De gloria a decadencia
*Veintidos años antes de los sucesos de Nevor (Experimento Raven)
*Meses finales de la guerra contra los dotados letales en Melien
La ciudad capital de Melien siempre había resaltado por ser hermosa, era tanto su esplendor y belleza que era considerada la ciudad más impresionante del mundo, sus casa pintorescas, parques verdes y múltiples lugares de recreación finamente decorados eran prueba de ello, además de que mostraban que gozaba de una economía y calidad de vida excelentes.
O al menos los dotados con poder gozaban de una buena calidad de vida, los sectores alejados de la capital siempre tuvieron escases de recursos y vivían en condiciones de pobreza extrema, por esa diferencia tan notoria se rebelaron, pero nunca nadie imaginó que esa rebelión traería demasiadas consecuencias.
Actualmente, a diez años del comienzo de la guerra todo el esplendor y la gloria de la capital de Melien había sido reducida a cenizas. Los edificios pintorescos estaban en su mayoría destruidos, los que se mantenían en pie habían recibido una remodelación tiñendo sus paredes de colores alegres con sangre, en los parques ya no crecía césped verde y flores, sino que brotaban cuerpos y ríos de sangre por donde quiera que uno mirase. Las calles estaban desiertas, los rebeldes se resguardaban en el lado sur de la ciudad donde aún parecía un lugar habitable, los civiles habían huido a los sectores externos y los dotados de categoría letal habían sido aniquilados en su mayoría, sin embargo las familias que en su momento fueron las más importantes seguían de pie resguardándose en el lado norte de la capital.
El silencio reinaba en lo que antes fue la ciudad más bella, el silencio y la destrucción. En el centro de la plaza principal se alzaban varios postes con cuerpos de dotados letales, los cuales habían sido capturados, torturados, violados y posteriormente colocados allí para que muriesen lentamente.
Uno de los principales motivos de la rebelión contra aquellas personas había sido la desigualdad económica, de recursos y de poder, sin embargo eso no justificaba los actos inhumanos que se habían estado llevando acabo a lo largo de la guerra a espaldas del resto del mundo. El resto de dotados disfrutaba de capturar a uno de categoría letal y torturarlo hasta que se aburrían, eso no era justificado, eso solo lo hacían por diversión... Y muchos habían perecido de forma horrorosa solo por divertir a aquellas personas.
Entre todo aquel caos de escombros y cuerpos una joven se encontraba sentada en el techo de lo que había sido un camión de pasajeros, a su alrededor aún habían pequeñas hogueras a causa de la explosión que había provocado hacía unas horas, en el suelo estaban esparcidos los restos de sus compañeros y sus enemigos.
Una suave brisa soplaba haciendo que el cabello negro azulado de la joven ondeara como una bandera de victoria, sus ojos se mantenían sin expresión y permanecía tan quieta que cualquiera la hubiera confundido con una estatua a simple vista.
-Camelia...- Una voz femenina resonó sin lograr atraer la atención de aquella joven que siguió con la mirada perdida en un punto en la nada. -Camelia.- Una mujer rubia, con unos profundos ojos azules y una vestimenta estilo militar se acercó al camión.
-Valeska.- Camelia habló sin siquiera mirar a su nueva acompañante. -¿Se te ofrece algo?-
-¿No crees que esto merece una explicación?-
Finalmente Camelia se dignó a mirar a Valeska.
-¿Qué cosa?-
Valeska señaló el cementerio de cuerpos y órganos a su alrededor presionando a su compañera a que hablara.
-¿Por qué uno de tus escuadrones está aniquilado totalmente?-
Camelia siguió sin mostrar una expresión en su rostro y antes de responder soltó un suspiro que se mezcló con el aire.
-Las armas de crearon con un solo propósito en este mundo...- Camelia se bajó de un salto del techo del camión y calló con la elegancia de una bailarina. -Ser usadas. Si no se usan son inservibles, no importa que tan fuerte o que tanto potencial posea un arma, si no hay quien sea capaz de darle un uso adecuado simplemente pierde valor y razón de ser.-
-¿Eso qué tiene que ver?-
-Con los humanos es lo mismo.- Camelia metió sus manos en los bolsillos de su saco. -No son más que mis piezas a la espera de ser usadas en este tablero de ajedrez, hoy tocó sacrificar a todos los peones para asegurarle a la reina un jaque mate, es así de simple.-
Valeska apretó las manos en puños, esa chica era realmente irritante, incluso con su corta edad no podía creer que ya poseyera tal mentalidad oscura y retorcida.
