CAPÍTULO 4
TUVE UNA VISIÓN, aunque al inicio pensé que era un simple sueño. Me di cuenta de que era algo que sucedería en cuanto vi a Stiles utilizando la misma ropa que en la visión. Su polo blanco con bordes negros en el cuello y las mangas era imposible de olvidar.
En la visión Stiles tenía un ataque de pánico, porque no lograba leer las letras de su libro. Fue extraño, porque esta vez pude sentir lo mismo que él, pude ver cómo las letras se desordenaban en el cuaderno ante mis ojos. Pensar que eso es lo que ve Stiles era horrible.
El problema es que no sé en qué clase va a sucederle eso, ya que no entendí nada del libro que trataba leer. Solo sé que el profesor lo llamaba a leer en frente de la clase. Pero tampoco pude reconocerlo, estaba demasiado concentrada en Stiles.
Desayuné con él y el alguacil, ninguno de los dos habló mucho, yo tampoco hice el intento. Me sentía nerviosa. Este día iba a ser uno largo.
—Aquí es donde encontramos la guarida —nos explicó Stiles señalando el mapa de la Preserva de Beacon Hills en la Tablet—. Justo en medio del sendero.
Scott nos contó sobre lo que había ocurrido el fin de semana. Al parecer, yo no era la única a la que el alguacil había recurrido con la esperanza de resolver el caso que envolvía a Malia Tate. Había pedido a Scott y Stiles que lo ayudaran buscando cualquier pista en la casa de ella (donde ahora solo vivía el padre); pero no encontraron ningún rastro.
Luego, sin comentarle a nadie—aún sigo dolida por ese hecho—los dos amigos fueron a la Preserva, en busca de alguna pista sobre el accidente, algo que dijera que fue causado por un hombre lobo. Lo que hallaron al final, fue a una mujer coyote, Malia. Incluso encontraron su guarida, a la cual probablemente no regrese, ya que los dos habían invadido su hogar.
Recordé la visión que tuve cuando el alguacil habló conmigo. Los ojos azules tenían que pertenecer a Malia. Después de todo, sí tuve una pista de lo que sucedía con ella, solo que no pude armar ninguna pieza.
Es sobre eso de lo que nos encontrábamos conversando ahora mismo. Stiles, Scott, Allison y yo estábamos reunidos en el salón de historia. La campana no sonaba aún, lo que nos daba tiempo para resolver un poco de este misterio.
—Eso reduce las opciones —replicó Allison a lo señalado por Stiles—, los coyotes van por sendas fijas; pero creo que tienes razón sobre que ella no va a regresar a la guarida. Los coyotes detestan a los lobos. Y son muy astutos. Para no ser oídos, caminan con las puntas de sus pies.
Una imagen del coyote de los Looney Tunes caminando en puntitas con bombas ACME apareció en mi mente; pero sacudí el pensamiento, no podía distraerme con trivialidades.
—¿Los coyotes caminan de puntitas? —cuestionó un maravillado Stiles.
Allison rodó los ojos, probablemente cansada de que Stiles siempre saque a relucir cosas que no tienen importancia. Tal vez eso es algo que tenemos en común él y yo.
—Sí, caminan de puntitas.
—Tal vez podamos encontrar su nueva ubicación con una de tus visiones —señaló Scott. No estaba tan segura de poder lograrlo.
—La visión que tuve solo me mostró el bosque y los ojos azules de un ser sobrenatural. —Una de las visiones que tuve, mostró eso.
—Malia —asintió Stiles—, pero si pudiste verla una vez, podría ser que encuentres su nuevo paradero. Podríamos tratar más tarde, ¿qué dices?
Asentí. Sí, quería ayudar a encontrar a Malia; pero también quería ayudar a Stiles. La visión de él teniendo el ataque de pánico me carcomía, más porque no le había contado sobre eso.
La campana sonó, señalizando que era hora de irnos a nuestras clases. Allison fue la primera en salir, no antes de pedirle a Stiles que le enviara la ubicación del mapa. Ambos chicos se dirigieron a sus lugares; pero antes de que Stiles se alejara, lo tomé de la mano, haciendo que él se girara.
—¿Sucede algo? ¿Estás bien? —Siempre estaba preocupado por mí; pero nunca dejaba que yo me preocupara por él.
—Sí, bien, estoy bien, solo... uhm... ¿qué te parece si nos vamos? —frunció el ceño, signo de que no entendía a lo que me refería—. ¿Quieres escaparte?
Bien, Mia, se patética.
Una sonrisa divertida se asomó en su rostro.
—¿Tú? ¿Quieres escaparte? —asentí—. ¿Quién eres y que has hecho con Mia?
Me encogí de hombros.
