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☆| cap 4

Jungkook ajustó meticulosamente la llama de la estufa, buscando el punto exacto para que el ramen alcanzara la cocción ideal. 

La estancia se llenaba con el aroma reconfortante del caldo, envolviendo el ambiente en una calidez hogareña. Con un gesto fluido y preciso, vertió el contenido de la olla en dos tazones, el vapor ascendiendo como pequeñas nubes efímeras que se desvanecían en el aire. Vestido con un pantalón gris holgado y una camisa sin mangas, su piel brillaba bajo la luz artificial, destacando los músculos trabajados de sus brazos.

Jimin, mientras tanto, examinaba la sala con ojos analíticos, su mirada deteniéndose en cada detalle. Su atención se fijó en una pequeña suculenta que Jungkook cuidaba con esmero, una planta que parecía fuera de lugar en aquel entorno modesto pero que irradiaba vida y cuidado.

—¿Por qué vives en una pocilga tan pequeña? —interrogó, su voz destilando una mezcla de curiosidad y desprecio, sus ojos recorriendo el lugar con una expresión crítica.

Jungkook se encogió de hombros, una sonrisa resignada asomando en sus labios.

—Es lo que he logrado comprar con el dinero que he ahorrado —explicó, sin un ápice de vergüenza en su voz—. Además, tiene su encanto, ¿no crees?

Jimin levantó una ceja con escepticismo, su mirada recorriendo cada rincón del apartamento.

—¿Encanto? Por favor, yo no llamaría a esto encanto. Es más bien... pintoresco en el peor de los sentidos —respondió con una sonrisa condescendiente mientras fingía examinar una mancha imaginaria en la pared—. ¿Este es tu intento de decoración minimalista? Porque parece más bien un estilo "recién me mudé y no tengo muebles".

—Ey, no todo el mundo puede vivir en un palacio celestial, ¿sabes? —rió suavemente mientras colocaba los tazones de ramen en la mesa. —¿Y ahora qué piensas hacer aquí, ya que has sido desterrado del cielo? —su tono era ligero, pero sus ojos no ocultaban la seriedad de la pregunta.

Jimin se acercó lentamente a la mesa donde el ramen esperaba, el aroma tentador llenando sus sentidos. Se inclinó sobre uno de los tazones, observando el caldo hirviente con una mezcla de curiosidad y desdén.

—No lo sé... tal vez disfrutar —respondió con una sonrisa despreocupada, como si la idea de estar desterrado del paraíso fuera una simple inconveniencia—. Aunque, con el estilo de vida que llevas, eso podría ser un desafío.

Jungkook observó cómo el otro contemplaba los tazones con una expresión de desconcierto.

—¿Has comido algo desde que llegaste? —preguntó, tomando sus palillos y comenzando a comer con evidente placer, sus movimientos reflejando una rutina familiar y reconfortante.

—Como ángeles, somos entidades espirituales y no requerimos alimento —explicó Jimin, su tono era de indiferencia, pero sus ojos no podían apartarse del ramen, la curiosidad y el deseo luchando en su interior.

Jungkook soltó una risa suave, disfrutando de la situación.

—Bueno, ahora eres humano, al menos por el momento. Así que, ¿por qué no pruebas un poco? —dijo, extendiendo un tazón hacia Jimin con una sonrisa amistosa.

En ese momento, un gruñido bajo interrumpió la conversación, emanando del estómago del rubio. Jungkook no pudo contener una carcajada ante la situación.

—Parece que tu estómago no está de acuerdo contigo —comentó el pintor entre risas.

Jimin frunció el ceño, claramente molesto por la traición de su propio cuerpo.

—Es solo una simple masa, Jungkook —replicó, tratando de mantener su aire de superioridad, aunque su voz mostraba un ligero temblor.

—Pruébalo, te aseguro que es el mejor ramen que probarás —animó, ofreciéndole unos palillos.

El rubio se acercó con cautela, observando los palillos con curiosidad. —Está bien, pero tendrás que enseñarme cómo usar estas... cosas.

Jungkook sonrió y le ofreció una breve lección, mostrando cómo sostener los palillos y moverlos con precisión. Jimin prestó mucha atención.

—Así que esto es cómo los humanos se alimentan... interesante —murmuró Jimin, tratando de imitar los movimientos de Jungkook.

El primer intento fue un desastre, los fideos resbalaban de los palillos y caían de nuevo en el tazón, causando una pequeña salpicadura. Jungkook no pudo evitar reírse mientras Jimin lo miraba con frustración.

—Déjame intentarlo otra vez —dijo Jimin, con una determinación teñida de soberbia. Finalmente, logró llevarse un bocado a la boca.

Al probar el ramen, sus ojos se abrieron de par en par y una mezcla de sorpresa y deleite iluminó su rostro.

