Capítulo 8: Espejos.
A diferencia de los demás días, hoy el sol brilla alto en el cielo despejado. El viento sopla fuerte y los rayos del sol iluminan el prado delante de nosotras.
Hana y yo nos hallamos sentadas en el césped, en medio del bosque, cerca de nuestra escuela, lo cual no es muy recomendable considerando lo que sucedió la noche pasada.
Según el reporte de esta mañana, en las noticias, el cuerpo de Ryan fue hallado a la orilla de una quebrada, en la reserva. Al parecer el cuerpo se encontraba igual que el de Cameron, el chico que encontraron la semana anterior, sin algún indicio de que fuera atacado, la autopsia y las pruebas revelaron que no había ningún tipo de droga en su sangre.
–No era muy cercana a él, nadie lo era en realidad, pero mi madre hace parte del concejo directivo del pueblo junto con la tía de Ryan así que debo asistir –dice Hana y suspira pesadamente, mantiene su vista fija en la naturaleza frente a nosotras.
No le respondo puesto que, la verdad, lo que ronda por mi cabeza en este momento no es el funeral de Ryan, si no la historia que él nos contó la semana pasada y en como coincide con mi pesadilla.
Desde esa noche no he tenido ni sueños tranquilos ni la pesadilla. Solo pareciera como si me sumiera en la nada y luego me despertara preguntándome por qué pararon.
Otra cosa que hela la sangre en mis venas, es que desde que la voz dijo “Habrá justicia”, no ha dicho nada más. Se ha mantenido en silencio.
Le temo más a su silencio.
En resumen, ha sido una semana sin pesadillas y sin la voz de la chica en mi cabeza, pero aun sin las pesadillas no puedo dormir bien pues las palabras de Ryan dan vueltas, una y otra vez en mi cabeza.
–Sabes, Thomas era uno de los pocos que alguna vez se acercaron a él y lograron una pequeña amistad –siento que se gira y posa su mirada en mí, pero no la miro– Él era bastante reservado.
Me encojo de hombros. No puedo decirle nada. Apenas llegue hace dos semanas, no conozco a nadie por lo tanto no puedo opinar de nada ni de nadie.
Un pequeño conejo marrón atraviesa el prado dando pequeños saltos, se detiene justo en medio y nos observa por un segundo antes de seguir su camino y adentrarse en el bosque.
Hana lo sigue con la mirada hasta que se pierde.
–Creo que deberíamos irnos –ella se levanta y me ofrece su mano para ayudarme– tengo que llegar a un funeral.
Tomo la mano que me ofrece, me levanto y sacudo mis pantalones. Veo como Hana acomoda su vestido negro y luego se pasa las manos por su cabello, aunque lo tiene perfecto, ni un solo mechón se ha salido de su lugar.
Caminamos entre los árboles en silencio.
Hana parece distraída y desconcentrada, ya ha tropezado varias veces con un par de raíces.
–Hana, mira por donde caminas –le digo y ella asiente distraídamente.
Nos abrimos paso entre los arboles hasta hallarnos en el parqueadero del instituto. Hana saca la llave del auto de su madre de un bolsillo al costado de su vestido y lo desbloquea.
Me ofrecería a acompañarla pero, la verdad, me sentiría incomoda rodeada de personas que no conozco.
Y…tampoco conocía a Ryan, así que no.
Cuando tenemos nuestro cinturones puestos, Hana inserta la llave en la ignición y arranca el auto.
Steven había necesitado su auto esta semana por lo cual Hana se ofreció a ser mi chofer, temporalmente. Normalmente ella conduce de manera prudente y a una velocidad constante.
Hoy solo veo una mancha distorsionada de los árboles que dejamos atrás. No sé a cuanta velocidad estamos pero siento como si mi corazón fuera a salirse de mi pecho.
– ¡Hana! –chillo y ella parpadea varias veces como si estuviera volviendo a la realidad.
La velocidad disminuye poco a poco y mi corazón deja de martillear contra mi pecho. Tomo una respiración profunda y la miro.
Sus nudillos están blancos por el mortal agarre que tiene en el volante del auto y su mirada esta fija en la calle frente a nosotras.
–Lo lamento –dice en un susurro y asiento en su dirección para hacerle saber que esta perdonada.
“Te asusta un poco de velocidad”
Cuando su voz retumba en mi cabeza, me dan ganas de llorar de frustración. La voz ha vuelto.
Hana relaja un poco sus manos, disminuyendo su agarre en el volante, ella toma una respiración profunda y el auto adquiere una velocidad constante.
