Capítulo 14
A pesar de mis esfuerzos por querer hablar, el pánico me hace de ser una cobarde. Aterrada camino hacia atrás terminando por pegar mi espalda a la pared. Fadela se ha marchado con su bandera de victoria sabiendo todo el mal que mete con sus comentarios a sus nietos.
— Abdiel...— Es la única palabra que sale de mi garganta debido al miedo que siento en estos momentos.
— ¿Porqué has hecho algo así Keila? — Abdiel me habla suave y aún así no me atrevo a mirarlo a los ojos.
— Tenías fiebre, estabas tiritando de frío y se me ocurrió la idea de darte calor con mi cuerpo para que así entraras en calor y te bajase la fiebre. Te prometo que no llevaba otra intención.
— Keila, siento decirte esto, pero no vuelvas a meterte así en mi cama. Soy hombre y tengo necesidades, y tenerte desnuda en mi cama te puedo jurar que no voy a controlar mis impulsos de hacerte mía.
— ¿No estás molesto conmigo? — Pregunto poniendo distancias entre el miedo y mi piel fría.
— ¿Porqué debo de estarlo? Me has ayudado, podrías haberme dejado solo y has hecho lo posible para curarme. Pena que no estaba consciente, si no la fiebre no me hubiera bajado.
— Abdiel, lo que te ha dicho tú abuela es cierto. Quiero ayudarte para que te cases con Maika para que me des el divorcio,de esa forma seré libre y podré continuar con mi vida lejos de aquí donde nadie me conozca.
— Sí eso quieres, así será. Prometo darte el divorcio para que cumplas tus sueños. Nada me haría más feliz en este mundo que verte sonreír sabiendo que haces las cosas por tí misma a tu manera.
— ¿Y tú, te levantarás de la silla de ruedas y volverás ha caminar?
— Sí, porque ahora te tengo a tí y contigo a mi lado puedo superar cualquier obstáculo.
— Gracias por tu cumplido, yo tan sólo trato de hacer el bien. No soy tan bonita. Y no voy a negarte que espero que algún día un hombre sienta el mismo amor hacia mí, como el que tú sientes por Maika.
—Keila escúchame con atención y deja ya de menospreciarte. No es la estatura, ni el cuerpo, ni la belleza la que te hace una gran persona, lo que te hace de ser mejor persona es tú corazón, la humildad y la inteligencia. Eres tan perfecta que no lo ves, te aferras en poder escucharlo de otros labios, y no ves lo bonita que eres. Pienso que las bocas no son del todo sinceras. Tú eres la que te debes sentir bien contigo misma sin esperar que nadie te pirope.
Ahora me siento más relajada, miro al hombre que tengo delante mío aceptando su abrazo.
Abdiel acaricia mi espalda en silencio apoyando su mejilla en mi hombro.
En este preciso momento quiero que la tierra deje de girar y el tiempo se pare. Necesito más momentos como este junto Abdiel. Él me hace sentir bien, con su cuerpo me abriga, con su aliento me eriza la piel y su tacto, me pega fuerte contra su pecho para escuchar el mismo sonido de nuestros corazones.
Me separo de él viendo el reflejo de mí. Unos luceros claros preciosos que me miran con ternura rozando con su mano el contorno de mi rostro.
Me pide por favor que lo bese.
Si por mí fuera me lanzaría para probar su miel. Debo demostrarme a mí misma que soy valiente y esquivar ese sentimiento que hace que una persona pueda llegar a cambiar.
Lo rechazo levantándome notando mi piel helada por no tener su fuego.
— No te sientas mal Keila. Es lógico que no quieras besarme aunque yo deseo robarte un beso, recuerda que mientras no descubras lo que es el amor, estarás a salvo. El amor duele, nos da alegrías, nos hace enfadar, nos gusta la reconciliación pero siempre con la persona que has elegido para compartir tú vida.
Sonrío por la franqueza de sus palabras. Me despido de él para ir a mí habitación y cambiarme. Al parecer las gotas que había en la sábana son de mí período.
Ya cambiada, salgo para el patio para limpiar las hojas que hay caídas.
Fadela se para delante mío, sus ojos son el mismo reflejo del infierno.
Su mano agarra fuerte mi brazo logrando que me sienta una cobarde.
