Capítulo 15
La calma llega después de la tormenta, pero no hay suficiente confianza como para pensar que ya todo esté solucionado.
Cada día que me despierto pido a Dios que no me abandone y me dé las fuerzas necesarias para poder soportar a estas personas que hacen que mis días sean tan amargos como para agradecerles que a través de sus palabras ofensivas vaya creando un caparazón demostrándoles que soy fuerte.
Abdiel había cambiado en su manera de tratarme, pero cuando pensaba ver una luz de esperanza en la cual pudiera fijase en mí. Esa pequeña luz se apaga rápidamente al mencionar a Maika.
En varias ocasiones he tenido que salir con él para que se encuentre con ella. A veces, siento endivia por la forma que tienen de mirarse. No hace falta decir palabras bonitas cuando con un simple gesto dice más de lo que se puede expresar.
En estos momentos me encuentro en la sala de espera del hospital esperando poder hablar con el doctor para que nos informe sobre el estado de salud de Abdiel.
Una enfermera nombra a Abdiel, me levanto empujo su silla hasta la consulta. Allí nos reciben dos especialistas, los cuales llevan el caso de Abdiel. Uno de ellos, empieza hablando sobre la poca evolución que ha tenido a lo largo de estos meses. Al parecer Abdiel puede volver a caminar si sigue las instrucciones de los médicos podrá llegarse a operar pero antes, debe seguir con un tratamiento especial que le hará poderse levantar de la silla de ruedas.
Después de hacerse unas pruebas, los médicos me muestran mediante radiografías el estado en el cual se encuentra las piernas de Abdiel. Escucho con mucha atención las explicaciones de los médicos. Hago ademán con mi cabeza de hacer todo lo posible para que él llegue a caminar. Al menos, pondré todo de mi parte.
Salimos del hospital envueltos en un silencio congelado. Empujo la silla de Abdiel pensando en la manera de hacer que haga todo lo que le han recomendado los médicos. Sonrío, parando en seco la silla comienzo a sugerirle lo que debe hacer.
—Adbiel, he estado hablando con los médicos, tengo fe que si te lo propones podrás caminar.
— Deja de decir tonterías. Aunque los médicos me digan que llegaré a caminar, este dolor que siento en mis piernas me lo está impidiendo.
— No debes temer al dolor, ese agudo malestar te avisa de que puedes llegar a ser más fuerte y demostrarte a ti mismo que podrás ponerte en pie.
— No me hagas de reír.
— Entonces, si no lo haces por ti mismo, haz lo con el empuje del corazón. Deja que sea ese amor que sientes por Maika el que te dé la suficiente valentía para ponerte en pie. Piensa que si no lo haces, acabarás por perderla.
— Las cosas entre Maika y yo están perdidas. Su padre va casarla con otro hombre.
— No seas conformista Abdiel. Si en verdad la amas, lucha por ella. —Quería poderle ayudar de algún de modo, estrecharle mi mano y decirle que estaba ahí, y aunque me estuviera escociendo por dentro mis propias palabras, yo misma era reconocedora que entre él y yo nunca existirá amor.
Abdiel me sonríe y me dice que vayamos a una cafetería. Feliz por pasar algo de tiempo a solas con Abdiel, empujo la silla hasta llegar a la cafetería. Cuál es mi sorpresa, que no iba a estar a solas con él. Maika estaba acompañada por una prima suya.
Los cuatro nos sentamos en una mesa pidiendo algo de beber. En el momento que Maika y Abdiel se sientan enfrente, todas mis gotas de esperanza se esfuman como el polvo en el viento. Trato de mostrarme firme y que nada de lo que presencio me duele en absoluto.
¿Dolor? ¿Por qué debo sufrir innecesariamente?
No, no puedo ver mi rostro apenado como si yo me estuviera mereciendo todo este mal trago. Vuelvo a lavarme la cara, de alguna manera mezclar el agua dulce con el agua salada de mis lágrimas hace que me valore yo misma. Nadie me va a querer más que yo misma, ninguna mujer estamos hecha de cerámica para no gustar, no somos objetos, somos personas con sentimientos en las cuales buscamos momentos de cariño no de desagrado.
Llego a casa, al parecer la conversación con Maika le ha subido la autoestima, solo puedo escuchar su nombre mientras yo trato de taponar la amargura que me lleva a la desolación haciendo que caída nuevamente en el charco de la tristeza. Definitamente, no puedo seguir así. Abdiel solo es un hombre, un hombre que tiene puestos sus cinco sentidos en otra mujer que no soy yo. Para él soy, por decirlo de alguna manera, su amiga.
La desazón golpea mi corazón, nadie me está destruyendo salvo estos malditos pensamientos que no me llevan a ninguna parte, la ansiedad por conseguir un minuto de amor en los brazos de mi marido hace que me ahogue yo sola con mi propia congoja.
—Keila, si sigues así vas acabar por destruirte tú sola. —Clotilde trata de consolarme después de haberle contado lo sucedido en la mañana con Maika.
