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Capítulo I: Un cielo sin estrellas

And upon this razor of forgiveness and favour

(Y sobre esta navaja del perdón y favor)

Bleeds the senses from the brain

(Se desangran los sentidos de la mente)

Starless Sky — Vorga

Un nuevo ciclo escolar inició en la Ciudad de México, lo cual en una urbe llena de gente era sinónimo de caos vial.

El joven de cabellera castaña oscura caminó a través de su modesto departamento en la colonia Santa María la Ribera, en la alcaldía Cuauhtémoc, una de las más concurridas de la capital mexicana.

El sitio mostraba una decoración enfocada a la música, posters de bandas con nombres en tipografías apenas legibles, más aparte de ello, tenía adornos de la cultura escandinava. En una esquina de sus aposentos estaba un altar.

En el centro de este una vela grande encendida, mientras que, a los lados dos estatuillas, hechas en madera, en ambas un rostro tallado.

La de la derecha mostraba una inscripción antigua, runas escandinavas, cuatro de ellas, mientras que el rostro de la estatua era aquel de un hombre barbudo sin un ojo, notándose el hueco en la madera.

En la otra era la figura de una mujer con largo cabello trenzado, con una espada en su espalda, y a los pies de esta un gato junto con más runas en forma de palabra.

De igual manera en la pared estaba colgada la imagen de un gran fresno, con una marcada simbología antigua. De igual manera se podía apreciar lo que parecían diferentes mundos en diversos sitios de sus grandes ramas, tronco y raíces.

A lado un cuerno vikingo, donde se tomaba cervezas e hidromiel, la cual también se detectó en el altar cómo ofrenda junto a pedazos de madera con las runas del alfabeto Furthak esparcidas en toda la mesa.

El joven se acercó y encendió un incienso, el cual colocó en una pequeña tablilla tallada con más símbolos antiguos.

—Dioses, guíenme en este día —dijo.

Cerró los ojos por unos segundos y asintió.

Caminó de nuevo hacia su cuarto donde se quitó su pantalón de piyama y accionó la regadera, soltando su cabello con sus tatuadas manos, con él acto seguido de quitarse la parte de arriba, dejando al descubierto su lastimado torso cubierto por tatuajes al igual que cicatrices.

Los tatuajes eran de igual manera de procedencia escandinava, con un gran lobo en su cuello notándose que estaba encadenado, bajando por su pectoral donde se vio en un perfecto dibujo que lo cubría por completo, la legendaria pelea de Jormungandr, la serpiente de la creencia vikinga y el famoso dios del trueno Thor.

Sus brazos, igual pintados, tenían en ellos imágenes de diversas criaturas de la creencia junto con símbolos, desde la conocida ardilla Ratatoskr, mientras que en su hombro derecho se pudo notar los cuervos de Odín, Hugin y Munin con el martillo de Thor en medio.

Su cuerpo era un lienzo a las antiguas tradiciones nórdicas cada parte de su cuerpo estaba cubierto con ello, a excepción de un pequeño espacio en su espalda, donde tenía la letra "K" tatuada.

Era el tatuaje más preciado para él.

Accionó el agua y dejó que se templara para entrar a la regadera y comenzar a bañarse.

Hoy sería el inicio de su décimo año trabajando en una escuela de paga ubicada en la colonia Polanco, un sitió de gente rica y snob cómo el los llamaba.

Impartía música cómo materia mandatoria y los talleres de varios instrumentos cómo actividad extraescolar. No se podía quejar la paga era buena.

Salió de su baño y fue a su closet tomando una camisa negra de manga larga junto con unos jeans para vestirse. Al terminar se vio al espejo y con sus oscuros ojos notó las ojeras, sufría de insomnio.

Se arregló el cabello largo y se cambió sus aretes por unos de lo parecía una pluma de cuervo, se perfumó y salió de su cuarto.

Checó su reloj y eran las seis de la mañana, tenía tiempo para irse.

Se preparó un poco de café y lo sorbió mientras checó sus mensajes de Whatsapp, tenía uno de su mejor amigo, Carlos, el vocalista y guitarrista de una banda nacional de black metal llamada Pagan Night, o en su traducción noche pagana.

Lo abrió.

