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Corrales de la muerte


-¿Crees que Camelia se encuentre bien?- Cuestionó sin mucho interés Henry, realmente no le interesaba en lo más mínimo el estado de la joven pero sabía que de cierta forma era importante para Zelda por lo cual debía de hacer el intento de al menos preguntar.

-La verdad no lo sé, es bastante sorprendente que haya vomitado repentinamente.-

Zelda y él caminaban por uno de los pasillos que llevaba al comedor general, la reunión acababa de finalizar y el hambre mañanera los había incitado a ir en busca de un buen desayuno antes de comenzar a planear sus estrategias para dar los pasos finales de la guerra.

-Es una chica muy extraña, ayer me la topé despierta durante la noche.-

-¿Ah sí?- Zelda empujó las puertas que daban al interior del comedor y siguió andando hasta llegar a una barra donde se encontraban apiladas diversas charolas para que cada quien se sirviera lo que deseara comer.

-Sí.- Henry imitó la acción de su pareja y tomó una bandeja para comenzar a servir moderadas porciones de puré, pasta, yogurt y fruta. -Me dijo que estaba escoltando a una miembro de los Munech.-

-¿No esa familia ya fue escoltada y puesta a salvo?- Zelda hacía ágiles movimientos tomando lo que deseaba desayunar de forma rápida para no atrasar la fila que había comenzado a formarse detrás de ellos.

-Lo mismo le dije.- Henry acabó de llenar su bandeja y buscó un lugar donde sentarse tranquilamente.

-Quizá hubieron algunos miembros que pasamos por alto, de hecho si mal no recuerdo la señorita Atha estaba reportada como desaparecida, ¿quizá era ella a quien escoltaba?-

-Quizá...- El joven se metió un bocado de comida a la boca. -No lo sé, la joven iba cubierta con una capa no pude verla, pero he de suponer que sí se trataba de Atha.-

-Uff...- Zelda suspiró. -Últimamente Camelia se esfuerza demasiado, sus misiones son perfectas y hace horas extras, ha salvado a varios de los nuestros y nos ha ayudado a erradicar a varios clanes enemigos. Quizá trabajar en exceso es lo que la hace estar en peor estado de salud, además de que parece que no está durmiendo adecuadamente, suele tener ojeras muy marcadas estos días.-

-¿No te parece extraño eso?- Henry jugueteó con sus cubiertos. -Digo, es increíble que se esfuerce pero... ¿Por qué lo haría tan meticulosamente? Incluso en menos de dos años ha superado a los escuadrones de Valeska arrebatándole el puesto número dos en nuestras filas. Hay algo en ella que no me agrada del todo, siento que es capaz de apuñalarnos por la espalda.-

-Camelia tiene potencial nato, Valeska es buena pero queda en una clara desventaja junto a Camelia quien no teme a perder nada, el miedo es lo que las marca y les otorga su lugar a una por encima de la otra.- Zelda echó dos cucharaditas de azúcar a su café y aspiró gustosa el aroma que este desprendía. -A sido capaz de llegar tan lejos debido a su potencial y determinación, y has de saber que es una de las personas en las que más confío, no creo que pueda traicionarnos.-

-Yo creo que no la conoces muy bien.- Soltó sin más Henry.

Zelda soltó un suspiro, a veces lidiar con su pareja era algo tedioso pero al menos estaba alegre de que este fuera totalmente sincero con ella y le dijera sin rodeos lo que opinaba de sus amistades.

-Bueno, intentaré prestar más atención a sus movimientos.-

-Bien.- Henry se llevó otro bocado a la boca. -Ahora, cambiando de tema... Quizá deberías ir a los campos de exterminio.-

-¿Y eso?- Zelda no levantó la mirada de su comida.

-Pues, a ustedes les encargaron los pesos pesados y con algunos no conocen su ubicación, sin embargo en los campos hay algunos presos que pueden dar información con la tortura correcta.-

-Interesante.-

-Sí, de hecho mandé a traer a un joven que está relacionado con el clan que me asignaron a mí y a mí escuadrón. Incluso esas alimañas despreciables pueden ser de utilidad en ocasiones.-

Zelda hizo una mueca, esas palabras que acababa de decir Henry sonaban como algo que diría Camelia, quizá si debería estar más al pendiente de la joven después de todo.

