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Un experimento para darle poder al poder


-¡Apliquen más suero!- Exclamó Robert mientras se concentraba en insertar la sustancia color azul que las jeringas contenían, directamente en el corazón de Camelia.

-Entendido.- Una joven enfermera que era quien lo auxiliaba junto a otras cuatro, habló poniendo manos a la obra de inmediato.

Robert se limpió con su bata teñida de sangre ajena el sudor que comenzaba a escurrirle del rostro, aquella operación era cansada, delicada y peligrosa... Aún así estaba demasiado emocionado como para no seguir adelante. Incluso ahora que habían llegado a un punto crítico que podría poner en riesgo la vida de su amante lo único que tenía en mente era terminar su nueva creación, su nuevo proyecto.

Los ojos de la joven recostada en la camilla se mantenían cerrados, como si estuviera en un profundo sueño, Robert admiró su semblante tranquilo un par de segundos antes de sonreír y retomar su ritmo suicida de trabajo.

Una tras otra, las jeringas caían vacías sobre los azulejos del suelo, quebrándose al entrar en contacto directo con estos. 

Había sangre, sueros de distintos colores, polvos blancos, vidrios rotos y agujas regadas por el suelo cuando finalmente terminaron aquel complicado proceso que no les tomó más que seis horas llevarlo a cabo, y con éxito cabe decir.

Por fin las enfermeras se permitieron tomar un descanso y suspirar luego de su larga jornada de trabajo, Robert por su parte no podía apartar la mirada del cuerpo desnudo de Camelia.

Sobre su piel se marcaban ahora cortes irregulares, perforaciones a causa de las miles de veces que las agujas entraron en su cuerpo, costuras delgadas y algunas más toscas. Era perfecto, simplemente perfecto en términos de Robert.

Gastar tantos recursos había valido la pena, o eso esperaba. El cuerpo de Camelia había soportado y parecía adaptarse bastante bien al cambio y aumento de poder, pero aún faltaba comprobar que, efectivamente funcionaba y podía sacar total provecho de su ahora modificado don.

-¿Terminaste?- Preguntó Vera desde la entrada de aquella oficia que había sido usada como quirófano. 

La mujer iba vestida con una bata reveladora y sensual, sus pies descalzos avanzaron entre el mar de residuos peligrosos sin si quiera ser heridos por una esquirla del cristal suelto. En aquel territorio lleno de obstáculos Vera parecía un minino con movimientos audaces, livianos, frágiles, los cuales llegaban a ser eróticos hasta cierto punto.

-Lo hice.- Respondió Robert aún sin apartar la mirada de Camelia.

-¡Hey!- Vera le metió un codazo. -Deja de mirarla, esa belleza no merece ser apreciada por un goblin como tú.-

Robert rio, giró su mirada para ver a su esposa y le besó la cabeza.

-¿Cuándo dejarás de ser tan celosa?-

-Cuando te mueras, ahora...- Vera tocó con un dedo la punta de la nariz de Camelia. -¿Qué harás con ella? ¿Si sabes que debe volver al cuartel antes del amanecer?-

-Lo sé, lo sé.- Robert se pasó las manos por el cabello, el cansancio finalmente parecía decaer sobre él. -Pero antes de que se vaya tenemos que probar que haya funcionado.-

-¿No puedes dejarlo para otro día?- Preguntó molesta Vera. -Ella ya...-

-Si no se hace ahora su cuerpo no resistirá acumular poder y más poder, terminará matándola... Nuestros cuerpos generan poder diario, a cada minuto, ahora que su sistema de don fue modificado su cuerpo comenzará a producir poder en exceso, para controlar eso debe saciar los impulsos primitivos de libertad, su don reclama ser liberado, ser usado.- Explicó Nevor con paciencia.

Vera le lanzó una mala mirada y puso los ojos en blanco.

-No soy una niña para que tengas que explicarme como a una.- Replicó la mujer cruzándose de brazos. -Pero, si su don quiere que lo usen debemos buscarle un pequeño patio de juegos para que salga a divertirse.-

-Exacto.- Robert sonrió de medio lado. -Y si usamos ese patio de juegos para devolverla a la base militar enemiga sería mejor, así matamos dos pájaros de un tiro.-

-¿Qué pretendes?- Cuestionó Vera.