"Amigo, te mando el nuevo material de la banda, gracias por ayudarnos a grabar, la salida del bataco pasado nos dio en la madre, pero nos tiraste un parisimo, te la debo. Espero consideres si entrar con nosotros"

Él chico rodó los ojos, odiaba qué le dieran las gracias sus amigos o personas que estimaba.

Ignoró los otros mensajes.

Se terminó el café mientras escuchó que sus dos gatos ya se habían levantado, y fueron a la cocina a buscarlo.

Uno gris con blanco con pequeñas manchas y la otra con mucho pelo gris con unos ojos amarillos preciosos.

Odín y Freyja respectivamente.

—¿Se levantaron a despedirse? —alzó la ceja, sorprendido.

Sus dos mininos lo vieron y maullaron mientras se restregaron a su pierna.

Comida, lo sabía.

Abrió uno de los gabinetes y sacó un trasto para dirigirse a su cuarto de lavado donde tenía la comida de sus gatos en un gran bote hecho para eso.

Les sirvió para que empezaran a comer.

Se acercó de nuevo a su altar y apagó la vela e incienso.

Se sentó en la sala para ponerse sus botas militares y de lado de su altar sacó  su alhajero donde tomó un collar con el martillo de Thor en él. De la misma manera se colocó dos de sus anillos.

Uno era de un símbolo con tres triángulos interpuestos entre sí, el Valknut escandinavo.

Mientras que el otro era de un pentagrama invertido con un rubí en medio, lo había tenido por más de catorce años, era una de sus posesiones más valiosas.

Dejó salir un suspiro, se dirigió a la puerta donde en la mesa de a lado estaba el casco de su moto y una foto que mostraba a dos jóvenes abrazados, una versión más joven de él, a su lado una chica de cabello negro, facciones muy finas, con una sonrisa angelical.

La nostalgia siempre lo invadía al ver la imagen.

Tomó las llaves de su departamento junto a las de su motocicleta y su mochila, se puso su chamarra de cuero, salió cerrando con llave para dirigirse al estacionamiento del edificio.

Al llegar tomó su Harley, se colocó el cascó y la hizo rugir.

El guardia del edificio le abrió la puerta, agradeció para empezar a avanzar y adentrarse en las calles de la ciudad.

Manejo por las aglomeradas calles, mientras comenzó a pensar en el nuevo curso que iniciaría.

Su más grande pasión en la vida era la música, estudió en el conservatorio y se graduó, le costó trabajo al inicio encontrar empleo, pero logró hacerlo primero con clases particulares y después a los veintitrés años inició a trabajar en esa escuela, el instituto Seneca, de kínder, primaria y secundaria.

Lo más chistoso de todo era que lo consideraban el profesor más cool del lugar, incluso siendo abordado por madres solteras para invitarlo a salir.

El rechazó todo acercamiento, su corazón sólo pertenecía a una persona, la cual no había visto en más de trece años, y su nombre aún retumbaba en su memoria.

Kassandra.

Llegó a la escuela donde el señor Antonio, el guardia abrió la puerta del zaguán del lugar y lo saludo.

—¡Profesor Alan! Bienvenido, ¿qué tal las vacaciones?

El chico se detuvo y alzó el visor de su casco con una sonrisa.

—Don Antonio, que gusto verlo, estuvo relajado, ¿qué tal usted?

—Todo normal, emocionado por que mi hija Jimena ya entró a la preparatoria.

Se notó la genuina felicidad del hombre.

—Me alegra mucho, ¿a qué prepa entró? —preguntó Alan.

—Al C.C.H. Azcapotzalco, cerca de allá de su humilde casa profesor.

—Gracias, y me alegro mucho.

—Todo fue gracias a usted, la capacitación que le dio para el examen de ingreso la ayudo mucho —el señor dijo mientras sacó de su lugar un atole y una torta de tamal —. Se lo manda Carmen.

La esposa de Antonio era una señora que vendía tamales en su colonia y siempre le mandaba su torta y atole de chocolate todas las mañanas al profesor.

—Ay señor, sabe que no se tienen que molestar —sonrió aceptando la comida.

—No es ninguna molestia, siempre nos ha ayudado y es lo menos que podemos hacer —le dio una palmada en su chamarra de cuero.

—Ya sabe que para eso estamos —dijo don Antonio.

Se despidieron y entró el profesor para dejar en su lugar su motocicleta.