Dejo de mirarla pues no quiero ver como sus ojos no tienen el mismo brillo de antes. No entiendo por qué le ha afectado tanto, según lo que me ha dicho, ella no conocía muy bien a Ryan.
Veo que Hana toma una curva y entra en una calle familiar, no tardo en ver el auto de Steven aparcado en nuestra entrada. Frunzo el ceño, normalmente Steven llega tarde por su ajetreado trabajo. Sé que es médico pero, no sé en qué se especializa.
Gracias a ese trabajo permanezco sola en la casa, aunque no me quejo. Prefiero estar sola.
–Gracias Hana…–No puedo terminar la frase.
–No –dice y su mirada es dura– Gracias a ti, por escucharme.
Asiento y decido no decir las palabras que iban a deja mis labios antes de que me interrumpiera.
Me bajo del auto, cierro la puerta y agito mi mano, despidiéndome.
Ella agita su mano y veo como el auto se aleja por la calle hasta que gira en la esquina.
Saco las llaves del bolsillo delantero de mis pantalones, subo las escaleras del porche y estas crujen cada vez que las piso. Abro la puerta.
Apenas entro, noto que Steven se encuentra en el sofá y está profundamente dormido. Por su apariencia deduzco que necesita un buen descanso.
Subo a la segunda planta y busco en el armario del pasillo, donde se guardan las sabanas, mantas y toallas de reserva.
Encuentro una mullida manta gris y bajo las escaleras con ella en mis manos. Cubro a Steven con la manta y luego me dirijo hacia la cocina, para tomar las llaves del auto, de la encimera.
Salgo de la casa y cuando he cerrado la puerta, me dirijo hacia el coche y me meto dentro.
Esperando que Steven no se despierte mientras arranco el auto, lo enciendo y solo acelero después de girar en la esquina.
Tomo el camino hacia la reserva, tengo que ver el lugar donde encontraron el cuerpo de Ryan.
“¿Por qué tanto interés en eso?”
Suelto un suspiro resignado y no le respondo.
“Continuaras ignorándome”
Empiezo a cantar mentalmente, tratando de callar la molesta voz.
“En algún momento aceptaras que soy real”
Después de que dijo eso se mantuvo callada por el resto del viaje, excepto cuando pasamos por la casa Walker y grito desesperadamente.
“¡Estoy aquí!”
Lástima que solo yo podía oírla.
Ella parece tan desesperada. En su voz puedo notar la agonía y lo atormentada que esta.
¿Por qué grita cuando pasamos por esa casa? ¿Qué tiene de especial?
Golpeo el volante con frustración y niego con la cabeza.
Esa voz no es real. Es un producto de tu agobiante imaginación sobre actuada. Tu misma la has creado ¡No es real!
Continúo conduciendo y veo el letrero de la reserva. Estaciono el auto en el mismo lugar en el que Thomas estaciono su camioneta, y me bajo.
Veo el letrero de “prohibidas fogatas” y tomo el camino que Hana iba a tomar esa noche pero Thomas le impidió hacerlo.
Mientras recorro el sendero guiándome por los diferentes letreros a lo largo de él, observo las diferentes clases de aves que hay en los altos árboles.
Sus diversos colores, hábitos y sus distintos silbidos. El sonido de la naturaleza me relaja.
Veo pequeños gorriones posados en las ramas de los árboles y parece como si me estuvieran observando, esperando el momento en que me acerque demasiado, para huir volando.
También hay un pequeño colibrí azul volando detrás de una flor celeste. Y escucho un constante martillear, el sonido representativo de un pájaro carpintero.
La sonrisa en mi rostro desaparece al recordar que fue mi madre la que me enseño todo lo que se sobre las aves, ella las amaba, le encantaba dibujarlas.
Un graznido se escucha a mi lado y giro mi cabeza para ver un cuervo frente a mí, me sobresalto y me alejo de espaldas, lentamente. Cuando considero que he puesto suficiente distancia entre el cuervo y yo, me giro, corro y…
Suelto un grito mientras me tropiezo con algo y pongo mis manos frente a mí para no darme de bruces contra la tierra.
Gruño y me levanto. Sacudo mis manos en mis pantalones e inmediatamente escuecen, las observo y veo los rasguños en mis palmas.
Por lo menos mi pantalón no se rompió, considero regresar por el camino, hacia el auto, e irme hacia mi casa.
Cuando estoy a punto de regresarme hacia el auto, escucho el leve murmullo de una corriente de agua y la curiosidad me gana.
Camino guiándome por el sonido, hasta que me topo con la orilla de la quebrada.
La misma quebrada que salió en las noticias esta mañana, la quebrada donde hallaron el cuerpo sin vida de Ryan.
