VI. El patriarca
¿Ocurre algo?"
"No es nada", dijo WangJi.
Sintió la atención de su hermano mayor sobre el costado y contuvo la expresión lo mejor que pudo.
Había estado recordando aquel último encuentro con el cultivador errante de su edad. El cambio de estaciones trajo consigo la llegada del otoño y la culminación de la competencia de arquería en el clan Wen. Debido a los conflictos entre fronteras y las tensiones que anunciaron la guerra, a WangJi se le resguardo dentro del clan, como al resto de herederos de sectas prominentes.
Esto desanimó su espíritu, tenía deseos de ayudar a los menos favorecidos, pero entendió el porqué de la cautela.
En las noches en las cuales la luna llena se alzó en su esplendor se preguntó por Mo XuanYu, si estaría bien y su camino había sido seguro desde su último encuentro.
"Entiendo tú preocupación, WangJi. Se dice que es cuestión de tiempo para que...", se corrigió. "Eso ocurra. Las pequeñas sectas han sido absorbidas en cuestión de semanas. Y los resultados de la competencia de caza no ha favorecido nuestra posición tensa frente a Wen RuoHan".
WangJi no se había detenido a pensar en el líder de la secta Wen. Pero, tras barajarlo con cuidado, sintió la ansiedad acumularse en su estómago hasta hacerle sentir enfermo.
Wen RuoHan se caracterizó por ser un hombre siniestro, cuya única motivación fue el poder. De esta manera impuso su yugo sobre las sectas menores y se apoderó de un cuarto del territorio. El balance estaba a punto de romperse. Se murmuraron en las calles cuál sería la primera gran secta en caer.
Todos se esforzaron en mantener el perfil bajo. Principalmente, porque las atrocidades de Wen RuoHan no tenían escrúpulos.
Wen RuoHan se adjudicó el título de heraldo del Yiling Laozu, y pregonó que se limitaba a seguir su voluntad.
WangJi no pudo saber cuanto de eso era cierto. Pero, de lo que sí estaba seguro fue del hecho de que Wen RuoHan había comenzado a secuestrar a jóvenes cultivadores para hacerse con su potencial. Se les agitaban los recuerdos, y su cerebros quedaban drenados para que siguiesen únicamente las órdenes del lider Wen. Se le llamó 'reeducación', y todos temieron porque dicha reeducación tuvo bases originadas en el cultivo siniestro y la energía yin; vaciando sus cuerpos, haciéndoles perder toda voluntad o recuerdo humano. Se les comprendió como marionetas humanas, y su único fin fue el de incrementar las filas en el ejército de Wen RuoHan.
Un metodo de tortura abominable.
Sin embargo, no fue lo peor. Porque los Wen acostumbraban torturar a sus prisioneros con maldiciones aborrecibles. Desprender la carne del músculo, hasta los huesos; experimentar gran dolor como cientos de espinas desde dentro, hasta la sensación de encogerse al punto en que las extremidades se separaban de las uniones.
En efecto, se estaba luchando contra un enemigo temible. Y aún así, fue el Yiling Laozu aún más terrorífico.
Negó con la cabeza y apartó el pensamiento sabiendo cuán inutil era preocuparse por cosas que estaban fuera de su control.
Lan WangJi corrigió su expresión y escuchó a su hermano decir: "Como ya sabrás MingJue-Xiong está organizando una conferencia en el Bujing Shi, ¿sería problemático para didi entregar la misiva a BailingOuyang mientras atiendo la visita formal en Lianhua Wu de Yunmeng?"
Lan WangJi dio un vistazo al rollo en manos de su hermano mayor. Notó los sellos para que fuese imposible de leer por ajenos al destinatario. Divisó los estanques de lotos a la distancia y supo que estaban cerca de atravesar las fronteras de YunmengJiang. "Ningún problema".
Colocó el mensaje dentro de su bolsa qiankun, caminó al lado de su hermano durante pocos mí, y finalmente se despidió con una reverencia corta.
"Ten cuidado", añadió.
Lan WangJi comprendió parte de sus temores, pero, fue menester dar aviso a las sectas sobre los planes frente al futuro incierto que les amenazaba.