Comenzó a caminar hacia el salón de maestros viendo que ya estaban llegando los alumnos, algunos lo saludaron mientras que muchas chiquillas de secundaria cuchicheaban entre ellas, dejando risitas al verlo pasar.

Él siempre fue muy estricto en ese aspecto, no dejaba que pasaran esa línea de respeto de alumno profesor y sobre todo jamás permitió acercamientos a las alumnas.

El detestaba la pederastia más que nada en el mundo.

Entró a la sala de maestros viendo que ya estaban varios ahí, se dirigió a su escritorio y casi enseguida fue abordado por el regordete profesor de matemáticas de secundaria, Hernando, con quien se llevaba muy bien.

Era un chico muy diferente a Alan, chaparrito, siendo que el maestro de música era muy alto, con lentes y siempre vestía con un pantalón de vestir camisa y suéter a pesar de ser joven, veintisiete años.

No tenían nada en común más que una cosa que los unió mucho, los videojuegos.

—¡Alan! ¿cómo estas, hermano?

—¡Quiobole Hernando! Todo bien carnalito, ¿tú qué tal?

—Excelente, ya pude pasar parte del Resident Evil 4, el remake —dijo sonriendo.

—Eso me parece perfecto, yo no he podido ni empezarlo, he estado un poco ocupado —dijo Alan un poco triste.

—Si, me comentaste el otro día que jugamos Diablo IV que te salieron unos negocios de música ¿Qué tal te fue? —se sentó en la silla de enfrente.

—Todo bien, sólo le ayude a Charlie con unas grabaciones, ya lo conoces, el día que hicimos la reunión gamer en mi casa.

—El rapado con barba de chivo ¿verdad?

—Jajaja, si ese mero, se llevaron bien ¿no? —preguntó el maestro de música.

—Si me cayó bien, nos agregamos al gamertag, jugamos a veces, aunque casi no hablamos —comentó.

—Es muy reservado el, pero buen tipo —señaló.

—Lo sé, si es amigo tuyo debe serlo.

Este Hernando consideraba a Alan una gran persona, a pesar de la apariencia ruda que siempre mostraba, él podía decirse qué era de las pocas personas que lo conocían.

—Exageras mucho carnal —dijo sonrojado Alan.

—Nada que ver, eres una de las personas más rectas y chidas que conozco —le dio un juguetón golpe en su hombro.

Alan sólo sonrió.

Continuaron platicando hasta que Hernando tuvo que ir a dar la primera clase del día a tercero de secundaria.

Alan sé quedó checando su plan de estudios, sabía que tenía todavía dos semanas antes de que iniciaran las clases extracurriculares, pero debía tener el plan de estudio para las de primaria, secundaria y kínder.

Al dar las nueve se levantó para dirigirse al salón de tercero de primaria, niños de ocho años aproximadamente.

Al llegar ya lo estaba esperando la maestra del grupo, una joven de veinticinco años llamada Luz, de cabellera rubia y ojos azul claro detrás de unos lentes de pasta, muy bajita, pero con un gran sentido del humor.

—¡Profesor Cortés! ¿Todo bien? —siempre se dirigió a él con su apellido, era muy respetuosa.

—Si Luz, todo esta excelente, ¿tú qué tal? —preguntó.

—Excelso, mi novio me regaló una nueva laptop para poder seguir escribiendo —dijo emocionada.

—Ay me alegro mucho, nunca dejes de hacerlo, ¡eres muy buena! —la ovacionó.

—¡Gracias! Por cierto, tenemos un niño nuevo, se llama Paolino Castelli, es una bala, pero al parecer un buen estudiante.

—¿Quién es? —preguntó.

Se asomaron discretamente por la ventana de la puerta y se lo señaló la maestra.

Alan al verlo sintió un vuelco en su corazón al verlo reír con sus nuevos compañeros, era una sonrisa que le recordó a alguien y al observar sus ojos, eran de un negro tan puro cómo el ónix...los orbes de ella.

Pero no podía ser, debía ser una coincidencia, sólo eso.

—Entendido, me encargaré de tus alumnos amiga, ve a comer algo —sonrió Alan.

Ella asintió y se despidió.

Alan entró al salón y todos los niños se levantaron de sus asientos.

—¡Buenos días, profesor Alan! —dijeron al unisón.

—Siéntense chicos, saben que no me gusta que hagan eso —rio el profesor.

Todos los pequeños soltaron una carcajada y tomaron asiento.

