IV
Corrí cómo si la vida me fuera en ello, sin darle tregua a mis pulmones para llevarse un poco de oxígeno.
Si quería salir ilesa de todo aquello más me valía llegar a casa pronto y buscar refugio entre el resto de Dríadas. Sin duda sus poderes eran más antiguos y por lo tanto más letales. Si cualquiera de esos humanos se atrevía a atacarlas, se verían en una situación muy complicada.
Me detuve junto a un viejo tronco de roble, para apoyarme y recuperar el aire. Los humanos con los que me había encontrado estaban por el norte del bosque, con mi árbol así que si quería evitarlos debería ir por el noreste, aunque eso supusiera andar más.
Me llevé una mano al cuello, allá donde me había atado aquella cosa privándome de mi respiración. Aún sentía como la apretaban contra mi piel, riéndose y disfrutando a costa de mis sufrimiento. Aquellas criaturas llamadas humanos eran unos completos salvajes.
¿Qué les había hecho yo para que actuaran de esa forma?
Solo me estaba defendiendo o más bien defendiendo a mi árbol.
Cerré mis manos en puños, odiándome a mí misma por un momento por ser tan débil. Si tan solo conociera los secretos de los conjuros antiguos de las Dríadas podría defenderme sin problema, pero claro... Yo solo era una aprendiz y hasta que no estuviera a la altura de el resto de Driadas, jamás me dejarían aprenderlos. Llevaba más de diez años intentando complacerlas, intentando demostrar que a pesar de todo yo podía ser como ellas, pero... cada día que pasaba más tenía la sensación de ser una simple sirvienta que lo único que hace es complacer sus deseos.
Suspiré pesarosa y apoyé mi cabeza sobre la madera del árbol mientras agarraba con fuerza la manta que aquel humano me había dado.
De no haber sido por él, estaría muerta en aquellos instantes.
Pronto sentí como mi corazón comenzaba a latir con más fuerza, cómo si quisiera decirme desesperadamente algo. Un sofocante calor se adueñó de mi cuerpo y no pude evitar pensar en el rostro de aquel humano que me había salvado la vida.
Iba vestido igual que el resto, pero a juzgar por sus acciones, diría que él no era como ello, pues de lo contrario me hubiera atacado cuando tuvo la oportunidad.
Cuando lo tuve tan cerca, no pude evitar reparar en sus ojos. Eran muy bonitos, como dos gemas esmeraldas que resaltaban con su melena rubia. Jamás había visto a un humano tan guapo, aunque podía decir que aquella era la primera vez que veía uno.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar como sus manos tocaron mi piel con agua para limpiar las heridas, a pesar de regenerar mi piel al instante, se sintió bien el saber que alguien se preocupara por mi..
Suspiré calmando los latidos de mi corazón y tratando de recobrar aire, no podía correr más, por mas que lo intentara mis piernas y el dolor en mi estomago me privaba de dar un paso más.
Me recosté en la hierba fresca y me desplomé hasta quedar con la mirada al cielo, los árboles cubrían gran parte de mi visión con sus frondosas hojas, pero nada que fuera problema para mi, a pesar de estar demasiado lejos de la guarida de las Dríadas, no obstante, el bosque también era mi hogar. Y nada me tranquilizaba más que observar las ramas de los árboles sacudiéndose con el viento y ese olor a pino era tan agradable y relajante.
Aún no podía borrar de mi cabeza el mal rato que pasé con esos tipos, cada vez que recordaba esa escena, mis ojos comenzaban a arder y mi pecho se sentía como si me estuviesen atravesando con una lanza de hielo. Sentía mi piel erizarse y mi estomago se contrajo de una manera dolorosa.
"Ya no pienses en eso"
Removí la cabeza ligeramente cubriéndome con la manta que aún permanecía tibia sobre mis hombros.
La apreté con fuerza rememorando nuevamente la imagen de aquel joven de hermosa mirada esmeralda y el como me había salvado de esos tipos. Había salvado mi vida, estaba en deuda con él.
Las ganas de llorar pasaron, pero no me animaba a levantarme aún del suelo, estaba muy cansada de tanto correr, además, mi vestido estaba rasgado, no podía llegar con esta prenda proveniente de humanos al refugio, me castigarían al saber que fui vista por humanos. Y más aún al saber que fui víctima de sus torturas al no saber defenderme, tendrían otra razón para no enseñarme más los conjuros antiguos, creerían que soy una presa fácil para cualquiera.