Caminó un shichen hasta que sus pasos se vieron entorpecidos por los humedales y estanques de loto. Entonces, desenvainó a Bichen y voló hasta el límite de la frontera con Bailing en las montañas de Zhangjiajie, las cuales se elevaron a cientos de li.
Tratando de mantener sus reservas de energía, optó por descender y andar a paso firme hasta su llegada al primer poblado.
A mitad de trayecto, en medio de dos grandes montañas que limitaron el paso de la luz, se escuchó el crascitar de los cuervos en su andanza.
El llamado de las aves aumentó conforme avanzaba. Pronto, el cielo nuboso se bloqueó, como un eclipse que atraviesa el sol. Y la oscuridad hizo del paso entre las montañas, una experiencia inquietante.
Una bandada de cuervos se acumuló en el cielo, y WangJi supo que algo no estaba bien.
Se mantuvo alerta durante varios li. Al paso de un shichen casi se encontró bajando la guardia, atribuyendo su paranoia al terreno poco transitado.
Una ventisca gélida le golpeó, y entonces le vio.
Caminando de frente, un hombre alto vestido en túnicas negras. Tan negras como la oscuridad, y una prenda interna tan roja como la sangre. Las capas se ondearon con la fuerte ventisca, pero esto no interrumpió su andar tranquilo. Los cuervos se arremolinaron a su alrededor, y algunos sobrevolaron cual circulo de rapiña. El cielo nuboso se oscureció, y alertó la caída de agua.
Lan WangJi no tenía contemplado detenerse o volver en sus pasos, por lo que mantuvo su determinación y caminó sin turbación. A escasos mí de distancia, apreció con ligereza, parte de las facciones del hombre. Las cuales fueron cubiertas con un sombrero, en gasas de color negro que dieron un toque misteriosos a su elegante presencia.
Entonces se dio cuenta de su error y se paralizó.
Porque frente a él, ChengQing, la flauta fantasma del Yiling Laozu fue presentada.
¡No podía ser otra herramienta espiritual!
Creada con bambu negro cultivado en el Luanzang, y una esfera de jade pulido. Más aún, se emanó una gran cantidad de resentimiento, y por debajo de las túnicas negras se encrespó la energía yin como sombras de muerte.
Lan WangJi se había topado con el hombre más peligroso en el mundo de la cultivación: Yiling Laozu.
Si Wen RuoHan ya era peligroso sin necesidad de un ejército. El Yiling Laozu fue el mal encarnado. Cultivado en el Luanzang hasta obtener la inmortalidad, se convirtió en un Guixian. Su ancestro Lan Yin le referenció en sus diarios. Para ese entonces, el Yiling Laozu ya había sembrado su mala fama. Pero mantuvo varios siglos de paz y su presencia se convirtió en un mito como la ubicación de la montaña divina de BaoShan SanRen.
Encontrarse con el Yiling Laozu fue sinónimo de muerte. Los escritos dictaron la absoluta resignación. Si se le veía, debías lamentarte, y orar a los dioses por misericordia en una próxima vida. Se le inculcó, desde joven, que un encuentro fortuito con tal deidad era sinónimo a esperar la peor de las torturas existentes.
Sus pasos se ralentizaron y trató de no destacar. Pero sus túnicas blancas resaltaron en el fondo opaco del camino de tierra.
"Segundo jade de Gusu Lan", llamó el hombre.
Lan WangJi detuvo su andar, y sintió gran ansiedad pese al rostro alexitímico, y carente de emoción. Se giró con mucha dificultad y juntó sus palmas forzando una reverencia profunda con el mayor grado de formalidad.
"¿Me estabas ignorando?", le preguntó con evidente diversión.
Lan WangJi contuvo el aliento y le observó por encima de las pestañas. El hombre contuvo la mofa y frunció el ceño.
"Dime Hanguang-Jun, ¿qué hace un pequeño Lan perdido entre las montañas?"
WangJi sintió algo extraño por el título honorífico que se le asignó. Por alguna razón le sonó familiar, y fue extraño que lo utilizara en alguien como él.
