#11
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴏɴᴄᴇ:
ʟᴀ ғᴇʀɪᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ 2
—Nunca me ganarás en este juego. —Sonreí con maldad sujetando la pistola de juguete que me entregaba el dueño del puesto. —Fui la mejor en arquería toda la primera.
—Ya... —Noto el tono de burla en la voz de Alex—Pero tienes una pistola en tus manos, no un arco.
—Es lo mismo. —Sonreí con suficiencia. —¿Quiero el enorme pato? —Señalo el pato rosado gigante que hay sobre todos los peluches.
—Para eso tienes que derribar todas las ardillas. —Señala los pequeños muñecos de cartón que no dejan de moverse.
Con el rabillo del ojo noto como Alex se ríe a mi costa, este piensa que no puedo con unas simples ardillas. ¡Ya verá!
Tengo doce tiros y son diez ardillas, feas y estúpidas, puedo con ellas. Cierro los ojos, inhalo, exhalo y los vuelvo a abrir, esto será pan comido.En mi mente busco alguna especie de patrón en el movimiento de los borrosos bichos, y lo encuentro.
Vuelvo a mirar a Alex de reojo y su sonrisa burlona ha desaparecido, ahora me analiza con la mirada, bien, se dio cuenta que no bromeo.
Primer, segundo y tercer disparo, solo una calló, miro confusa los muñecos, estaba segura que atinaría los tres tiros, Alex no ríe, pero un destello de arrogancia aparece en los ojos de dueño del cuchitril.
Cuatro disparos más. Le doy solo a uno, pero no cae.
Raro raro.
Con el resto de disparos es igual, apenas le doy a unos pocos, pero el amargo sabor de que hay algo mal no sale de mis labios, estoy bastante segura que si no lo estoy haciendo a la perfección, estoy cerca de ello. ¿Entonces por que fallo?
—Lo siento niña. —El tipo recoge mi arma y estoy muy segura de que acabo de gruñirle. —Pero con estos disparos solo obtienes algo de allá.
Señala una fila en el fondo, de peluches enanos que bien, podrían ser utilizados como llaveros, estoy a punto de mandarlo a la mierda cuando veo un pequeño murciélago en el fondo, feo, se nota que le falta relleno y por un momento recuerdo todas las veces que vi Toy Story de niña, y siento lástima por el pobre peluche. ¿Cuántos niños no lo habrán pasado por alto? ¿Cuántos no han escogido un oso o cualquier otro e ignorado al pobre murciélago?
—Quiero ese. —Señalo al peluche que acaba de ganarse mi corazón. Está de más decir que el tipo me mira como si tuviese una cabeza de más. —Ese he dicho. —Ordeno señalando al murciélago.
No paso por alto la sonrisa orgullosa que me da Alex al verme tomar el peluche que nadie había querido hasta ahora.
—Mi turno. —Alex toma con seguridad el arma de plástico que le ofrece el viejo barrigón y canoso, con olor a tabaco, el dueño de esre lugar. Da dos tiros y fallan. Pero a contrario de como me pasó a mi, su sonrisa no desaparece, incluso parece incrementarse. —Ese pato será mío. —Sonríe y pasa por alto la sonrisa arrogante del dueño.
Después de eso, dio diez tiros sin parar, ningún otro falló, mi sonrisa salió a todo su esplendor cuando la del viejo se borró y comenzó a mascullar algo sobre no entender como pudo.
—Ah y revise las pistolas, que tienen algún fallo que evite que se usen correctamente, probablemente la mira. —Toma el pato cuando el viejo se lo da anonadado y sonríe con suficiencia. —Para ti bella dama
—Gracias pero ya estoy servida. —Sonrío pegándole mi mejilla al murciélago.
El pato gigante es mucho más hermoso y se ve más... “apretable” pero no quiero algo que quieran todos, quiero algo único como mi murciélago, además lo gane yo, eso le da puntos extras.
—¿Cómo supiste sobre lo de la pistola? —Lo miré, mientras nos acercábamos a la estrella de la fortuna.
—He ido a muchas guerras —Se encogió de hombros, mientras tenía el pato encima de ellos como si fuese un niño pequeño.
—Si claro, Call of Duty, cuenta como guerra. —Me burlo. —¿Cuántos días pasaste en tu habitación jugando?
—Tonta. —Se burla guiándonos hacia la fila. —Las guerra no se ganan en días.
Estoy a punto de replicar cuando escuchamos a alguien llamándonos, lo miro confusa, pensaba que nadie de nuestros conocidos comunes vendría.
Me volteo a tiempo justo cuando veo a Myrna correr hacia nosotros, de la mano de un chico rubio de ojos azules, bien fornido, con rasgos faciales un poco duros, bastante similar a Alex, en cuanto a características generales, pero sin los apetecibles labios, y con nariz respingona.
¿Serán familia?
—Hola. —Saluda Myrna. —Él es Julio. —El chico asiente con la cabeza hacia mi y luego le dedica una mirada nada amistosa a Alex. —Mi novio.
Ah, ya veo, porque no se agradan, porque sin duda la mirada que le dedica Alex, no es la más amistosa, de hecho, nunca lo había visto tan furioso por la presencia de alguien.
—Voy a comprar las tickets para subir. —Espetó el tal Julio antes de marcharse, sinceramente más que novio de Myrna, parece hermano.
—¿Qué lindo paptito? —Chilló viendo el pato de peluche que tenía Alex sobre los hombros.