—Esto... esto es delicioso —admitió Jimin, su tono lleno de asombro aunque intentaba mantener su fachada indiferente.

Jungkook sonrió, complacido.

—Te lo dije. Hay muchas cosas que disfrutar aquí en la tierra, Jimin.

El rubio asintió lentamente, su arrogancia habitual suavizándose un poco mientras continuaba comiendo. Por un momento, la sala se llenó solo con los sonidos de satisfacción y el tintineo de los palillos, creando una armonía inesperada.

[ ☆ ]

Con el último sorbo de ramen, Jimin dejó el tazón sobre la mesa con un gesto suave. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro, una que rara vez concedía. Se sobó la panza con un gesto de satisfacción, como si el ramen hubiera cumplido una necesidad que él ni siquiera sabía que tenía.

—Ha estado delicioso —admitió, su tono llevaba un matiz de sorpresa, como si el acto de disfrutar algo tan mundano fuera un nuevo descubrimiento para él.

Jungkook, con una sonrisa, se puso de pie, recogió los tazones y avanzó hacia la cocina, donde el sonido del agua corriente anticipaba la limpieza de su comida compartida.

—Me alegra que te haya gustado —dijo, su voz se mezclaba con el sonido del agua y el tintineo de los platos.

Mientras el pintor lavaba, Jimin lo observaba, su postura relajada pero su mente claramente en marcha, procesando esta nueva experiencia humana.

—¿Vives solo aquí? ¿Quién era ese chico con el que has venido antes? —preguntó, inclinando la cabeza con interés.

—Es Namjoon, un compañero de trabajo y amigo. Lo conozco desde hace cinco meses, cuando me mudé a Seúl y comencé a trabajar en una cafetería —explicó—. Y ahora piensa que soy un loco irresponsable.

Jimin se puso de pie y se aproximó, sus pasos resonando suavemente en el suelo. Sus ojos se clavaron en el más alto con una intensidad que casi podía sentirse.

—¿Por qué te considera un loco? —preguntó, acercándose más.

—Le conté que había pintado a un ángel que apareció en mi sueño y lo invité a verlo, pero no había nada... Quedé como un mentiroso, todo gracias a ti —dijo Jungkook, con un tono de leve reproche.

Con un movimiento rápido y juguetón, tocó la nariz de Jimin con su dedo lleno de jabón, dejando una marca blanca y espumosa. Jimin se quedó inmóvil por un momento, sus ojos se estrecharon al ver la espuma en su nariz. Luego, con un tono ligeramente irritado pero aún controlado, habló.

—No deberías ir divulgando tales cosas. Hice conexión con la pintura y completé el portal, transformándome en humano. No confío en nadie más que en ti.

Jungkook lo miró.

—¿Por qué decidiste usarme a mí y no a otro? ¿Todo fue planeado porque soy pintor? —su voz era suave pero inquisitiva, buscando comprender la lógica detrás de las acciones del rubio.

Jimin lo miró fijamente, con una expresión de divertida superioridad.

—¿Por qué tú? —repitió, su tono teñido de burla—. No te creas tan especial. Necesitaba a alguien con un poco de talento y una pizca de credulidad. Tú cumplías ambos requisitos a la perfección.

El pintor sintió una punzada de decepción, pero también una creciente determinación por entender más.

—Así que, básicamente, fui una elección conveniente —dijo, tratando de ocultar el dolor en su voz.

—Exactamente. No te sientas halagado.

Jimin tomó una toalla y limpió su nariz con un gesto dramático, suspirando con exasperación fingida.

—¿Siempre tienes que ser tan simple? Esto es... ¿cómo lo llaman? ¡Ah, sí! "Ridículo" —dijo con una sonrisa burlona—. Pero supongo que puedo enseñarte algunas cosas sobre la verdadera sofisticación.

Jungkook no pudo evitar sonreír ante la teatralidad de Jimin, su actitud irritantemente encantadora.

—Oh, por favor, ilumíname, gran y perfecto Jimin —respondió Jungkook con sarcasmo, sus ojos brillando con diversión.

Jimin levantó una ceja, sorprendido por la respuesta.

—Muy bien, veo que tienes algo de espíritu —dijo con un tono despectivo—. Tal vez no seas tan aburrido después de todo.

Con una mezcla de vanidad y un toque de diversión en su voz, Jimin se acercó más a Jungkook, bajando la voz hasta convertirla en un susurro conspiratorio.

—Ahora, querido pintor, dime... ¿qué es lo siguiente que haremos en esta humilde morada?

La escena quedó suspendida en un instante de tensión cómica, con Jungkook preguntándose qué nuevas sorpresas y desafíos le traería la compañía de Jimin. 

Supo, en ese momento, que su vida estaba destinada a volverse mucho más interesante y complicada con aquel ángel caído a su lado.

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