"Esta bien, no me lo digas".
Lan WangJi forzó a su voz atascada salir, por temor a las represalias. Apretó los puños para lidiar con el temblor en sus extremidades y se suavizó con falsa seguridad: "Me dirijo a Bailing, BailingOuyang".
"¿Una cacería nocturna?"
Asintió, pero sintió un desgarro en el cuello y apenas logró mover la cabeza sin provocar punzadas en los músculos.
"Sí".
El patriarca lanzó una risotada maniática, y se limpió los ojos con el dorso de la mano. Finalmente sacó el sombrero que le protegía y sus ojos grises, bañados en un rojo cinabrio, le observaron con una sonrisa abierta.
Lan WangJi se sintió impotente y se encogió en hombros. Escuchó el latido de su corazón contra sus oídos, se sintió mareado. Los cuervos negros revoliteraron a su alrededor, y su respiración se engrosó.
Reaccionó al sentir el peso firme caer sobre sus hombros. Dio una mirada de soslayo, atrapó a dicha deidad apoyándose contra su peso. "No te asustes, Hanguang-Jun. Deberías relajarte". Contuvo la turbación, y el castañeo de dientes. Aún cuando se le pedía tan amablemente, tan amistosamente que se relajara, le fue imposible. Porque el miedo comenzó a devorarle desde el interior. La curiosidad obró en él, y volvió su atención al frente. Entonces encontró al hombre más atractivo y aterrador jamás visto.
Sus rasgos equidistantes y las líneas angulosas proporcionaron balance en las facciones, la sonrisa maliciosa se inclinó hacía la derecha y sombras oscuras colorearon la piel ligeramente tostada con el reflejo del brillo carmesí sediento de sangre.
El hombre pareció divertido de su inhabilidad para reaccionar; se apartó algunos cun y se paseó a su alrededor dando una vaga inspección.
"Ese colgante que tienes ahí es muy bonito", mencionó. "¿Acaso es hilo de plata?"
Lan WangJi ignoró sus propios instintos de supervivencia, y sus manos se desplazaron hacía el yaopei que protegió entre sus palmas con cierto recelo.
La sonrisa del hombre desapareció hasta convertirse en una línea tensa. "Ya veo".
Aún así, la seriedad sólo duró el máximo de una taza de té y recobró la animosidad en sus facciones.
Hizo girar a ChengQing entre sus manos, WangJi sintió que no tendría salvación; que se encontraba en sus últimos momentos de vida. Razonó en la imprudencia de sus acciones y lo crédulo al asumir que no encontraría ningún riesgo paseando por su cuenta.
El extremo de la flauta le tocó por debajo de la barbilla e instó a que alzara el mentón y abriese los ojos. La mirada del hombre se arrugó en algo que WangJi no comprendió. La sonrisa ocultó sus dientes, pero elevó la zona inferior del ojo. Su mirada se aplastó hasta formar pequeñas lunas y el rojo sangriento brilló a gris. "Te dejaré ir por ahora. No tengo interés en enfrentarme contigo aún".
'... ¿Enfrentarse?', balbuceó sin voz.
"Volveremos a vernos", guardando la flauta fantasma dentro de su faja, el inmortal dijo: "Ten un viaje seguro, Hanguang-Jun".
El hombre desapareció entre las sombras. Y la bandada de cuervos sobrevoló alrededor de su persona, pero gran parte de los mismos despejaron los cielos nubosos.
Tras media vara de incienso en total conmoción, la razón llegó a él. WangJi tembló, cayendo sobre su trasero; poco importó arruinar sus túnicas prístinas. Tuvo un ataque de tos y su corazón latió con tanta violencia que le dolieron los huesos de la caja torácica. El aire no llegó a los pulmones con naturalidad, y se vio forzado a esconderse entre sus brazos para recuperar el aliento.
Pasó tanto tiempo, en aquella posición, que el inicio de la tarde se convirtió en la llegada del crepúsculo. Solo entonces, WangJi logró recordar el honorífico con el que se le nombró. Hubo algo confuso en toda la situación, solo escarbando dentro de sus memorias logró recordar a un hombre, en sus días de luto, llamando con tal reverencia.