Había trabajado duro como para echar tantos años de sacrificio por un simple error como este, me quité la manta y la dejé en el suelo rápidamente como si esta estuviera maldita.
Tenía que arreglar mi vestido y deshacerme de esa cosa.
—¿Qué voy a hacer? — murmuré con verdadero pesar, mirando el pedazo de tela en el suelo.
—¡Marinette! — exclamó alguien.
Una pequeña vocecilla, dulce como campana, se escuchó de pronto, y segundos después, una lucecita color lila floto a mi alrededor, materializándose después en una pequeña hada con un largo vestido color amatista y su piel de igual forma resplandecía de un hermoso color violeta. Era un hada encargada de cuidar las flores y la salud de estas. Hacía florecer y crecer cualquier planta en cuestión de segundos.
—¡Atíla! — exclamé emocionada de ver a una de mis amigas de la infancia, ahí en frente de mi.
—¡Marinette! — gritó de igual forma — cuanto tiempo sin verte — dijo de manera dulce revoloteando a mi lado. Me alegraba tanto verla.
—No tienes idea de cuanto te extrañamos Tikki y yo — agregué. — desapareciste por muchos años.
—Así es —confirmó — pero no vengo sola, Coralia y Náyabe vienen conmigo — sonrió.
Enseguida dos esferas de luz de un color azul agua y bermellón resplandeciente, se pusieron a un lado suyo, eran tan pequeñas que apenas las podía visualizar sin tener que entrecerrar los ojos, más eso no me impidió ofrecerles una sonrisa amistosa y darles una cálida bienvenida.
—¿Qué estas haciendo por estos rumbos? Creí que estabas en entrenamiento para convertirte en una dríada suprema, ese era tu sueño ¿recuerdas? — inquirió confundida ladeando su pequeña cabeza.
Agaché la cabeza contrariada, Atíla era una de mis mejores y más viejas amigas, ella sabía todas mis ilusiones y anhelos al igual que Tikki, además de que también se había involucrado en varias de mis locuras en el pasado.
Contarle significaría revelarle el hecho de que estuve con humanos, pero sabía que ella no iría soltando la lengua por el bosque. Ella jamás lo haría.
—Pues la verdad es una historia, un poco larga — musité con el miedo instalándose en mis venas.
La cara de Atíla y sus amigas no pudieron evitar ser de terror puro al relatarles que había sido secuestrada y torturada por humanos, Atíla casi se soltó a llorar al escuchar mi historia, por suerte logre calmarla diciéndole que estaba bien y que no había pasado a mayores.
Atíla se acercó volando hacia una de mis mejillas y la abrazó con fuerza sollozando.
—Así que por eso tenías tu vestido desgarrado, ¡Oh, Marinette! No sabes cuanto lo siento, esos humanos son criaturas muy crueles — recriminó con voz chillona separándose de mi mejilla.
No podía estar más de acuerdo con ella, claro, a excepción de aquel hombre de la hermosa mirada. Recordé.
Atíla se acercó a mi vestimenta estropeada y tomo entre sus pequeñas manitas el trozo de tela.
—Tenemos que reparar esto, no puedes llegar así a la guarida — recordó.
—No hay manera de remendar esto Atíla — murmuré pesarosa viendo con verdadera lástima mis prendas.
—¡Hey! Si pude arreglar las prendas que rompías cuando te metías en lios, esto no será nada — regañó con superioridad.
Atíla desprendió una pequeña luz brillante color morada y levantó un poco los retazos de mi quitón para cruzarlo como estaba antes de ser desgarrado, y con ayuda de sus amigas, remendó el material delicado sin problema alguno, como si jamás hubiese sido destrozada.
Sonreí y abracé a mi pequeña amiga contra mi mejilla.
—No sabes como te lo agradezco — exclamé emocionada teniendo cuidado con no apretujarla mucho contra mi mejilla.
—Para que son las amigas Marinette — dijo sin dejar de abrazar mi mejilla con ternura.
Mi pequeña amiga se colocó en frente de mi nuevamente con sus amigas a cada uno de sus lados, mi amiga miró en el suelo la manta con la que estuve cubierta hace unos momentos y se acerco para observarla más de cerca.
—¿Qué es esto?
Tomé la manta con rapidez y la escondí de sus ojos curiosos.
—Esto le pertenece a uno de esos humanos que me salvó — expliqué — tengo que esconderla o me meteré en problemas — admití angustiada.