-No puedes mandar a tus tropas a morir.-
-Sí puedo.- Camelia retó con la mirada a Valeska. -Están bajo mi mando, siguen mis órdenes, mientras eso siga igual harán lo que yo ordene, además no sé de que te quejas, nuestra misión era acabar de una vez por todas con el linaje Uranium cosa que tú y tus escuadrones no pudieron en estos años, y nosotros lo hicimos en menos de quince minutos, no queda ninguno de ellos con vida.-
-Aunque sea así capitana, no debe de sacrificar a sus hombres como si no tuvieran valor.-
-Lo tienen Valeska, todos mis miembros tiene poder y potencial, por algo los mantengo bajo mi paraguas hasta que es el momento de usarlos.-
-¿Qué pasa aquí?- Una tercera chica se unió a la conversación, vestía un traje demasiado formal para una guerra, llevaba su cabello blanco ondeando libre por toda su espalda y cargaba un paquete con un contenido desconocido.
-Zelda.- Valeska inclinó levemente la cabeza en señal de respeto. -Camelia lo hizo de nuevo.-
-¿Hacer qué?- Zelda analizaba con la mirada todo el panorama a su alrededor. -Últimamente hace demasiado así que me es difícil recordar con precisión.-
-Sacrificó a uno de sus escuadrones.- Valeska se cruzó de brazos, realmente admiraba a Zelda por aguantar a una chica como Camelia.
-Mmm.- Zelda observó a Camelia. -¿Cumpliste con la misión?-
-El linaje Uranium fue erradicado sin problemas, me encargué personalmente de asesinar a cada uno de los miembros restantes, entregaré un informe al respecto más tarde.- Dijo Camelia en tono tranquilo.
-Bien.-
-¿Eso es todo lo que vas a decirle?- Valeska estaba incrédula.
-Sí, si la misión fue cumplida con éxito no tengo inconveniente en los medios que haya usado.-
-El fin siempre justifica los medios.- Camelia sonrió divertida. -Además Benjamín Suredal me permitió usar cualquier método para exterminar a los Uranium.-
-Así es.- Zelda se colocó sus guantes de seda. -Si mi padre hubiera dicho que no quería bajas de nuestra parte entonces sí la reñiría, pero él le dio el libre consentimiento de hacer lo que quisiera con los planes de esta misión a cambio de que por fin se acabara con este clan.-
-No puedo creer que a ninguna le importe que nuestros amigos hayan muerto.- Valeska sentía que iba a vomitar a casusa de lo repugnante que le resultaba la poca empatía por parte de Camelia, aunque no le sorprendía en lo más mínimo, aquella joven era todo un caso, desde que se unió a la brigada de los Suredal Valeska se percató de que era alguien peligrosa y no solo por su letalidad en combate, sino por su falta de sentimientos y su forma de pensar.
-No eran mis amigos.- Camelia se agachó para recoger un ojo humano color azul que había rodado desde la cabeza de un cuerpo en desnivel. -Eran mis armas, y murieron dignamente.-
Valeska hizo una mueca pero se contuvo de golpear a Camelia cuando sintió la mano de Zelda sobre su hombro.
-Tranquila, no es que no lamentemos lo que les pasó pero en la guerra muere gente a diario, las bajas en estos diez años son asombrosas, realmente después de convivir tanto con la muerte deja de importarte, aún así no significa que no estemos mal...-
-Yo no lo estoy.- Camelia sacó un pañuelo y limpió la sangre y la tierra del ojo.
-Lo que quiero decir es que...-
-Entiendo.- Valeska le sonrió a Zelda. -No hay necesidad de decir más.-
Zelda asintió y luego le dio unas palmaditas a su compañera.
-Les enterraremos con los honores correspondientes, ahora volvamos a la base, un equipo de limpieza transportará lo que queda de sus cuerpos para que sean cremados.-
Y sin más la hija de uno de los líderes de aquella revolución comenzó a andar alejándose del lugar.
