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Arena entre los dedos

Desde la partida de Palmer, he estado colaborando con los preparativos de la boda. Solo para no pensar en el. Lo único que me mantienen a flote de la tristeza son las cartas que recibo a diario de Palmer. Sus cartas con mano escrita, todas oliendo a su perfume. Me hacen sentirlo cerca de mi. Siempre que me llega una carta, la huelo y la aprieto contra mi pecho para tratar de calmar las ansias y la necesidad que siento de volverlo a ver.

Después de visitar a Rose, saliendo del establo escucho el sonido de un carruaje. Mi corazón brinca de emoción provocando que corra con una sonrisa en los labios. No se si sea Palmer, porque dijo que vendría en dos semanas y solo ha pasado una. Cuando llego afuera de la casa, veo a mi padre bajando del carruaje. Corro hacia el sintiendo tanta alegría de verlo. Y junto conmigo mi hermana y mi madre corren a recibirlo
—¡Padre! —Exclamo con alegría mientras me lanzo a sus brazos
—¡Hija! ¿Como estas?.

—Bien, ahora que esta aquí —Digo mientras lo suelto. Lo veo cansado, pero aliviado también. Mi mamá y Marian lo abrazan y entramos a la casa con ansias de que nos platique con detalle su viaje a Londres.
Mi papá se sienta mientras mi madre le sirve un vaso de limonada fresca
—¿Que tal el viaje padre? —Pregunta mi hermana mientras nos sentamos en el sofá —Interesante, hay muchas novedades, pero añoraba mi hogar.

—¿Como esta madam Evangeline?.

—Mucho mejor de salud, pero con más amargura en su corazón que la última vez que la vi —Marian se levanta del sofá y toma la invitación de la boda
—¿Que le parece la invitación para la boda padre? —Mi papá la toma y coloca su vaso en la mesa de centro, la observa a detalle y sonríe. Aún que parece preocupado por algo más —Es perfecta. Elegante y dorada, como tu hija.

—Gracias padre —Dice Marian con alegría al ver su aprobación —¿Porque luce preocupado? —Pregunto con curiosidad —Recibí la carta de tu madre... No la respondí porque es mejor dar malas noticias en persona.

—¿Malas noticias? —Preguntamos al unísono las tres —Sobre el futuro compromiso del comandante con Katherine. Le di la noticia a la tía y lo desaprueba rotundamente —Me pongo de pie sin comprender —¿Porqué? —Pregunto con angustia en los ojos
—Pregunté los motivos... Incluso le conté sobre el intento de robo y me explicó su razón.

—¿Pero que razones debe tener para negarse? Es un caballero con buena posición social, modales intachables y de buen corazón —Pregunta mi madre en forma de protesta —La razón por la que habita tanta amargura en su alma, es por el señor Octavio Benet,  abuelo del comandante. El hombre le prometió matrimonio hace años y en una ocasión salió de viaje y nunca volvió. Cuando volvió a ver a dicho hombre, ya estaba casado y con dos hijos —Mi hermana se levanta molesta del sofá y camina hacia mi papá —¿Que tiene que ver con Palmer? Eso fue hace siglos.

—Que la tía lo descartó como pretendiente y para empeorar el asunto. Ya consiguió un candidato para tu hermana en Londres —Noto como mi madre me mira con tristeza. Niego con la cabeza mientras siento un nudo en la garganta. Me esfuerzo para retener las lágrimas —No. No voy a casarme si no es con el comandante —Digo con voz temblorosa —Por desgracia no podemos hacer nada al respecto. Tu tía aún es la dueña de las riquezas de la familia Kenedi.

—Pero papá —Dice con suplica Marian y mi papá se levanta —Lo siento mucho. Pero me temo que tendrás que rechazar la propuesta del comandante Palmer —Dice mi papá mientras las lágrimas salen por fin de mis ojos y un sollozo sale de mi boca —!Busca amargarme la vida igual que a ella! —Digo molesta y salgo corriendo de la sala. Me meto a mi habitación y me acuesto a llorar.
Si de por si no ver a Palmer estos días ha sido difícil, no quiero imaginar como será no verlo de nuevo.

