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Capítulo 10: Pasado.

Charlotte

— ¿Elizabeth? —Entreabrí la puerta de los aposentos de mi hermana mayor— Elizabeth ¿estás ahí?

Un apagado "sí" fue la única respuesta. Abrí la puerta por completo y detalle la amplia estancia de altos techos que había al otro lado. Esta habitación me había pertenecido a mi cuando era una niña. Reconocía las paredes pintadas de amarillo pálido, las antiguas estanterías de madera pulida a mano. Conocía cada irregularidad en la madera del suelo y las ventanas de hojas cuadradas.

En medio de la gran cama adosada se hallaba ella, las faldas de su vestido haciendo remolinos a su alrededor. Elizabeth volvió la cabeza para mirarme y note como sus ojos azules estaban oscurecidos por la cólera.

Las perfectas ondas rubias del cabello de Elizabeth se encontraban recogidas en un tocado complicado, unos cuantos mechones adornaban su rostro. Elizabeth era una mujer muy hermosa, lo único que la ensombrece es la expresión de enfado que le retorcía los rasgos permanentemente.

— ¿Qué sucede, Charlotte? —soltó ella con aspereza.

El ligero acento francés todavía marcaba su voz cuando se enojaba,  una dama con aquella voz seria adorada por los hombres, de no ser por el tono agrio de esta.

—Te estaba buscando —le respondí con un deje de exacerbación. Muy pocas cosas lograban afectar a Elizabeth cuando se hallaba de mal humor, y casi siempre se encontraba en ese estado— William y la señorita Montezco han llegado, tenemos que estar presentes ¿Lo has olvidado?

— ¡Oh! sí me he acordado —declara ella mientras se levanta con sumo cuidado para mantener su imagen de perfección— sólo que mi presencia no es merecida con algo tan insignificante.

Ella se acerca hacia mí con la barbilla en alto y yo agacho la cabeza. Elizabeth es una mujer vengativa y algo volátil, cuando sus ojos tienen ese brillo, es inquietante, no es bueno acercársele o llevarle la contraria.

Ella posa ligeramente su mano bajo mi barbilla y la levanta, para que mis ojos se encuentren con los suyos.

­—Esa fémina que se encuentra allá abajo del brazo de nuestro William, no merece llamarse mujer y mucho menos una dama —el tono gélido de Elizabeth hizo que cada una de mis extremidades se colocara rígida— no me inspira confianza, Charlotte, no te le acerques.

Cuando las últimas palabras abandonaron sus labios, note el cambio en el tono de su voz, paso de ser esa intimidante voz acida, a la voz de la Elizabeth que conozco y que suele protegerme.

Elizabeth alzo sutilmente la falda de su vestido rojo carmesí y yo le imite con la falda de mi vestido celeste. La mirada de superioridad e indiferencia de Elizabeth persistió en la joven parada al lado de William, mientras bajábamos con meticulosidad la escalera.

Suspire interiormente, había esperado que la presencia de William, sirviera para que Elizabeth perdiera su rabia y su maldad, pero parecía evidente que cuando había afirmado que aquella joven no era de fiar, había hablado en serio.

William se encontraba hablando con nuestro padre con amabilidad y respeto. Había una sonrisa imposible de borrar, plasmada en su rostro. En sus ojos había un brillo irreconocible. Pero su rostro reflejaba todas las emociones que llenaban su interior. 

Note que le estaba presentando a la señorita Montezco a nuestro padre.  En los ojos del hombre que nos había tenido junto con mi madre, había un brillo de cautela y recelo. Mi padre detallo a la joven delante de él, e inclino formalmente su cabeza para reconocerla.

Mientras William parecía apartado en una tierra de felicidad y dicha, la joven le daba una mirada de repulsión a mi padre, la fulmine con la mirada desde las escaleras y vi la mirada mordaz de mi hermana.

