✦ : then we woke up together, as it should be
Advertencia: si no sientes comodidad con contenido explícito de naturaleza sexual, con lenguaje fuerte y temática homosexual, te invito cordialmente a omitirlo y no prestarle atención. No es necesario perjudicar el esfuerzo de quien escribe, adapta o traduce con reportes que le puedan eliminar la cuenta. Ten en cuenta que esto es pura ficción y su objetivo es proporcionar entretenimiento.
Contenido +18. Lenguaje explícito. GxGxG.
tercera parte : makes me wanna hit her when I see her ('cause lalisa's so hot) ~
Una vez que confirmaron que Lisa era indudablemente ardiente, se aventuraron en un territorio desconocido en busca de una conexión que siempre encontraban al final del día, cuando el sol se ponía y las tres estaban juntas. En ese nuevo mundo, cada paso era una revelación, cada mirada un descubrimiento, y cada risa una melodía que unía sus almas en una armonía perfecta. Entre confidencias susurradas y gestos de complicidad, exploraban los rincones más profundos de sus emociones, compartiendo sueños y deseos bajo el firmamento estrellado de la noche. En esa intimidad, el tiempo perdía su significado, fundiéndose en un presente eterno donde solo importaba el vínculo inquebrantable que las unía, convirtiendo cada encuentro en una celebración de la vida y el amor.
En primer lugar, Jennie se había instalado por completo con ellas, finalmente en el lugar al que verdaderamente pertenecía. Las tres habían establecido una rutina sólida: Rosé partía muy temprano para sus clases, luego seguía Jennie, y finalmente Lisa, quien cerraba la puerta tras de sí y también la abría al regresar.
Habían llegado a un acuerdo sobre los roles que cada una desempeñaría en el hogar, dejando las cosas más que claras. Este acuerdo no solo organizaba sus responsabilidades domésticas, sino que también fortalecía su vínculo como un equipo unido.
Juntas, habían creado un ambiente acogedor para Jennie, especialmente después de los errores que Rosé había cometido en el pasado y que ahora se esforzaba por enmendar.
Eran un frente unido, listas para enfrentarse al mundo juntas y superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Ellas caminaban por el campus con seguridad, sintiendo las miradas de todos sobre ellas mientras iban de la mano, sin temor a mostrar su amor públicamente. Incluso se aventuraban a dar un espectáculo, intercambiando besos apasionados: Rosé con Jennie, Jennie con Lisa, y Lisa con Rosé. No tenían razón alguna para avergonzarse, ni para temer o preocuparse por lo que los demás pensaran o dijeran.
Cada día era una fantasía viviente para la flamante castaña. Despertar con los sensuales labios de Jennie tan cerca de su rostro, mientras los brazos protectores de Rosé la rodeaban, era como vivir en un sueño hecho realidad. Cada momento juntas era una celebración de su amor sin restricciones ni inhibiciones, donde podían ser auténticas y genuinas sin importar lo que el mundo exterior pudiera opinar.
Jennie se sentía completamente deslumbrada, navegando en las aguas de su propia identidad, abrazando plenamente su homosexualidad. Había retomado su relación con Rosé de manera oficial, superando los obstáculos y conflictos que una vez las separaron. Además, tenía a Lisa a su lado, una figura celestial encarnada en persona, una fantasía hecha realidad que le hacía sentir que estaba viviendo en un mundo de ensueño.
Era un remolino de emociones para Rosé. Se preguntaba qué había hecho para merecer el amor y la compañía de las dos mujeres más extraordinarias del mundo. Aunque a veces se sentía como un desastre, con todas sus dudas y temores, el amor y el apoyo que recibía de Jennie y Lisa la llenaban de gratitud y asombro cada día. Eran su roca, su luz en la oscuridad, y no podía evitar sentirse abrumada por la dicha de tenerlas a ambas en su vida.