Me agacho justo en el lugar donde estaba el cuerpo, veo que todavía hay cinta policiaca en el suelo y unas marcas blancas.
“No deberíamos estar aquí”
Silencio.
“Presiento que algo malo va a pasar”
Yo tengo el mismo presentimiento.
Me reprendo, no debo hablar con la voz.
Veo que aquí termina esta parte del sendero. La quebrada marca el final, al otro lado no hay camino.
Observo el otro lado y mi mirada se posa sobre una rama partida, frunzo el ceño y miro más allá.
Entre los arbustos, ramas y hojas, se ve una forma en el lodo. Paso la quebrada pisando en donde las piedras sobresalen en el agua y mis zapatos se ensucian con el lodo cuando piso el otro lado. Alejo unas hojas del suelo y me encuentro con una huella.
Una huella de un zapato. No sabría decir si es de hombre o mujer, pero creo que es de mujer.
Parece que los policías no vieron esto. ¿Cómo es que no lo notaron? No hicieron bien su trabajo.
Escucho una rama que cruje al ser pisada a mi izquierda. Me levanto de un salto y observo mis alrededores pero no veo nada.
Mi corazón comienza a martillear contra mi pecho y siento como si pudiera ser oído a un kilómetro de distancia. Otro crujido, mi respiración se acelera igualando a mi corazón.
El graznido del cuervo retumba en mis oídos y me giro para verlo posado en una rama de un árbol, observándome. Esperando para poder atacarme.
“¡Huye!”
Quiero hacerle caso a la voz en mi cabeza, pero parece como si mis pies estuvieran pegados al suelo.
Mi cuerpo se mantiene inmóvil aunque quiero correr como si no hubiera un mañana.
Un gruñido gutural se retumba por el bosque y cada musculo de mi cuerpo se tensa.
¿Qué demonios fue eso?
“¡Vamos, corre! ¿Qué esperas?”
El grito de la chica se escucha en mi cabeza, salgo de mi estupor y de un segundo a otro, estoy corriendo como si el mismo diablo me persiguiera, tal vez es así.
Escucho una serie de pisadas detrás de mí y después mis jadeos entrecortados. Lo que sea que viene tras de mí, está acelerando e intenta alcanzarme.
Siento como si pudiera estirar sus brazos y agarrarme en cualquier momento. Casi puedo sentir su respiración en mi nuca aunque sé que es solo mi imaginación.
El pánico me inunda, fuerzo a mis piernas a correr más rápido. Quiero llorar, pues siento que voy a morir aquí, sola, en las mismas manos de quien, aparentemente, también mato a Ryan.
Escucho el batir de las alas del cuervo detrás de mí y eso me impulsa a ir más rápido.
Sigo corriendo hasta que vislumbro el color plata del auto de Steven y siento una pequeña gota de esperanza. De repente, las rápidas pisadas detrás de mí se detienen y ya no escucho al cuervo.
No me giro para ver si retrocedieron hasta que estoy en la seguridad del auto. Miro el sendero y no veo nada fuera de lo común. Ni un rastro de pisadas, además de las mías.
Me miro a mi misma, noto el barro en mis zapatos y las partes mojadas en mi pantalón.
Cuando alzo de nuevo la mirada hacia el sendero, caigo en cuenta de que no me gire, ni una vez, para ver al posible asesino de Ryan.
***
Estaciono el auto en la entrada de nuestra casa sin molestarme en meterlo en el garaje. Abro la puerta principal e intento hacer el menor ruido posible.
Steven se veía bastante cansado, hoy no quiero despertarlo tropezando con algo y haciendo un estruendo.
Me dirijo a la cocina y dejo las llaves en el mesón para luego subir lentamente las escaleras y entrar en mi habitación.
Gruño cuando veo mis libros de la escuela regados por el suelo y me digo a mi misma que hare los trabajos mañana.
Abro la puerta del armario y saco mi pijama de uno de los cajones. Estoy a punto de quitarme la blusa cuando tengo la sensación de ser observada. Me giro examinando mi dormitorio y sin sentirme segura me dirijo al baño para cambiarme.
Dejo mi ropa en el cesto de la ropa sucia junto al armario y mi mirada se dirige al reloj en mi comoda. Mis ojos se abren como platos.
Esa breve ida a la reserva me ha costado todo mi día, son más de las doce.
Hoy el tiempo se pasó tremendamente rápido y la mayoría de él, estuve caminando por el sendero de la reserva.
Pienso en mi atacante y en como pude haberle dado pistas a la policía pero no me gire para verlo.
