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I


     Me tiré al suelo y me eché a un lado, rodando por la hierba del bosque. Ladeé mi rostro aún tirado en el suelo e hice una mueca cuando me di cuenta de que una mano de cincuenta kilos venía hacia mí para aplastarme cómo una cucaracha.

    Rodé de nuevo y me llevé la mano a mi espalda para coger mi ballesta. No vacilé ni un instante, la hice disparar y una flecha de hierro fue a clavarse el dorsal de la mano.

    El ogro retrocedió al instante y con un rugido de dolor se echó hacia atrás. Comenzó a llorar cómo un crío de tres años y las lágrimas cayeron sobre nosotros cómo una cascada.

   «Genial... Nos salió sentimental el amigo», pensé, poniendo los ojos en blanco.

    Me puse en pie y me quité los restos de tierra y hierba de mi traje, con los ojos puestos en aquel ogro llorón que ahora se estaba lamiendo la herida cómo un perro.

    Me coloqué la ballesta de nuevo detrás de mi espalda y agarré la cadena de mi cinturón. Ya me estaba cansando de tanta gilipollez. Confieso que, cazar ogros era divertido, nunca sabías con qué te iba a salir y lo mejor de todo es que eran tan necios que daba hasta pena. Pero aquel, no hacía otra cosa más que llorar y eso le quitaba toda la gracia.

    —¡Eh!—le grité aventando los brazos para captar su atención.—¿Es qué no sabes hacer otra cosa más que llorar? ¡¡Enséñame los dientes si es que sirven para algo!

    El ogro se sorbió los mocos y su atención paso de su mano a mí. Sus ojos, cristalizados por las lágrimas, fueron adquiriendo un brillo que conocía muy bien. Se estaba enfadando y lo sabía.

    —Eso es grandullón, ven aquí...—lo incité, provocándolo.

    —¡Adrien, tío!—me gritó Nino al otro lado.—¡A veces pienso que eres masoquista!

    —¿Yo?—me hice el inocente y me encogí de hombros.—¡Qué va! ¡Sólo me gusta jugar con la presa, nada más!

    En ese momento me agaché, siguiendo mis instintos. El ogro arrancó un árbol de raíz y sin previo aviso lo lanzó hacia mí.

    Salté hacia un lado y caí de cuclillas a mi derecha.

    —A veces me cuesta creer que puedas cargártelos de con un golpe certero— dijo Kim, que se chocó contra mi espalda, tratando de esquivar las flechas de cinco gnomos que habían venido a hacernos compañía.—¿Seguro que no es la suerte, amigo?

    —¡La suerte es solo para los perdedores!—En ese momento desenrollé la cadena y comencé a correr alrededor del ogro, inmovilizándole los pies mientras esquivaba los golpes que me propinaba con sus malolientes manos y cuando lo tuve donde lo quería tiré de ella y el grandullón se cayó al suelo, haciendo retumbar el suelo de una forma que hasta los gnomos salieron corriendo. Apoyé mi pie en su pecho y saqué de mi cinturón una navaja.—Lo siento, grandullón, pero hasta aquí llegaste. Ha sido un placer.

    No esperé a darle una mera oportunidad de vivir, le rajé el cuello y tras un alarido de dolor el ogro se quedó completamente sin aliento.

    Uno menos.

    El sonido de las jarras de cerveza y botellas de alcohol resonaron por todo el burdel.

    —¡Por Adrien!--alabó Iván levantando su jarra de cerveza.—¡El mejor cazador de todos los tiempos!

    —¡Salud!—gritaron todos a voz de coro.

    Sonreí de lado, viendo cómo todos esos idiotas me trataban cómo un Dios. Agarré una de las botellas de alcohol y le di un buen trago. Un fuerte ardor acribilló mi garganta y después la dejé sobre la pequeña mesa de madera.

    —Cada vez tardas menos en cargarte con uno de esos bicharracos—Nino apoyó los codos sobre sus rodillas y me miró intrigado.—¿Qué clase de entrenamiento llevas tú? Creía que todos nos habíamos preparado con el mismo instructor.