—Solo no tengo ganas de estar hoy en clases, eso es todo —mentí, tenía un examen por la tarde, al cual no podía faltar; pero por Stiles lo haría—. ¿Quieres venir conmigo?
—Algo te sucede y no me lo quieres decir.
Eso me pareció de lo más conchudo que me ha dicho, él es el que no me ha contado sobre lo que le pasa, nos dijo el otro día que no podía leer; pero estoy segura de que, si no fuera por Scott, jamás me lo habría mencionado.
—No, para nada.
—Bien, entonces tu irás a tu clase y yo permaneceré en la mía, ¿sí? Luego nos vemos.
Se alejó de mí, tomando asiento en una carpeta al inicio del salón. Me sentía una tonta, ni siquiera había logrado convencerlo de escaparse de clases conmigo. ¡Ah!, pero si Scott le dice, vamos a buscar a la mujer coyote, seguro que sale corriendo.
—Kira —llamó el nuevo profesor de historia, al cual contrataron luego de la muerte del señor Westover—. Olvidaste la investigación que hiciste para el chico que te gusta.
Scott y Kira habían estado conversando, la segunda giró hacia su padre—el profesor de historia—cuando este la llamó. Él le entregó un cúmulo de hojas más grande que una tesis, la cara de la chica estaba pálida al escuchar a su padre decir que había estado buscando información para Scott, también conocido como el chico que le gusta.
Kira tomó las hojas en sus manos y giró hacia Scott, para entregárselas, mi amigo tenía una cara de incredulidad y emoción pintada en el rostro. Yo hice todo lo posible por evitar soltar una risita, el encuentro me pareció de lo más adorable y vergonzoso que presencié en mi vida. Claro, luego recordé cuando Bobby había encontrado el condón XXL y se me pasó.
—¿Es sobre el Bardo? —pregunté a Kira, parecía aliviada de que Scott no haya respondido aún. Ella asintió, así que tomé las hojas de las manos de Scott—. No te preocupes Scotty Doo, yo puedo leer esto mientras tú atiendes la clase.
No planeaba irme, no quería dejar a Stiles solo, esta era una de las pocas materias que no compartía con él.
—De acuerdo, chicos —llamó el profesor—. Comencemos. —Luego alzó la vista y me vio sentada al final de la clase—. Anholt, pensé que llevabas el curso de historia por la tarde.
Dejé pasar el hecho de que me había llamado Anholt. Aún no sé cómo informar al colegio que dejaran de llamarme por ese apellido.
Todo el salón había girado hacia mí. Esto me pasa por reírme de la vergüenza de Kira, su padre claramente tenía como pasatiempo destruir socialmente a todos en la escuela.
—Sí, pero ahora tengo periodo libre —mentira— y quería aprovechar en escuchar su lección.
De cualquier otra persona en la escuela—excepto Lydia—, eso habría sido inconcebible; pero no de mí. Así que él solo asintió y continuó con su clase.
—Bien, entonces... —el profesor empezó a hablar; pero yo me desconecté. Pasé las hojas que tenía frente a mí, leyendo lo que Kira había investigado; pero me detuve al sentir un par de ojos sobre mí. Scott me miraba inquisitivamente, yo solo le sonreí y seguí leyendo—. Señor Stilinski, ¿qué tal usted?
Al oír el apellido de Stiles, alcé la vista. ¿Qué le había preguntado? Maldita sea, ¿por qué me tuve que distraer leyendo sobre el Bardo?
La voz de Stiles sonó rasposa al hablar.
—Tal vez otra persona podría leerlo.
La visión regresó a mí tan rápido que no me importó si alguien notaba mis ojos morados. Stiles no quería subir a leer lo que el profesor de historia le había sugerido; pero él iba a insistir y al final, Stiles tendría un ataque de pánico porque no lograría ver las letras frente a él.
Sin pensarlo dos veces alcé la mano.
—¡Yo! —me ofrecí—. ¡Yo puedo leerlo!
Podía sentir las miradas irritadas de todos alrededor.
—Gracias, Anholt, pero es mejor que participe alguien de esta clase y no un invitado —maldición. El profesor giró hacia Stiles nuevamente—. Todos participan en mi clase, señor Stilinski.
Stiles asintió y se puso de pie, caminando lentamente hasta el podio donde reposaba el libro de historia que debía leer. Mi corazón latía descontroladamente, esperando a que Stiles pudiera leer las palabras y que mi visión no haya sido nada más que una pesadilla.
Cuando lo vi enfrente, cerrando los ojos para concentrarse en lo que tenía al frente y fallar debido a la mirada perdida que poseía, me puse de pie. Sus manos oprimían fuertemente el podio y su respiración se había vuelto agitada. Podía notar un rastro de sudor hacer su curso por el lado de su cara.