Lo que significó que el GuiXian, el Yiling Laozu, le había dejado vivir, no una, sino dos veces y difícilmente consiguió recordarlo.
La cuestión de ello fue '¿por qué?'
¿Cuál era su relación con el Yiling Laozu?
Fue todo un enigma, pero WangJi no se sentía seguro para dejar correr su mente en tales pensamientos cuando existía la posibilidad de encontrar más cultivadores, especialmente Wen. Recuperando la compostura, se forzó a ponerse en pie, y corrió hasta Bailing, aún en contra de las reglas del clan Lan.
Después de muchos mí, se montó en su espada y se apartó.
☸ ☸ ☸
Lan WangJi apenas pudo preocuparse por el asunto del Yiling Laozu porque la guerra contra los Wen comenzó en un instante. Tal como había predicho su hermano, los Wen se impusieron tratando de ganar terreno, e invadieron sectas, hasta convertir en polvo los cimientos de sus salones principales.
Cual amenaza simultanea, se prendio en fuego al Yunshen Buzhichu, el hogar de WangJi; y tuvo lugar una masacre en el clan Jiang donde, hasta el momento, no se había encontrado un solo sobreviviente a excepción de su primera dama, debido a la protección de su clan materno.
Ambos herederos Lan se encontraban en el Bujing Shi en QingHe, en medio de una conferencia de guerra, cuando las malas noticias llegaron. De este modo había perdido a su padre, y Wen Xu se apartó frustrado frente a la búsqueda infructuosa por tomar a ambos hermanos como prisioneros.
Se dijo que Wen Xu tomó un estimado de cuarenta jóvenes discípulos para la reeducación y Nie Huaisang se desmayó ante el horror a que algo similar pudiese ocurrir en su clan.
Con un sentido inherente de la justicia, ambos hermanos, junto a la alianza temporal con Nie, se desplazaron desde Xuzhou hasta Jiangsu con el único fin de regresar a su secta en búsqueda de sobrevivientes, así como conocer el estado de salud de shufu.
En las fronteras con Nantong tuvo que separarse de su hermano mayor, y fue acompañado por el contingente de Nie y Jin. Jin ZiXuan había ofrecido apoyo, frente al fuerte sentido de responsabilidad, tratándose de un heredero aliado atravesando territorio Jin.
Desafortunadamente, fueron interceptados en Changzhou, a punto de cruzar las fronteras hacía Caiyi. Los elementos del clan Wen, que aún monitoreaaban el área, les emboscaron, iniciando una batalla sangrienta que terminó con la vida de los aliados de WangJi. Uno a uno vio caer a los hombres y jóvenes discípulos de su edad, sintiendo gran impotencia frente a su inutilidad.
El cansancio y las heridas comenzaron a obrar en él, sus reservas de energía espiritual menguaron frente al uso coordinado de Bichen y WangJi. Pero, por azares del destino, los Wen fueron muertos, y el pequeño número de discípulos se apresuró a dar atención a sus compañeros.
Lan WangJi se apartó para inspeccionar el área, y lanzar protecciones en el descanso forzoso hasta que los cultivadores tuviesen las fuerzas suficientes para llegar a Caiyi al inminente encuentro con XiChen, que ya les estaba esperando.
Se levantaron altos muros y los jóvenes se escondieron entre los arbustos. Muchos Wen murieron y algunos del lado de WangJi. Mientras se atendían las heridas de los jóvenes, se repartieron provisiones. WangJi masticó algunas tostadas de arroz secas y, bebió agua limpia recolectada de río cercano. Cerró los ojos y meditó.
Por la noche, cerca del amanecer, se escuchó el paso coordinado de un batallón aproximándose. WangJi, que había cedido a una siesta corta, después de montar guardia durante dos turnos, se estremeció y abrió los ojos con gran mortificación. Mantuvo el rostro pétreo y tranquilizó a sus compañeros con falsa seguridad. Los miembros con menor carácter de combate se quedaron protegiendo a los heridos, y los cultivadores bien versados en el combate cuerpo a cuerpo, distribuyeron posiciones.