— Eres una cualquiera. Qué clase de mujer busca a un hombre para meterse en la cama con él.
— Yo...es...que...— El pánico sigue pegado a la estructura de mi cuerpo conviertiéndome en una mujer débil.
Ella sigue sujetando mi brazo cada vez más fuerte.
— Niña tonta, tú descareza te va hacer que vivas el peor de los infiernos y yo me voy a encargar de que así sea por desobediente.
Piensas que mi nieto te amará, pero eso no cierto, tú solo serás para él alguien con quien pueda desquitarse.
— Abdiel no es así. Él es bueno, comprensivo y de noble corazón.
— Estúpida, ¿Te has enamorado de él?
— No es necesario enamorarse de una persona para ver a través de sus ojos su alma. Abdiel es un buen hombre incapaz de lastimar. — Fadela comienza a reírse a carcajadas.
— Qué estúpida eres niña. Mi nieto no tiene alma, su corazón es frío como el acero, vive obsesionado con una mujer mucho mejor que tú. No pretendas compararte con Maika.
— Yo no me comparo con nadie. Y estoy segura que Abdiel no tiene el corazón de acero. Eres tú quien le mete esas ideas en la cabeza confundiéndole.
— Niña, quién te crees que eres para hablarme así. — Veo la mano de Fadela alzarse, cierro mis ojos asustada al borde de las lágrimas. Entiendo de qué me haya pasado, aún así no me arrepiento de haberle dicho lo que pienso de su nieto.
— No te se ocurra abuela tocar a mi esposa. — ¿Cómo? Abdiel sujeta el brazo de su abuela.
— ¿Qué crees que estás haciendo Abdiel? Suéltame, esta niña debe ser castigada para que aprenda a respetarnos y callar.
— Estoy de acuerdo contigo abuela. Pero como su marido que soy, yo mismo me encargaré de ella.
— Hazle saber que en esta familia no se puede sobrepasar y debe ser más obediente, parece que no tiene educación. — Fadela continúa mal metiendo ideas erróneas a Abdiel. Esta mujer solo disfruta viendo sufrir a las personas.
Abdiel me coge por mí brazo y me arrastra hasta un lugar apartado, apenas puedo caminar entre su silla y la manera que tiene de cogerme.
Me tira de malas formas al suelo comenzando a gritarme.
Desde mi posición lo miro consternada sin explicarme porqué ahora se comporta de esta forma tan agresiva y antes he sido tan tierno conmigo.
— Te lo suplico no me pegues. — Sollozo tapando mi rostro.
— Soy una bestia Keila, mételo en tú cabeza. No soy ese hombre que describes, no soy un buen hombre.
— No es cierto Abdiel, tú eres mejor persona de lo que imaginas. No debes dejarte llevar por tus impulsos.
— Soy una mala persona y por eso mi padre está muerto. — Asombrada miro a Abdiel en silencio observando como intenta luchar contra sus demonios.
— ¿Asesino? — Pregunto a través de un susurro levantándome despacio para arrodillarme enfrente de él cogiéndole de sus manos.
— Habla conmigo Abdiel, saca ese remordimiento que te impide hacer tú vida mejor. Dime, ¿porqué eres un asesino?
— Tenía trece años cuando mi padre murió porque yo le disparé con su escopeta de caza.
Ese día, habíamos salido de caza. A mi padre le apasionaba la caza. Él no quería que fuese, pero yo hice oídos sordos y lo acompañé. Mi padre estaba muy enfadado conmigo, no paraba de gritarme, de insultarme, me decía lo inútil que era.
Para demostrarle que se equivocaba, le quité la escopeta, se hizo un forcejeo entre él y yo porque mi padre quería quitármela. En un segundo, la escopeta se disparó y mi padre cayó la suelo sangrando.
Nada se puedo hacer por su vida.
— Abdiel mírame. No fue tú culpa, fue un accidente. Para matar a una persona hay que tener la sangre fría y dispararle mientras le miras a los ojos. Tú ni siquiera querías hacer eso. Fue un accidente.
— Eso me decía mi madre. La única persona que me entendía y me apoyaba. Desafortunadamente murió años después de morir mi padre.
