☆| cap 3
Jimin se levantó de la cama con la gracia y elegancia innata de un felino. Cada movimiento suyo parecía coreografiado, imbuido de una intención clara y fluida. Sus pies descalzos apenas hacían ruido al tocar el suelo, y su postura irradiaba una confianza desbordante. Se aproximó a Jungkook, quien todavía se encontraba sumido en la incredulidad y el vapor del baño.
—El ángel de mis sueños... —murmuró con voz temblorosa, sus ojos aún desenfocados por la sorpresa.
Jimin esbozó una sonrisa juguetona que iluminó su rostro y pareció llenar la habitación de una luz propia.
—Así es, soy yo. ¿Sabes, Jungkook? —comenzó con un tono lleno de misterio—. Tú serás quien dé a luz al próximo mesías.
El corazón del pelinegro se paralizó por un breve segundo, y sus ojos se dilataron ante la revelación del rubio. Sin embargo, antes de que pudiera asimilar completamente la noticia, Jimin rompió en una risa contagiosa.
—¡Solo bromeaba! —declaró Jimin entre carcajadas, mientras el pintor arrugaba el ceño, claramente no divertido—. No tengo intenciones de ser tu Gabriel ni tú mi María.
—No tiene gracia —respondió Jungkook, cruzando sus brazos.
El rubio se deslizó detrás de él con una fluidez que parecía casi sobrenatural. Sus dedos rozaron sutilmente los hombros de Jungkook, deteniendo las gotas de agua que aún caían. Aquella cercanía era abrumadora; Jungkook podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, el suave roce de su respiración en la nuca.
—Tranquilo, solo estaba probando tu sentido del humor. Quizás no eres tan divertido como pensé —rió suavemente.
—¿Cómo saliste de mi pintura? —preguntó Jungkook, girándose para encarar al rubio, quien seguía paseando por la habitación con una actitud despreocupada.
—Soy Lailus —declaró con orgullo, irguiéndose con una postura casi majestuosa—. El ángel más perfecto y hermoso que alguna vez haya existido. Pero fui desterrado del paraíso... por la envidia de Dios.
—¿Realmente es así?
Rodó los ojos y giró hacia Jungkook, una sonrisa pícara adornando sus labios.
—Tal vez... exageré un poquitín y quizás provoqué una rebelión entre mis hermanos celestiales y quise usurpar el trono divino... pero casi nada de nadita —confesó con una sonrisa traviesa y autosuficiente.
—Suena como la historia de Lucifer —comentó Jungkook, su voz llena de duda.
—¡Por favor! Lucifer es un amateur comparado conmigo —Jimin hizo una pausa, clavando su mirada en la del contrario con una intensidad que parecía atravesar su alma—. No me dejé caer al inframundo. Más bien, mientras caía como un meteoro resplandeciente, te observé a través de tu ventana. Aún conservaba algo de mi poder celestial. Me infiltré en tus pensamientos y me conecté con tu alma; por eso influí en tus sueños. Y dado que eres pintor, era inevitable que capturaras esta belleza, ¿no es así? —la arrogancia se dibujó en su sonrisa mientras admiraba su propia figura.
Jungkook lo contemplaba, un rubor tímido en sus mejillas, incapaz de negar la hermosura ante él. Sentía que no podía apartar la mirada de Jimin, atraído por su presencia magnética.
—Te inspiré a retratarme y utilicé tu obra como un portal para llegar hasta aquí y estar conversando contigo.
El pelinegro procesó la historia, su mente laboriosamente enlazando los hechos.
—Entonces, ¿eres una especie de ángel caído? —preguntó, tratando de encontrar una lógica en todo esto.
—Podrías decirlo así. Pero recuerda, yo no era un ángel cualquiera. Era Lailus el más perfecto de la creación. Mis alas eran las más resplandecientes, mi presencia la más imponente. Y ahora, estoy aquí en la tierra, contigo. Soy Jimin. ¿No te parece emocionante?
La mezcla de vanidad y sinceridad en la voz del rubio dejó a Jungkook en un estado de asombro, preguntándose si debía reír ante la osadía o llorar por la belleza de la verdad revelada.
—Bueno, emocionante no es precisamente la palabra que usaría... —murmuró, tratando de procesar todo.
—Oh, vamos. Sabes que tu vida acaba de mejorar un cien por ciento con mi presencia —le guiñó un ojo con una sonrisa traviesa—. Solo tienes que admitirlo.
Bueno, en eso no mentía.
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