IV. Ermitaño
Wei WuXian se desplazó entre las sombras. Como el alma de un condenado a su lugar de sepulcro.
Abasteció sus reservas con un buen vino y marchó hacía Yiling para enclaustrarse los próximos ciclos lunares lejos del ojo mortal.
No estaba feliz. Fue una reunión infructuosa que le hizo sentir frustrado. La revancha y ajuste de cuentas que tanto deseaba no tendría lugar hasta un futuro próximo. Afortunadamente, el tiempo estaba de su lado. Inalterable e inamovible. Pasaría un año, cinco, diez, un siglo e incluso un milenio y él seguiría ahí.
Podría hacer de la paciencia su virtud, y dar un cierre a las cuentas sin cobrar.
Las personas reconocieron su presencia imponente, pero le ignoraron como si estuviese inmerso en un hechizo de confusión. Después de varios días de viaje mesurado, llegó a los límites de su hogar y escaló la montaña maldita.
Para su sorpresa muchas de sus pertenencias se mantuvieron. Mucho parecía cambiado en la realidad que acostumbró alguna vez, como los nombres o las locaciones; inclusive acontecimientos que nunca tuvieron lugar.
Llegó a la conclusión en que, más que un viaje en el tiempo, producto de la volatilidad del resentimiento y los grabados en su cueva, había sido arrojado a una versión paralela del mundo que alguna vez conoció.
La montaña se decoró con árboles muertos y tierras estériles, hasta que se hizo en el núcleo del mismo, donde el resentimiento fue purificado de manera en que fuese menos hostil y accesible para habitar en él.
Los caminos de piedra habían sido lavados, la hierba cortada y los árboles Shuishan se alzaron como gigantes.
Sintió el alivio invadir su pecho, apenas asegurarse del bienestar de los fantasmas que ahí le hacían compañía. Dejando su venganza para otro momento, llegó hasta la profundidad del palacio de piedra y se dejó caer en la investigación que tenía pendiente.
Después de todo, pagaría el trato de las sectas con amabilidad, y devolvería el mal hecho a sus perpetradores.
Pudo saborear lamentos y ruegos; así como los gritos de agonía de hombres sin honor que se complacieron con su sufrimiento aún cuando se le acusó injustamente. Comenzó a dibujar los primeros trazos de una maldición que había barajado en su mente durante todo el camino de regreso.
Entonces sonrió.
Su sonrisa no llegó a los ojos y los mismos se empañaron en un rojo cinabrio. Lanzó una carcajada maníaca y aguardó.
***
Wei WuXian limpió los restos sangrientos contra su túnica oscura. La sangre bañó el suelo a sus pies, y la matriz reaccionó a la energía volátil en apenas un instante.
Apretó un paño limpio contra sus muñecas e hizo una compresa. En menos de media vara de incienso los cortes se cerraron con el uso del resentimiento y volvió su atención a los sigilos.
Wei WuXian era un entusiasta de la energía yin. Sin embargo, esto no fue lo que le llevó a convertirse en alguien cultivado en el resentimiento. No. Su interés por lo desconocido partió de la incertidumbre en su nueva naturaleza. Él, después de todo, había sido un humano alguna vez. Un simple mortal. Incapaz de revertir o hacer queja de su destino, se abrazó al resentimiento y vivió su existencia manteniendo su humanidad bajo actos de servicio, promesas y valores a cumplir.
Tal vez fue por ello que le pesó tanto la traición de aquel que fue elogiado como justo, pero que ignoró sus palabras tan fácilmente.
'Yo, Wei WuXian, prometo defender la justicia y apoyar a aquellos desafortunados', dijo alguna vez.
Que absurdo, pensó.
Wei WuXian abandonó su antesala y se dirigió al exterior en busca de polvo cadavérico. Tomó una pala de mano y se agachó sobre diminutas tumbas de piedra en las cercanías del árbol de hibisco rojo. Habiendo llenado su cuenco, limpió el sudor de su frente y se enderezó.
Su atención fue capturada por el brillo frío de la luna llena. Al regresar a su estudio, hizo el polvillo a un lado y buscó su libro con los registros.
Escribió la data de la luna llena e hizo cálculos para la próxima luna de sangre. Tenía un arsenal de hechizos que necesitaba probar y era aquel día el apropiado para sus pruebas.
Hizo un conteo rápido, y llegó a la conclusión de que habían sido diez años desde que había aparecido en aquel extraño mundo.