Saco de su mochila el plan de estudio y su laptop para conectarla al proyector, era sólo la clase introductoria de tercer año, ya después de dos semanas de teoría se llevaba a los alumnos a la sala de música.

—Voy a pasar lista chicos —dijo.

Todos se quedaron callados.

Comenzó con la lista escuchando los presentes hasta llegar al nombre del nuevo niño.

—Paolino Castelli Medina.

—¡Presente profesor!

El segundo apellido lo movió mucho, sentía que ya eran demasiadas coincidencias, pero no quería exagerar, sólo estaba paranoico, y aparte el apellido Medina era muy común en México.

Continuó hasta llegar al último y cerró la lista para levantarse y quitarse su chamarra.

—Este año aprenderemos más de la música barroca y un poco de lo que son los instrumentos de aire y percusión —dijo el maestro.

Muchos de los alumnos se emocionaron, el profesor ya había mostrado sus aptitudes en a batería cuando tuvo que ayudar el año pasado con la melodía de las pastorelas ya que el grupo que contrató la escuela les quedó mal.

Él y sus amigos, por más irónico que pareciera, ayudaron con eso.

—Usted es el mejor baterista de todos —dijo una niña, Mariana.

Esto tomó por sorpresa al profesor.

—Gracias Marianita.

Continuó con su clase hasta que terminó con el sonido de la chicharra anunciando el receso para los alimentos de los niños.

Los dejo salir mientras él se fue a dejar sus cosas y salió al patio, le tocaba junto con Luz la guardia del receso.

Se sentó en una banca y comenzó a comer la torta de tamal de la señora Carmen.

—Disculpe maestro —se escuchó una voz detrás de él.

El profesor volteó y vio al niño Castelli.

—¿Pasa algo Paolino? —preguntó.

—Es que vi que tiene tatuajes y me dijeron mis compañeros que le gusta la música rockera —dijo el niño de manera inocente.

El profesor rio.

—Si pequeño, me gusta el rock —sonrió.

—¡Ay qué padre! A mi mami también le gusta mucho y me enseña mucho —se emocionó el chiquillo.

Esta ya era otra coincidencia que no pudo sacar de su mente, pero lo pasó hacia atrás, no quería sacar de onda al niño.

—Eso es genial Paolino, tiene buenos gustos tu mamá —comentó de manera cortes.

—A mí me gusta mucho pero mi papá dice que música de gente sin dinero —dijo de manera triste —, mi mamá la pone a escondidas cuando él no está.

Esto hizo al joven fruncir el ceño, pero se abstuvo de mencionar cualquier cosa.

—En los gustos hay colores, pequeño, no a todos nos puede gustar lo mismo porque si no sería un mundo aburrido —le comentó.

—Es lo mismo que dice mami, pero ella le gusta mucho el rock y la veo feliz siempre que lo escucha y eso me pone contento a mí.

Alan detecto que era un niño muy noble y le dio una palmada en la espalda.

—Si eso te hace feliz a ti y a tu mami, jamás dejen de rockear.

El niño sonrió.

—¡Nunca lo haremos!

La campana sonó anunciando el final del recreo.

—Me voy profesor, espero le vaya bien hoy en sus demás clases —dijo de manera animada él niño.

—A ti igual Paolino y échale ganas.

El día continuó sin grandes sucesos hasta la salida donde Alan tomó su moto para dirigirse a su casa.

«No pude ser hijo de ella, es imposible.»

Su mente era un mar de recuerdos y pensamientos, aquellos ojos, el cabello y la sonrisa tan similares a la chica de su pasado, a la mujer que siempre había considerado el amor de su vida a pesar de todo.

No podía ser, era imposible.

«¿Kassandra?»

El destino y las nornas no podían ser tan mierda.

La mujer que había dejado su cielo tan oscuro y sin estrellas.

¿O sí? 


Nota de autor:

Espero sea de su agrado él primer capítulo de la historia, dejaré un pequeño diccionario de los mexicanismos usados.

De igual manera mencionenme si quieren que deje un diccionario de la mitologia que estaré usando nórdica y demonologia y sobre todo de la música.

Quiobole: Es un estilo de saludo, como preguntar un que onda o que tal va.

Carnal: Es una manera de decirle a alguien hermano, se puede usar tanto de buena manera como de una manera agresiva.

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