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🎭​🥞​CAPÍTULO 5 - LA MASCARADA DE LOS DRAGOMIR🎭​🥞​

La cena estuvo repleta de conversaciones entre nobles y altos cargos del ejército humano. El rey Saxos III y el rey Bogdan Dragomir reían como si sus reinos no estuviesen enfrentados desde hace siglos. Humanos y vampiros —los pocos que quedaban en las tierras tormentosas—, compartían su comida y sus costumbres.

Rory Campbell sentía que no encajaba entre lujos y poder. Como príncipe recién casado, debía ocupar su asiento en un lateral de la mesa de su padre. A lo largo de la velada, se comunicó por palabras o por gestos con su esposa para evitar los silencios incómodos con el resto de militares.

Ninguno le hablaba de lo que él quería. Le explicaban el funcionamiento de un trabuquete, las estrategias de asalto que debían seguir y cómo se organizarían junto a los duques vampíricos para capturar a la sirena. Nadie entendía que no era ninguna metáfora, pero tampoco tenían interés en escuchar a un joven e inexperto que se pasaba los días y las noches leyendo libros en sus aposentos de la corte.

Por suerte, podía regocijarse en sus conversaciones con la falsa Tatiana, recordando con afecto el baile que los había enlazado durante la mascarada. Era incómodo mantener aquellas decoraciones faciales durante horas, pero satisfactorio vivir en su propia piel el efecto misterioso de una identidad confusa. ¿Quién de aquellos señores impolutos era honesto a través de su máscara?

A Blair, no obstante, los nervios le superaban. Había logrado engañar a la mayoría de invitados, pero sentía que el rey Bogdan sospechaba. En sus movimientos de baile, tuvo que incluir la torpeza para adecuarse al entrenamiento y los gustos de la condesa. Disimulaba un desprecio por la danza con el que no encajaba. Habría deseado de corazón poner en práctica sus años como dama de espectáculos en la taberna, pero la tapadera se lo prohibía.

Debía ser leal a su maestra. Una parte de su alma lo necesitaba.

Un guardia humano entró por las puertas del salón lleno de mesas y bancos de madera que los sirvientes habían preparado para alojar a los cincuenta miembros más importantes de cada bando. Los rodeó por un lado, procurando no destacar entre la multitud y dirigiéndose hasta los monarcas.

Le susurró algo al oído que Rory no logró entender, pero que Blair sí escuchó gracias a la nueva capacidad que le otorgó su sire.

—Le está diciendo que ha habido un ataque en el puerto —le susurró a su marido apoyando el codo sobre la mesa—. Un maníaco ha matado a seis soldados antes de que lo abatieran mientras unos piratas robaban un velero de la flota real.

Ambos atendieron el chasquido de la copa de vino del rey Saxos cuando se puso en pie y los comensales callaron para escucharlo.

El guardia se retiró como un siervo al que no valía la pena prestarle atención.

—Mis señores, me informan de que unos piratas han robado uno de nuestros barcos, y parece que uno de ellos tenía apariencia de vampiro dada su resistencia a las heridas. Les ruego, por Dios, que interroguen posibles sospechosos de deserción entre sus filas. No quisiera desconfiar de mis nuevos aliados, y mucho menos en un momento tan bonito —anunció—. Asimismo, les informo de que mañana al alba, dadas las circunstancias, el ejército zarpará hacia la isla del Trébol Roto para evitar demoras innecesarias.

Bogdan se levantó para juzgar con dureza a sus barones, duques y condes. Les insultó y los humilló delante de los humanos para mostrar su compromiso con la causa. Quien encontrara a los culpables del crimen, recibiría una recompensa.

Rory temía más su propia integridad como príncipe y heredero del ejército que de un posible ataque rebelde. Si le ordenaban ponerse al frente del barco del rey, lo más posible es que vomitara el desayuno, y no instrucciones de guerra.

—Como mi hijo acaba de comprometerse, he decidido ser yo quien dirija a la flota en este viaje —dijo el rey Saxos, sacando un suspiro tranquilizador del pelirrojo.

Blair lo felicitó con un entusiasmo moderado, pero en cuanto vio los ojos del rey vampiro depositados en ella, volvió a la seriedad y el asco. La sonrisa del hombre sugirió que estaba orgulloso de su temperamento hosco, aunque la muchacha dudaba de sus interpretaciones.

—Iré con vosotros y os ayudaré en vuestra aventura. —Narcís Dragomir se levantó de su asiento, colocando una mano sobre su pecho antes de dedicarle una reverencia—. Es mi forma de asegurar que nuestra nueva alianza será fructífera a largo plazo.

Los aplausos y los vítores se extendieron entre las noticias y las promesas de fidelidad al rey. En cierto sentido, la situación no podía ser más favorable: Rory no sería el foco de atención durante un buen tiempo y Blair no tendría que someterse al estudio exhaustivo de su supuesto padre a cada minuto que transcurría bajo las bóvedas del castillo.