—Es tuyo. —Musitó con indiferencia entregándoselo, aunque Myrna sonreía como si le hubiesen dado un diamante.
—¿Subimos señorita Barnes? —Sentí la mano de Alex apoyarse en mi espalda baja enviando descargas eléctricas a mi sistema nervioso.
—Claro señor Lieberman. —Le seguí el juego mientras nos alejamos sin despedirnos siquiera hasta llegar a las escaleras que dan hacia las pequeñas cabañas para parejas de la ruedas de la fortuna.
El me ayudó a subir, y entre sonrisas comenzamos a sentir como la máquina se encendía, comenzamos a ascender, mientras más alto mejor era la vista, es cierto que no brillaba tanto como una gran cuidad, pero sin duda el parque se vela hermosos desde la altura.
—Myrna y el idiota están abajo. —Masculló Alex con el humor arruinado sin dejar de mirar la que estaba un poco más abajo de nosotros a través de las rejas azules que conformaban el suelo. —Si nos cayéramos, sin duda acabaríamos con ese idiota.
—Ya dejalo. —Puse lo ojos en blanco. —Que no te arruine la noche. —Sonreí y algo llamó mi atención. —Mira desde aquí se ve el puesto del tramposo, viejo gordo. —Señalé la atracción donde habíamos estado antes. —No me molestaría caer encima de ellos.
No había terminado de hablar cuando sentí un ruido en la parte superior de la cabaña y esta comenzó a tambalearse. Miré con temor a Alex, pero el ya había desaparecido. ¿Qué demonios? Estaba sola y la cabaña no dejaba de tambalearse, agresivamente, la rueda estaba detenida y las luces del parque apagadas,a excepción del puesto del de helados, donde un payaso era quien los repartía, mi respiración era un caos, pero ningún grito abandonó mis labios.
Miré nuevamente frente a mi Alex no estaba, abajo tampoco lo hacían Myrna ni su novio, el único ser a mi alrededor era el maldito payaso.
Sentí mi corazón detenerse cuando llevó su mirada hacia mi y con mímica me señaló como si sus dedos metidos en un guante pálido fueran un arma.
Disparó y un dolor punzante cruzó mi pecho.
Me hundí en un hoy de oscuridad, estaba segura que mi mente ya había decidido acabar conmigo pero entonces, un toque.
Una mano sujetó la mía en medio de toda la oscuridad, cerré los ojos con fuerza, buscando en mi dañada mente algo de caridad, de control.
—¿Estás bien? —Un suspiro de alivio escapó de mis labios al escuchar la voz de Alex y ver su mirada azul preocupada. —Te pusiste pálida
Todo había vuelto a la normalidad.
—Estoy un poco mareada. —Mentí.
—Okey.Nos bajaremos dentro de poco.
...
Estamos caminado envueltos en un relajante silencio por un camino de tierra, solamente alumbrado por la luz de una que otra farola, no luce espeluznante, sino más bien encantador,permite observar el cielo estrellado a la perfección y lo solitario, disfrutar de la calma, nos encontramos bastante alejados, por lo que ni siquiera se escucha el bullicio de la gente de la feria.
—Llámame crusi. —Alex comenzó a caminar de espaldas, quedando frente a mi, mientras yo comía algodón de azúcar. —Pero esperaba la cursilería del beso en la rueda de la fortuna.
Enmarqué una ceja justo antes de que el soltara una risotada.
Es tan atractivo riéndose que no pide evitar sonreír, si este chico supiera que cada vez que ríe puede conseguir lo que quiera, seria imparable.
—Una lástima. —Digo con fingidamente apoyándome en la barandilla del puente frente al hermoso lago iluminado por la luna. —El año que viene seguro lo consigues.
El como todo chico temerario que es, se sentó en la barandilla, sabiendo que cualquier movimiento brusco lo mandaría al agua helada.
El me miró con esa expresión divertida que me encantaba y acercándose demasiado a mi, al punto que robaba mi espacio personal, mis ojos fueron directo a sus labios como si estos fuesen un imán, demás está decir como su sonrisa creció.
—Si me besas ahora, por lo menos sería un momento cliché. —Lo miré. —Ya sabes, frente a un lago, con la luna sobre nuestras cabezas.
Sonreí acercándome a él, mezclando nuestros alientos, más cerca que nunca, su plan era bueno, pero el mío mejor y no iba a ceder tan rápido.
—Sigo pensando que lo de esperar al año que viene es mucho mejor. —Me alejé con una sonrisa arrogante en los labios. —Mejor suerte para la próxima.
—¿Qué hacer para conseguir un beso tuyo? —Gritó con fingida suplica, llevándose dramáticamente una mano al corazón. —¿Qué quieres para darme el oxígeno que necesito para respirar? —Puse los ojos en blanco. —Para dejarme probar la manzana del pecado que tienes por labios.
—Hasta poeta saliste. —Me burlo.
—Nadaría mil mares por besar tus labios.
—¡Solo hay siete! —Grito alejándome.
—¡Arruinas mi romanticismo!
—Es que está muy anticuado. —Me burlo. —Deberías comprarte uno nuevo.
Pero no responde, en su lugar siento el sonido bastante obvio de algo cayendo al agua, me volteo y no lo veo en mi campo de visón y simplemente no lo pienso, corro hasta lanzarme tras de él.
Hola!!! Espero que hayan disfrutado, no olviden darle a la estrellita y dejar su opinión. Nos leemos pronto.
Chau
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