Sin embargo, ninguna amenaza llegó; estaban demasiado vulnerables para permitirse salir de las barreras. Con la llegada del alba, un pavoroso grito de agonía fue lanzado desde el extremo contrario a WangJi. De ahí siguió otro grito y otro lamento más. Entonces, la barrera fue rota, y WangJi supo que un maestro en talismanes estaba entre las personas del clan Wen.
Se aferró a la empuñadura de Bichen y apretó los dientes. Sintió el calor quemarle en el brazo donde se había realizado un corte más temprano, pero lo ignoró.
De entre los árboles, una presencia destacable, acompañada de un puñado de guardias de alto poder espiritual.
Wen Xu, el hijo mayor de Wen RuoHan. Vistió pesadas tunicas rojas con hilos de oro e interiores negros, y una capa que ensombreco su de por si amenazante apariencia; y sobre su cabeza un pesado y ostentoso guan de oro que reverenció a las flamas.
Temiendo por el desenlace de tan desbalanceado encuentro, contuvo la respiración.
"Segundo maestro Lan, te buscamos por todas partes. Nuestro líder supremo estará complacido por el éxito de esta misión. El opulento segundo maestro de Lan, al igual que el resto de herederos en las cuatro prominentes sectas deben regresar al Buyetian Cheng en QiShan para su reeducación".
WangJi no pudo evitar mirar con repugnancia a Wen Xu. La inexpresividad se convirtió en odio, y el odio en energía volátil pululando en su interior.
Antes de que Wen Xu, con su sonrisa arrogante y maliciosa, atravesará los límites de las protecciones rotas se escuchó el alarido de una nota alta. Ambos hombres se giraron en dirección del sonido, y reconocieron la flauta fantasma que llama a la muerte: ChengQing.
"No es posible...", dijo Wen Xu. A lo que WangJi estaba igual de confundido.
Aparentemente, Wen RuoHan se movió en favor del Yiling Laozu, e hizo de sus crímenes la voluntad de dicho inmortal. No hubo razón por la cual Wen Xu temiese tan profundamente la presencia de su aparente aliado.
Sin embargo, así fue.
Los lamentos y gritos desgarradores se convirtieron en una cacofonía, y más tarde en ruido blanco al fondo de su mente. Lan WangJi mantuvo sus alertas presentes y Bichen apuntó a Wen Xu en todo momento.
Wen Xu se debatió entre huir de la conmoción y arrastrar a WangJi con él.
Antes de que pudiese tomar cualquier decisión, fue el sonido de la canción siniestra la que se alzó por encima de todo, y ganó relevancia. Los soldados de Wen Xu lanzaron un grito de muerte y cayeron al suelo. Los mismos se retorcieron sobre la hierba, llevándose las manos al rostro como si hubiesen vertido ácido sobre sus pieles lisas. Patearon y se retorcieron, sangrando de los qiqiaos. Los alaridos fueron tan ensordecedores que Lan WangJi apenas podía pensar en nada. Los hombres se arañaron la cara con tanta fuerza que incluso se sacaron los ojos de las cuencas, algunos echaron espuma de la boca y se apuñalaron a sí mismos con una daga en el rostro hasta que dejaron de moverse.
WangJi tembló su agarre en la empuñadura de su espada, y fueron Wen Xu y él, frente a frente, con lo que resultó ser un ejército muerto. Pero apenas se prestaron atención porque el verdadero riesgo yacía en algún lugar entre las sombras, interpretando una canción terrorífica.
Las sombras se encresparon bajo sus pies como neblina densa, y ambos hombres reaccionaron con pánico. WangJi se contuvo de saltar lejos, y fue Wen Xu quien se sacudió como invadido por hormigas de fuego. El resentimiento serpenteó sobre él y gritó de pavor. Los pasos se hicieron desde el norte. Los cadáveres reanimados del clan Wen marcharon a paso sincronizado. Las heridas abiertas se exhibieron con gran veracidad; hubo cabezas colgando e intestinos fuera del abdomen, pero poco pareció importar a los poseídos ya que no hubo almas en su interior, y fueron simples marionetas.
