⚰️🐟CAPÍTULO 7 - OTRO CLAVO EN MI ATAÚD⚰️🐟
Blair respiró hondo. Debían haberla encerrado los guardias de Bogdan. Se sentía perdida y desolada. Tenía que encontrar una salida, pero el hecho de que no la hubiesen encadenado le resultaba sospechoso. ¿Estarían esperando justo a que saliese corriendo para capturarla? Puede que acabara como uno de los esqueletos de prisioneros que seguían encadenados a las paredes.
Unos pasos la dejaron en tensión. Vestía con el corsé de la mascarada, pero no llevaba armas encima. Agarró el hueso del cuerpo a su lado y lo empuñó como una espada.
—Márchate o pagarás las consecuencias —dijo en voz alta, temblorosa.
Recordó la conversación entre los vampiros durante la cena. La criatura de las mazmorras podía estar espiándola en ese instante. ¿Cuál era su tamaño? ¿Era bondadosa o era cruel? ¿Dónde se encontraba? ¿La habrían retenido o estaría libre a sus anchas?
Tantas preguntas bajaron la guardia de la doncella. Escuchó un chasquido de hueso en el pasillo a su derecha. Había paredes ocupadas por féretros. Manos huesudas colgaban a la intemperie y una brisa fría atravesaba la zona sin misericordia.
"Una salida", pensó la aprendiz de vampira.
Podía oler la esencia nauseabunda del entorno. Retrocedió un paso y se pinchó con un metal. Iba descalza y acababa de darse cuenta. En el suelo, junto a la tapa del ataúd, comprobó que se encontraba un candado abierto. La habían atrapado para que nunca más pudiese salir, pero alguien o algo la había liberado.
¿Sería para salvarla? ¿O una bestia jugaba con su comida antes de devorarla?
Ni se lo pensó. Agarró la antorcha y las llamas soltaron chispas incandescentes por la brusquedad.
Se abrió paso a zancadas por el laberinto abismal. No quedaba rastro de vida humana o inmortal entre los charcos de orina, mugre y roedores caprichosos. Las pisadas furtivas correteaban sus alrededores sin identificar su procedencia. A veces se escuchaban a su izquierda, otras a su derecha. No eran varias criaturas, era la misma que conocía dónde esconderse. Su tamaño no debía superar el de un niño.
—No pienso dejar que me captures, bestia inmunda —gritaba Blair mirando de reojo a sus espaldas. No había nada, su campo visual se cegó por la oscuridad.
Sudaba. Gotas frías se le derramaban por la nuca de la impresión. Siguió serpenteando por los pasillos en busca del origen del viento. Se veía sometida a una presión que no podía asumir. Ubicarse entre mazmorras no era su fortaleza y mucho menos cuando comprendió que se había perdido.
Los túneles subterráneos cubrían el acantilado y quién sabe si llegaban a tocar las profundidades de la tierra. Sus infinitas encrucijadas volverían loco a cualquiera que tratara de huir de su cautiverio. Parecía hecho a propósito para que los presos aceptaran su condena antes que aferrarse a la esperanza de escapar.
Blair se topó con una pared de roca maciza. Era el origen del viento, una brecha situada en un lateral. No había forma de salir, o al menos no visible.
Los pasos se aproximaron en su callejón sin salida. Venían del único camino posible. La chica iluminó el terreno con la antorcha a la espera de hallar a su depredador. Agarró el hueso con firmeza.
—¡Adelante! Devórame si puedes. —Su mano temblaba por la anticipación.
Dos ojos amarillentos enormes se iluminaron entre las sombras. Poco a poco, unos dedos de anfibio dejaron entrever el cuerpo de un niño con escamas y cabeza de pez. Parpadeaba de un modo grotesco y se acercaba a cuatro patas, cauto.
—Mi señora, mi linda señora, no quiero haceros daño —susurró con una voz acuosa y forzada—. Vengo a liberaros para llevaros ante mi reina.
Blair permaneció en silencio. Entrecerró los ojos boquiabierta. No sabía si le sorprendía más la apariencia o la capacidad de habla que tenía en el mismo idioma que ella.
—¿Eres tú la criatura de las mazmorras? —Con la pregunta, el ser asintió, irguiéndose con torpeza y haciendo una reverencia—. ¿Quién es tu reina?