Lisa era la causa de su locura, y no podía resistirse a los encantos de Jennie, con esos hermosos ojos que la hipnotizaban. Se sentían destinadas, las tres, como si el universo hubiera conspirado para unirlas en un lazo inquebrantable.
Pero, Dios, lo que se atrevían a hacer era simplemente exquisito. Como aquella vez cuando Jennie anunció a Lisa que llegaría tarde a casa debido a un proyecto en el que tenía que ayudar a sus compañeros, y tendría que quedarse hasta tarde en la universidad.
La sorpresa de Jennie al regresar a casa fue monumental, encontrándose con una escena tan deliciosamente sucia. Lisa estaba montando a Rosé con un arnés, entregadas por completo la una en la otra, con Lisa gimiendo dulcemente con los ojos cerrados y Rosé agarrando su cintura y haciéndola rebotar.
Mientras observaba el ardiente encuentro entre ellas, Jennie, se sentía completamente absorbida por la intensidad. Se quedó parada solo mirándolas, como si fuera su película favorita.
Cuando Lisa notó su presencia, su mirada la atrapó como si fuera la única en el mundo, desencadenando una ola de calor que la recorrió de pies a cabeza. Su voz, firme y autoritaria llenó sus tímpanos:
—Ven aquí. —ordenó Lisa con una autoridad irresistible, y Jennie obedeció de inmediato, como si estuviera hipnotizada.
Fue Lisa quien se dio cuenta de su presencia porque Rosé tenía los senos de la menor en la boca y estaba ocupada y distraída.
Lisa descendió de su posición con una agilidad felina, y entre ella y Rosé comenzaron a despojar a Jennie de sus prendas con una urgencia animal. Las manos ansiosas y los movimientos frenéticos abordaron los sentidos de la Coreana, como si no pudieran esperar ni un segundo más para saborear la piel de su amada.
Desnudaron a Jennie con una determinación voraz, como cazadoras que han encontrado a su presa. Cada prenda que caía al suelo era un paso más hacia la consumación de sus malas intenciones. Los gemidos de Jennie llenaban la habitación, mezclándose con el sonido de la tela rasgada y los suspiros entrecortados de las otras dos mujeres.
Vaya relación la que tenían.
Era una relación compleja y fascinante, donde el amor, el deseo y el cuidado mutuo se entrelazaban con la intensidad del sexo salvaje. Se amaban en todas sus formas, desde las caricias más suaves hasta los arrebatos más apasionados. Eran tres mujeres que se amaban, se estimaban y se cuidaban entre sí, en una danza pura de almas entrelazadas.
Pero también eran seres sexuales libres que se entregaban al placer. No se limitaban por convenciones sociales o restricciones morales, sino que exploraban cada rincón de su deseo con una libertad sin límites. Respetaban el simbolismo sexual que representaban.
Los caminos del destino jugaron un papel caprichoso esa tarde, llevando a las tres mujeres a encontrarse en la misma casa en un inusual miércoles. Era una coincidencia extraña, considerando las rutinas habituales de cada una.
Por lo general, en esa hora del día, Lisa estaría recostada en su habitación, sumergida en sus pensamientos o tal vez ocupada con algún proyecto. Mientras tanto, Jennie y Rosé estarían fuera, inmersas en sus respectivas actividades, ya sea en clase o en compromisos sociales.
Sin embargo, ese día, las circunstancias se alinearon de manera peculiar. La clase de Rosé fue cancelada de manera inesperada, mientras que Jennie, por una rareza del calendario académico, no tenía que asistir a clases con su grupo habitual. Así que, por un giro del destino, las tres se encontraron compartiendo el mismo espacio.
A pesar de estar todas bajo el mismo techo, ninguna de ellas parecía tener intenciones de hacer nada. No había una agenda oculta ni conspiraciones premeditadas. Lisa se encontraba en la habitación de Rosé, mientras tanto, Rosé ocupaba la sala, absorta en sus propios pensamientos o tal vez hojeara algún libro que encontró en el estante. Por otro lado, Jennie permanecía en su habitación, sumida en sus propios asuntos.