    Bebí otro trago de la botella y me tomé un tiempo para responder, fingiendo pensármelo.

    —No hay táctica, amigo. Simplemente, soy mejor que vosotros—solté con sorna. Me eché hacia atrás con una sonrisa de superioridad en mi rostro y me apoyé con el respaldo de la silla.—En todos los sentidos.

    No solía ser muy modesto con todos aquellos asuntos, sobre todo porque era cierto: era el mejor, ninguno me llegaba a los talones.

    Yo, Adrien Agreste, era el mejor cazador de todos. No había criatura que se me resistiera. Todos en ese endemoniado bosque me temían: ogros, brujas, duendes, elfos, iaras, nagas y toda a basura que había ahí metida.

    Fuimos reclutados para cazar a todos y cada uno de los bichos que habitaban en el bosque. Había demasiados, quizás más especies de las que pudiésemos imaginar. Cada día nos salía algo nuevo y aún no sabíamos a cuantos más tendríamos que enfrentarnos. Pero nuestra promesa fue clara: no dejar a ninguno de ellos con vida.

    —No te las des tanto, Agreste—Me confrontó Kim.—Algún día de éstos uno de esos bichos te va a dar bien y toda esa chulería se te va a ir de un puñetazo.

    —Pues estoy deseando ver ese día—me mofé.—Porque hace ya bastante tiempo que no vengo con una marca o herida de guerra. La gente empezará a pensar que no cazo ni a un duende.

    —Ya te llegará...—Kim le dio un trago a su cerveza— Ya te llegará...

    Viendo cómo el ambiente comenzaba a volverse tenso, Nino volvió a hablar.

    —Por cierto, ayer cogí a un pescadito—dijo.

    —¿Una iara?—pregunté curioso.

    Una iara solía era una especie de sirena que habitaba en los ríos. Un poco de agua salaba y ya se te convierte en pescado muerto.

    —Esas son unas hijas de puta—saltó Kim de nuevo.—A mi abuelo lo engancharon cuando era joven y no dejaron de él nada más que los huesos bien apurados.

    —Tranquilo, se la he vendido al pescadero—dijo Nino.—Me ha dado quinientos francos solo por la cola. La otra mitad de cuerpo se la intentaré encasquetar a algún comerciante que pase por aquí.

    —Fuera tonterías—dijo Ivan con la boca llena.—Yo probé esa carne y está buenísima. Mejor que esos peces podridos que traen del sur.

    —Pues yo no me comería ninguno de esos bichos—esbocé una mueca de desagrado. Las iaras eran mitad peces y mitad mujeres, y aunque no fueran humanas no podría evitar pensar que me estaba comiendo a una mujer.—Es asqueroso.

    —Eso es porque no lo has probado nunca—se justificó Iván.—Aunque supongo que no todos tenemos los mismos gustos.

    Llamó al tabernero y le pidió que llenara su jarra de cerveza.

    —Hablando de comer y de gustos... ¿Qué?—Kim sonrió pícaro y señaló con la mirada al grupo de mujeres que había en la barra.—¿Por qué no vamos al primer plato?

    Una mujer de pelo negro rizado y un vestido granate pasó por nuestro lado. Se contorneó lo suficiente y tras un insinuamiento de trasero me guiñó un ojo.

    Kim soltó un gruñido y negó con la cabeza, terminándose la botella de un trago.

    —Por lo visto hoy vamos con las mismas—se quejó.—Ya las tienes a todas en el bolsillo, cómo no.

    —¿Qué estás diciendo?—fruncí el ceño y señalé con el pulgar a la prostituta que acaba de pasar.

    —Que día tras día, todas las mujeres del burdel se pegan por pasar una noche contigo—me aclaró.—Nosotros siempre somos el segundo plato.

    —¡Bah! Pero ¿Qué tontería es esa?—dije, sin comprender ni una palabra.

    —En eso le tengo que dar la razón—animó Nino.—Todas las de éste local están que se salen para que las escojas a ellas.