-Para la otra Valeska...- Camelia envolvió el ojo y lo guardó en su bolsillo, era una rara afición pero realmente adoraba coleccionar ojos de sus víctimas, era agradable quitarles esa parte de su cuerpo. -No critiques mis métodos, ambas sabemos que nuestras manos están teñidas casi en igual medida por sangre.-
Valeska gruñó y Camelia soltó una ligera risa, tan suave y dulce como una pluma y tan letal y asesina como un cuchillo.
-Ya, ya... No te esponjes.-
La rubia miró de mala gana como Camelia se alejaba junto a Zelda y luego de echar un ultimo vistazo a aquel lugar también se giró para alcanzarlas.
Era verdad que no podía criticar a Camelia por cada loca acción que hacía ya que ella no era muy diferente pero... Odiaba realmente ver a esa joven alcanzar la gloria y el poder como si fuera lo más sencillo del mundo, era un terrible sensación... Era odio y celos.
Valeska la odiaba, la aborrecía... Y todo por el simple hecho de que Camelia era un maldito monstruo sin sentimientos que estaba alcanzando todo lo que ella no había logrado en más de cuarenta años.
Había una clara diferencia entre ambas, había una brecha entre el poder de Valeska y el de Camelia, podía ser que Valeska fuera un don letal que había sido aceptada por Suredal perdonándole la vida y Camelia no, pero Camelia no temía tanto como Valeska y eso la volvía demencialmente fuerte.
Las noches era más frías de lo normal, la oscuridad sin embargo seguía brindando un buen ambiente para los misterios, los secretos y las traiciones.
Camelia se mantenía sentada en uno de los sillones de su despacho privado, cuando se encontraba así solo significaba dos cosas, o estaba planeando algo o simplemente no quería que nadie la molestara y fingía pensar en algo para no ser importunada. En ese momento era lo primero, por lo cual no tuvo problema alguno en levantarse e ir a abrir la puerta cuando alguien llamó desde el exterior con un suave y educado golpeteo.
-¿Si?- Camelia preguntó a su subordinado una vez que estuvo cara a cara con él.
-La buscan.-
La chica observó a la señorita que seguía al guardia y asintió.
-Pasa, te estaba esperando.-
La invitada entró con paso vacilante y nervioso, observaba con ojos curioso todo a su alrededor, desde la mueblería fina que milagrosamente se había conservado en perfecto estado hasta las galletas recién hechas sobre la mesa.
-Siéntese por favor.- Camelia le indicó uno de los sillones y una vez que su invitada le hubiera hecho caso ella volvió a su lugar. -¿Té?-
La joven negó con la cabeza, era una chica bastante linda, sus risos plateados estaban recogidos en un moño mal hecho, sus ojos color miel reflejaban un mar de emociones confusas, su tez era tan pálida que la nieve hubiera sentido envidia de ver aquella belleza pasear el pleno invierno. Vestía prendas finas que comenzaban a hacerse girones y eran cubiertas por una capa oscura de seda, llevaba varias joyas de familia adornando sus manos y cuello, además de que tenía varias partes vendadas conteniendo el sangrado de heridas menores.
-Yo...- La chica suspiró. -Le agradezco lo que hizo por mí, por mi familia...-
-No tiene que agradecerme nada, no lo hice por caridad o por ser amable.- Camelia cruzó las piernas. -Lo hice por beneficio personal, así que no se sienta obligada a darme gracias, sabe perfectamente que me deben un favor, cuando necesite de su ayuda deberán apoyarme, así funciona esto.-
-Entiendo...-
-Por cierto, tal y como me pidieron les conseguí documentación falsa y un pase de salida, Robert Nevor y su esposa se encargarán de sacarlos del país, sin embargo a cambio les quitarán sus dones.-
-Comprendo.- La joven suspiró. -¿A todos nos van a quitar los dones?-
-Eso parece, serán sometidos a una droga especial que exterminará por completo su don, es por su seguridad, Robert planeaba buscar otra forma pero tal parece que si quieren vivir e iniciar de cero la droga es más efectiva, aunque una vez que se use ya no podrán recuperar su poder. Partirán esta noche.-
-Bien...-
Camelia se levantó y comenzó a alistarse para escoltar a los sobrevivientes del clan Uranium a su lugar de salida, deberían estar muertos, los doce miembros que debía de exterminar ya tendrían que estar ardiendo en el infierno o gozando del cielo sin embargo no era así. Camelia era una persona que no se preocupaba por nadie más que por sí misma y realmente no estaba interesada en masacrar a toda una raza por poder, si ella quería ese poder solo tenía que tomarlo, sin embargo disfrutaba matar y estar en la guerra le daba ese placer, aún así de vez en cuando hacía obras que le darían un beneficio, como la que acaba de hacer.