— Abdiel, tu alma no está manchada. Eres tú quien te mortificas todo el tiempo cargando esa culpa. Te doy un consejo Abdiel. Procura hacer el bien, llena tu corazón de buenas intenciones. La bondad es el mejor abono que nos da Dios para que todo florezca. Debes tener compasión si te hieren impidiendo que esa espina del dolor se entierre en tu ser.
Debes de perdonarte a tí mismo y serás libre. Tan sólo mantén tu armonía interna y podrás vivir en paz.
Estoy segura que podrás hacerlo. — Sujeto fuerte sus manos viendo cómo varias gotas de sufrimiento se manifiestan en su rostro.
Apoyo mi cabeza en su regazo, de alguna manera llego a entender porque se comporta así. Todo en su vida le ha salido mal y no tiene apoyo de nadie.
Y es una lástima que termine por hundirse cuando tiene la virtud de cambiar.
Permanecemos así un rato hasta que escuchamos la voz de Unasi gritando.
Nos recomponemos rápidamente para que no sé percate de nada.
— Estáis aquí, os estaba buscando. La abuela me ha contado lo que has hecho Keila, de verdad que poca vergüenza tienes.
— Cierra la boca Unasi y dile a la abuela que llame al telediario por si ha quedado alguien que no se haya enterado que me acuesto con mi mujer.
— Vale hermano, no te pongas así, si yo no te juzgo. Es que me parece raro que tú ... Ya me entiendes.
— Para nadie es un secreto que no tengo la médula dañada, y puedo mantener relaciones sexuales. Además tú mismo lo sabes muy bien porque hemos ido varias veces juntos a los club de alterne. Perdón, espero que no se entere Florinda que visitas esos antros.
— Eres despreciable Abdiel. Venía para hablar contigo y mira con la que me sueltas. Ahora también lo sabe ella.
— Entre mi mujer y yo no hay secretos.
— ¿Así? ¿Sabe tú mujer que la otra tarde estuviste comiendo muy acaramelado junto a Maika? ¿Y qué le compraste rosas para intentar convencerla que se case contigo?— Aquí es donde tengo que demostrar quien soy.
No soy una enferma celosa, no soy reconrosa porque yo misma decidí ser libre. Romper las cadenas que me unen a Abdiel y así emprender mi vuelo sola, sin necesidad de ir de la mano de nadie.
Necesito demostrarme a mí misma que puedo organizar mi vida sin tener que depender de nadie.
Y para eso, debo sacar la espada de la fuerza mostrando a todos mi valentía.
— No te preocupes Unasi, tú hermano ya me comentó lo que hizo con Maika. Y aunque no me agrada que esté cerca de ella, valoro mucho más su sinceridad.
Unasi se me queda mirando como si tuviera tres cabezas. Irónicamente se ríe marchándose diciendo algo que no llego alcanzar a escuchar lo que es.
— Keila, yo...no...digo...— Me río para mis adentros por haber descubierto esa pequeña timidez en Abdiel.
— Abdiel, tú fuiste sincero conmigo. Desde el primer día que nos conocimos me dijeste que estás enamorado de otra mujer. Tú corazón pertenece a ella, y yo quiero ser libre. Poder describir lo que hay fuera de nuestra comunidad, necesito ser la mujer que soy y no la que quieren que sea.
— Estoy seguro que cuando seas libre, vas amar con total entrega todo aquello que haces. Tú trabajo será tu pasión, eres tan buena que no le deseas el mal a nadie y eso te hará de que cada día aprendas algo nuevo.
Tú quieres ser libre para ser feliz, y yo haré todo lo que esté en mis manos para que así sea.
Abrazo Abdiel agradeciéndole su apoyo. En algunos momentos dudé de su palabra. Ahora sé perfectamente que puedo contar con él. Hoy no sólo me ha defendido, ha dado un paso abriendo su corazón sacando ese contenido que le impedía ser mejor persona.
Espero que su herida haya podido cicatrizar para que halle esa paz que le impide dar un paso adelante.
Pena siento por él por la familia que tiene.
Su abuela en vez de apoyarlo lo hunde más, sus hermanos solo lo ven como un hombre insensible el cual tiene un corazón negro.
Me gustaría poder quedarme a su lado y así descubrir lo que se siente cuando en verdad importas alguien. Soy consciente de que si sigo en esta casa nunca podré ser feliz.
Lo mejor es ir abriendo una a una la puerta hacia mi libertad.
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