Capítulo 3
Kyomi miró nerviosa su teléfono por décimo segunda vez. Lo abría y revisaba los mensajes o las llamadas, pero nada. Se mordió el labio inferior y volvió a guardarlo en el bolsillo de su pantalón, jurándose a sí misma tener paciencia con Draken.
Habían quedado en encontrarse ahí a esa hora. Bueno, la verdad es que era un poco más temprano de lo acordado, pero ella estaba tan nerviosa que ni de eso se había dado cuenta.
Parada frente a la entrada de su edificio comunitario, de brazos cruzados, mirando de lado a lado, se encontraba nuestra protagonista. Tenía el pie intranquilo, subiendo y bajando, sinónimo de su ansiedad.
De pronto una moto pasó por su lado — provocando que la pequeña brisa la despeinara ligeramente— y se detuvo a unos metros. Kyomi observó en esa dirección, y tras unos segundos vislumbró a Ken quitándose el casco mientras ponía los pies en el piso.
Para la castaña fue una sorpresa. Se veía mucho más fresco que normalmente, por alguna razón su aura era más tranquila y relajada.
—Llegas tarde —dijo ella, colocándose a su lado mientras lo veía aparcar su moto.
—Llego justo a tiempo —siseó Draken, guardándose las llaves en el bolsillo. La miró, sacó su móvil y le mostró la hora.
—Como sea... —murmuró la Kobayashi, corriendo la mirada y soplándose un mechón de cabello rebelde que le caía sobre los ojos. Estaba avergonzada por haberle permitido ganar esa pequeña batalla.
Ken puso los ojos en blanco y esbozó una sonrisa de medio lado.
—¿Por qué no trajiste tus herramientas? —inquirió la joven, frunciendo el ceño. Cuando su frustración había desaparecido al igual que el pequeño sonrojo en sus mejillas, se fijó bien en que Draken venía con las manos vacías.
—Primero tengo que saber que le pasa a la moto, luego regreso con las herramientas necesarias para arreglar el problema —respondió él, simple. Comenzó a caminar lentamente para darle tiempo a Kyomi a colocarse a su lado. Cuando la chica hizo lo que él esperaba, guardó sus manos en sus bolsillos y sonrió satisfecho—. ¿Acaso querías que trajera todas las herramientas?
—¿Son muchas? —preguntó nuevamente la joven, ahora tamando un paso de ventaja. Ella debía guiarlo al garach del edificio.
—Más de las que podrías llegar a contar —alegó, mirándola de solsayo—. Deberías saberlo si de vez en cuando me robas algunas.
Kyomi abrió la puerta que llevaba al garaje del edificio comunitario con una sonrisa—. ¡Ya estamos aquí! —exclamó, ignorando con toda la intención el anterior comentario de Draken. Encendió la luz apretando el interruptor que se encontraba al lado del marco de la entrada al lugar.
Poco a poco los focos comenzaron a iluminar el oscuro, solitario y casi desierto garaje. Solo había algún que otro coche, dos motos —entre ellas la del señor Miyamura— y la puerta a un viejo trastero. Eso casi ni se usaba en el edificio, como la gran mayoría de personas que vivían allí eran clase media tirando a baja, no habían muchos vehículos.
Retomaron su paso hasta llegar al destino final. Kyomi se quedó ligeramente apartada mientras Ken le hacía unas pruebas a la moto. Ella miraba atenta cada detalle, interesada. Nunca había observado al hombre trabajar, pero ahora que lo veía debía decir que se notaba muy profesional, y sobre todo: felíz.
En tan solo cinco minutos Kyomi comprendió que Draken amaba arreglar motos tanto como ella hornear pasteles. Eso le sacó una pequeña sonrisa, tal vez chocaban tanto porque eran muy parecidos.
Al cabo de un rato Draken se puso en pie, acomodó la moto y se sacudió las manos, como si hubiera hecho un gran trabajo. Caminó hacia Kyomi, quedando frente a ella.
—No tiene la gran cosa, solo se chamuscó la batería. Suele pasar bastante más de lo que crees. Es el resultado de un mal cuidado, un uso excesivo o simplemente el tiempo de vida que tenga la batería —explicó, sacando nuevamente su teléfono del bolsillo para comenzar a buscar en sus contactos.
—Si es tan sencillo significa que puedes arreglarlo, ¿verdad? —cuestionó la fémina, mirándolo fijamente. No quería usmear en lo que estuviera haciendo el chico.