    —Eso son cosas vuestras—dije incómodo. Tampoco era plan de quitarle a mis compañeros las mujeres. Yo simplemente escogía a una y me la llevaba a la cama, nada más. No estaba en miraditas, cortejos ni mierdas de esas. Veía a una me gustaba y ya esta.

    —Tú solo mira la barra—Kim señaló la barra con la cabeza y cuando seguí la dirección vi como cinco chicas me miraban fijamente. Cuando se percataron de mi mirada se miraron las unas a las otras y empezaron a soltar risas tontas.—Las tienes a todas locas y tú apenas te das cuenta.

    Me encogí de hombros despreocupado.

    —¿Que puedo decir? Es suerte, supongo — murmuré tomando un gran trago de cerveza. Al decir esto todos mis camaradas rodaron los ojos incrédulos.

    —Bro, ¿En serio no sabes porque tienes a tantas de tras de ti? — se arriesgo a preguntar Nino.

    —Otra vez con lo mismo — mascullé — ¿Queréis dejar ese tema de una vez? No es mi culpa ¿Vale? Yo solo escojo a una, le meto la polla y listo, no tiene nada que ver con la dichosa suerte — refuté.

    Mi fiel amigo Nino rodeo mis hombros negando con la cabeza y luego musitó.

    —Viejo, en serio que eres muy distraído, a penas y te das cuenta de que las chicas van detrás de ti por tu físico — explicó.

    —¿Eh?

    ¿Mi físico? ¿Que cojones tenía que ver mi cara en todo esto?

    —¿Que tiene que ver mi físico en esta conversación? — pregunté anonado.

    Nino bajó los hombros exasperado y luego se tomó un enorme trago de cerveza antes de soltar la lengua.

    —¡Por Dios! ¡Solo mírate! Cabello rubio, ojos verdes, piel bronceada, estas en forma, además de ser el cazador más increíble de todos los tiempos — enumeró — hombres como tú no se encuentran en la vuelta de la esquina... — farfulló.

    —¿No te gustarán los hombres ahora, Nino?—se mofó Kim.

    Nino se giró con molestia y lo fulminó con la mirada.

    —No es cuestión de gustos, sólo le enseño a mi mejor amigo lo que tiene.

    —Ja, ya sé que soy el mejor en lo que hago — no iba a negarlo, era el mejor. Pero eso de que yo era como una especie de Dios no me convencía.

    Un alboroto en la parte de atrás fue lo que me hizo voltear el rostro al igual que mis compañeros, era ese maldito hijo de puta. Solo el hecho de verlo en el mismo lugar que yo ya me dañaba el excelente humor que traía al celebrar mi victoria con mis amigos.

   El tío no hacía otra cosa que ir de casa en casa cobrando impuestos y quitándose la mierda de las uñas. Era un cabrón que se creía que podía tenerlo todo cuando quería, trataba al resto como basura y a las mujeres como sus mascotas. El gilipollas dejaba a la esposa cocinando en casa mientras venía a por carne fresca. 

   «Repugnante»

    Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia una de las mesas en donde ese cabrón, tenía acorralada a una chica del bar, una que trataba de zafarse de sus manos sin éxito alguno casi lloriqueando. La chica tenía corrido el maquillaje y su vestido dejaba expuesto sus hombros que se movían ante el lloriqueo de esta. Me acerque y le coloqué una mano en el hombro a ese hijo de puta..

    —Oye colega, te ha dicho que la sueltes . Así que, si sabes lo que es mejor para ti, más te vale que la sueltes — espeté una vez que el cabrón trataba de rajar el vestido de la chica, el me regresó la mirada con furia y agarró del pelo a la chica haciéndola chillar de dolor.

    —¡Vaya! Pero que tenemos aquí, si es nada más y nada menos que Adrien Agreste y su banda de fenómenos — comenzó a parlotear con claro desprecio — no sé por qué siempre tengo la mala suerte de encontrarme contigo a cualquier lugar al que voy, pero no estoy aquí para una amena charla, solo vengo a darme un gusto al igual que tú — sonrió cínicamente mostrando un diente de oro.