—Stiles —lo llamé, mi voz hizo que Scott dejara de ver su celular y prestara atención a su mejor amigo—. Todo está bien —susurré en su oído cuando había llegado a su lado. Lo tomé de la mano y salí con él del salón. Pude oír que Scott le mencionaba al profesor que lo llevaríamos a la enfermería. Pero era obvio que no iríamos a ese lugar.
Lo traté de dirigir a un salón vacío; pero Stiles se tambaleaba mucho y terminó direccionándome al baño de hombres. Antes ya había logrado parar uno de sus ataques de pánico, así que repetí la medicina. En cuanto entramos al baño, cogí sus mejillas y presioné mis labios sobre los de él. Su respiración se estabilizó; pero luego de unos segundos me empujó, caí sobre el pecho de Scott.
—Es un sueño, es un sueño —se repetía una y otra vez—. Tú no me besarías —dijo y luego repitió que todo era un sueño.
Esto no era un ataque de pánico, él pensaba que en verdad estaba durmiendo. Mi beso sólo le confirmó que estaba soñando, ya que la última vez que compartimos uno también pensó que soñaba.
Me separé de Scott, dando pasos rápidos hacia Stiles, quien se apoyaba sobre el lavabo y veía su reflejo en el espejo. Aún repetía lo mismo, que todo era un sueño.
—Stiles, no es un sueño. Lo que ves es la realidad, estás aquí conmigo y con Scott.
Él no me oía. Tomaba grandes bocanadas de aire, su jadeo constante me asustaba, no sabía cómo revertir esto.
—¿Cómo haces para darte cuenta de que no estás soñando? —le preguntó Scott.
Sobé la espalda de Stiles, esperando que eso lo tranquilizara y, con la otra mano, tomé la suya.
Stiles tragó saliva antes de responder a Scott.
—Los dedos, cuento los dedos —explicó—. En los sueños, tienes más dedos —observaba nuestras manos, sé que mentalmente contaba los dedos que teníamos, el problema es que no sé si considera que es solo una mano con diez dedos.
Scott alzó sus manos, una en puño y la otra solo con el dedo índice levantado.
—¿Cuántos dedos tengo?
Scott obligó a Stiles a contar con él los dedos que tenía, iba alzando uno a uno, esperando a que Stiles los contara. Cuando se dio cuenta de que él solo tenía diez dedos, su respiración se estabilizó. Miró en mi dirección, nuestras manos aún estaban entrelazadas.
Se deslizó por la pared, hasta quedar sentado en el suelo, yo me acomodé a su lado izquierdo.
—¿Qué me está pasando? —preguntó a nadie en particular.
Oprimí su mano, forzándolo a mirarme. Sus ojos estaban rojos y desesperados. Desearía poder convencerlo de que todo estaría bien, por ahora solo podía ofrecerle palabras de aliento, pero dudaba que él creyera en ellas.
—Lo vamos a averiguar —le prometí—. Vas a estar bien, todos van a estar bien.
—¿Estás segura? —pasó su mirada hacia Scott—. ¿Tú estás bien? —sin respuesta por parte de su mejor amigo, Stiles continuó—: Scott, no puedes transformarte. A Allison la atormenta su tía muerta. Y yo estoy perdiendo la cordura.
Fruncí el ceño al escuchar eso. Se veía completamente derrotado, es como si hubiera perdido la fe en sí mismo, la fe en que nosotros podríamos resolver este problema como lo habíamos hecho con todos los anteriores que se nos habían presentado.
—No podemos hacer esto —continuó Stiles—. No podemos... no podemos ayudar a Malia. No podemos ayudar a nadie.
Desvié la mirada en ese momento. Tenía razón en algo, aunque él no lo sabía. Yo no había podido ayudarlo, sabía que tendría este problema; pero lo había confundido con un ataque de pánico. Stiles tenía más problemas que eso ahora.
Scott tomó asiento al lado de nosotros, como el líder que es, mostró esperanzas.
—Podemos intentarlo —dijo—, siempre podemos intentarlo.
Nos quedamos unos minutos en silencio, cada uno sumergido en sus pensamientos. La tensión de Stiles era evidente, su mano no se despegaba de la mía, era reconfortante saber que no me quería lejos. Quería abrazarlo, besarlo, acariciarlo, hacer lo que sea para disminuir la tensión en él; pero no me animaba a hacer ningún movimiento.
—Algo está sucediendo —nos avisó Scott, se puso en alerta. Traté de escuchar algo, según Deucalion, yo debía de practicar mis habilidades de mujer loba; pero no era buena en ello. Escuché a lo lejos el sonido de un vidrio quebrarse; pero no sé de dónde provenía—. Está aquí.