—Necesito cambiarla por una nueva —contestó Draken, alzando ligeramente la vista para verla.
—Comprar una nueva, ¿cierto? —Se llevó ambas manos a la cabeza para revolverse el cabello cuando él asintió. El mundo se detuvo un momento internamente y ella pensó. Primero que nada rezó porque las baterías no fueran tan caras, tenía miedo a pedirle el dinero a Miyamura cuando él había dicho que si le hacía el arreglo gratis dejaría pasar lo del alquiler; por otra parte, seguramente las baterías valían una fortuna, y si Kyomi no tenía ni para mantenerse ella, menos para comprar una nueva—. ¿Cuánto cuestan?
—Depende, afortunadamente esta es una Suzuki. Los precios varían dependiendo del lugar donde la compres, pero suelen ir desde los ciento cincuenta dólares hasta los seiscientos —resumió, todavía con el teléfono en la mano, listo para marcar en el momento exacto.
—¿¡Seiscientos dólares!? —soltó estupefacta la protagonista, abriendo los ojos de par en par. No supo dónde meterse en ese momento de shock. No le importó que el mismo rebelde cabello que había estado acomodándose hasta ese momento volviera caer obstruyendo su vista, estaba muy ocupada pensando un plan suicida.
Kyomi quedó impactada y bastante jodida con la información. Cuando por fin veía una pequeña luz al final del túnel, resultaba ser un acantilado. ¿Acaso estaba destinada al fracaso? ¿Acaso su sueño moría ahí?
Casi que le salía más económico pagar el alquiler que esa puta batería. De vuelta al comienzo.
—Relájate —ordenó Ken, colocando aquel pelo rebelde detrás de la oreja de la joven con una de sus manos. Cuando se ganó la atención de aquellos hermosos orbes azules le sonrió como un niño orgulloso que le mostraba a su madre su más grande logro. Le enseñó la pantalla de su teléfono a Kyomi en el contacto de Mikey y luego marcó—. Hola, Mikey...
La castaña observó a Draken alejarse ligeramente para hablar por teléfono con su mejor amigo. Por puro instinto se llevó una mano hacia la cabeza, en el lugar donde debía estar el cabello que previamente el chico le había acomodado. Le pareció raro y, por alguna extraña razón, le provocó una especie de cosquilleo en el estómago.
No apartaba la vista del azabache, aunque trató de seguir la conversación, no escuchaba casi y todavía se encontraba ligeramente impactada por el gesto tan dulce del hombre. Cuando lo observó colgar para dirigirse nuevamente donde ella, tuvo que recomponerse para no parecer media tonta.
—Mikey te va regalar una batería —informó, cruzándose de brazos, nuevamente orgulloso.
Kyomi esbozó una gran sonrisa y se le cristalizaron los ojos de la alegría y emoción. Ella siempre trataba de mostrarse calmada, solo por eso se encontraba frotándose los labios para no perder la compostura.
—Solo que tendrás que hacerle una cesta de dulces —añadió él, tratando de calmar las risas que querían salir a la luz por ver la graciosa escena protagonizada por la chica.
—¡Le haré dos! —chilló feliz Kyomi, lanzándose a abrazar a Draken de la conmoción. Por un segundo la alegría la inmundó de tal modo que olvidó que la persona frente a ella era su enemigo jurado, ahora se trataba de un héroe. Sus impulsos la llevaron a actuar sin pensarlo. Envolvió el cuello del azabache con sus manos, se puso de puntillas y colocó su barbilla sobre el hombro izquierdo del joven—. Gracias.
Ken se quedó estático por la sorpresa. Jamás esperó algo parecido por parte de Kyomi, no después de un largo año repleto de guerras diarias y encuentros bastante turbios. Ella siempre se mostraba como una recia y fuerte mujer que no permitiría que un hombre la derrotara. Ahora parecía una bebé abrazando a su padre cuando este le decía que le había comprado un juguete nuevo.
—Lo siento... —susurró la Kobayashi, separándose con las mejillas pintadas de un ligero rubor rosa.
Ryuguji la observó con cuidado. Le pareció gracioso y tierno que estuviera tan apenada y sonrojada cuando siempre mostraba su lado más poderoso. Se fijó en cómo Kyomi se mordió el labio con los orbes colocados sobre la pared continua, huyendo de su mirada, aunque de vez en cuando lo intentaba ver solo para descubrirse demasiado avergonzada y que terminara huyendo nuevamente. Se fijó también en cómo ella se peinó un mechón de cabello constantemente, una y otra vez, con ambas manos.