Elizabeth que había estado observando detenidamente bajo el pequeño tramo de escaleras restante. Frente a mis ojos, el rostro de mi hermana cambio hasta que pude ver a la dama inalterable, farsante y presuntuosa en la que suele convertirse cuando se dirige a personas que aborrece.

—Señorita Montezco —mi hermana inclino su cabeza en forma de saludo, cosa que Jane le correspondió— Gracias por deleitarnos con su presencia.

—Un placer —respondió la joven con una mirada de cautela y se alejó a una distancia prudente de mí hermana— Jane—puntualizo ella— todo el mundo me llama así.

Mi hermana asintió y le dedico una sonrisa cargada de repugnancia, agradecí que mi hermano no se hubiera percatado de aquello. Se veía que claramente apreciaba a la joven, temía de la reacción que pudiera tener si pudiera ver el rencor en los ojos de Elizabeth.

—De que lugar tan bajo debes de provenir como para pedir que te llamen por tu primer nombre —la sonrisa que había estado incrustada en el rostro de Will, cayo, tal parece que eso, sí lo escucho.

— ¡Elizabeth! —advirtió el, su voz destilando disgusto.

Mi padre sacudió la cabeza, pero pude ver la pequeña sonrisa escondida en la comisura de su labio.  

Yo, por mi parte, prefiero quedarme callada y ahorrarme discusiones ridículas, y embrollos innecesarios.

Si puedo leer correctamente las reacciones de William con la señorita Montezco, estoy en lo correcto al afirmar que está enamorado de ella y que nuestro criterio le parecerá insignificante.

En el instante, en el que Elizabeth iba a replicarle algo a William, mi madre apareció por un umbral que llevaba hacia el recibidor, sus manos agarraban ligeramente su falda para alzarla sutilmente. Sus pisadas resonaban por la estancia y por el rabillo de mi ojo, pude ver como la señorita Montezco, se estremecía.  

Por un momento pareció como si todos contuvieran la respiración, incluso mi padre. William le sostuvo la mirada a Elizabeth, sin vacilar y no por primera vez, tuve la sensación de que intercambiaban palabras en silencio.

—William —mi madre empleo su nombre completo a propósito. Todos sabemos que el queridísimo William detesta que lo llamen así, siempre ha preferido que lo llamen "Will" — ¿Qué es todo este alboroto? —inquirió mi madre, pero no hubo respuesta.

Mi padre mascullo algo en francés, ininteligible, pero con un claro tono de irritación. Si había algo que él no pudiera soportar, era que fastidiáramos a nuestra madre. Cosa que hacíamos a menudo.

A veces mi padre pierde el control sobre su temperamento, lo cual puede atemorizar a cualquiera. Sin embargo, mi madre mantiene su expresión impertérrita hasta que logra sacarle las verdades a cualquiera, no me sorprendería si lo hiciera con reclusos, y estos confesaran.

—Un placer, Señorita Montezco —dijo mi madre dirigiéndose a Jane, la cual se mantuvo callada y solo inclino levemente su cabeza.

Mi madre entrecerró los ojos en la dirección de Elizabeth, y le hizo una pregunta a la cual ella respondió con tal sencillez y claridad que nadie dudaría de ella o se imaginaria que decía más que la verdad.

Mientras las personas que más apreciaba en este mundo, comenzaban una conversación con la fémina, como se había referido Elizabeth a Jane. Yo me distraje viendo como sus expresiones variaban.

Una y otra vez rememore la expresión de Jane Montezco cuando mi padre la había saludado. El cómo su rostro se había contorsionado en una mueca de desprecio puro y repulsión. Esa joven es las dos caras de una misma moneda, falsa.

Tengo muchos recuerdos de peleas a gritos entre Elizabeth y Will, en las cuales yo interfería, muchas veces sus disputas eran por cosas tan insignificantes que tiempo después se desternillaban de la risa, recordando. Pero también tenía buenos recuerdos: el día que William ayudo a Elizabeth, cuando esta se había caído del caballo, o cuando William me ataba las cintas del cabello si estas se desarmaban. Pero la bondad estaba ausente en el rostro del William que estaba ante mí, en este momento.