    —Mira, estoy demasiado cabreado por el hecho de haberme encontrado con tu cara de perro. Así que o le  quitas tus garras de esa chica o te parto la cara aquí mismo— siseé.

    —¿Por qué haría algo como eso? Esta preciosura como todas estas perras solo sirven para una sola cosa, y esa es el de satisfacer nuestras necesidades — murmuró con odio.

Este cabrón ya me estaba enfadando.

    —Sí, pero son ellas las que eligen si quieren o no a un cliente y ella te ha dicho que no.—Miré a la chica, que me observaba con un atisbo de terror en sus ojos.—Además, mejor ponte a la cola. Yo la vi primero.

    —¿Me estás vacilando, chico?—inquirió, soltando a la chica para dar un paso hacia mí.—Porque te recuerdo que mientras tú te dedicas a matar bestias y bichos salvajes, yo me dedico a ser la mano derecha del rey.

    —No te he pedido que me cuentes tu vida.—espeté, esbozando una sonrisa burlona.—Odiaba cuando aquel desgraciado utilizaba su título para amenazar a los demás y puede que con otros le funcionase, pero conmigo no.— Y ahora no estamos en el salón del trono, sino en un burdel. Y aquí tú sólo eres otro cliente más al que le puedo partir la cara si me sale de los huevos.

    —¿Te crees que el mundo está a tus pies. Te crees invencible, que nada ni nadie va a poder contigo.—dijo, dando pasos a mi alrededor cómo un buitre.—Pero algún día te llegará algo que ponga todo tu mundo patas arriba y toda esa arrogancia que tienes va a esfumarse. Y yo también te recuerdo otra cosa: Yo no soy una bestia que puedas cazar y te darás cuenta de que los hombres pueden ser más letales que un ejército de cíclopes y ogros — finalizó.

    Una risa amarga salió de mis labios y al instante una sonora carcajada que resonó por todo el burdel, el enojo en la cara de ese hijo de puta era palpable y el que me estuviera riendo en sus narices no hacía más que enfadarlo.

    Pare de reír de golpe y lo tomé de las solapas acercándolo a mi rostro.

    —Escúchame bien, no sé si te crees profeta o adivino para decirme lo que pasará o no en mi futuro, pero solo te diré, que si tu y tus lame botas no se van ahora mismo de este lugar, las cosas podrían resultar muy mal para vosotros — amenacé, el infeliz me miro con claro enojo, sabía que yo era capaz de partirle la cara y mucho más, el hecho de que no tuviera los brazos desbordantes de músculos no significaba que fuera débil. Y él solo sabía más que nadie.

    Se soltó bruscamente del agarre gruñéndome como si fuera un lobo furioso y dándoles una señal muda a sus compinches, se marcharon del lugar, el mequetrefe se quedó parado en la puerta sosteniéndola y me miro con ese fuego peligroso en los ojos.

    —Algún día llegará tu hora Agreste, y créeme, estaré esperando con ansias el momento para quitarte lo que más amas — prometió.

    —Pues cuando ese día llegue, házmelo saber — me burlé observándolo fruncir más el ceño y azotar la puerta de una buena vez.

    Quitarme lo que más amo, si como no.

    —Gracias — le escuché decir a la joven que ese malnacido había tenido acorralada momentos atrás.

    —De nada, guapa — le guiñé un ojo y me giré hacia ella apoyando la mano en la pared donde ella estaba apoyada.—Eres nueva, ¿verdad?

    —Sí, empecé ayer—explicó, cabizbaja, cómo si mi proximidad la pusiera nerviosa.

    —¿Y qué haces trabajando aquí? Eres demasiado joven para toparte con orangutanes como ese tipo.—dije, mirándola con preocupación.

    —Mi padre murió hace unos días y tengo que sacar adelante a mi hermano pequeño—aseguró, levantando la cabeza con seguridad.—Ya se que muchos piensan que éste no es un trabajo digno, pero en situaciones de necesidad cualquier cosa es válida para salir adelante.

    Fruncí el ceño y carraspeé. Joder, aunque fuera cuestión de vida o muerte una chica así no podía estar ya metida en un sitio como aquel.