-Gracias por la información, lo tendré en cuenta.-

-No hay de qué, hay que ayudarnos entre aliados, ¿no?-

-Sí, aunque... ¿Estás seguro de que hay alguien que puede ayudarnos?-

-No lo sé.- Henry se encogió de hombros. -Pero puedes ir y buscar, nunca está de más, es verdad que esta guerra está por terminar con nosotros en la cima pero aún así no podemos confiarnos y hacer jugadas absurdas solo para dar un fin inmediato, hay que checar bien las posibilidades y llevar a cabo el mejor plan, aunque sea contra los restantes de los clanes.-

-Tienes razón.- Zelda sacó su teléfono y tecleó rápidamente algunos mensajes. -Avisaré al Valeska y a Camelia para que se preparen para salir de la ciudad, el recorrido de aquí al campo es de seis horas, con suerte estaremos allí antes de la hora de comer.-

-Wow, eso fue rápido.- Comentó Henry al ver llegar al comedor a ambas chicas cinco minutos después de que su novia les hubiera escrito.

-No se espera menos de la unidad de élite.- Zelda sonrió orgullosa.

-Henry...- Valeska saludó al chico de un apretón de manos, ambos mantenían una buena relación y compartían el objetivo de cuidar con su vida a Zelda.

-De saber que estabas aquí no hubiera venido.- Camelia se subió a la mesa sin importarle lo mal que se veía tal acción. -Vomitar es un millón de veces más importante que saludarte.-

-A mí me hubiera encantado que siguieras haciéndolo hasta que comenzaras a sacar también tus intestinos.-

-¡Henry!- Zelda le dio un suave golpe a su pareja en el hombro como advertencia para que no siguiera.

-Auch.-

-Como sea.- Camelia volvió a bajarse de un salto. -Es hora de irnos, no hay que perder más el tiempo con idiotas como él.-

-¡Camelia!- Zelda se sobó la cien. -Ustedes dos son peor que un dolor de muelas.-

-Andando.- Recalcó Camelia de manera impaciente.

-Ya voy.- Zelda se levantó y antes de ir tras sus compañeras se despidió de su pareja con un discreto beso.

-Si siguen así de verdad voy a vomitar mis intestinos.-

Henry sonrió malvadamente al escuchar eso y aumentó la pasión del beso logrando poner pálida a Camelia quien simplemente les dio la espalda maldiciendo.

El camino que llevaba al campo de exterminio era un mar de escombros y baches que hicieron a las chicas retrasarse más de lo planeado, cuando llegaron a su destino las tres iban con algunas partes del cuerpo adormecidas y su paciencia estaba rozando el límite, especialmente para las dos mayores, Camelia prácticamente estaba más adolorida que otra cosa y bajó del auto saltando como una niña pequeña que acaba de llegar a un parque de diversiones.

-Pero que peste.- Camelia se cubrió la nariz en cuanto bajó y sintió el repugnante y pesado aroma a descomposición que flotaba en el aire.

-No seas especial.- Valeska intentaba mantener su perfil serio pero Camelia tenía razón en que el olor era demasiado para soportar.

-Será mejor que acabemos esto lo más rápido posible.- Zelda sacó  unas mascarillas con filtro y se las entregó a sus compañeras.

Valeska no dudó en ponérsela pero Camelia simplemente la desechó ganándose una mirada de curiosidad por parte de las otras dos que la acompañaban.

-¿Qué me ven?-

-¿No que era mucha peste?- Cuestionó Valeska.

-Si la gente que vive aquí puede soportarla no veo el motivo del porque yo no pueda hacer lo mismo.- Respondió fríamente Camelia mientras metía sus manos en los bolsillos de su saco oscuro.

-Como sea.- Zelda observó el enorme muro y la reja que se alzaban frente a ellas. -Es hora.-

Entrar fue fácil, los guardias ya las estaban esperando y simplemente les abrieron las enormes rejas mostrándoles el infierno que resguardaban dentro. Si la peste y destrucción era terrible en la ciudad aquí era un millón de veces peor.