En realidad, Wei WuXian no se vio interesado en ello. No a profundidad. Tenía un rencor intenso que le arañaba las entrañas y se mostró incapaz de contener su mal carácter. Así que se aisló por el bien común, y propio, y se convirtió en un ermitaño.
Los años de aislamiento fueron lo apropiado para estabilizar su mente quebrantada. Sus estudios, propicios para mantenerse ocupado, y el resentimiento se convirtió en una motivación a cada uno de sus movimientos en su segunda vida.
"Diez años deben ser suficientes, ¿cierto?", le inquirió a un fuego fantasma sobre su mesa de trabajo.
El espíritu no contestó, y se limitó a flamear como un espíritu antipático.
Wei WuXian, arrojó un talismán de fuego y el polvo cadavérico ardió, formando una llamarada que pronto se transformó en una voluta de humo siniestra que se extendió con conciencia propia y garras. Había reanimado a espiritus confundidos mediante polvo de cadaver y les dio un cuerpo temporal a traves de una densa nube de humo negro.
Marcando el visto bueno a su experimento, se dejó caer contra su trono, y tarareó por observaciones.
"Sí, diez años deben ser más que apropiados", se dijo, sin apartar la vista del informe. "¿Sería prudente asegurarme de ello?"
La llama fantasma osciló, y de fondo escuchó las risas de las damas fantasmas jugueteando en el anexo aledaño.
Hizo a un lado su investigación, y comenzó a trazar su siguiente plan de acción.
Pronto, buscó entre sus pertenencias: una espada antigua que le había tomado por maestro. La empuñadura había sido fraguada en hierro ceniciento, y reemplazó la antigua empuñadura, con recubrimiento de madera de los árboles cultivados en el Luanzang. Incluso una funda se había elaborado para dicho propósito, y el antiguo espíritu que albergó la espada le reconoció después de sus reparaciones.
ChengQing se mantuvo dentro de su faja; y emanó su poder en oleadas de energía yin. El colgante de jade serpenteó de aquí a allá con cada paso dado. Wei WuXian empujó un puñado de talismanes dentro de sus mangas, y consideró entre sus opciones por aquellos con mayor efectividad en caso de requerirlos.
Antes de disponerse a salir, se detuvo.
El fuego fantasma en el medio de la habitación y las volutas de resentimiento enroscándose en los alrededores, apenas le prestaron atención, pero Wei WuXian giró hacía ellos como seres pensantes.
"Si me ve aparecer, creerá que es una declaración de guerra".
Claramente eran sus intenciones, y le importaba poco lo que Lan WangJi pensara de él. Pero Wei WuXian necesitaba un encuentro apropiado para un cierre tajante y visceral. Buscó el cinabrio en la mesa de trabajo y dibujó un sigilo sobre el papel para talisman.
Cuando el mismo se secó, Wei WuXian lo colocó en la capa interna de sus túnicas y sintió el encantamiento hacer efecto.
Frente a él, en un espejo de cobre giró sobre sus túnicas largas, que ahora le quedaban enormes, y disfrutó de la apariencia juvenil. Habían sido siglos desde que Wei WuXian se veía tan joven. De hecho, no recordaba haber sido joven alguna vez. Fue más como... existir. Ser un niño lanzado al Luanzang, ahogarse en fosas de alquitrán y sangre, y salir del fondo de la miseria convertido en él mismo.
"Bastante realista, ¿cierto?" Wei WuXian no obtuvo respuesta. Puso los ojos en blanco y se apreció durante un instante. Mientras, las flamas se desvanecieron en la habitación, e incluso flotaron lejos de su excentricismo.
Tras un corto suspiro. Recobró su buena actitud y desapareció en un torbellino de sombras y alaridos.
☸ ☸ ☸
Lan WangJi saltó de Bichen y sus pies levantaron una imperceptible mota de polvo cuando sus botas golpearon la tierra. Su espada espiritual regresó a su funda y se apartó de las altas temperaturas del mediodía para evitar el golpe de calor.
Se había desplazado de HangZhou hasta Hefei; más al sur sobre un lago de gran dimensión en donde se instaló un poblado dedicado a las actividades de campo.
Su hermano le había permitido realizar el viaje en solitario pese a la joven edad. Vio potencial y disciplina en su comportamiento intachable, por lo que considero propicia tal experiencia enriquecedora. Su tío le dio plazo de una semana para encargarse de las solicitudes menores de Hefei, una secta menor en Anhui, y realizar el reporte a la torre de control en Moling.