Un grito agobiante, me trajo de nuevo a la realidad. Mis padres, mis hermanos y la señorita Montezco, se encontraban hablando, proseguían con su conversación con tal naturalidad que el pánico corrió por mis venas, dejándolas heladas.

Me acerque a mi progenitor.

—Padre ¿no habéis escuchado eso? —pregunte y escuche mi voz quebrarse por el temor.

Alce mi mano para posarla en su brazo y atraer su atención hacia mí. Pero mi mano atravesó su brazo, un grito de espanto se elevó en mi garganta  y vi como mi mano parecía etérea. Mi piel es traslucida.

Grite mientras las lágrimas se desbordaban de mis ojos y caían por mi rostro. Ninguno de ellos me escuchaba.

Samantha

Observe como la chica delante de mí, caía de rodillas con las lágrimas surcando su rostro.  Lo que Charlotte no había notado, es como había dos ellas. Como si una fuera un reflejo por lo diáfana que se veía. Parecía que se hubiera separado, alma y cuerpo.

Su cuerpo continuaba ahí, parada al lado de Beth, cuya mirada fulminante esta posada en la chica que no conozco, pero ahora sé que se llama Jane Montezco.

Lo que llamo mi atención fue su apellido, italiano, pero no tiene acento. Por otro lado, los que asumo, son los padres de Charlotte, si arrastran ligeramente las palabras, denotando un acento francés.

Justo después haber escuchado el "Si, lo soy" en mi cabeza. Me encontré en este extraño lugar que no reconocí.  Pero me hallaba parada detrás de Charlotte. La seguía como si fuera su sombra.

Vi como sus ojos se oscurecían cuando vio a Jane, y como luego la pulverizo con la mirada.  Según lo que he observado mientras seguía a Charlotte, parece que Jane Montezco no es muy aceptada por la familia.

Me había cansado de que ella no me escuchara, así que estuve gritando durante un largo periodo de tiempo, parece que mi último grito fue el que la saco de sus pensamientos.

Lo que más me había tomado por sorpresa y había hecho que mi corazón diera un giro estúpido en mi pecho, fue ver a Will con esos atuendos extraños. Estaba a acostumbrada a verlo con vaqueros, camisetas y las chaquetas requeridas por el clima en el que vivimos.

Pero el verlo vestido de esta manera, hace que mi corazón se acelere hasta el punto en el que se siente doloroso.

En un abrir y cerrar de ojos, la casa se desvaneció hasta que no quedo nada más que un árido terreno rocoso. Las ráfagas de viento golpeaban mi piel descubierta, pues solo traía mi pijama. La sorpresa me inundo.

Charlotte no había notado el cambio a su alrededor, ella se mantenía sollozando en el suelo, su rostro enterrado en su manos. Se estremeció cuando la lluvia comenzó a caer despiadadamente sobre nosotras.

Y ahí fue cuando se percató de que ya no se hallaba en su casa y ya no estaba rodeada de su familia.  Alzo su rostro y fulmino el cielo con la mirada, justo antes de soltar un grito inhumano que hizo que mi sangre se helara.

Me empecé a alejar de ella... tropecé con una piedra causando un ruido casi imperceptible, pero ese pequeño sonido se convirtió en mi perdición.

La chica se levantó del suelo y sus facciones cambiaron frente a mis ojos mientras se acercaba hacia mí como un león acechando a su presa.

Los rasgos inocentes y apacibles de su rostro se retorcieron hasta convertirse en rasgos afilados y amenazantes. Sus ojos verdes adquirieron ese brillo casi diabólico que hacía que mi corazón se acelera y el pánico me inundara. 