—¿Eso es del mundo humano?—inquirió Atíla entusiasmada, metiéndose entre la túpida manta que se iluminaba por los lugares que la pequeña hada recorría.—¡Vaya! Nunca había visto un material como éste—asomó su cabecita por una arruga y tanteó con sus manecitas su textura.—¿De qué tipo de piel estará hecho?
—No creo que esto sea ningún tipo de piel—dije, pensativa.—Todos éstos artilugios humanos son de lo más extraños.
Suspiré y me llevé la manta a mi pecho.
—Podemos esconderla—sugirió Coralia.—La esconderemos tan bien que ni los duendes más astutos podrán dar con ella.
Les sonreí, agradecida por su ofrecimiento, pero aún así negué con la cabeza.
—Os lo agradezco mucho, en serio, pero creo que podré apañármelas—dije doblándola pulcramente—Además, quiero tenerla cerca de mí, al menos hasta que pueda sacar algunas conclusiones.
—¿Piensas conseguir información nueva sobre los humanos con esa manta?—preguntaron confundidas.
—Algo así—les guiñé un ojo y la colgué sobre mi hombro.—Ahora será mejor que me vaya, las Dríadas se ponen histéricas cuando me descuido durante tanto tiempo.
—Pero, volverás mañana, ¿verdad?—preguntaron a la vez, en fila india mirándome con ojitos de cachorrito.
—Claro—les dediqué una última sonrisa y me di media vuelta, trazando la dirección que me llevaría al hogar de las dríadas.
No pensaba separarme de aquella manta humana, porque por alguna razón mi corazón se sentía protegida con ella entre mis manos.
Cuando llegué una horda de gritos me hizo retroceder al instante. Pestañeé varias veces confusa y cuando reconocí las voces, una ola de malestar recorrió mi cuerpo de arriba abajo.
Respiré hondo y me tomé un tiempo de tranquilidad antes de inmiscuirme en una guerra de la que no quería ser partícipe.
—¡Ese es mi perfume! ¡Es mío!—gritó Aegea, una dríada que protegía sus cosas mas que su propia vida. No soportaba que ninguna de nosotras pusiéramos una mano encima de sus objetos de valor y si lo hacíamos, ocurría justo lo que tenía ahora delante de mis narices.—¡Lo dije, lo digo y lo diré siempre! ¡¡No se tocan mis cosas!
—¡Solo lo tomé prestado!—se defendió Lila, mientras que sujetaba con fuerza el perfume de rosas de Aegea. Lo aventó con fuerza de un lado a otro, mostrándoselo en las narices de la ávara dríada.—¡Y para qué te enteres, esta cosa está hecha con las rosas del bosque así que, técnicamente también es mío!
—¡Eso es una gran mentira! ¡La novata cogió las rosas de mi rincón del bosque, así que es completamente mío!—espetó Aegea y cuando sus ojos se posicionaron en mí, su atención se centró en mi persona.—¡¿Verdad que sí, Marinette?! ¿No es cierto que fabricaste el perfume con las rosas de ese sector del bosque?
—Eh...—me froté las manos con nerviosismo y agaché la mirada, removiéndome incómoda en el sitio—Verá... no quedaban rosas por esa parte, así que tuve que ir a los matorrales que hay cerca del río.
Aegea siempre ordenada que recolectara flores y plantas de su parte del bosque y lo hacía precisamente para que nadie pudiera cuestionar la validez de sus posesiones.
—La pipiola ha hablado—Lila adoptó una expresión superior y espolvoreó el perfume por su cuello, gozando de su victoria.—No hay nada que me impida disfrutar del delicioso aroma de tu perfume.
Aegea cerró sus manos en dos puños y entrecerró los ojos, fulminando con la mirada a la dríada que amenazaba con tanto ímpetu sus pertenencias.
—Una gota más y me olvidaré de que pertenecemos a la misma especie—advirtió, sin quitar ojo de encima a Lila, quien se dedicó a responderle con una sonrisa burlona.
—¿Qué piensas hacer?—la incitó.—¿Atacarme delante del árbol sagrado? ¿De veras serías tan necia de provocar al espíritu del bosque de esa forma?
La sonrisa de Lila se ensanchó. Conocía muy bien esa expresión, quería provocar a Aegea para que iniciara una pelea que incluía el uso de la magia. Lila era lista y sabía que si Aegea era la primera en atacar, ella quedaría absuelta de culpa, pues en caso de utilizar sus poderes, lo habría hecho en defensa propia, o así haría creer a todos porque en realidad, la dríada tenía la misma sed de guerra que su compañera.