“Te lo dije; tenía un mal presentimiento”
Cállate. Le gruño internamente.
Acomodo mi cama y justo antes de acostarme, recuerdo lavarme los dientes.
Cuando no resisto más el cansancio, caigo como un peso muerto en mi cama y me envuelvo en mis pesadas cobijas de lana. Me muevo hasta que conseguido estar cómoda y me sumerjo en una pesadilla.
“Su risa retumbo por todo el lugar, no podía verla pero sabía que ella estaba cerca de mí.
El temor corrió por mis venas dejándolas tan frías como el hielo. Mi respiración salía en jadeos entrecortados, mi aliento caliente formando pequeñas nubes de humo en el ambiente frio.
Ella volvió a reírse y yo quería hacerme un ovillo.
– ¿Quién eres? –pregunte al vacío y recibí una risa como respuesta.
La neblina a mí alrededor se fue disipando hasta que pude ver los espejos que me rodeaban. Mi reflejo, distorsionado, se veía en todos ellos.
No podía ver a la persona de la cual provenía la risa pero sentía que estaba cerca y que me estaba analizando.
–Creo que eso ya deberías saberlo –me responde la voz femenina y suelta una risita maniaca.
La niebla se mantiene a los pies de cada de uno de los espejos. Salto cuando uno de ellos se rompe a mis espaldas y las esquirlas caen en el suelo que no logro ver por la bruma.
Cada uno de los espejos se rompe, uno a uno, sus restos repiquetean en el suelo.
Me sobresalto cada vez que escucho el sonido, hasta que un solitario espejo de marco de madera queda frente a mí. Una luz se enciende en la distancia permitiéndome ver bien mi reflejo.
El siguiente sonido que escucho, me hace estremecer y se tensa cada musculo de mi cuerpo. Algo, mitad gruñido, mitad risa hace que el espejo tiemble.
– ¿Qué quieres? –Le pregunto.
Un silencio sepulcral cae en el lugar antes de que su risa resuene.
–Eso también lo sabes –Me responde.
Una presión se acumula en mi pecho, y siento como si no pudiera llevar suficiente aire a mis pulmones.
Me miro y veo como la imagen enfrente cambia lentamente. Mis pies ya no llevan zapatos, estoy descalza y hay sangre seca en mis pies.
Un sollozo se atora en mi garganta mientras veo como mis ropas cambian por un vestido blanco manchado de sangre.
La niebla aumenta poco a poco cubriendo todo con un delgado manto de frialdad.
El vestido se me hace familiar. Un recuerdo cosquillea en mi memoria e intento con todas mis fuerzas acordarme, pero se esfuma en el temor de mi mente.
La imagen frente a mí sigue cambiando. Veo mis mechones cobrizos cambiar por unos oscuros.
Cierro los ojos para no ver lo que… más bien, quien se está formando frente a mí. No estoy completamente segura pero…
–Abre los ojos –dice ella, y su dulce voz me rodea.
En contra de todos mis instintos, abro los ojos y sus espeluznantes ojos verdes me devuelven la mirada. Sus impenetrables ojos verdes bajan y me mira de los pies a la cabeza. Tener esos ojos verdes sobre mi cuerpo hace que me estremezca.
– ¿Sabes quién soy? –inquiere, y yo niego con la cabeza mientras trago nerviosamente.
Un sentimiento agónico y frustrante me recorre, siento como si pudiera desmayarme en cualquier momento.
La detallo e ignoro sus fulminantes ojos sobre mí. Un abundante cabello negro enmarcando un pequeño pálido rostro ovalado. Largas pestañas rodeando sus ojos y una respingada nariz pecosa.
Un resplandor se interpone en mi mirada y esta, inmediatamente se dirige a su mano izquierda, en la cual sostiene una daga plateada con incrustaciones rojas en su mango. La daga de la pesadilla.
Sus nudillos están blancos por el brutal agarre que tiene sobre ella. Ella se ríe de nuevo, pero esta vez su risa es más apagada, más siniestra.
Lo raro es que la niebla no se refleja en el espejo, de hecho, puedo ver el pulido suelo de madera y la ventana detrás de ella. También puedo ver como la sangre se desliza por la daga y las gotas salpican el suelo.
– ¿Sabes quién soy? –Repite su pregunta y yo vuelvo a negar con la cabeza mientras mi corazón se acelera.
– ¡Sí, lo sabes! –grita y su grito me hace saltar– ¡lo sabes! –repite.
Quiero huir, salir de ese lugar, pero la niebla cubre todo a mi alrededor excepto el espejo.
– ¡No lo sé! –le grito de regreso y ella gruñe.