Aún estaba a tiempo para terminar sus asignaciones y volver al clan con dos días de sobra, sin embargo, escuchó su cuerpo y mantuvo las reservas de energía espiritual tomando descansos tras largos periodos de vuelo en espada.
Se protegió bajo la sombra de un árbol de más de doscientos años y comió de las reservas, y algunos baos frescos que había comprado en su paso por SuZhou.
Caminó en búsqueda del río más cercano, y abasteció su cantimplora. Solo entonces montó un campamento con fuertes defensas para tomar una siesta breve. Se había mantenido en guardia la noche anterior, y la anterior a esa, mientras cazaba un yao de hierba.
Apoyó su sien contra la corteza fría del tronco en el que recargó su peso. Cruzó sus brazos sobre el pecho; bajo el canto del Hwamei y el agua que lava las piedras, sus ojos se cerraron, y dormitó por lo que parecieron segundos.
Poco a poco la tensión en su cuerpo se aligeró y el agotamiento se redujo agradablemente. Sintiendo las primeras trazas del sueño profundo, una voz sería se alzó por encima del llamado de las aves. "Segundo jade de Gusu, ¿no es un poco peligroso quedarse dormido de manera tan descuidada?"
Lan WangJi se recompuso y buscó a Bichen. Se aferró al mango de la espada, pero una bota desconocida plantó el pie en la hoja y le retuvo. Las alertas se dispararon por el abrupto. La persona frente a él había roto protecciones inquebrantables y se acercó a escasos cun sin emitir sonido o alertar de su presencia.
El hombre aligeró el peso y pateó a Bichen de su mano con facilidad.
Lan WangJi se enderezó, y antes de girar sobre su guqin, apreció la sonrisa jovial del joven hombre, quién trazó un rasgueo poco afinado en las cuerdas de WangJi.
"¡¿Cómo-...?!"
Antes de que Lan WangJi intentase abalanzarse contra el joven, detuvo la mofa y tendió el guqin para que pudiese recuperarlo; sus movimientos dieron la impresión de que su instrumento espiritual no pesaba nada.
Vio en sus ojos un destello de decepción, pero fue corregido por una sonrisa desenfadada y amigable.
A Lan WangJi no le agradó.
"Es tuyo, ¿no es así, joven maestro Lan?" El segundo jade frunció el ceño y se negó a dar respuesta. "Es WangJi", tentó el adolescente.
"Mmhm, lo es".
El joven hombre caminó dentro de la formación como si nada, tomó a Bichen entre sus manos y balanceó su peso. El brillo de la hoja reflejó el sol ardiente de la tarde, y la sonrisa animada le resultó oscura. "Tienes una espada muy leal aquí, única en su tipo".
Lan WangJi se irritó. Se apresuró en recomponerse y mantuvo la dignidad de sus movimientos. El hombre apenas lo miró y siguió hablando para nadie en particular.
"Aquí tienes".
La empuñadura le fue presentada, y WangJi se apresuró a enfundar a Bichen para no perderle de vista. El hombre sonrió, y sus ojos se arrugaron como dos medias lunas. El lunar bajo el labio destacó, subiendo con cada micro expresión dada.
"¿Cómo hiciste eso?"
"¿Qué cosa?", le inquirió con inocencia.
"... Las protecciones", se obligó a decir. Lan WangJi sintió la frustración agitarse en su interior. Sus dientes se apretaron hasta que resultó doloroso y encontró poco divertido ser sujeto de mofa para un extraño salido de algún lado.
"¿Eso?, No soy muy efectivas, Joven maestro Lan. Hubieses estado en serios problemas de haber encontrado una amenaza significativa".
"Las protecciones no se pueden romper", le riñó.
"Ya las he roto. Claramente, se pueden romper".
Lan WangJi sintió su respiración engrosarse, sus manos temblaron deseosas e inquietas ante el golpe de arrogancia y jocosidad con la cual se dirigió el hombre.
Le fue imposible dar crédito a dicho joven. Era casi de la edad de Lan WangJi. Su cabello fue oscuro como la tinta, atado en una cola de caballo alta con una cinta para el cabello roja, y túnicas oscuras a juego bastante desgastadas, lo que hizo que el color se deslavara a un opaco gris monótono. Fue hermoso en sus facciones equidistantes y se tostó bajo el sol de verano, resaltando un par de pecas bajo el pómulo.
Lan WangJi se encontró sin aliento, pero el fastidio superó con creces tales emociones.
"Eres un cultivador errante".