Camelia sintió como un mal sabor se establecía en su boca solo por oler la pestilencia del aire, estaba segura que sus compañeras no sentían nada por los filtros de la máscara pero ella seguía cuestionándose como era posible que gente viviera allí con tales condiciones tan inhumanas.

El suelo era tierra color carmín debido a la sangre que se había derramado múltiples veces sobre ella, habían varios establos, sí establos, en los cuales se podían observar a los prisioneros al borde de la muerte, los demás se encontraban ubicados en pequeños salones de ganado supuestamente acomodados para resguardar a los presos, también podían verse varias fosas llenas a más no poder de cadáveres en estado avanzado de descomposición que atraían a animales roedores y aves, los cuales se encargaban de comer todo lo que podían.

Había además algunas construcciones aparte que según tenían entendido funcionaban como el comedor, los baños, la "enfermería" que no era más que un salón amplio donde algunos doctores realizaban pruebas y experimentos en los dotados, y la sala de torturas.

-Mi señora...- Un guardia se acercó a Camelia portando una máscara similar a la que momentos antes Zelda le había dado. -Debe usar esto, el olor...-

-Estoy bien así.- 

-Pero...-

-Déjala.- Valeska observó al guardia. -Si se enferma o se muere por pescar algo aquí será su jodido problema.-

El hombre pasó su mirada a Zelda quien simplemente asintió concordando con Valeska.

-Mejor llévanos con los presos que te pedí que buscaras.- Zelda sacó unos guantes desechables y se los puso.

-Desde luego.- El guardia hizo una sutil reverencia. -Por aquí.-

 Las chicas comenzaron a andar siendo seguidas por las miradas agonizantes de los presos, Zelda los ignoraba por completo, Valeska simplemente intentaba mantener la calma y Camelia... Ella analizaba cada parte del lugar como si buscara algo en específico.

Iban a la mitad del camino cuando Zelda se detuvo y giró para ver a Camelia, la chica se había quedado parada viendo a una joven ser golpeada por varios guardias.

-Camelia...- Zelda habló seriamente, conocía mejor que nadie la sed de sangre de su compañera y sabía que cosas como la que estaba viendo le divertían demasiado. -Podrás torturar a...-

-Vayan.- Camelia comenzó a caminar en dirección al grupo que atormentaba a la joven. -Nos vemos luego.-

-Ca...- Intentó protestar Zelda pero fue detenida por Valeska.

-Déjala, es un caso perdido.-

Suspirando Zelda se resignó y siguió al guardia hasta una barraca apartada del resto. Camelia esperó pacientemente a que sus compañeras se perdieran de vista para actuar, con paso seguro se acercó a la escena y sonrió.

-Hay un dicho...-

Los guardias dejaron de golpear a la joven y alzaron sus miradas para ver a Camelia.

-A una mujer no se le pega ni con el pétalo de una flor.-

-Capitana...- Los hombres se levantaron y se apresuraron a mostrar su respeto hacía la chica que había llegado a interrumpir su juego de golpes.

-Detesto que me digan así.- Camelia apartó a los hombres y se acunclilló para poder ver mejor a la cara a la chica en el suelo. -Esas heridas son feas...-

-¿Qué quiere de mí?- La joven moribunda tosió sangre. -¿También viene a burlarse?-

-No.- Camelia respondió con total sinceridad. -Vengo a ofrecerte algo... ¿Quieres morir o quieres que los mate?-

La joven dudó, conocía a Camelia, todos en ese lugar lo hacían, sabían quien era, que hacía... Sin embargo...

-Quiero que los mate...-

-Bien.- Camelia sacó una daga y antes de que los guardias pudieran decir algo más ella ya les había cortado la garganta matándolos.

La joven la observaba con miedo, no sabía que había sido aquello. 

-¿Cuál es tu don?- Camelia enfundó su arma tan rápido como la había sacado.

-Soy psíquica...-

-Eso sirve.- Con cuidado tomó a la joven entre sus brazos y la hizo comer unas cuantas galletas que había hurtado de la cocina de la base. -Come, si no tienes energías no podrás ayudarme a incinerar los cuerpos...-

La chica obedeció sin protestar, hacía mucho que no probaba algo tan delicioso, su boca se hizo agua al sentir los pequeños pedazos de chocolate y nuez en el interior de la galleta, quería más y Camelia no se lo negó, la dejó comer tranquilamente hasta que el primer paquete de galletas se terminó.

-¿Crees que ya puedas...?- Camelia no quería ser insistente pero tampoco podía arriesgarse a ser descuidada y dejar por mucho rato aquellos cuerpos al aire libre como si fuera los más normal, aunque en estos tiempos la definición de normal estaba seriamente en debate.

-Sí...- La chica sintió la energía fluir en sus venas, sus heridas se cerraron poco a poco y volvió a ver como su poder era algo más que simples cáscaras inservibles. -Incluso creo que puedo quemar todo el lugar.-

Inmediatamente aquella joven se cubrió la boca, quizá había sido mala idea decir que podía quemar todo en esos momentos, sin duda Camelia la asesinaría.

-Por ahora solo quema los cuerpos.- En vez de matarla Camelia la cargó hasta los cadáveres y una vez que ella hizo lo que le ordenaba la guio de vuelta a su lugar. 

El enorme cuarto de ganado estaba atiborrado de gente, cientos y cientos de dotados. Cuando Camelia entró todos los pares de ojos la miraron con el mismo miedo que la joven minutos antes, las madres apretujaron a sus hijos contra sus pechos y comenzaron a sollozar, los jóvenes se acurrucaron unos contra otros y los ancianos se interpusieron arriesgando su vida por el resto.

-No vine a hacerles daño.- Camelia dejó a la joven que cargaba en el suelo, con sumo cuidado de no lastimarla.

-¿Por qué deberíamos de creerte?-

-Si lo que quisiera fuera matarlos no hubiera tomado la molestia de entrar, simplemente hubiera lanzado una bomba sobre este lugar y luego me habría encargado de arrancar la vida de los sobrevivientes.- Camelia hizo un gesto con la nariz que la hizo ver como un conejo, el lugar estaba lleno de heces y animales desagradables como cucarachas y gusanos. -Mis razones para estar aquí son diferentes... ¿Conocen a Robert Nevor?-

Nadie le respondió.

-Tomaré eso como un sí.- Camelia sacó un aparato tan diminuto como una uña del dedo meñique y lo colocó en la puerta de aquel establecimiento, era uno de los tantos inventos de su preciado amigo, una micro cámara que se encargaría de grabar las atrocidades que allí ocurrían para posteriormente darlas a conocer al mundo. -No me presentaré porque ya me conocen, saben que estoy con el equipo enemigo pero la verdad es que simplemente es temporal, la lealtad no es lo mío... Me gusta la guerra, para eso vivo, me gusta matar, torturar. Los gritos y la sangre son mi vida... Sin embargo detesto a los imbéciles que se creen superiores a mi cuando claramente no lo son.-

Todos los presos retrocedieron cuando Camelia se sentó sin hacer muecas de asco sobre el suelo que no estaba muy limpio que digamos.

-Y también detesto a la gente que solo cree ser poderosa porque sus rivales están vulnerables y en clara desventaja.- Camelia se amarró el cabello en una coleta alta. -Odio esas dos cosas muy por encima de muchas, debo dejar en claro que mato por igual, mujeres, niños, bebés, hombres, ancianos... No soy una persona caritativa, solo hago cosas que me den un beneficio, siempre estarán en deuda conmigo las personas que salve y si alguien me apoya seré yo quien esté en deuda.-

-¿Qué quiere?- Una anciana habló intentando no sonar insegura.

-Hacer un trato.- Camelia jugueteó con su llavero. -Como ya mencioné, juego para mis propios fines, Robert Nevor es uno de mis aliados, él y su esposa me ayudan en ciertas cosas a cambio de que yo salve a los suyos, así que... Este es mi trato, los dejaré a todos libres, esta noche, además de que les garantizaré una nueva vida sin sus dones fuera de Melien a cambio de que me deban un favor, solo uno, así que... ¿Qué dicen?-

Los presos intercambiaron miradas confundidos y esperanzados.

-¿Cómo sabemos que no es una trampa?- La anciana volvió a hablar un poco más calmada.