Su piel blanca se fue aclarando hasta convertirse en un pálido enfermizo.  Los ríos de lágrimas que habían hecho camino por su rostro hace unos instantes, habían dejado una leve marca en su piel, el único indicio de que había llorado.

Ella alzo los brazos y yo sabía que venían por mi cuello.  Una capa oscura cubrió el color verde de sus ojos hasta dejarlos completamente negros,  el color blanco que rodea el iris sucumbió a aquel manto negro.

Mi cuerpo esta pasmado por el miedo, puedo escuchar mi corazón y puedo sentir la sangre corriendo por mis venas. Mi intuición me dice que el latido de mi corazón puede escucharse a lo largo de todo el terreno.

El graznido de un cuervo, hace que de un respingo y lo busco a mi alrededor, pero no lo encuentro.

— ¿Qué haces aquí? —grita ella mientras intento alejarme, pero nuestros pasos son sincronizados por lo cual no tengo mucho éxito.

Cuando el temor recorre mis venas, las deja tan tensas y heladas como el hielo.

Mi mirada se traslada de un lugar a otro tratando de evaluar mis posibilidades de escapar. Son prácticamente nulas. Las diferentes sensaciones, se posan en mi pecho como un cúmulo frustrante.

— ¡Tu no existes! ¡¿Qué haces aquí?! —su pregunta hace eco a lo largo de la extensión de tierra, aquel grito pudo haber sido escuchado a kilómetros de aquí.

¿Cómo que no existo? Estoy aquí, parada frente a ella. La que no existe es ella, mi cuerpo es sólido, el de ella es etéreo. En sus ojos hay un brillo escalofriante que genera todo tipo de malas sensaciones en mi cuerpo.

El viento nos azota con cada ráfaga, pero ella no se inmuta, parece que no sintiera. La ramas de los poco arboles a nuestro alrededor crujen entre sí,  la ventisca aumenta causando que las pocas hojas en los árboles, caigan.

El viento hace presión a mí alrededor casi ahogándome. Siento que mis vías respiratorias se cierran lentamente hasta que impiden el paso del oxígeno. Abro mi boca para tomar aire pero siento como si dos manos estuvieran estrangulándome, estropeando mi tráquea.

Intento llevar aire a mis pulmones pero es una tarea imposible, mi visión se nubla y mi cabeza comienza a palpitar. En medio de mi agonía, escucho la risa maniaca de Charlotte.

Abro mis ojos, intentando aclarar mi borrosa visión, cuando lo logro, veo a Charlotte agarrándose su estómago traslucido con ambas manos mientras intenta disminuir su risa.

Mientras siento como mi cuerpo se desvanece y los bordes de mi visión se oscurecen, me entra un gran impulso de patearle el trasero, pero como no puedo hacerlo, me conformo con imaginarme haciéndolo.

Inmediatamente cuando el pensamiento es formulado en mi mente, las manos se alejan de mi cuello y trago bocanadas de aire.  Mientras el aire inunda mis pulmones, mi visión se aclara.

Observo a una, no etérea Charlotte, sentada en el suelo escupiendo tierra. La parte delantera de su vestido esta toda empolvada al igual que sus brazos descubiertos. Sus ojos ya no son negros y su fulminante mirada verde esta posada en mí.  

Parece como si la hubieran empujado o la hubieran pateado... haciéndola caer. Sonrió con el pensamiento, tal parece que no podemos tocarnos pero...

Mi rostro gira bruscamente y mi mejilla hormiguea mientras el ardor se esparce por todo el lado izquierdo de mi rostro. Noto la sonrisa en los labios de Charlotte mientras esta se levanta sacudiendo su anticuado vestido.

Apretó mis dientes y enfrento mi mirada con la suya. Me imagino tomando un mechón de su radiante cabello negro y...

Charlotte grita mientras agarra su mechón elevado en el aire como si alguien lo estuviera agarrando, solo que no hay nadie ahí...nuestros pensamientos son los que hacen daño.

