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Nevor... Suredal


Zelda carraspeó, era muy notorio que con tan solo escuchar aquel apellido le hervía la sangre de rabia y coraje. 

-Los Nevor fueron exterminados...- Dijo apretando la mandíbula hasta el punto que sus dientes rechinaron. -Tú los mataste.- 

-A todos menos a uno.- Recordó no muy amablemente Camelia. Uno de los pasatiempos favoritos de la joven era burlarse abiertamente de las rabietas de las demás personas, no pensaba dejar pasar la oportunidad de molestar a Zelda como hacía con el resto. -Robert Nevor sigue allá fuera.-

-¡NO!- Exclamó Zelda cubriéndose los oídos, como si con eso pudiera evitar escuchar las palabras ya dichas por Camelia. -¡Mi hija no se casará con ningún Nevor y menos con Robert!- 

-Yo nunca dije que sería así.-

El tono de la voz de Camelia volvía a ser tranquilo.

Le había tomado unos segundos analizar la profecía a fondo y llegar así a la conclusión de que, quien enamoraría a la pequeña Dahana no sería Robert, sino probablemente alguno de sus hijos engendrados con Vera a través de vientres alternos o del mismo de la joven. 

La posibilidad actual de que alguno de sus hijos viviera no era mucha, pero en los últimos días, cuando Camelia usaba su poder para ir a donde ellos, había sido testigo de como Vera regañaba a su marido echándole en cara que era un inútil y de que, la hija que en esos momentos llevaba en el vientre sería la última que ella le daba. Vera había dicho esa frase al menos una docena de veces y seguía pariendo bebés, por lo cual Robert pareció no alarmarse demasiado y seguía igual que siempre, asiendo caso omiso a los regaños y protestas por parte de su esposa.

Al igual que Zelda, Vera había descubierto hacía poco que tenía unos tres o cuatro meses de embarazo, cosa que era extraña ya que su vientre apenas y había crecido como para decir que cargaba un feto en proceso de gestación dentro. 

-Puede quizá casarse con uno de sus hijos...- Dijo Camelia luego de un tiempo en silencio.

Los ojos de Zelda se abrieron de golpe, y a juzgar por la mueca que hizo aquello parecía desagradarle todavía más.

-¡MI HIJA NO VA A CASARSE CON NINGÚN NEVOR!- Gritó poniéndose de pie.

Camelia soltó un suspiro. 

-Ya, pero no es si quieres tú o no, la profecía así lo dice y profecía es profecía.-

-En ese caso haré todo lo que esté en mis manos para evitarlo.-

-¿Cuántas personas no han dicho lo mismo y al final siempre se cumple por X o Y motivo?- Camelia ladeó su cabeza. -En los cuentos de hadas siempre que encerraban a la princesa con el fin de que su profecía no se cumpliera resultaba en vano... Por mucho que interfieras e intentes alterar el destino de tu hija este es inevitable, sucederá tarde o temprano.-

-Lo impediré a toda costa, no me importa como.-

-Quítale los sentimientos y ya está.- Sugirió Camelia. -Si no siente quizá y no pueda enamorarse, si no se enamora no podrá sentir algo por el X Nevor y por ende no se casará ni nada por el estilo.-

-Eso es imposible.- Gruñó Zelda un poco más calmada.

-Dijiste que no te importaba como, es una buena opción lo que te digo, solo tendrías que invertir una fortuna en experimentos que busquen la forma de volver esto, que es imposible por ahora, a una realidad en un futuro. De lo contrario no sé que más sugerirte, como dije, profecía es profecía y no hay nada que podamos hacer para contrarrestar.-

La mirada de Zelda volvió a recaer sobre su vientre, dudosa llevó sus manos de nuevo a ese punto que tanto le gustaba acariciar y reanudó su leve tamborileo rítmico.

-¿Y no has pensado en la felicidad de tu hija?- Camelia no siquiera sabía el porqué seguía preguntando y avivando aquella conversación, últimamente estaba un poco amable sin si quiera querer estarlo. -Quizá ella sí quiera a el Nevor en un futuro, puede que sea feliz a su lado... ¿A caso estas dispuesta a incluso arrebatarle el marido a tu pequeña?-

Zelda no respondió de inmediato, cuando lo hizo tenía un sabor amargo a bilis en la boca y su voz iba cargada de veneno.

-Estoy dispuesta a arrebatárselo, es una Suredal después de todo... No puede permitirse ser imperfecta y manchar nuestro linaje con unos genes tan vulgares como esos.-

Camelia se mordió el interior de sus mejillas para intentar suprimir una carcajada, pero al fina terminó ahogándose a causa de la risa.

-¿Qué es gracioso?- Cuestionó Zelda no muy segura de si se estaba burlando de ella y de su familia o de los Nevor, conociendo a Camelia quizá de ambos.