-Necesitaremos hacer creer al enemigo que ella estuvo fuera esta noche por un motivo que les favorezca, así no la vigilarán más de lo que ya la tienen ahora.- Comenzó Robert calculando todo meticulosamente. -Si usamos eso a nuestro favor podemos hacer que ella vacíe su don de una vez, para eso necesitaremos que ataque a uno de los clanes restantes, obviamente sería una traición de nuestra parte hacía nuestra gente pero podría ayudarnos para que no nos descubran. ¿Entiendes?-

Vera se mordió el labio y asintió, era verdad que traicionar a los suyos no le gustaba nada pero siempre se pondría por delante del resto, aún cuando eso significase entregar a toda una familia a la muerte,  si ella ganaba... ¿Qué más daba cuantos o quienes murieran? 

-Lo entiendo.- La voz de Vera se volvió peligrosa y aterradoramente suave. -Y creo que sé a quien debería destruir.-

Cuando Camelia despertó lo primero que vio fue una lámpara parpadeante colgada del techo. Tardó varios minutos en asimilar lo que había pasado y el porqué estaba recostada, conectada a diversos sueros y sustancia de dudosa procedencia, los recuerdos llegaron a su mente de forma brusca provocando un dolor punzante en su cabeza. 

Lo primero que recordó fue que había salido de la base militar a altas horas de la noche ya que había recibido un mensaje urgente de Robert, en donde le indicaba que los materiales y suministros que necesitaba para llevar a cabo el experimento de potenciación habían sido conseguidos y podían realizarlo, pero sería mucho mejor hacerlo de una vez antes de que la guerra entrara en la fase final, final.

De ahí Camelia aceptó sin dudar. 

Desde el incidente con la familia Nevor semanas atrás, la vigilancia sobre ella se había duplicado y  no tendría otra oportunidad igual para escabullirse del cuartel y recibir aquel extraño procedimiento. 

Luego de eso solo tenía imágenes vagas de lo que seguro había sucedido, ella siendo cambiada a una bata blanca, como la acomodaron en una camilla, quizá la misma en la que ahora estaba recostada, las agujas penetrando su piel y... Oscuridad.

Maldiciendo se sentó en la camilla topándose con una bandeja de comida y una nota escrita con el puño y letra de Zelda.

Aquello la perturbó.

¿Dónde estaba? ¿No se encontraba con Robert?

Camelia miró los vendajes que cubrían sus brazos y parte de su torso, luego analizó la estancia comprobando que efectivamente, no estaba en el mismo consultorio donde Robert la había tratado la noche anterior. 

Sin decoro desdobló la nota, rasgándola en el proceso. 


"El escuadrón de Henry te encontró durante la madrugada en una de las áreas menos vigiladas del territorio que ahora controlamos, mostrabas heridas serias y señales de un combate armado, poco después descubrimos que fuiste a erradicar a uno de los cárteles sola, Atla está erradicado gracias a ti, pero si ibas a atacar debiste avisarnos. 

En cuanto estés mejor ven a la sala de conferencias, estaremos esperándote. 

Zelda."


De inmediato la mente de Camelia comenzó a ponerse en marcha atando cabos e intentando por todos los medios buscar una respuesta concreta que lograra explicar la situación en la que se encontraba.

¿Qué ella había ido a pelear y derrotó al clan Atla? ¿Qué diablos había pasado anoche? ¿Henry la encontró? ¿Porqué estaba en un lugar ajeno al consultorio de Robert?

No lo comprendía, por mucho que intentara dar con algo su mente se negaba a colaborar, incluso ahora seguía teniendo agujeros en blanco que no parecían tener intenciones de volver a llenarse con los recuerdos faltantes.

Tardó un tiempo en asimilar el escrito de la nota, fueron varios minutos los que pasó en silencio concentrándose en nada en específico. 

En cuanto volvió en sí arrugó la nota y la lanzó al basurero más cercano encestando a la primera. Posteriormente se apresuró a arrancarse todos aquellos tubos invasores que le conectaban con su cuerpo, al hacer movimientos bruscos no sintió nada, el dolor que se suponía debía de estar presente había desaparecido a la par que sus recuerdos, incluso aquello la sorprendió aún más al notar que sus heridas eran bastante críticas y se movía con bastante fluidez a pesar de ello.

"Será cosa de la anestesia..."

Pensó mientras comenzaba a devorar la bandeja de comida.

Una vez que su estómago se llenó tomó la ropa que le habían dejado a un lado de su camilla y sin demorar demasiado se vistió  para luego salir con actitud relajada, como si lastimarse e ir a parar a la enfermería formara parte de su rutina diaria.


"En cuanto estés mejor ven a la sala de conferencias, estaremos esperándote..."


Eso era lo que Zelda le había escrito. Si fuera otra la situación en la que se encontrase no iría o llegaría tarde, pero ahora le interesaba obtener respuestas de lo sucedido la noche anterior.

No se encontraba mejor, pero iría... Por primera, y quizá única vez, haría algo de caso a su superior.

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