La cena continuó con unos postres basados en bollos con pastas dulces para los humanos y tartas de sangre coagulada para los vampiros.

Poco a poco, los invitados se fueron retirando a sus aposentos o a los camarotes de los barcos en el puerto.

Blair se sentía abrumada por el trato de realeza que recibía de sirvientes y esclavos. No estaba acostumbrada al servicio, por lo que cada pequeño gesto de amabilidad que utilizara sería visto como un intruso en su comportamiento. No podía despistarse. Había automatizado las manías de su ama, pero seguía conservando las emociones de la tabernera herida por los clientes de su antigua jefa.

De fondo, escuchó un diálogo que le causó intriga. Narcís y su hermano discutían sobre "la criatura de las mazmorras" y lo mencionaban como un secreto que nadie debía conocer. Un obsequio de la isla traído por los únicos vampiros que volvieron de su aventura. El tío de la condesa se marchó irritado, dejando al rey Bogdan enfocado en los últimos resquicios de la tarta de sangre ante sus ojos.

Lo que hubiese en lo más profundo del castillo no era asunto de la muchacha, pero el conocimiento de su existencia dificultaría su sueño por las noches.

—¿Y qué hay de tu pasado? —preguntó Rory, recuperando la atención de Blair. Ella sonrió por inercia, pero volvió a ensombrecer el gesto para mantenerse en el personaje—. No quiero ofenderte, pero sé que tienes más edad de la que aparenta tu belleza. Me encantaría conocer más sobre épocas pasadas. ¿Es cierto lo que dicen de los bárbaros escandinavos y su brutalidad? ¿Hacían rituales y torturas por sus creencias paganas?

—Los he visitado un par de veces en los últimos tres siglos y os puedo asegurar que el pueblo humano los desconoce, Alteza. No se diferencian mucho de las gentes de por aquí —resolvió la falsa Tatiana recordando las enseñanzas de su maestra al pie de la letra. La presencia de Kirsty ayudaba a dar una opinión más fiel a la realidad—. ¿Qué más os interesa saber? Quizás puedo contaros más sobre nuestro origen.

Había caído en llamarlo Alteza por la tendencia a hacerlo en su antigua vida. No podía permitirse más errores de aquel calibre. Era inaceptable para una dama de su estatus, y eso que ya casi se había creído que lo era de verdad.

—Eso estaría genial, pero... —Rory se inclinó para que no lo escucharan—. ¿Cómo se percibe la sexualidad en vuestra cultura? ¿Siempre habéis sido respetuosos con quienes son... diferentes?

Blair se sorprendió con la pregunta. Se puso tensa, rígida. Habían salido del guion de preguntas memorizadas. Y peor aún: ¿a qué venía esa reflexión?

—Pues... —la duda se marcó en su rostro. Miró de reojo a su supuesto padre y lo vio quieto, con la mirada atenta sobre los restos de su plato— a ver. En fin, tenemos tradiciones muy ancestrales. —Empezó a sudar. Los nervios la acribillaron. ¿Estaba insinuando algo con la pregunta? No sabía cómo reaccionar. Bogdan la miró de reojo con el ceño fruncido—. Sí. En general no hemos tenido problemas con eso. Nunca. De hecho, mi sirvienta me satisface mucho en el lecho y nadie lo ve con malos ojos. Y si te contara los secretos que esconde mi tío, uf.

—Entiendo. —Los ojos del príncipe se iluminaron por unos segundos. Carraspeó—. Es honorable para vuestra raza pensar así. Creo que es un punto de vista intelectual.

Al girar la cabeza para observar a Bogdan, Blair vio que hablaba con un par de capitanes entre risas. El peligro había pasado, por ahora.

—Si quieres podríamos hablar más acerca de estos temas que os interesan en nuestros aposentos, ¿no crees, querido? Estoy cansada después de un largo día y así disfrutaríamos de la privacidad. —La falsa condesa se puso en pie, todavía rígida por la tensión. El corsé le apretaba las costillas hasta la asfixia.

—Por supuesto.

El príncipe puso una mueca preocupada, ayudando a la chica a salir del ambiente cortante que se creaba. No sabía cómo decirle que no sentía atracción por las mujeres sin herir sus sentimientos, pero era el único modo de ahorrarse una situación incómoda.

Los ojos de Bogdan Dragomir los siguieron en su retirada por las puertas que llevaban al torreón de los condes.

Al llegar al cuarto de Tatiana, sonó un portazo pesado. Rory Campbell seguía de espaldas, con la mano sobre el pomo. Le temblaba de terror. Temía la reacción de su esposa y, por las muchas leyendas que oía de la corte, suponía que no sería misericordiosa.

