miro divertido, y con una media sonrisa contesto: —"Eres así"—a completo el alto —El problema Leo, siempre intentas ver lo mejor a quien ves, y la realidad es que la oscuridad siempre ha estado en mí. —Sonrió sarcástico mientras se apoya en sus hombros—Desde antes de que te conocí... Gracias, y fuera de mi hogar. Chiquito. —Murmuro con socarronamente y una media sonrisa.
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créditos:jemaine clement-shiny
N.A: Buenas madrugadas tengan todos, vengo con un pequeño texto que viene por la actividad de villanos del grupo de amolad fandom hispano.
Al fin he terminado este one-shot, me ha costado un montón de trabajo, y que decir amo al maldito cangrejo malvado , siento que es un personaje que te deja con ganas de saber su historia, desde su canción Shiny, te hace cuestionarte varias cosas, desde cómo conoce tanto a maui, cómo pierde su pata, a que se refiere con que se comió a su abuela, etc...
Esperando haya sido de su agrado, piedras, balazos, tomates, jitomates, zapatazos, todo es bien recibido.
Esperando no haya sido tedioso de leer, les desea el mejor de fin de semana:
morachan.
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