-Nunca miento a menos que sea indispensable.- Camelia estaba seria. -Puedo jugar con la verdad, retorcerla y hacerla parecer otra cosa pero las mentiras no son lo mío, además nunca miento en mis negociaciones y soy fiel a mi palabra, si digo que esta noche van a quedar libres y a salvo así será, mi palabra es ley.-

-Ella...- La joven psíquica a la que Camelia había rescatado de una muerte a golpes habló tímidamente. -Ella me ayudó, me dio unas galletas...-

-Y la madrastra le dio a Blancanieves una manzana que resultó estar cubierta de veneno.- Soltó la anciana. -No caeré con eso.-

-De hecho la manzana no estaba cubierta de veneno, el veneno estaba en su interior.- Corrigió Dahana con una sonrisa. -Pero las galletas y las manzanas no tienen nada que ver en este cuento, solo tienen dos finales... O aceptar mi propuesta o quedarse aquí hasta el final de la guerra, pereciendo poco a poco y luego ser erradicados sin piedad. Decidan mientras puedan.-

Nuevamente reinó el silencio que se vio interrumpido por una madre joven.

-¿Por qué alguien como tú quiere salvarnos?-

-Me gusta matar, pero soy selectiva con mis víctimas.- Camelia suspiró. -Adoro la guerra pero no soy un ser desalmado que solo mata a cualquiera, los civiles no deben perecer así como así, solo ataco si hay un motivo o si yo considero que hay uno. Quiero ayudarlos porque si yo fuera quien estuviese en su lugar también querría una oportunidad para sobrevivir y comenzar desde cero.-

-¿Y cómo piensas sacarnos a todos de aquí esta noche?-

-Muchas preguntas.- Camelia negó con la cabeza. -No lo haré sola, Robert Nevor, su esposa y los subordinados de esta vendrán a ayudar. Además de que la mafia de la familia Filandy os garantiza un viaje hasta un nuevo destino y una documentación falsa tan similar a la auténtica que no tendrán problema alguno en lo que queda de sus vidas.-

-¿Los Nevor siguen vivos?-

-Algunos, sí.-

-¿Po...?-

La puerta se abrió interrumpiendo a la anciana quien nuevamente comenzó a temblar, Camelia bufó, vaya que sus compañeras eran inoportunas.

-Nos vamos.- Anunció Zelda.

-¿Obtuviste información?- Camelia giró sin levantarse. 

-Nada.- Zelda gruñó. -Murieron antes de que comenzara lo interesante.-

-Mala suerte.- Camelia sonrió. -Las dejo hacerse cargo de un interrogatorio y lo echan a perder, vaya desperdicio.-

-Como sea.- Zelda se dio la vuelta. -Ya vámonos, venir solo fue una pérdida de tiempo.-

Camelia negó con la cabeza y se levantó para seguirlas, sin embargo se detuvo al escuchar de nuevo la voz de la anciana.

-Esta noche haz que arda este infierno...-

-¿Qué te hizo aceptar tan de repente?- Camelia giró para ver cara a cara a la señora.

-La máscara, tú no la usas... Y nos ves a los ojos, nos ves como seres humanos no como aberraciones.-

-Los veo como lo que son, personas fuertes...- Camelia sonrió con nostalgia. -No existen muchos así, y descuide este lugar será historia para mañana.-

-Eso espero Camelia Bronach...-

-¿Cómo sabe mi..?-

-Tú abuela lo mencionó en cierta ocasión.- La mujer también sonrió con nostalgia. -Igual dijo que Bronach significaba dolor... De ser así espero que le hagas sentir eso a tus víctimas esta noche.-

Camelia asintió y luego abandonó aquel sitio a paso rápido, Valeska y Zelda la esperaban en la entrada con cara de pocos amigos.

-¿Te divertiste?- Valeska observó las manchas de sangre que cubrían las ropa de Camelia a causa de haber cargado a la joven. 

-Mucho a decir verdad.- Camelia se metió al auto. -¿Y tú?-

-No empieces...-

Camelia rio bajito y discretamente mandó un mensaje a cierto número, nuevamente realizaba otra jugada para ganar.


"Hoy, a las diez, nos encargaremos de acabar con uno de los corrales de la muerte."

Atte. Lady C.

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