El amor duele ¿Porque debemos sentirlo? ¿Porque algo debe interrumpirlo? Me piden lo imposible. Dejar ir al hombre que amo ¿Con que cara hago eso? Arriesgó su vida por mi, siempre se aparece cuando más sola me siento.

Los días se han vuelto amargos. Cualquier cosa me recuerda a Palmer y se siente peor cuando llegan sus cartas y debo simplemente tener fuerza de voluntad para no responderlas. Se que en cualquier momento vendrá y tendré que pedirle que salga de mi vida. Pero no estoy segura de poder hacerlo. Ya le rogué a mi padre en varias ocasiones y se aferra a seguir las órdenes de esa mujer. Me trata de convencer de que el pretendiente que consiguió en Londres es buena persona. Pero no basta ser buena persona para amar. Sólo me pide que lo acepte y ya, con la excusa de que no podemos perder el patrimonio de la familia ¿Desde cuando los bienes valen más que el amor? No me importaría ser pobre y perder todo esto con tal de estar con Palmer. He vivido estos días en un suspenso, pensando "En cualquier momento vendrá Palmer y tendré que negarme a estar con el" Y no puedo. Ya no quiero vivir sin sus ojos, sin sus brazos y mucho menos sin sus labios.

Pero como en cualquier espera, siempre el momento llega. Escucho un caballo afuera y me asomo por la ventana con el corazon palpitando a toda prisa, incluso puedo sentir mi palpitar en la sien. Veo a Palmer caminando hacia la casa y mi madre sale a recibirlo. Se ve tan elegante, se ve tan radiante. Parece luz en tanta oscuridad. Es el remedio para aliviar mi sufrimiento.
—El comandante Palmer ha llegado y busca hablar con usted —Dice Beatriz mientras deja pasar a Palmer. Cuando nos deja a solas corro a abrazarlo. Corresponde mi abrazo y puedo aspirar su aroma, ese aroma que tanto anhelaba. Lo aspiro para recordarlo siempre por si no vuelvo a verlo. Con mucha fuerza de voluntad me separo de él y doy un paso hacia atrás —Que alegría verla de nuevo. Aunque debo confesar que estoy molesto con usted por no responder mis cartas —Dice con una sonrisa juguetona mientras trato de no perderme en sus ojos —Discúlpeme, estuve atareada con lo de la boda y la llegada de mi padre que quedó poco tiempo para responderlas.

—No se preocupe. No puedo permanecer molesto con usted —Dice con ternura. Es que no encuentro las palabras para decirle. Supongo que es porque no quiero que se vaya —Como le prometí, vengo a...

—No lo haga comandante Palmer —Digo rápidamente, ya que si me hace la propuesta, no podré negarme —¿Que ocurre? —Responde confundido —No puedo casarme con usted —Digo con voz  temblorosa. Sus ojos se llenan de confusión —¿Que ocurre?.

—Perdóneme. Mis padres aprobaban nuestros planes. Pero madam Evangeline no. Me temo que nadie mueve un dedo si no lo aprueba la dueña de nuestros bienes —Noto la decepción y enfado en sus ojos. Frunce el ceño mientras me mira —¿Dice que no se casara conmigo solo porque su pariente no quiere? No tiene sentido.

—Mi tía abuela necesita que mi hermana y yo nos casemos para que pueda heredar mi padre la fortuna Kenedi. Ella no lo aprueba por su abuelo... Quien la seducio hace años y luego la engañó —Digo con rapidez para que sepa que no tiene nada que ver con mis sentimientos —Disculpe lady Katherine. Supongo que mal interpreté sus sentimientos hacia mi y por eso pensé que los míos eran correspondidos.