¡Esto es un sueño!, mi sueño... yo seré la única que lo maneje.

Mientras intento imaginarme agarrando el elegante cuello de Charlotte...el aire a nuestro alrededor comienza a arrasar con todo a su paso, se convertirá en un tornado.

Comienza a girar, encerrándonos en su centro, mientras adquiere velocidad.  Puedo escuchar la estridente risa de Charlotte a pesar del ruido de la ventisca.

La ira creció dentro de mí. ¿Por qué no puede dejarme en paz? ¿Por qué no se larga de mi cabeza? ¿Qué tengo de especial? No sabía la respuesta a las primeras dos preguntas, pero la tercera es... nada.

Nada. No hay absolutamente nada en mí.  Soy corriente y monótona. Mi vida es un asco. Soy negativa y me gusta sumirme en el auto desprecio. ¿Por qué yo?

En mi mente me imagine agarrando su esbelto cuello. La risa se detuvo mientras se convertía en una tos seca. Oprimí su garganta así como ella oprimió la mía. Se llevó sus manos a su cuello mientras intentaba deshacerse de mi agarre. Pero es imposible.

Vi como la sangre se drenaba de su rostro y sus ojos perdían el color hasta volverse vacíos. Sus ojos se cerraron mientras el viento se detenía de repente. Dejando mis oídos con un pitido constante.

Su cuerpo cayó como peso muerto en la tierra y yo caí de rodillas. Agotada mentalmente.

Tome largas respiraciones profundas mientas trataba de calmar mi acelerado corazón. Vi el cuerpo sin vida de Charlotte y una sensación abrumadora me envolvió.

Mi corazón se aceleró mientras observaba mis manos como si pertenecieran a otra persona. Había ahogado a una persona, tal vez no la toque, pero... está muerta.

Un nuevo miedo, inunda mi interior, mientras cualquier pensamiento coherente abandona mi cerebro dejándome desprotegida.

Tomo una respiración profunda, luego caigo al suelo y siento un peso sobre mí. Pero ahí, no hay nadie.

Dos manos se cierran en torno a mi garganta.  Mi cuerpo  pide a gritos el aire, pero se le es negado. No puedo respirar. Me están asfixiando, de nuevo. Pero... ¿Quién?  

—Crees que me rendiría tan fácil — ¡Charlotte! Ella entra en mi campo de visión cuyos bordes se están oscureciendo— voy a luchar hasta conseguir venganza.

Las manos se aprietan más y yo me llevo las manos a mi garganta para no encontrarme con nada. Mis sonidos estrangulados llenan el campo desértico y la demente sonrisa de Charlotte es lo último que veo antes de sumirme en la oscuridad.

Abro mis ojos y tomo una bocanada de aire. Apretó mis ojos, cerrandolos e intento recuperar el control. Mis pulmones están encogidos y siento un dolor opresor en mi pecho.

Mis ojos se llenan de lágrimas y abrazo una de mis almohadas mientras estas caen por mi rostro. Sollozo e intento olvidar aquella pesadilla abrumadora.

Todavía puedo sentir mi piel fría a causa del viento y sus manos oprimiendo mi garganta, negándole el paso al aire.

Mis sollozos se hacen más fuertes al recordar que yo, le hice lo mismo a ella. Pude haberla matado.

Al final, el temor nublo tanto mi mente que no pude recordar que se trataba de un sueño. Eso logra calmar un poco todas las sensaciones que me recorren.

La culpa, el temor, la desesperación, la angustia...

—Qué lindo sueño debes de haber tenido ¿estuve en el?—murmura una voz sensual e inmediatamente me siento en mi cama mientras mi corazón vuelve a acelerarse.

Mis ojos escanean la habitación hasta que me encuentro con la dueña de la voz.

Es Jane.

Niego fieramente con la cabeza y cierro mis ojos ¡No es verdad! Son los nervios, y eso causa que veas y escuches cosas.

Aquella mujer con ojos marrones no se encuentra en tu habitación. Tomo una respiración profunda y entreabro mis ojos para asegurarme de que ya no está.

En su lugar doy un respingo cuando escucho su voz a mi lado.

—Pensé que ya lo habías aceptado —dice ella mientras se pasea por mi habitación— cuando comprenderás que todo lo que te sucede es porque fuiste asesinada.

Toma uno de mis libros de los estantes de las paredes y lo ojea. Una pequeña sonrisa aparece en sus carnosos labios.

La divina comedia —ella suspira mientras deja el libro y toma otro—Otelo... Shakespeare —devuelve el libro y toma otro pero antes de mirarlo, me guiña un ojo— gustos clásicos —observa el libro en sus manos y su ceño se frunce— Correr o morir.

Deposita el libro sobre mi escritorio y niega con la cabeza. Mis ojos siguen cada uno de sus movimientos gráciles... como si los hubiera practicado una y otra vez.

— ¿Qué quieres? —cuestiono con la voz quebrada por el miedo.

Ella atraviesa mi habitación y abre la puerta de mi baño. Su tranquilidad solo me causa pánico. Siento que va a saltar sobre en mí en cualquier momento.

—Aterrarte —responde como si fuera los más normal del mundo, ignorando que se encuentra en mi habitación en medio de la noche— no has respondió mi pregunta ¿estuve en tu sueño?

Cuando la pregunta deja sus labios, escucho un pequeño indicio de acento italiano. Ella frunce los labios.

Niego firmemente con la cabeza y espero que me crea. Puedo sentir el sudor en las palmas de mis manos y mi corazón golpeando en mi pecho.

La comisura de su labio se levanta y sé que ha notado mi mentira.

—No deberías mentir —ella se sienta en la cama y retrocedo hasta chocar con el espaldar de esta— no es agradable.

¿Quién se cree que es? Se aparece en mi habitación en medio de la noche y se sienta en mi cama como si fuéramos intimas amigas.

"Maldita bruja desagradable" gruñe Charlotte en mi cabeza.

Ella agarra una de mis almohadas y me doy cuenta que esa es la almohada con aquel desconocido aroma embriagador. La acerca a su rostro e inhala profundamente.

—No ha cambiado —ella saca la punta de su lengua y humedece sus labios, como si aquel olor fuera el más placentero del mundo— Exquisito.

Murmura ella con su voz ronca y luego su expresión cambia. Lanza la almohada y esta impacta contra mi armario. El sonido que causa no es muy fuerte pero aun así me estremezco.

"sigue obsesionada"

Sus hermosos ojos marrones se oscurecen y sus labios forman una mueca de desprecio.  Se levanta y es cuando noto el sonido de sus tacones mientras se pasea de un lado a otro.

Masculla cosas ininteligibles y su ceño se frunce cada vez más.  Ella sacude su cabeza y aprieta la mandíbula.

Si antes le temía cuando se movía con tranquilidad y agilidad por mi habitación. Ahora me causa terror pues parece cada vez más furiosa. Solo espero que no descargue esa ira en mí.

—Él ha estado aquí —gruñe enfurecida. Y yo deseo hacerme un ovillo.

Sus murmullos incomprensibles cambian a gruñidos profundos que llenan mi habitación.

"Solo espero que mantenga sus garras alejadas de él"

Siento que hay una guerra entre mi mente y mi cuerpo. Tener a Charlotte enfurruñada en mi cabeza, no ayuda.

Solo deseo que Steven no pueda escucharla desde su habitación. ¿Qué  cruzaría su mente, si entrara en mi habitación en este instante y me encontrara con los nervios a flor de piel mientras ella gruñe y maldice en voz baja?

Cansada de no saber a quién se refieren, decido preguntarle a Jane, pues sé que de Charlotte no obtendré respuesta alguna.

— ¿Quién ha estado aquí? —le pregunto en un susurro.

Ella me mira y sus ojos se abren abruptamente como si se acordara de mi presencia. Ella niega con la cabeza y continúa paseándose de un lado a otro. Creo que va a abrir un agujero en el suelo de mi habitación.

Refunfuña y se detiene, parada frente a mí.

—Solo te daré una advertencia —dice ella entre dientes, y se sube a la cama, inclinándose sobre mí. Su rostro quedando a centímetros del mío— El me pertenece.

Me estremezco y ella se aleja.

— ¿Quién? —musito con un hilo de voz.

Ella inicia otra vez su paseo y luego se detiene bruscamente. Frunce el ceño como si estuviera recordando algo y luego se maldice a sí misma.

Se acerca y me mira directamente a los ojos. Una bruma invade mi mente y siento como mi cuerpo se adormece.

—Yo nunca estuve aquí. Nunca me has visto —dice ella con fervor y continua— Cada palabra que dije se esfumara de tu mente —un mareo repentino me golpea y unas últimas palabras dejan sus labios— te despertaste de tu pesadilla y encontraste una habitación vacía.

Parpadeo varias veces y siento todavía mi corazón acelerado por mi pesadilla. Siento mis extremidades pesadas, estoy agotada. Paso una mano por mi húmeda frente y trato de limpiar cualquier rastro de sudor.

Hago recuento de las cosas.

Escuche las palabras de la que, ahora sé, es Charlotte en mi mente; antes de caer en el sueño más insólito que he tenido en toda mi vida.  

Intento unir coherentemente toda la información en mi mente, pero simplemente no hay manera.

¿Por qué escucho la supuesta voz de Charlotte en mi mente? no tengo idea. ¿Qué tengo yo que ver en todo esto?

Hipotéticamente, la época en la que el sueño se estaba desarrollando debía ser 1862. Si es que no estoy perdiendo el juicio; debo estar más demente de lo que creía. Pero estaría más loca si negara todo esto que me sucede. Lo único que puedo afirmar y estoy completamente segura, es que esto es más grande que yo y... si mis instintos no me fallan, creo que, estoy atrapada en medio del embrollo.

Miro mis cortas uñas y caigo en mi antiguo vicio nervioso, comérmelas.

Puesto que me siento frustrada... ya que no sé qué hacer con todo lo que me sucede y con toda esta información colmando mi mente.  Es una sensación abrumadora e impotente.

Pero tengo que hacer algo, buscar respuestas.

La voz en mi cabeza empieza a manifestar su desagrado hacia alguien, en medio de su arrebato dice mi nombre un par de veces y algo sobre "recordar" pero decido ignorarla completamente. Solo está balbuceando incoherencias.

Una brisa helada golpea mi piel caliente, me giro y veo una sombra en mi ventana, que creía haber cerrado.

Un grito sube por mi garganta y sale, resonando por toda mi habitación.

Escucho pisadas rápidas y luego la puerta de mi habitación se abre violentamente golpeando la pared.

Steven entra con unos pantalones a cuadros de pijama y una camiseta blanca. Su cabello oscuro esta alborotado por el sueño y en su mano hay una lámpara.

¡¿Pensaba defenderme con una lámpara?!

 — ¡¿Qué sucede?! —pregunta histéricamente.

El observa mi habitación y ve la ventana abierta. Inmediatamente enciende la luz y se asoma, frunce el ceño y eso me dice, que mi paranoia me hizo creer que vi una sombra, cuando en realidad no había nada.

—No deberías dormir con la ventana abierta —murmura y me mira con mil preguntas escritas en su rostro. Cierra la ventana— mañana hablaremos de esto.

Con eso dicho, apaga la luz y sale de mi habitación cerrando la puerta tras de él, dejándome con el corazón en la garganta y desconcertada.  Escucho sus pisadas mientras se aleja por el pasillo y luego tomo una almohada y grito lo más fuerte que puedo en ella, esperando que con ese grito toda mi frustración desaparezca. 


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