El joven alzó las cejas en una expresión complicada de discernir, y solo tras un instante se encogió en hombros dando una vaga respuesta.
"¿A dónde te diriges?", preguntó el joven hombre.
Lan WangJi se mostró reacio a contestar. Tomó sus cosas y emprendió el camino lejos.
En apenas un instante el cultivador errante se encontró a la par de su andar. "Puedo verlo. No te agrado y estás enojado conmigo por arruinar tú siesta, joven Lan".
"No era... una siesta".
Al joven no le importó y lanzó una carcajada risueña. "Te lo diré. Me han convocado del poblado vecino para atrapar a cierta criatura. Y por la dirección de tus pasos, asumo que nos encontramos cazando a la misma bestia".
Lan WangJi intentó negar, pero se contuvo. Mentir iba en contra de todo precepto por lo que guardó silencio y se obligó a resistir la presencia del joven vagabundo.
El hombre se mantuvo inusualmente cerca, como si fuese incapaz de comprender el significado del espacio personal. Rondó aquí y allá, se desplazó entre los árboles e incluso cuando WangJi lo dejó atrás en un giro inesperado, se topó con él de nueva cuenta.
El hombre habló de todo y nada y se destacó por ser un orador habido, pero no dio detalles de si mismo. Ni siquiera su nombre. Lan WangJi le hubiese considerado descortés de no ser porque tampoco había dicho su nombre, pero el joven cultivador pareció reconocerle apenas le vio.
Aún no descifraba el cómo logró hacerse con sus pertenencias y superó una barrera de protección de alta complejidad en apenas un pestañeo, y sin desgaste alguno. Ni siquiera portaba una espada en su cuerpo o arma espiritual. Lan WangJi asumió que se trataba de un cultivador versado en talismanes, pero no tuvo manera de saberlo.
Con la caída del sol, se hizo presente la noche. El cultivador errante instó a detenerse, y WangJi lo aceptó. Se apartaron del camino principal, buscaron una zona despejada y algunas ramas secas para comenzar una fogata. No hubo ofertas para levantar nuevas protecciones, ni se trazaron sigilos o talismanes. Así que WangJi decidió instalar una matriz de protección a sabiendas que el joven era capaz de romperla con facilidad.
La extensión de hierba se perló con las gotas del rocío y la humedad de la noche. Lan WangJi se mostró reacio a dejarse caer, tampoco encontró interés en colocar una estera, así que aguardo educadamente sobre una roca plana.
El hombre se paseó en los alrededores, provocando el mareo de Lan WangJi. Mientras disfrutaba el sonido emitido por el chasquido de las ramas ardiendo, como velo de muerte, el joven llamó. Su aliento golpeó detrás de su nuca y le rozó detrás de la oreja. Alarmado, Lan WangJi se apartó. Pero el joven sostuvo su muñeca para evitar que cayese a las llamas.
"Lo siento, lo siento. ¡Te llamé pero no respondiste!"
El hombre dio una sonrisa radiante y hermosa. La luz cálida que emitió el fuego le recordó la caricia del atardecer y la belleza de las hojas de ginkgo en otoño. Lan WangJi carraspeó la garganta y dijo: "¿Qué es?"
"Debes estar cansado, te traje un poco de agua fresca".
Lan WangJi mantuvo sus reservas. No conocía al hombre, ni sus intenciones o qué podría pasar. Si bien ambos eran jóvenes y adolescentes, al menos en términos de apariencia, WangJi supo que no podía confiarse de cualquiera tan ingenuamente, por lo que negó.
El cuenco de madera colgó en su mano durante un tiempo hasta que comprendió el rechazo. Su atención regresó al tazón de madera y sonrió sin emoción genuina. "Lo entiendo. Está bien. Es entendible que tengas tú reservas".
WangJi trató de aportar algo, pero el joven frunció el ceño y se bebió el contenido de un solo trago. Agitó el cuenco vacío lejos y lo guardó entre sus pertenencias.
WangJi le notó caer a sus pies, sin siquiera colocar una estera para impedir que su ropa fuese arruinada. Hurgó en la bolsa atada a su cadera y consiguió zhongzi, que se ató con una hilaza. El joven estuvo a punto de ofrecer parte de su comida, pero se aferró a la negativa previa y volvió su comida en solitario. Lan WangJi se limitó a comer nada. No tenía hambre y su estómago se sintió inquieto desde temprano.
No pudo ignorar el apetito voraz del chico, y sintió pena por él. Incluso WangJi tuvo indigestión de solo verle. Cuando fue atrapado observando, levantó una ceja con una pregunta silenciosa, y WangJi regresó a la fogata.