—Y si lo son. Es solo que, mi familia depende de esto —Digo con suplica mientras me coloco frente a él. Aún que ahora que me escucho en voz alta, suena tan patética la razón por la cual debo tomar esta decisión —Si esto puede afectar la economía de su familia, yo puedo compartir mis bienes con los de su familia, solo le pido que comparta su vida con la mía —Dice con una mirada suplicante. Siento un dolor en mi pecho. Es un dolor insoportable, tener al hombre que amas frente a ti y no poder abrazarlo —Lo siento. El patrimonio de mi familia se perdería. Todo el trabajo de mi padre sería en vano —Digo con voz temblorosa. Veo como las lagrimas comienzan a salir de sus ojos y me siento avergonzada y culpable por ser la causante de su dolor
—No me deje !Por favor no me rechace! —Dice con voz temblorosa y con una tristeza que me hace saber que le duele igual que a mi
—Lo siento. No puedo —Apenas logro terminar la oracion ya que se me va la voz —Si puede... Solo acepte —Dice mientras saca de su bolsillo un estuche pequeño rojo y dentro habia un anillo de oro y con un diamante en forma de corazón de color azul. Me cubro la boca para cubrir mi impresión. Me siento entre la espada y la pared, si acepto el patrimonio de mi familia se va a esfumar y si no acepto pierdo a Palmer. Es que no estoy dispuesta a perder el amor. Pero mi familia me odiaría.

Me giro dándole la espalda y cubro mis labios para tratar de apaciguar los sollozos que vienen desde lo más profundo de mi corazón —Discúlpeme, le prometo que no volveré a molestarla. Compermiso —Dice con amargura y sin voltear hacia atrás, escucho sus pasos dirigirse hacia la puerta, se queda un par de segundos mirándome y escucho como abre la puerta y sale a toda prisa.
Se siente como si me hubiesen arrancado el corazón, como no poder mirar el cielo azul a causa de las nubes grises y vivir eternamente así. Extrañando el color del cielo azul, extrañando sus ojos apesar de que acabó de verlos. Si apenas lo perdí y duele a esta magnitud ¿Como se va a sentir cuando pasen los días? No estoy dispuesta a vivir así, en una constante agonía, al menos que —Al menos que nos fuguemos —Pienso en voz alta en un susurro y salgo corriendo para tratar de alcanzar a Palmer. Mi familia se molestaría conmigo pero quizás con la boda de Marian, en unos años pueda conseguir su perdón. Paso corriendo por los pasillos y cuando llego a la entrada veo a Palmer a punto de llegar a su carruaje —¡Palmer! —Suelto un grito sacado desde lo más profundo de mi estómago. Entonces Palmer voltea y cuando voy a salir por la puerta alguien me toma de la muñeca y me jala mientras mi madre cierra rápidamente la puerta. Volteo a ver quién me está tomando y veo los ojos tristes de mi padre —¡Por favor padre! ¡Esto duele! —Digo sollozando mientras escucho el caballo de Palmer alejarse. Puedo sentir la desesperación de mi alma, exigiéndo que vaya por su amor, exigiendo que recupere a Palmer. Le muestro mi sentir a mi padre con la mirada y aun así, decide no soltarme hasta que el caballo apenas se escucha a lo lejos. No sintió compasión por mi, ni siquiera porque soy su hija
—Es por el bien de todos hija —Dice mi madre convencida de que lo es. O más bien, tratando de convencerse de que hizo lo correcto. Los miró como quien siente la rabia en contra de quien lo ha lastimado mientras me sobo mi muñeca y me voy corriendo hacia mi habitación.

Estuve cerca de alcanzarlo, sentí que podía, pero como suele hacer la felicidad, ese sentimiento escaso que aparece repentinamente, para luego marcharse igual que la arena entre los dedos. Se fue, igual que Palmer.

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