-Nada, nada...-Camelia agitó la mano intentando recomponerse, pero fue en vano, volvió a reír, incluso con más fuerza, su estómago comenzaba a dolerle cuando sus carcajadas comenzaron a menguar.

 -¿Los Suredal son perfectos dices?- Preguntó en un tono que bailaba entre lo serio y lo divertido. -¿Los Nevor tienen genes vulgares piensas? Déjame recordarte mi querida Zelda quienes eran los que estaban hasta arriba de la cadena Meliniana de poder, exacto, los Nevor... De entre todos los clanes eran uno de los más fuertes, influyentes y poderosos. tenían conexiones internacionales, sus logros están registrados desde hace siglos. Incluso cuando estalló la guerra varios países les ofrecieron refugio pero ellos se quedaron a pelear por lo que les correspondía, hasta el último momento no abandonaron ni traicionaron a los suyos.- Camelia hizo una pausa para mirar a los ojos a su compañera, quien parecía un animal a punto de lanzarse sobre ella si seguía hablando. -Los Suredal en cambio no eran más que una familia común entre muchas, no hay registros de algún logro, solo se les respeta ahora porque tu padre tuvo la brillante idea de aliarse con los rebeldes en las etapas tempranas de la guerra, incluso antes de esta, roba crédito ajeno y se baña en fama que no le pertenece... ¿Perfectos dices? Para nada, cometen más errores de los que los Nevor han cometido, juntando a todo el linaje, desde la época de antaño. Creo que tu no eres quien para decir que genes vulgares van a contaminar tu familia, debería ser el hijo de Nevor quien se ponga chocante con tu hija, ya que será tu sangre y la de tu mocosa la que contamine el noble linaje Nevor, una sangre tan pura, llena de poder, manchada por una simple descendiente de una familia que en realidad es un fraude, una tragedia a decir verdad.-

-¡No insultes a mi hija!-

-Solo dije la verdad.- Protestó Camelia al tiempo que se encogía de hombros indiferente. -Tu hija jamás será lo suficiente digna para el retoño de Nevor, uno no puede comparar el oro con la escoria ni en mil años.-

-¡Camelia!- 

-¿Mmm?-

-¡Dahana no será escoria!-

-Mis disculpas.- Camelia inclinó levemente la cabeza. -Realmente mis disculpas para la bebé, es verdad que no será escoria, al final de cuentas terminará junto a un Nevor, nadie que esté junto a uno puede ser ofendido a tal punto, tu hija será grande sin duda.-

Zelda avanzó unos pasos hasta quedar a tan solo un metro de Camelia, la fulminaba con la mirada como si quisiera matarla con solo contacto visual.

-¡La fama de Dahana no va a depender de un Nevor! ¡Mi hija no caerá tan bajo!-

La boca de Camelia se curvó en una mueca, iba a contradecir a su compañera cuando la puerta volvió a abrirse torpemente, por segunda vez.

-¡Señorita Camelia, Señorita Zelda!- La joven soldado que acaba de ingresar se sostuvo del marco de la puerta para recuperar aire. -¡Rápido!-

Camelia le lanzó una última mirada a Zelda antes de girarse hacía la joven y hablar.

-¿Qué sucede?-

-¡Es Lady Valeska!-

-¿Qué pasa con Valeska?- Inquirió Zelda con tono molesto, ya tenía suficiente lidiando con Camelia, no quería agregar más a su lista.

-¡Asesinó a una cambiante y arrancó de su vientre a su bebé con siete meses de embarazo!-

De inmediato Zelda dejó de pensar en las palabras de Camelia y se concentró solo en la noticia que acababa de recibir sobre su otra compañera.

-¿Qué hizo qué?-

-Obtuvo a una bebé del vientre de su madre, la niña está viva y es prematura por lo cual se encuentra en cuidados intensivos.- Una cuarta voz llegó desde la entrada. Benjamín miraba a las tres jóvenes sin expresión. -Fue a pedirme permiso para salvar a tres bebés, dos aún se encuentran en el vientre de su madre, irá a reclamarlas en cuanto nazcan.-

-¿Porqué?- Zelda moderó su tono, no importaba cuan furiosa estuviera, jamás sería tan grosera con su padre. 

-Para que forme una organización en cuanto todo esto acabe, solo eso.- Respondió fríamente Benjamín. -Ahora andando, la guerra ha terminado, el último clan ha sido eliminado, lo único que queda por hacer es exterminar por completo a los presos del resto de campos de exterminio y prisioneros, ya fueron trasladados para que lleguen a la sede en una hora, apresúrense, ambas tendrán el honor de matar a unos cuantos letales más.-

Camelia no dijo nada pero Zelda hizo una reverencia y habló.

-Como ordenes padre.-

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