Me mira directamente a los ojos antes de tomar una respiración profunda y agachar la cabeza.
Siento que no va a suceder nada más hasta que veo como alza la cabeza y sus ojos completamente negros me consumen.
– ¡Si lo sabes! –Grita estruendosamente. Me tapo los oídos y ella parece enojarse más, de hecho parece furiosa.
Sus ojos se abren como platos y parece que ha caído en cuenta de algo, sacude la cabeza y parpadea varias veces hasta que sus ojos vuelven a ser verdes.
Mi corazón golpea fuertemente y tomo bocanadas de aire para calmar mi respiración.
–Lo sabes –dice– Tú… lo sabes.
El silencio que le sigue a sus palabras es tan frio que siento que puede quebrarme en pedacitos. Ella pasa la daga a su mano derecha, la sangre mancha su piel blanca.
Su expresión cambia de un momento a otro. Su mirada se oscurece y la furia inunda sus facciones.
– ¡¿Quién soy?! –Grita, y un sollozo sale de mí.
– ¡No lo sé! –Le grito desesperadamente– ¿Por qué no me lo dices?
Ella gruñe y yo grito mientras veo como su rostro se contorsiona por la rabia. Ella se mueve tan rápido que apenas lo veo venir.
Todo sucede en un segundo. Ella arroja la daga hacia mí y el espejo se rompe. Las esquirlas repiquetean en el suelo. Veo como la daga viene hacia mi rostro y alzo mis manos para cubrirlo.
Un dolor desgarrador sube por todo mi brazo izquierdo, grito por el dolor de la daga penetrando en mi piel.
Observo mi muñeca y veo que afortunadamente solo la punta de la daga perforo mi piel. Ahogo mi mirada en un cerrar de ojos firme y extraigo la daga. Las lágrimas nublan mi visión por un momento pero parpadeo varias veces para alejarlas.
El lejano resplandor de luz se apaga y me sumo en la oscuridad. Mi corazón se acelera aún más y la desesperación se posa en mi pecho. Trago bocanadas de aire intentado llevarlas a mis pulmones.
–Lo sabes –susurran en mi oído y luego me agarran.”
Me siento en mi cama, las lágrimas corren por mi rostro y mi corazón golpea a mil en mi pecho. Una fina capa de sudor, cubre mi cuerpo.
Miro mi mano y suspiro cuando noto que no hay sangre, ni una cortada. Me miro a mi misma y me tranquilizo cuando veo que llevo mi pijama.
Me levanto de la cama y me dirijo al baño ignorando la frialdad del suelo. Me lavo el rostro con agua fría y trato de no mirarme en el espejo.
¿Por qué se supone que debía saber su nombre? No tengo ni la menor idea de quién es, solo sé que es la misma chica de la pesadilla en el bosque. Y eso no me gusta.
¿Por qué estoy soñando esto? Mi exagerada imaginación debe tener algo por las chicas de ojos verdes y cabello negro.
Me detengo en la puerta del baño cuando estoy a punto de salir, pues una imagen se forma en mi mente.
Es un chico. Un chico cabello negro y ojos gélidos. William. La imagen se desvanece.
Me estremezco cuando una corriente helada toca mi piel y noto que la ventana de mi habitación está completamente abierta. Las ráfagas de viento helado golpean mi piel. Corro, cierro la ventana y coloco el seguro.
¿La ventana estaba abierta cuando llegue? No lo recuerdo. Yo no la deje abierta esta mañana y dudo que Steven entre en mi habitación.
Frunzo el ceño y me acuesto en la cama. Me cubro con las mantas y cierro los ojos. Al igual que la voz, las pesadillas han vuelto.
Pero esta vez es diferente. No había soñado con algo distinto a la pesadilla además del día del breve sueño tranquilo.
Intento despejar mi mente pero es una tarea complicada, para cuando lo logro estoy cansada tanto físicamente como mentalmente.
Me giro en la cama y abrazo una almohada, esta se moldea a mi cuerpo.
¿La historia de Ryan tendrá algo que ver con esta chica de ojos verdes? Es una posibilidad.
Tengo que ponerme a investigar más sobre la familia Walker y averiguar qué fue lo que verdaderamente sucedió esa noche.
Bostezo y dejo que el sueño me arrastre lentamente, justo antes de que pierda la conciencia, la voz habla en mi mente.
“Tú eres la clave.”
El cansancio se aleja de mí y jamás me he sentido más despierta en toda mi vida. Tardo un poco en procesar sus palabras pero cuando lo consigo, siento como cada parte de mi cuerpo se tensa.
Esa noche no lo logró cerrar los ojos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro