Capítulo III: El Rey.
Worlds Collide, Caos Reing
Los mundos chocan, el caos domina
Dawn of gold, Age of Gods
EL amanecer de oro, La era de los dioses.
Satyricon — K.I.N.G
Alan siguió intrigado por aquel niño llamado Paolino, durante todo el trayecto a su casa no lo pudo sacar de su mente o, mejor dicho, lo que parecía representar.
Sintió cierto nudo en su garganta y pecho.
Parte de él quería que sólo fuera una coincidencia mientras que su corazón buscaba que fuera un hecho, que ese infante estuviera al menos emparentado con ella.
Paso a comprar comida, no tenía ganas de cocinar ese día, eligiendo unos tacos cerca de donde vivía, le fascinaban y se llevaba muy bien con el taquero.
Estacionó su moto y camino hacia el puesto callejero donde un señor de mediana edad estaba atendiendo junto con su hijo. El taquero alzó la mirada y vio acercándose hacia su local a uno de sus mejores clientes.
—¡Profesor Cortes! ¡Qué agradable sorpresa! —sonrió.
—Buenas tardes señor Santoyo, ¿cómo va todo? —preguntó el maestro mientras se sentó en uno de los bancos.
—Muy bien, gracias por preguntar —contestó mientras le dio un plato con el taco de muestra que siempre regalaba.
Alan lo tomó y le puso un poco de salsa.
—¿Usted qué tal maestro? ¿Cómo va la chamba? —preguntó Ignacio, el hijo del taquero.
Era un joven de veintitrés años que sólo terminó hasta la preparatoria, pero que era muy inteligente y le gustaba leer mucho.
—Excelente mi Nachito, ya sabes el primer día de clases siempre es un caos la ciudad —rio el joven.
—¡Qué ni lo diga maestro! Fui hace rato a comprar unas cosas y me tardé una hora en ir y venir —asintió Ignacio.
—¡Ya sé! Es un desmadre.
Platicaron un poco más mientras que Alan pidió una orden de cinco tacos de suadero.
Se los dieron y comió en silencio ya que se comenzó a llenar el puesto con todos los oficinistas que salían a su hora de comida.
Este puesto los conocía desde hace años, desde el tiempo que salía con Andras, y era una parada obligatoria de ellos cuando iban al "Chopo", un tianguis cultural para las subculturas urbanas, los tacos favoritos de ambos.
El continuó viniendo al puesto con recurrencia incluso después de haber terminado con su expareja, era un escape a la realidad, más por qué el señor Santoyo, al ser un hombre divorciado, le dio muchos consejos para seguir adelante.
Aquellas pláticas con el taquero siempre hicieron ver a Alan el otro lado de la moneda, entendiendo que no debía jamás de guardarle rencor a Kassandra, que todos los momentos felices que le dio no tenían por que ser mermados por el odio.
"Un caballero jamás hablará mal de la mujer que le brindó felicidad"
Fueron las palabras de don Santoyo en su segunda platica cuando escuchó la rabia que el joven de veinte años tenía. El hombre fue clave en que el chico pusiera de lado el odio que nació hacia Andras.
—¿Vas a querer otra orden Alan? —preguntó el taquero.
—No don Santoyo, pero páseme una coca por fa —dijo el chico mientras sacó su celular.
Ignacio se movió rápido y le dio el refresco al profesor.
Le dio un trago mientras entró a una de sus redes sociales, yendo a un álbum que tenía cómo privado desde hace a más de una década. Una recopilación de recuerdos de los tres años que el consideró los más felices de su vida.
Comenzó a ver las imágenes mientras le dio un sorbo a su bebida y sintió que su corazón apretándose.
Recuerdos se agolparon en su mente, creando en él una atmosfera lúgubre y deprimente.
Foto tras foto le trajo remembranzas de los momentos con ella, las salidas a caminar, aquellos fines de semana que iban al "Español", el bar del tianguis donde pasaban mucho de su tiempo libre en los sábados cuando no tenía alguna tocada con su banda.
Y se detuvo en una selfie que siempre había sido su favorita, ellos dos besándose en el concierto de una de las bandas favoritas de Alan, Satyricon, que fue durante su segundo año de relación.
Observó aquellas facciones finas de la chica, recordando sus hermosos ojos negros que siempre lo volvieron loco y sobre todo aquel aroma que ella desprendía, a rosas, su favorito de todo el mundo.
Terminó su refresco y se levantó a pagarle a Santoyo.
—Gracias Don, nos vemos —sonrió Alan.
—Te cuidas Alancito, échale ganas mijo.
El maestro sólo asintió.
Caminó hacia su moto para subirse en ella y se escuchó el rugir del motor, manejó hacía su casa.
Al llegar colgó todo en su respectivo lugar, conectó su celular al estéreo y puso un poco de música. Caminó hacia su refrigerador para abrirlo.
Estaba vacío, no había hecho el mandado, o mejor dicho no quería hacerlo, se sentía sin ganas de cualquier cosa.
Se regresó a sentar a su sillón donde ya estaban sus dos gatos acostados. Se relajó y comenzó a ver a la nada.
Miles de pensamientos inundaron su mente, el odio hacia todo, la vida, el mundo, las personas.
La repulsión que llegaba a sentir por la gente que se le acercaba, aquellos padres ricachones con sus niños que se sentían paridos por los dioses, pero que eran un grupo de imbéciles sin un sentido en su pérfida vida.
Los inútiles de su trabajo, la directora, del instituto que le importaba más el dinero que darles herramientas a ellos para mejorar sus enseñanzas, sólo buscaba tener lo mejor en cuanto a ropa, accesorios o carros a expensas de la educación de los niños.
—Putos humanos de mierda —susurró mientras tomó un sorbo de su bebida.
Su misantropía era palpable, siempre la tuvo, pero en los últimos años y lejos de Kassandra se manifestómucho más.
Su antipatía, su enojo y repulsión hacia la vida era algo que siempre buscó ocultar de todo mundo, odiaba que le cuestionaran las cosas.
Sacó de nuevo su celular y no pudo detenerse de buscar a Lady Andras en las redes sociales, pero no tuvo suerte, no la encontró, después lo trató con su nombre original, le salieron varias opciones.
Empezó a ver una por una, pasando por fotos y recuerdos de las cuentas, pero ninguna era la persona que buscaba.
Dejó salir un suspiro y se bebió de golpe la cerveza, poniendo la botella en la mesa de la sala. Se quedó viendo hacia la tele apagada mientras que sus oídos se inundaban con la música de la banda Draconian.
La melancolía envolvió su entorno y acarició a sus gatos, esto siempre lo relajó o lo hacía olvidar todo el dolor que tenía aunado al odio que se manifestaba con ello.
Sus pensamientos se empezaron a relajar, dejó salir un suspiro sin dejar de acariciar a sus fieles compañeros.
A pesar de todo lo sucedido con Andras, el seguía extrañándola, no podía dejarla ir y es que siempre fue ella quien calmó sus tormentas y demonios.
Kassandra siempre fue aquella luz oscura en su gran penumbra, su estrella en la noche más negra.
Se levantó, fue a tirar la botella de cerveza y trajo otra, pero esta vez llevó consigo su mochila donde guardaba las cosas de la escuela, tenía que empezar a crear el plan de estudios para las clases extracurriculares.
Si bien aún faltaba tiempo para ellas, odiaba siempre hacer las cosas al cinco para las doce.
Se puso a analizar que daría ese año para batería, guitarra y bajo, ya que dominaba muy bien los tres instrumentos, dándole gracias a los dioses que tenía esa oportunidad de aumentar sus ingresos.
Sin embargo, sintió su vida un poco vacía, extrañaba poder tocar en una banda, sentir aquella emoción de presentarse en vivo, escuchar cómo era ovacionado por hacer arte referente a tu ideología.
Y fue cuando se acordó.
Tomó su celular y buscó el número de su amigo Charlie para marcarle.
Timbro una, dos y tres veces hasta que contestó.
—¿Todo bien Alan? —se escuchó la voz de su mejor amigo.
—Hola, Charlie, todo chido, ¿tú cómo estás? —preguntó
—A toda madre amigo, con un poco de trabajo, pero saliendo adelante —contestó.
—Me alegro mucho carnal, ¿cómo esta Natalia y Michelle?
Le preguntó por su pareja e hija, de la cual él era padrino.
—Excelente, y justo te iba a hablar porque me dijeron que te avisara para cenar en estas semanas, para que le caigas a la casa —dijo su amigo.
—Uy ¿y comer la cocina de Natalia? ¡Faltaba más! Sólo dime cuando y ahí estaré —se emocionó Alan.
—Deja le confirmo y te aviso Belial.
—Ya estás amigo —comentó Alan —, oye te marcaba para lo que me dijiste el otro día.
—¿Qué de todo carnal?
—Lo de tocar en la banda —le dijo.
Charlie sonrió a través de la bocina.
—¿Neta? —preguntó.
—Si we, necesito algo más que hacer, la escuela me está consumiendo y no me está gustando eso —comentó Alan.
—Si te noto un poco estresado por ello, igual Nat me lo comentó —dijo de manera cautelosa —, pero no quisimos invadir tu privacidad.
—Saben que no hay falla en eso, confió mucho en ustedes y me pueden preguntar lo que sea —le contestó.
—Lo entiendo amigo, y sabes que estamos aquí para ti siempre —dijo.
—Ahora, ¿qué días ensayan? —preguntó Alan.
—Estamos haciéndolo los martes, jueves y sábado —contestó —, lo hacemos en casa de una de las guitarristas.
—¿Me mandas la dirección? —le preguntó —¿Tienen batería? Y por fa avísame que están ensayando.
—Si wey, ahorita te la mando. Y me da gusto de que Belial regrese a donde pertenece.
Continuaron platicando un buen rato hasta que colgaron.
Alan se sintió un poco emocionado, regresaba a donde él se sentía bien.
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