—¿Quién? —le preguntó Stiles.
—Malia —respondió Scott, poniéndose de pie y saliendo en dirección a quién sabe dónde.
Malia había tratado de atacar a Kira, quien estaba en el vestidor de hombres. Ni siquiera preguntaré qué hacía allí, ya que yo me he encontrado en ese lugar más veces que en el vestidor de mujeres. No juzgaré a nadie.
Menos de media hora después, el colegio estaba repleto de policías y de personas del control de animales, todos con redes, esperando hallar al coyote que había atacado a Kira en los vestidores. Scott había llegado a tiempo para evitar que algo le pasara a ella; pero no para atrapar a Malia. Esperaba que nadie más diera con su paradero, ya que podrían hacerle daño y ella no tiene la culpa de estar encerrada en el cuerpo de un coyote.
—Unos estudiantes dijeron que la vieron corriendo por el campo hacia el bosque —nos contó el alguacil a mí y a Stiles, mientras los tres caminábamos por el pasillo—. Gracias a dios, nadie resultó herido.
—¿Qué pasa si alguien resulta herido? —cuestionó Stiles. La respuesta era obvia, en especial si echabas un vistazo a tu alrededor, los de control animal no estaban aquí por un picnic.
El alguacil desvió la mirada antes de responder a su hijo.
—Probablemente deban matarla.
—¿Matarla? —exclamó Stiles—. Papá, no olvides que hay una chica ahí adentro, una a la que estarías asesinando.
El alguacil no respondió, en lugar de eso siguió caminando por el pasillo, sin mirarnos a nosotros. Stiles y yo corrimos tras él.
—No habrás dejado de creer, ¿o sí? —Stiles sonaba decepcionado.
Me paré frente al alguacil, provocando que este se detuviera.
—Señor Stilinski, hace unos días me pidió ayuda con este caso. —Stiles pareció sorprenderse al oír eso; pero no le presté mayor atención—. Usted vio mis ojos morados cuando tuve la visión, sabe que esto es real. No estamos mintiendo.
—Mia, aún hay muchas cosas que no entiendo —susurró—; pero eso no significa que todo y cualquier cosa imaginable, de pronto, sea posible.
—No estoy tan segura de eso —respondí encogiéndome de hombros—. Señor, los hombres lobo existen, mañana podrían aparecer vampiros y tendremos que lidiar con eso. ¿Quién sabe? Pero ahora tenemos a una chica encerrada en el cuerpo de un coyote, chica a la que quieren matar.
—Papá —lo llamó Stiles—, por favor.
El alguacil suspiró cansado y luego observó a su hijo seriamente.
—¿Estás totalmente seguro de que es una chica y no un animal?
—Sí, porque Scott y Mia lo están.
Asentí en respuesta. Luego señalé a Scott que estaba al otro lado del pasillo.
—También puede preguntarle a nuestro Alfa —sugerí.
Stiles le dio la espalda a su mejor amigo y susurró—: Scott, ¿estabas escuchando?
Scott asintió a lo lejos, lo que provocó que el alguacil creyera en nuestras palabras.
—Bien, resolvamos esto. Vamos.
Nos dirigimos al vestidor de hombres, donde estaban todos los oficiales buscando huellas, pistas, lo que sea que les permitiera hallar al coyote. Kira y su papá también estaban ahí. Supe que ella fue atacada porque había tratado de encontrarnos a los tres para entregarnos nuestras mochilas, las cuales habíamos dejado olvidadas en el salón de historia.
—Chicos, creo saber qué buscaba Malia —Stiles se acercó a Scott y a mí, quienes estábamos conversando sobre la amabilidad de Kira. Había notado las mejillas de Scott sonrosadas mientras hablábamos sobre ella.
De su mochila, Stiles sacó una muñeca.
—¿Por qué tienes una muñeca contigo? —le pregunté.
—Es de Malia, estaba en el auto de ellos —explicó Stiles—. Pensé que, si la tomaba, Scott o tú podrían usarla para rastrearla.
Scott lo miró desaprobatoriamente.
—¿Dónde conseguiste eso? —un señor de al menos cuarenta y cinco años se aproximó a nosotros con una mirada molesta en el rostro—. ¿Dónde la encontraste? —Le quitó la muñeca a Stiles y cuando la miró, sus ojos se enternecieron, incluso su voz cambió—. Era de mi hija.
El alguacil se acercó al señor, quien entendí era el papá de Malia y le pidió que se retirara del colegio. Antes de irse, el señor Tate le pidió que encontrara al coyote, de hecho, parecía una amenaza y el dolor con el que lo dijo, me hizo pensar que, si la policía no lo encontraba, él mismo lo haría.
¿Qué esperan que pase cuando Malia aparezca?
xoxo,
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