    —Puedo intentar ayudarte, déjame encontrarte un trabajo, lo que sea. Puede que mi padre necesite ayuda en la cocina—dije y escuché a mis espaldas los silbidos y las risotadas de mis compañeros.

    Me giré hacia ellos y los fulminé con la mirada.

    —Te lo agradezco mucho, enserio. Pero ya traté pedir trabajo y todo el mudo dice que no tengo experiencia o que soy demasiado joven.—suspiró, pesarosa y cerró los ojos, cómo si lo que fuera a decir a continuación le costase mil demonios.—Si de verdad quieres ayudarme, escógeme a mí ésta noche, por favor.

    Levanté la vista y clavé mis ojos en los suyos.

    —Serás mi primer cliente.—Musitó tímida.—Y no quiero que mi primera vez sea con un hombre cómo el que acaba de salir por la puerta.

    Vale, la chica era jodidamente preciosa. Tenía unos ojos dorados y una melena negra rizada que le caía por la espalda. Su piel era broceada y su forma de mirar una adicción.

    Tragué saliva, aguantando los impulsos que comenzaban a brotar en mi entrepierna.

    No, aún no había luchado suficiente para hacerla cambiar de opinión y sacarla de ese lugar.

    —Yo... No sé—dije, incómodo.

    —Por favor, tú me has salvado, nadie hace eso por mujeres cómo nosotras y sé que cualquier hombre que quiera pasar la noche conmigo solo ira a satisfacerse a él mismo—dijo.

    —¿Y qué te hace pensar que yo no haré lo mismo que todos esos hombres que dices?—inquirí. Aquello que era lo que normalmente hacía cada vez que me acostaba con una mujer y ésta chica me miraba cómo si fuera una especie de Dios que quitaba la virginidad por arte de magia.

    —Porque eres distinto—dijo, sin más.—Puedo verlo en tus ojos, en la forma en la que te preocupas. Eres el único hombre en ésta sala que me ha propuesto una vida mejor.

    Se acercó a mí y posó sus manos sobre mi pecho.

    —Por favor...—me suplicó, enterrando su rostro en mi camisa.—No hagas que esto sea más vergonzoso para mí.

    Tensé mis brazos en el aire, justo antes de rodearla entre mis brazos y acercarme a su oído.

    —Cuando quieras, nos vamos, preciosa—murmuré contra su oído.

    —Ahora mismo.

    El sonido de nuestros gemidos y suspiros de placer era el único son que se escuchaba.

    La habitación entera estaba impregnada de sexo, de pasión y de lujuria. Aquella chica era un maldito ángel y haber sido el primero me hacía sentir un puto Dios, cómo ella misma me había dicho.

    Al principio, fui más cuidadoso que de costumbre, traté de hacerlo lento y despacio, pero en cuanto la deje de escuchar quejarse empecé a hacérselo de verdad.

    Entraba y salía de ella con embestidas cortas y rápidas, haciéndola gemir de placer y un poco de dolor. Sus manos se clavaban en mi espaldas y sus pies se retorcían en las sábanas.

    —Oye—la llamé sin detener el ritmo de las embestidas.—No me has dicho tu nombre.

    —Rosane—respondió, entre gemido y gemido.

    "Rosane"

    Su nombre se me quedó bien trabajo en la cabeza porque los días siguientes la elegí a ella, y sólo a ella. 

...................................

Hola a todos! 

Ya estamos de vuelta con nuestra nueva y segunda historia de la cuenta! 

¿Qué os ha parecido el primer cap? 

Al parecer nuestro Adrien es un egocéntrico carente de modestia aunque justo si la situación lo requiere. ¿Qué os ha parecido este personaje? 

Y por otra parte vemos a un nuevo personaje: Rossane, ¿Qué pensáis de ella? Al parecer se ha ganado el afecto de Adrien (Al menos por ahora)

Mientras tanto... nuestra Mari sigue en el anonimato... ¿Cuándo aparecerá? 

Chan Chan Chan.

Todo eso y mucho más en los caps que están por venir!


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