Al paso de medio shichen, el chico anunció: "Deberíamos dormir". La amabilidad en sus palabras fue suave, como un susurro perezoso, y WangJi se mostró tentado a aceptar. "Tú puedes descansar primero. Joven maestro Lan, me siento mal por haber interrumpido tú sueño más temprano. Yo haré la primera guardia".
Lan WangJi se negó. Dudó ser capaz de descansar, así que cedió su turno.
Las llamas del fuego se alzaron con el golpe de la brisa fría y las sombras se reflejaron en el rostro del joven haciéndole oscurecer. Cuando la ventisca terminó, la luminosidad en su rostro volvió y WangJi se sintió como en un sueño extraño.
"No confías en mí. ¡De acuerdo!, no me ofendo, y no te culpo", le señaló.
Lan WangJi apartó la mirada con cierta reserva y jugueteó con el orillo de su túnica. "No tengo sueño", explicó a duras penas.
El joven no le presionó a aportar nada más, y emitió una carcajada jovial que le hizo sentir menos tenso.
Cuando la tensión se disipó y el ambiente se volvió relajado, Lan Zhan respiró.
"Buenas noches, Lan WangJi".
El chico dormitó poco más de un shichen y medio, hasta que se desperezó, y llamó su nombre con somnolencia. El joven apuntó hacía el cielo nocturno y se maravilló del cielo estrellado. Mencionó esta y otra constelación, y fingió leer la fortuna a través de las estrellas. Aunque sus predicciones distaron de ser razonables.
"Aiya, ¿no me crees? Realmente veo un futuro lleno de alabanzas".
Lan WangJi cedió al estoicismo y apuntó a las estrellas desde la periferia del ojo. "Vanagloriarse por actos de servicio están prohibidos".
"No cuando son otras personas quienes llaman tú nombre", corrigió. El joven apuntó a diferentes puntos en el cielo nocturno y su sonrisa se aplanó, siendo reemplazada por un tono más serio, pero igualmente entusiasta. "He visto tú futuro. Es brillante e impoluto. Sin duda alguna crecerás para convertirte en el mejor de tú generación y doblegaras el mal con esa espada que tienes ahí. Me pregunto si existe si quiera alguien capaz de hacerte frente y sea un verdadero desafío".
Lan WangJi consideró las palabras con cuidado y finalmente agradeció el elogio.
El adolescente le restó importancia y se giró dándole la espalda. "Deberías dormir aunque sea una vara de incienso".
Lan WangJi lo considero. Un shichen más tarde, se encontró sosteniendo su cabeza ante la somnolencia que le aquejaba. Probablemente se quedó dormido el estimado de una taza de té, pues, apenas un segundo más tarde, encontró al cultivador errante a pocos cun de su rostro.
WangJi abrió los ojos con asombro e intentó quejarse, el joven hizo una seña para que guardase silencio y su determinación apuntó a cierta área inexplorada del bosque. Siendo ayudado a poner en pie, el joven errante le tomó por la muñeca y guió el camino en la oscuridad, como si sus ojos estuviesen acostumbrados a dicha penumbra.
Tras caminar por medio li, el joven se detuvo de manera abrupta, y Lan Zhan golpeó contra su espalda.
Lan WangJi empuñó su espada, y el joven apuntó la dirección, mientras arrojaba un par de talismanes de luz para aclarar el espacio ensombrecido.
A escasos mí se encontró el Huapigui. Y WangJi cargó.
El Huapigui era un fantasma feroz que acostumbraba comer humanos y vestía la piel de sus víctimas sobre sus restos verduzcos y putrefactos. La criatura colgó sus manos en forma de garras afiladas, y rugió en un gorgoteo descompuesto, como si le hubiesen destrozado las cuerdas vocales.
Lan WangJi lanzó una estocada firme y el golpe penetró un árbol, con tanta potencia que el tronco se partió en pedazos.
El hedor pútrido se extendió como gas tóxico, a lo que Lan WangJi se vio obligado a contener la respiración.
Dio un golpe, otro y otro más; sin embargo, la criatura se mostró ágil y por la cantidad de resentimiento emanado, supo que había devorado al menos a ocho personas.
El joven cultivador se limitó a observar con entretención. La sonrisa de emoción no titubeó y apenas mostró inquietud por la monstruosa criatura. Cuando WangJi lanzó un corte transversal, logró dar en el blanco. La criatura cayó contra la hierba y lanzó alaridos desgarradores. Notó los sigilos de un talismán de parálisis y el chico animó: "¡Somos un gran equipo!"