—Qué puedo hacer si no desahogarme en lágrimas. Me gustaría poder decirle Abdiel cuanto necesito un beso, un abrazo o un minuto de amor. Yo soy tan poca cosa, tan ingenua que no sé qué hago casada con él.
—Somos mujeres Keila, no robots. Al igual que entregamos todo de nosotras, deseamos ser correspondidas. No hace falta regalos costosos mientras se pueda obtener ese cariño del hombre que amamos.
—Yo nunca voy a saber lo que se siente cuando te aman. Pienso que debo ir mentalizándome de que nadie me querrá. Mi vida es ahora ayudar Abdiel y al menos estaré haciendo una buena obra sin buscar mi recompensa. Salvo, volar lo más lejos donde nadie me conozca y encontrar al hombre que si sepa quererme.
Aquella noche, mientras todos cenaban, yo me encontraba sola en la cocina pensando en Ahmed. Pensar en mi hermano me hacía sentir al menos bien. Pena que no pueda seguir en contacto con él debido a que Florencia fue con el chisme a Fadela tras haberme visto hablando con el cartero.
Mis pensamientos son interrumpidos con la presencia de Fadela. Ella, tan altanera y con su rostro serio me ordena que limpie el salón y vaya a dormir junto a su nieto.
—No entiendo, ¿Quiere que duerma con su nieto?
—Eres lenta. Te tengo que repetir dos veces las cosas. Ve ahora mismo y duerme con mi nieto, quiero que te quedes embarazada, pienso que deberás servir para algo. —Al escuchar la palabra embarazada trago saliva.
Hago lo que me dice sin rechistar, comienzo a limpiar el salón para después ir a la habitación de Abdiel.
Camino notando mis manos sudar, estoy nerviosa y siento miedo aunque confío en Abdiel.
Toco la puerta, paso lo más despacio que me permite mi cuerpo hablando en un susurro.
—Abdiel...yo...digo...tu abuela me ha dicho...
—Sé perfectamente lo que ha dicho mi abuela. Y no quiero hacer el amor contigo. —Me quedo fría sin saber que decir. Pues tampoco pensé que me lo diría de esa forma tan agresiva.
—Podemos intentarlo. Al fin de cuentas soy tu mujer.
—No quiero tocar tu piel e imaginar que estoy con otra mujer. Mis manos solo desean tocar la suave piel de Maika, mis labios probar su miel no los tuyos.
—De acuerdo, yo no soy Maika. Y pensándolo bien, tampoco quiero que me toques. Sería demasiado humillante para mí entregarme a mi marido y éste piense en otra.
—Que bien que lo entiendes.
—Sí, y no sabes cuánto te lo agradezco el que seas tan sincero. Pero aun así, quiero decirte que yo si quiero aunque sea por un minuto saber lo que siente cuando tocan mi piel desnuda y me besan con dulzura.
— ¿Te estás burlando de mí?
—No, porque no es contigo con quien me apetece cumplir mis fantasías. Que tengas buena noche.
—Sabes que si sales por esa puerta, vas a enfadar mucho a mi abuela.
Me volteo para mirar al hombre que se encuentra tumbando en la cama sin la parte de arriba. Una punzada de disgusto me golpea seguido de la desilusión. Solo me queda sentarme en una silla y esperar que amanezca.
—No piensas al menos dormir en la cama.
—Estoy bien, gracias.
—La cama es grande, podemos dormir los dos, en verdad no me gusta verte sentada en la silla.
—Estoy bien, no te preocupes ahora descansa mañana debes de prepararte para los ejercicios.
—Como tú quieras.
Dormir en una silla no es para nada placentero, apenas pude pegar ojo y al final acabé dormida en el suelo encima de la alfombra. Lo peor que me podría pasar, no fue tener que dormir en el suelo, fue tener que escuchar como todos en la mesa comenzaban a burlarse de mí. La primera que empezó hablando fue Florinda preguntando como había pasado la noche, a lo que Fadela le respondió entre risas que tirada en el suelo durmiendo en la alfombra porque ni su nieto me quiere tocar. Seguido, fueron sus dos nietos quienes siguieron avergonzándome con sus comentarios. De vez en cuando miraba Abdiel para que al menos sacara la cara por mí. Él no decía nada, permanecía callado dejando que su familia siguiera regodeándose de mí ironizando que jamás me quedaré embarazada.
De nuevo el silencio selló mis labios ante la dura mirada de Fadela. Tan solo con mirarme hacía que sintiera pánico, aumentando las ganas de llorar.Ya no podía con aquellos desaires, sus voces retumban en mi cabeza, sus risas son flechas que atraviesan despacio mi piel. Huyo hacia el establo de los caballos donde me desquito con lágrimas, de algún modo necesito vaciar mi corazón.
Miro al cielo en forma de súplica pidiendo a Dios que no me abandone, pues si él me está poniendo esta dura prueba es por algo, esperaré impaciente poder encontrar la paz que tanto necesito. Le entregado mi corazón, mis lágrimas y mis días de angustia, tan solo exijo que todo esto termine de una vez por todas.
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