¿Cómo demonios terminaron Lisa y Jennie haciendo maravillas con sus lenguas en el coño de Rosé?
Eso era complicado de explicar.
Era un día como cualquier otro, la rutina un poco cambiada, pero todo como normalmente iba. Cada una por su lado con sus cosas.
El problema surgió cuando a Rosé se le ocurrió la idea de ofrecerles algo para refrescarse a las otras dos. Con una sonrisa amistosa, sugirió que podrían disfrutar juntas de una bebida para aliviar el calor de la tarde. Reunió a Lisa y Jennie en la sala, anunciando su propuesta con entusiasmo contagioso.
Sin darse cuenta del alcance de su decisión, Rosé se embarcó en la misión de preparar algo especial para sus compañeras. Decidió ir más allá de simplemente ofrecerles un vaso de agua o un refresco común. Optó por algo más elaborado, algo que pudiera convertir la tarde ordinaria en un momento especial.
Así que, con determinación, Rosé se puso manos a la obra y preparó un generoso galón de sangría para las tres. Se esmeró en seleccionar cuidadosamente los ingredientes, mezclando vino, frutas frescas y un toque de licor, creando una bebida exquisita que prometía deleitar los sentidos.
Una vez lista, llevó la jarra de sangría a la sala, donde Lisa y Jennie la esperaban con curiosidad.
Era algo inocente, solo estaban probando la bebida que su novia había hecho para las tres...
¿Verdad?
Las cosas tomaron un giro inesperado y vertiginoso cuando una gota de sangría se escapó por los labios de Rosé. Fue un momento aparentemente insignificante, pero que desencadenó una cadena de eventos que cambiaría el curso de la tarde.
La mirada intensa de Lisa hacia Jennie fue suficiente para comunicar la idea que había llegado a su mente, un impulso irresistible. Entonces las barreras se desvanecieron, dejando espacio para el salvajismo.
Lisa, lejos de ser la instigadora de malas intenciones, no buscaba romper su rutina ni sumergirse en un vaivén sexual recurrente. Sin embargo, el impulso del momento era demasiado poderoso como para ignorarlo.
Lisa se acercó a la de cabello naranja, su mirada ardiente reflejando su hambre. Con un movimiento suave pero decidido, mordió el labio inferior de la mujer, enviando una oleada de electricidad a través de ellas. Luego, sin perder un instante, se volvió hacia Rosé, cuya expresión de sorpresa se mezclaba con un atisbo de excitación. Lisa atacó la barbilla de la rubia, lamiendo y chupando la gota de sangría que escurría por su barbilla.
¿Y el resultado?
Un recuerdo, memorable.
Rosé agarraba con firmeza la cabellera de Lisa y Jennie, sintiendo cómo sus manos se hundían en los mechones sedosos mientras ambas mujeres le proporcionaban lo mejor de ellas. Era una escena familiar, una práctica recurrente en la intimidad de su trío, pero esta vez, la intensidad era abrumadora, como si estuvieran poseídas por una fuerza primitiva.
Lisa y Jennie se inclinaban sobre ella, devorando su húmedo coño con una voracidad que casi rayaba en el desdén, como si estuvieran en una competencia por complacerla. Sus lenguas se movían con destreza, explorando cada pliegue y recoveco con una habilidad experta.
El sonido de los jadeos resonaba en la habitación, mezclándose con el suave chapoteo de sus cuerpos en movimiento. Rosé se aferraba únicamente a sus cabelleras al mismo tiempo que sentía oleadas de puro placer en su cuerpo.
—¡Justo así, así! ¡Joder! —decía Rosé entre sus jadeos, sus palabras una mezcla de súplica y agradecimiento.