El ejército avanzó hasta quedar a escasos cun de distancia, y en la lejanía se aprecio la forma elegante de un hombre en túnicas rojas y negras; sin ningún guan ostentoso, por el contrario una única cinta roja que se ondeó como un estandarte de guerra.
"¡...Tu!", gritó Wen Xu con horror.
El hombre se limitó a tocar su flauta y los espíritus se arrojaron contra el joven maestro de QishanWen. Este arañó, se sacudió y pateó, luchó por salir del agarre de los cadáveres vivientes, pero careció de espada o fuerza.
Lan WangJi apartó la vista cuando los cadáveres comenzaron a devorarlo vivo; y el sonido de masticación de entrañas y huesos lo obligó a soltar a Bichen para cubrirse los oídos. WangJi sintió un tirón en el brazo y vio cara a cara al Yiling Laozu.
Pese al caos producido, no le lastimó. Al contrario, se acercó aún más y dijo: "Si tanto te molesta, entonces termina con su vida".
Lan WangJi comprendió, se agacho por Bichen y caminó dubitativo hacía el grupo de cadáveres pero estos le ignoraron en todo momento. Con un golpe contundente al corazón, Wen Xu dejó de moverse y los cadáveres feroces se apartaron como un puñado de carroñeros.
El alba iluminó la oscuridad del amanecer y los cuervos aterrizaron sobre los restos inherentes del primer maestro Wen. La música llegó a su fin, al igual que los gritos de agonía. Todo lo que restó fue el silencio.
La batalla había terminado, y WangJi no supo cómo sentirse al respecto.
El patriarca de Yiling guardó su flauta dentro de su túnica y estiró su mano dominante hacía Lan WangJi, pero no comprendió. El hombre hizo un gesto con las cejas, apuntó a la espada. WangJi entonces cedió el agarre.
El patriarca se paseó entre el charco de vísceras y con un corte limpio desprendió la cabeza de Wen Xu de los restos apenas discernibles de su cuerpo.
"Toma su cabeza y llévala de vuelta a tú clan", sugirió, aunque por el tono fue más una orden.
"..."
Lan WangJi estaba aterrorizado, no supo cuál sería el siguiente movimiento de aquel inmortal, por lo que cedió al estoicismo y se aquietó.
Habiendo recuperado su espada, el Yiling Laozu colocó a ChengQing en sus labios y comenzó a tocar una canción para el reposo de los muertos. Los cadáveres cayeron uno a uno; el resto de muertos Wen comenzaron las excavaciones de tumbas.
Sin embargo, en el cambio de ritmo, WangJi detectó cierto arreglo de notas.
Entonces lo supo, esa canción le había resultado familiar, ¡porque él había compuesto esa canción!
No hubo persona en la tierra que la supiese a excepción de Mo XuanYu.
Cuando la melodía finalizó, también lo hizo el buen humor del hombre. El Yiling Laozu giró en su dirección y le observó con gran seriedad. Tanta que fue aterrador y su espíritu tembló.
El inmortal apuntó hacía su costado y dijo: "Hay sangre en tú brazo".
Lan WangJi reaccionó a toda prisa y ejerció presión sobre la herida abierta. Sus manos se empaparon con la sangre caliente, pero era un pequeño corte a comparación de las heridas de sus condiscípulos.
"¿Te has roto la pierna?"
Lan WangJi no comprendió que podría indicar aquello. Bajó su vista hacía sus túnicas estropeadas pero no había sangre en ellas. Negó.
"Entonces no estás herido", declaró, como si el corte en su brazo fuese un simple arañazo.
No tuvo tiempo de ensañarse en el tono irrespetuoso o la falta de modales, y se mantuvo en su mayoría cauteloso ante cada uno de sus movimientos, pero su preocupación fue superior a la razón y se encontró verbalizando sus inquietudes.
"¿Cómo es que este patriarca sabía dicha canción?"