Ambas se observaron la una a la otra, con un duelo de miradas a la espera del siguiente movimiento. Y al parecer, Lila estaba dispuesta a retar la ira de una de las driadas mayores.
Sin despegar sus ojos de los de Aegea, dejó resbalar el frasco de cristal de sus dedos, provocando que el recipiente se hiciera mil pedazos y el líquido se desparramara por completo sobre la hierba.
Abrí los ojos aterrorizada, adivinando lo que se venía a continuación. Me llevé ambas manos a la boca y observé con los pies clavados en el suelo como el rostro de Aegea se iba poniendo cada vez más rojo por la ira. Sus ojos adquirieron un brillo metálico y relucieron como zafiros mientras que las venas de sus brazos se iluminaron, advirtiendo del terrible poder que saldría de sus manos.
—¡Pagarás muy caro esa falta!—gritó levantando sus manos.—¡Vas a pagarme ese perfume de una forma u otra!
Dejó salir toda la furia por sus manos, desprendiendo un fuerte destello que salió disparado hacia Lila, quien de inmediato, esquivo el hechizo con un contrataque que lo desvió hacia uno de los árboles.
«No, otra vez no»
No era la primera vez que las Dríadas mayores entraban en una batalla de ese calibre y la mayoría de las veces, por no decir todas, Lila era la responsable de todo.
Los poderes de las Dríadas eran de los más poderosos y sagrados del bosque y por eso, los choques entre dos Dríadas acarreaban daños colaterales.
La última vez, lograron dejar desértico todo el norte del bosque, acabaron con decenas de árboles, plantas y pequeños seres que habitaban dentro de los tocones de los viejos árboles.
Recuerdo que el espíritu del bosque se enfureció tanto que privó a ambas Dríadas de sus poderes durante cincuenta días y en dicho tiempo éstas tuvieron que servir al bosque a base de esfuerzo y sacrificio hasta recuperar la paz y la calma de ese sector del bosque.
Me aparté al instante, al percibir como otro árbol más caía a mi lado. Lila y Aegea seguían lanzándose conjuros y hechizos sin parar. Sin ser conscientes de lo que estaban armando a su alrededor.
«Si siguen así terminarán dañando al árbol sagrado», pensé observando como Lila preparaba uno de sus poderes más fuertes.
No lo dudé ni por un instante. Antes de que la Driada mayor desenvainara su conjuro, corrí hacia ellas y me interpuse entre ambas, creando un escudo no muy poderoso que pudiera proteger a Aegea. Puede que solo fuera una aprendiza, y puede que mi magia no fuera tan fuerte como la de las Driadas superiores, pero si no corría riesgos... Si no me atrevía a ir más allá de mis posibilidades, jamás mejoraría y jamás podría estar a su altura.
—¡Marinette, ¿Qué estás haciendo?!—me gritó Aegea a mis espaldas, mirando con ojos muy abiertos el ataque que Lila estaba a punto de lanzar.—¡Quítate de en medio!
—¡No!—espeté, cerrando los ojos con fuerza y manteniendo mi escudo protector al frente—. ¡No me moveré hasta que os detengáis!
Lila ni siquiera pareció verme. Sus ojos estaban nublados por un aura oscura y cobriza que ocultaba todo su iris.
—¡Marinette, apártate de ahí!—volvió a gritar Aegea, haciendo afán de correr hacia mí y ponerse enfrente, pero fue demasiado tarde.
Lila ya había lanzado su ataque y no tardó mucho tiempo en romper mi escudo protector y hacerlo añicos como el cristal.
Salí disparada por los aires y después, todo se volvió negro.
...
Y junto con entre la espada y el corazón, vuelve Lágrimas de Cristal!
Hola a todos de nuevo! Sentimos la demora pero ya regresamos con esta dos maravillosas historias cargadas con nuevas emociones!
Y bueno, bueno, este cap ha sido más corto que el resto, pero nos ha ayudado a entender como funciona e bosque y sobre todo la mentalidad de la Driadas.
Mari ls lleva claras con ella y si quiere convertirse en un driada mayor tendrá que aprender a saber llevar a estas complicadas criaturas.
Su valentía no tiene límites, peor aún tiene mucho que aprender, comenzando con fortalecer sus poderes.
En fin... Habrá conseguido mari detener el ataque de Lila?
La habra alcanzado a ella...?
Y mientras tanto... Dónde anda nuestro Adrien...?
El siguiente cap está súper e hiper mega divertido, así que no os los perdáis!
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