En vez de matar al clan Uranium simplemente había masacrado a otros dotados que estaban en la lista de espera, luego había hecho un trato con el actual jefe de familia del clan obteniendo un favor como pago por dejarlos vivos y libres.
-Andando.- Dijo cuando finalmente acabó de alistarse. -Robert ya debe de estarlos esperando.-
La joven se puso de pie, se cubrió con la capa y siguió a Camelia quien comenzó a andar tranquilamente por los pasillos de la cede que debía exterminar a las personas que ella había salvado.
Ambas chicas caminaron sin problemas durante unos minutos sin embargo al salir de aquellas instalaciones que le hacían burla a la destrucción del exterior se toparon con uno de los líderes de escuadrón más reconocidos.
-Camelia...-
-Mierda Henry.- Camelia fingió una falsa sonrisa. -Que poca suerte esta de toparme contigo, una verdadera desgracia.-
-Lo mismo digo.- El chico era mayor que Camelia, tenía un cabello rubio que caía en mechones lacios por toda su frente, sus ojos color ámbar eran hermosos y emitían un brillo felino que a Camelia le hacía cuestionarse si aquel chico realmente no era descendiente de alguna raza gatuna semi humana. Tenía tantas pecas como estrellas había en el cielo y gozaba de una de las sonrisas más deslumbrantes que Camelia hubiera visto, de hecho odiaba ver sonreír a aquel tipo porque sentía que se quedaba ciega. Además de que fuera de su aspecto físico que dejaba en claro que era hijo del mismísimo Zeus, Henry poseía una habilidad bastante buena para el combate y la deducción, sin duda alguna era el tipo de líder ejemplar que todos admiraban más por su belleza que por sus acciones.
-¿Qué haces aquí a estas horas?- Camelia observó de reojo a su acompañante y pudo notar el nerviosismo de la joven al estar frente a uno de los asesinos de su familia.
-Lo mismo podría preguntarte.-
-Encontré a una joven de la familia Munech, voy a escoltarla a la estación que parte a la provincia nueve.- Mintió hábilmente Camelia sin dar seña alguna de que lo que acababa de decir no era verdad.
-Creí que habíamos escoltado a todos lo miembros de los Munech cuando el grupo Uranium tomó sus instalaciones.- Agregó Henry, no por nada era un joven inteligente y audaz.
-Creíste mal entonces, ahora... Si me disculpas, tengo cosas mejores que hacer que quedarme a hablar contigo.-
-Que genio.- Henry sonrió de medio lado.
-Lo sé, soy una joya.-
-Yo te considero un trozo de carbón.-
-Al menos en su momento ardí y no simplemente estoy de adorno.- Se defendió Camelia.
Henry rio ante el enojo de su compañera y antes de permitirle marcharse le dio unas palmaditas en la cabeza.
-No te esfuerces demasiado, Zelda me dijo que últimamente tus resultados están subiendo, no es necesario que intentes salvarlos a todos.-
-Te diría gracias por preocuparte por mí, pero viniendo de tu parte eso sonó como si quisieras que dejara de esforzarme para que vuelvas a ocupar el segundo lugar de efectividad con tus escuadrones.- Camelia se cruzó de brazos y se apartó de la caricia por parte de Henry.
-Vaya, me atrapaste.-
-Imbécil.-
-Como sea, voy dentro, tengo mejores cosas que hacer que hablar contigo.- Dijo Henry mientras entraba al cuartel despidiéndose con una sonrisa burlona.
-Jaja, muy gracioso.- Camelia también reanudó su camino con la joven Uranium siguiéndola, al poco rato ambas ya se habían perdido de vista dejando los edificios del cuartes central muy, pero muy atrás.
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