El hombre levantó una ceja con inverosimilitud, y lanzó una carcajada baja. "Pense que eras más astuto, Segundo maestro Lan". La sonrisa se aplanó y se torció la arrogancia. "No. Los Lan no pueden hacer suposiciones de nada, ¿cierto?, está escrito en sus preceptos".
Lan WangJi asintió porque sintió que debía hacerlo y esperó.
"Me gusta el yaopei, ¿es hilo de plata?", le inquirió.
WangJi bajó la vista a la ficha de jade entrelazada con hilos de plata y se alarmó. Al alzar la mirada, encontró un rostro conocido, casi de la misma estatura, y el cabello revuelto atado en una coleta alta con una cinta roja.
Sus cejas se fruncieron y el muchacho sonrió.
"Dime Hanguang-Jun, ¿ahora te resultó familiar?"
Dejó caer su espada, y se sintió mareado. El hombre se aferró a su brazo para evitar que Lan WangJi se desplomara, y le dio una sonrisa astuta. "¿Ya no te gusto tanto ahora que viste mí verdadera cara?"
'... ¿Cara?', balbuceó.
"¿Por qué este venerable se acercó a mí con otra apariencia?", preguntó después de apreciarle volver a su verdadera forma. Alto y mayor, con un rostro cincelado y anguloso, con ojos grises, como los de Mo XuanYu, pero sangrientos por el uso del resentimiento, y una larga melena que caía hasta el suelo y se erizaba en energía yin.
"Eso ahora es intrascendente, joven maestro Lan", contestó. "El juego ya terminó, y Mo XuanYu solo era un disfraz".
Estaba confundido.
Necesitaría un tiempo para reponerse de la masacre presenciada, la revelación del Yiling Laozu y el misterioso acercamiento ocurrido a lo largo de las décadas. Todo lo que consiguió diferir fue el hecho de que (1) el Yiling Laozu y el clan Wen no eran verdaderos aliados; (2) que el Yiling Laozu había salvado su vida en más de dos ocasiones; y (3) había ido de cacería con él, e incluso pasado tiempo a su alrededor sin razón establecida.
Aplanó su rostro hasta que sus labios formaron una línea tensa y sus ojos le miraron con severidad.
El patriarca de Yiling burbujeó con escalofriante buen humor y rodeó a WangJi antes de decir: "Puedo terminar con esta guerra".
Ocultó sus manos debajo de sus mangas anchas y jugueteo con sus pulgares. Mordiendo el interior de su mejilla, habló con un tono formal y respetuoso, dejando de lado cualquier atisbo de vacilación: "¿Qué es lo que este honorable patriarca desea?"
"¿Qué puedes dar? No quiero dinero, ni joyas. No me interesa el honor, el control o las tierras".
Lan WangJi sintió al hombre tirar de su cinta, y contuvo el instinto de apartarse y empujar, ya que los preceptos dictaron que solo la familia próxima o la persona predestinada podía tocar algo tan valioso. El patriarca de Yiling pareció encontrar cierta diversión en el tirar de su cinta y WangJi lo permitió sintiéndose humillado. "Si te rindes ante mí, perdonaré tu vida. Y el encuentro a muerte, que fue trazado por ambos destinos, quedará en el olvido".
"..."
El patriarca de Yiling dejó caer sus palmas abiertas sobre sus hombros, a lo que WangJi luchó para no tensarse frente al toque abrupto.
El hombre se inclinó cerca de su rostro, susurró: "Si lo haces, detendré a Wen RuoHan, y terminaré la guerra".
Entonces se alejó.
Lan WangJi no necesitó debatirse demasiado por aquellas sus palabras, entendiendo que su persona era un precio bajo para traer consigo la paz de sus allegados e inocentes.
Resignado, pero determinado en su decisión, elaboró una reverencia profunda dando con ello el cierre de tal acuerdo.
"Este WangJi agradece la benevolente ayuda de este maestro inmortal".
"No seas tan serio, Lan WangJi", añadió entre broma. Mientras se apartaba, hacía la oscuridad de un bosque azaroso, dijo: "Regresa a tú secta, Hanguang-Jun".
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