La comieron, la devoraron con un hambre que parecía no tener límites, hasta que Rosé alcanzó un orgasmo poderoso que la sacudió hasta lo más profundo de su ser. Fue un momento de éxtasis puro, donde el mundo se desvaneció y solo quedó la sensación abrumadora y los espasmos que la destrozaron, todo gracias al hábil manejo de sus lenguas expertas.
Pero para Rosé, el clímax no solo fue físico; también llevaba consigo una carga emocional abrumadora. El deseo sexual que sentía por ambas mujeres, Lisa y Jennie, se mezclaba con la gratitud y la alegría de ser amada y deseada por ellas en igual medida.
Se corrió con una intensidad avasalladora, dejándose llevar por la corriente de sensaciones que la envolvían. Se corrió en las bocas de esos dos demonios con una fuerza que la dejó sin aliento.
Las otras dos mujeres recibieron su orgasmo con gusto, saboreando cada gota como si tuvieran sed. Para ellas, no había mayor placer que ver a Rosé entregarse por completo, dejándose llevar y perdiendo un poco del control que la caracterizaba en la cama.
Pero cuando esa mujer recuperó el aire, no hubo piedad para las otras dos.
Sobre todo, para Lisa.
Rosé poseía una paleta de madera exquisitamente elaborada, con un acabado prolijo y suave que contrastaba con el relieve distintivo en su parte más ancha. Las iniciales "RP" estaban grabadas en la madera, un sello personal que marcaba cada golpe que Rosé impartía con la paleta.
Con una determinación sin igual, Rosé utilizó su paleta para marcar el trasero de Lisa y Jennie, quienes se entregaron a ella con una confianza absoluta. Colocaron sus culos a su disposición, ofreciéndose como lienzo para sus deseos más oscuros y sus caprichos más intensos.
Los golpes se escuchan por toda la habitación, acompañados por los gemidos y los gritos de placer de ambas mujeres. Con cada azote dejaba su marca en la piel, como si Rosé estuviera reclamándolas como propias, marcándolas.
Pero no había dolor sin placer, y Rosé no escatimaba en demostrar su devoción por sus amantes. Mientras las azotaba, también las besaba con una ternura que contrastaba con la intensidad de sus golpes. Sus labios recorrían sus espaldas desnudas, dejando una estela de calor y humedad a su paso.
Cada vez que Rosé las golpeaba, no podían dejar de pensar en lo bien que habría de estar sintiéndose la Australiana al tenerlas su dulce disposición.
Al terminar su juego de dominación, Rosé se apartó un momento para contemplar las múltiples marcas de "RP" que adornaban los traseros de sus novias.
Era una vista exquisita.
Aunque Rosé sabía que su trabajo aún no había terminado. Con determinación, se acercó a Jennie, cuyo semblante era permisivo. Con manos expertas, separó sus nalgas revelando su coño húmedo y palpitante.
Sin titubear, Rosé escupió en el antes de abrirlo para el deleite de sus ojos. Las cosas estaban lejos de detenerse ahí. Aunque había estimulado a Jennie con sus dedos durante unos minutos, sabía que no quería dejarla insatisfecha. Decidió llevar las cosas al siguiente nivel, sabiendo que solo un juguete especial podría llevar a ambas al éxtasis deseado.
Con determinación, Rosé tomó un dildo doble y lo preparó meticulosamente con su respectiva protección y lubricación. Una de las partes del dildo fue introducida en el húmedo y ansioso coño de Lisa, mientras que la otra encontró su lugar en la intimidad de Jennie. La visión de ambas mujeres unidas por el juguete sexual era cautivadora, sexy, deliciosa y pecaminosa.
Con el dildo doble en su lugar, Rosé tomó el control, sosteniendo el juguete firmemente mientras instaba a Lisa y Jennie a moverse. Con una voz ronca y cargada de deseo, les daba órdenes sucias que las empujaban hacia el límite.