El príncipe habría deseado pasar la última noche de Harry MacLeod en tierra junto a su lecho en el campamento, pero debía conformarse con la presencia de aquella aparente bondadosa chica. Casi podía oler la ira de una vampira que había intuido la verdad a través de las palabras.

Al mismo tiempo, Blair se cuestionaba si debía o no confiar en aquel torpe muchacho más interesado en la erudición que en la guerra. Parecía tener la sensibilidad necesaria para comprender los secretos de la condesa y guardar el secreto que habían acordado. Si el rey Bogdan tenía espías revisando el castillo, no era un plan factible, pero aquello podía arreglarse.

Coincidieron en ser sinceros al mismo tiempo.

—Rory, tengo que proponeros...

—Me gustan los hombres. —El príncipe se cubrió la cara con los brazos, lo que despistó por completo a su interlocutora.

—¿Qué?

Blair esperaba poder utilizar el sexo como arma de distracción para confesarle lo que ocultaba, pero aquello la acababa de sacar de sí.

—No me devores el cuello. Sé que eres buena, lo veo en tus gestos. —Rory mantenía las distancias, aproximándose a la cama—. Cree en tu corazón, condesa, cree en él.

—¿Pero qué decís, Alteza? —Blair estaba confusa entre la decepción y el enfado—. ¿Para qué iría yo a haceros daño?

—¿Por qué me llamas así? Eres la hija del rey.

La falsa condesa se vio obligada a actuar. Era el momento de sacar su talento de años de experiencia fingiendo orgasmos.

Lo empotró contra un armario, provocando que el chico soltara un gritito agudo del susto.

—¡Sí, gritad como mi perrito! —aulló la chica, dando empujones contra la cómoda para que se escuchara el contraste de un movimiento rítmico—. Así, más duro.

Soltó gemidos bruscos mientras el joven se tapaba los ojos, sonrojado. Si había espías vigilando, o bien se divertirían con lo que estaba ocurriendo o bien bajarían la guardia.

Podría decirse que el encamamiento fue un éxito rotundo, pues Blair logró captar la atención de su esposo sin que nadie pensara que estaban conversando.

De pronto, el chico lo entendió.

—Sí, así me gusta —gruñó Rory torpe, sin apenas pasión.

Blair le dio una bofetada. Por un lado por su decepción y por otro para hacer más realista el encuentro. Debió oírse por todo el torreón, pues el príncipe se llevó los dedos a la marca rosácea.

—Hacedme el amor así, mi señor —gimió con éxtasis ella, acercándose a su oído para susurrar—. No soy la condesa, príncipe, no eres el único que guarda secretos. Necesito que lo sepas para no hacer preguntas que no sepa responder delante del rey.

—¿Qué?

En ese instante fue el príncipe el que no supo cómo reaccionar. ¿Qué quiso decir con aquello? ¿Era una impostora? Por eso no se parecía en nada a las historias que había oído de ella. Por supuesto, ¿quién iba a pensar que una condesa vampira apodada la Baronesa Sanguinaria sería tan dulce?

Terminaron pasándose una hora entre muebles golpeados y gemidos fingidos. Al final, de la propia fatiga por el esfuerzo, se quedaron tumbados sobre las sábanas entre ronquidos.

Al día siguiente, con la flota naval zarpando, las puertas del dormitorio se abrieron y el rey Bogdan Dragomir apareció escoltado por sus siervos. Al verlos con la ropa desabrochada sobre el lecho, arqueó las cejas.

La pareja acababa de dar un respingo por el alboroto, incorporándose con rapidez.

—La próxima vez, creo que deberías fingir mejor —dijo el vampiro con la barba salpicada de motas granates. No sabían a quién de los dos se refería—. Guardias, apresad a esa mujer.

Blair se estremeció. La había pillado, pero ¿cómo?

—¿Qué dices, padre? Esto es una injusticia. Acababa de asegurarte a tu primer nieto. ¿No es eso lo que querías? ¿Una herencia mejor que una mujer?

La réplica lo hizo titubear, pero no deshizo la orden. Los guardias agarraron a la chica de los brazos incluso cuando Rory trató de detenerlo.

—Enviaré una carta a mi padre sobre esto. ¿Qué clase de rey trata así a su propia sangre? —protestó el joven.

Un puñetazo en el vientre lo encogió. Cayó al suelo con dolor.

—¡Rory! —se enfureció ella.

Le dio un mordisco a uno de los siervos en el brazo.

—Debiste ser más cuidadosa con tus palabras, furcia. —Bogdan la agarró del mentón, firme y la separó de su hombre malherido—. Mi hija jamás habría dudado sobre la libertad sexual de los vampiros y mucho menos durante una cena en la que pudiera humillarme con su arrogancia.

Tal y como lo dijo, desenfundó su pistola y le dedicó una sonrisa maliciosa. Usó la culata para golpearla hasta dejarla inconsciente.

Conteo de palabras: 2280

Total: 10923

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