—La mujer pez de la isla. —El híbrido antropomórfico se aproximó con lentitud, dejando huellas viscosas tras él—. Tú y el príncipe tenéis una misión que cumplir en las cavernas de mi reina.
La doncella se quedó impactada. No entendía lo que quería decir, pero por un instante fugaz, creyó que la estaba confundiendo con su maestra.
Si se lo decía, tal vez la matara en el acto. No podía arriesgarse a revelarle su identidad y mucho menos en una situación en la que era tan probable acabar ejecutada por los guardias de Bogdan o asesinada por una bestia infantil.
—¿Sabes dónde está Rory? —preguntó con el corazón acelerado.
—Mi señor fue quien me pidió ayuda para salvaros. Os espera en un lugar secreto por el que huir. Sí, sí, sí. —El ser le tendió la mano membranosa de cuatro dedos alargados—. Venid. Venid y os serviré de guía.
Aunque titubeante, la mujer aceptó la propuesta. Soltó el hueso. No tenía nada que perder, pues su muerte llegaría de un modo u otro si se negaba.
—¿Cuál es tu nombre? —Blair se dejó guiar por el ser.
Su mano era más similar a la pata de un perro que a un niño. Sus pasos tambaleantes sugerían que su tamaño original era mayor, pero que menguó con el tiempo. A aquella distancia y dándole la espalda, no parecía ni la mitad de peligroso que los guardias del rey vampiro. A la chica se le hacía hasta adorable.
—Mi nombre es Agunar, mi señora condesa.
La respiración de Blair se entrecortó por aquello. No quería descubrir qué pasaría si decía la verdad, pero quizás si no era honesta con su salvador, las consecuencias serían mucho peores a largo plazo.
Recorrieron con suma precisión cada pasillo y hasta se metieron por un hueco entre féretros que servía de túnel hasta una antesala con pilares y un agujero en la pared. Era la ladera del acantilado y Rory se había sentado apoyado sobre una columna de roca con un diario entre sus manos y una cuerda recogida sobre una baldosa.
Al verlos, sonrió y se puso en pie.
—Lo has conseguido —se alegró el joven—. Gracias, Agunar.
La criatura soltó a la chica para aplaudirse a sí mismo con torpeza. Sonaron golpes flácidos y podría decirse que su cabeza de pez sonreía.
—Agunar es listo.
—Lo es, lo es. —El príncipe se aproximó para sacudirle las escamas. Luego, se dirigió hacia su esposa—. ¿Estás bien? Los guardias saben que me he fugado, así que me estarán buscando por el castillo. Tenemos que huir.
—¿Por qué haces esto? Ya sabes que no soy la condesa. Soy una simple plebeya a la que Tatiana ayudó a cambio de reemplazarla.
—Eres lo último que esperaba encontrarme en la boda y gracias a ti me he sentido cómodo. —La agarró de las manos. Ella se sonrojó—. Lo raro habría sido conformarme con un padre indiferente y un suegro que tortura a sus prisioneros en mazmorras.
Blair quiso agradecerlo, pero estaba tan sonrojada y nerviosa que no le salieron las palabras.
—Conozco el camino secreto para llegar a la isla sin que el Fantasma de las Mareas nos encuentre, mis señores. —Agunar dio saltitos hasta la cuerda, usando una roca para pisar un extremo y soltándola por el borde del acantilado—. ¡Vayamos en un bote!
—¿Cómo? Está lejos, ¿no? —Blair miró al príncipe, que se encogió de hombros—. ¿Y con qué suministros?
—Está a unas cuantas horas de aquí. Además, es más difícil llegar sin guía. Con Agunar, es posible que no necesitemos más que lo que podamos tomar prestado de los restos del campamento del ejército real —resolvió Rory rascándose la nuca.
La doncella se animó. Tenía claro que no volvería a experimentar la vida de condesa, pero al menos lograría escapar de un potencial infierno.
Dejó caer la antorcha para darle un abrazo. Él se quedó impactado, pero se lo devolvió con una sonrisa.
—Oye, ¿y sabes a qué se refiere... él —señaló a la criatura que terminaba de anclar la cuerda para el descenso— con que debe llevarnos ante su reina?
El príncipe pelirrojo suspiró. No era fácil de explicar sin generar más y más dudas.
—No está del todo seguro, pero según apunta su intuición, piensa que tú o yo somos el amor inmortal de la sirena. Y está empeñado en conseguir una excusa para regresar a la isla y reunirse con el resto de su familia.
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