—Fóllate como la perra necesitada que eres, vamos, cariño. —susurraba Rosé al oído de Jennie.
Ambas mujeres boca arriba con sus piernas abiertas follándose contra el dildo que agarraba la rubia y mirándose de vez en cuando.
—Y tú, pequeña demonia... —susurró ahora al oído de Lisa—. Será mejor que te corras pronto o te dejaré el culo rojo.
Lisa y Jennie obedecían sus órdenes con fervor, moviéndose al compás de sus deseos más oscuros y sus ansias más profundas. La combinación del dildo doble y las provocaciones de Rosé llevó a ambas al clímax deseado.
El ambiente estaba cargado de un aura pecaminosa y lujuriosa, donde el sudor perlaba las pieles entrelazadas y los gemidos eran como música para el oído de la arrogante Rosé. Cada rincón de la habitación estaba impregnado del aroma de sus sexos y la vista era maravillosa.
Los jugos vaginales fluían libremente, testigos silenciosos del intenso placer que se compartía entre las tres mujeres.
Habían muchos espasmos, movimientos rápidos y desesperados, gemidos y súplicas que llenaban el aire y las volvía loca.
Y ni hablar de la humedad...
La sonrisa de satisfacción de Rosé brillaba como un faro en la oscuridad, reflejando la dicha y la satisfacción de darles a las mujeres más importante de su vida el placer que merecían. Era una sensación única, algo que llenaba su ser y la elevaba a nuevas alturas de realización.
No era solo el hecho de tener el poder sobre Lisa y Jennie lo que impulsaba a Rosé, sino también el deseo de retribuirles la felicidad que le brindaban. Sentía una profunda gratitud porque les permitiera poner sus cuerpos a su entera disposición e intenciones lascivas y por brindarle la oportunidad de liderarlo, era una bendición.
Una vez que el dildo doble estuvo fuera de ambas, el frenesí sexual llegó a su fin. Jennie, exhausta y con el trasero ardiente por los azotes recibidos, se dejó caer en la cama, mientras que Lisa la siguió con paso cansino.
Las dos mujeres se acomodaron juntas, acurrucándose entre sí en un gesto de cariño, ajena a la mirada de Rosé. A pesar del desgaste físico y emocional, encontraron consuelo y seguridad en la presencia mutua, y pronto sucumbieron al sueño reparador que necesitaban.
Mientras Lisa y Jennie caían rendidas en un sueño profundo, Rosé se ocupó de limpiar y ordenar el desorden que habían dejado atrás en la sala. Recogió la ropa dispersa y las cosas que habían tirado al piso, restaurando un poco de orden en el caos que habían creado durante su arrebato.
A pesar del agotamiento que la invadía, Rosé se sentía plena y satisfecha. Había compartido un momento íntimo y memorable con las mujeres que amaba, y esa sensación de conexión y complicidad era suficiente para alimentar su corazón y su alma.
Después de comer algo ligero, Rosé regresó a la habitación y se deslizó suavemente detrás de Lisa, rodeándola con sus brazos protectores y sintiendo el cálido contacto de su piel. Se acurrucó junto a ellas, sintiendo la tranquilidad y la serenidad que las caracterizaba.
Pronto, el cansancio acumulado y la sensación reconfortante de estar entre sus dos amores la llevaron a un sueño profundo y reparador. Rosé se durmió con una sonrisa en los labios.
Al despertar al día siguiente, Lisa abrió los ojos para encontrarse con los hermosos labios de Jennie a centímetros de distancia. Una sonrisa juguetona se formó en su rostro mientras se acomodaba entre las sábanas, sintiendo los brazos de Rosé aún envueltos alrededor de ella, brindándole una sensación de seguridad y amor incondicional.
El ciclo se repetía.
Se amaban, se sentían y luego despertaban juntas, como debería ser.
FIN.
¡Gracias por leer!
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