"No somos equipo", replicó.
"Aburrido", le sacó la lengua. Antes de poder decir nada, el Huapigui emitió un chillido ensordecedor, por lo que ambos se acercaron con cautela. Encontraron el cuerpo cercenado de la criatura, la cual se negaba a desaparecer. El chico le recomendó dar un corte a la cabeza y al hacerlo, se le arrojó un talismán incendiario. El monstruo tembló, se retorció y enroscó. Con un alarido capaz de dejar sordo a cualquiera, comenzó a convulsionar violentamente. El adolescente tomó la muñeca de Lan WangJi y le envolvió con sus brazos. WangJi no tuvo tiempo para apartarse frente al desagrado que le provocaba ser tocado por otros.
"¡Tú-...!", llamó.
En un segundo se encontró rodando colina abajo. El mundo se puso de cabeza, subió, bajó y aterrizó en un puñado de hojas y hierbajos. WangJi, incapaz de soportar más tonterías, tomó al joven por el cuello de su túnica, y se preparó para reñirle. Sin embargo, sobre su cabeza se escuchó el lamento fantasmal de la criatura y el espíritu explotó decorando con las vísceras y restos de piel las copas de los árboles cercanos.
El chico sonrió como iluminado por las estrellas y se mostró arrogante: "De nada".
Ambos jóvenes caminaron de vuelta a la cima, y en ese espacio de tiempo el amanecer se hizo presente. El segundo jade de Gusu recuperó a WangJi y el joven retiró los talismanes de fuego de la corteza para evitar incendios. El chico bromeó durante un tiempo, e incluso dio observaciones acertadas e inteligentes sobre el manejo de la espada. Supo que estaba en presencia de un gran maestro, pese a la corta edad y no pudo evitar preguntarse porque vivía una vida como vagabundo con el potencial que tenía en manos.
"¿Eres discípulo de BaoShan SanRen?"
El joven contuvo una risotada y WangJi no entendió que resultó tan gracioso. "No soy un discípulo de ninguna secta; no lo fui en el pasado. No ahora".
Caminaron sobre sus pasos, hacía un poblado concurrido y lleno de vida, y el joven vagabundo se animó invitando el desayuno. Lan WangJi, que se mostró agradecido por la compañía del otro muchacho, aceptó y se permitió bajar defensas, para aceptar con humildad el apoyo de otros en la misma profesión.
Advirtieron al jefe de orden y al alcalde sobre la caza exitosa. Los hombres se relajaron y vitorearon ante la buena fortuna.
"Los comerciantes y viajeros ya no tendrán que temer al viaje en carretera y los niños dormirían en paz esa noche", dijo el alcalde.
El adolescente gastó su parte de la recompensa en alcohol y comida. En provisiones para el viaje y tres tazones de fideos gruesos. La cantidad de chile fue insana pero WangJi no dijo nada por respeto.
Su sonrisa radiante se destacó por el brillo en sus labios, producto de la grasa del pato y Lan WangJi desvió la mirada para evitar parecer descortés.
Al término, caminaron uno al lado del otro hasta las puertas del poblado, sin prisa alguna.
Lan WangJi se detuvo, dio una mirada de soslayo y habló: "Este humilde agradece la ayuda".
"No hay nada que agradecer. ¡Aiya, hay que admitir que fue una buena cacería!"
"Mmhm".
Conscientes de que no había más que decir, ambos mantuvieron el silencio por más de tres respiros y fue WangJi, en contra de su inhabilidad social, quien intervinó.
"¿Con qué nombre se te reconoce?"
"¡Ah!, ¡Segundo maestro Lan!, debes perdonar a este humilde servidor. Soy tan distraído", añadió con dramatismo y absurdo. Extendiendo una mano, el joven se llamó 'Mo XuanYu'.
Lan WangJi no había escuchado ese nombre con anterioridad. Pero supuso que podría mantenerse atento pues vio un futuro luminoso para aquel joven agraciado.
"No te desanimes, joven maestro Lan".
"No estoy desanimado", se corrigió en tono plano.
El adolescente, no, Mo XuanYu, saltó sobre sus talones y bromeó. "Nos veremos pronto. Más pronto de lo que puedes creer".
Lan WangJi pensó en que era una posibilidad en el mundo de las cacerías nocturnas.
Deseándole suerte, ambos se despidieron y separaron sus caminos.
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