—Entonces, ¿cuándo arreglarías la moto?
—Esta tarde. Mikey anda fuera de casa, haciendo sabrá Dios qué, me dijo que en cuánto regresara me llamaba para que fuera a buscar la batería. La verdad es que no es de primera mano, pero resolverá el problema temporalmente.
—Bueno. ¿Te gustaría tomar un té mientras esperas esa llamada?
—¿Me vas a invitar? —inquirió él, inclinándose ligeramente con una ceja alzada para estar a la altura de Kyomi.
—¡Por supuesto que sí! —soltó ella, mirándolo de igual modo. Por un segundo quiso comenzar un duelo de miradas, pero luego recordó que Draken era hoy un héroe y se devolvió a su estado original, esbozando una sonrisa—. Es lo que menos puedo hacer.
—Bueno...
Luego de eso, Kyomi guío nuevamente a Draken, esta vez a su departamento, justo en el tercer piso.
El varón quedó bastante impactado por la decoración y organización del lugar. A pesar de tratarse de un pequeño departamento para quienes no pudieran pagar nada mejor, estaba muy distribuido, bien pintado, todo estaba en su lugar. Se notaba la buena mano de Kyomi. Era muy femenino y lindo.
Las paredes eran de un rosa pálido, tenía decoraciones por todas partes, pero no se sentía exagerado. Su refrigerador estaba replelto de mariposas color sakura. Su cocina estaba muy bien cuidada. Su cama perfectamente tendida con un edredón violeta pálido y un peluche de perro en medio de la almohada.
Era tan distinta a su casa.
—Siéntate por allí. —La castaña apuntó con el dedo un pequeña mesa que estaba justo en el medio del cuarto.
Draken siguió la orden y se sentó en el suelo, de pies cruzados. Ahora fue su turno de observar a Kyomi en la cocina —que se veía porque quedaba justo al frente y solo tenía una pared hasta la altura de la cintura de la chica—. Colocó su codo sobre la madera y dejó descansar su mentón sobre su mano mientras miraba atentamente cada movimiento que daba su pequeña pero perspicaz enemiga.
También le pareció tierno. Estaba acostumbrado a verla siempre rabiendo detrás de una falaz sonrisa. Nunca se había fijado en el amor que pone Kyomi a la hora de cocinar y preparar sus dulces.
Unos minutos más tarde la chica colocó dos vasos sobre el mueble, uno frente al otro. Trajo una bandeja de panquecitos y donas exquisitamente horneados. Por último llenó de té cada recipiente con una tetera, la cual colocó en un extremo de la mesa justo antes de tomar lugar el lugar opuesto a Draken.
Él frunció ligeramente el ceño al verla derecha, perfectamente sentada, con ambas manos sobre su regazo, elegante, con una inmensa sonrisa, mirándolo fijamente. No fue difícil comprender lo que quería cuando Kyomi apuntó emocionada con su barbilla los dulces.
Dudoso, terminó por tomar uno y llevarlo a su boca, acompañado con un sorbo de té.
—Están más bueno de lo esperado —sinceró, bastante impresionado. Nunca había probado la cocina de Kyomi a pesar de conocerse hace relativamente mucho. Los pasteles que ella le llevó para comprar su ayuda fueron devorados por Mikey, quien no le dio tiempo ni siquiera a comer uno.
—¿Verdad? —cuestionó con un peculiar brillo en sus orbes y un pequeño sonrojo en su rostro. Todavía no borraba su sonrisa, ahora mucho más amplia que antes—. Me alegra que te gusten. Siempre me preocupa que no estén a la altura, por eso me pone felíz escuchar elogios.
—¿Por qué te preocupa? —inquirió Ken, tan directo como siempre. Ahora no podía parar de comer, no estaba desesperado ni comía tan desquiciadamente como su mejor amigo, pero debía admitir que había descubierto una nueva adicción—. Estos dulces están muy buenos, y a quien realmente le tienen que gustar es a tí.
—Siempre pensé eso mismo —confesó, esbozando una sonrisa triste. Llevó sus manos a su taza de té y comenzó a darle vueltas sin levantarla. Miraba el líquido removerse ligeramente por los movimientos—. Pero que mis dulces me gusten a mí no es suficiente. He descubierto por las malas que la vida no es como yo pensaba. Todo es mucho más duro...
—¿Hablas por tu pastelería?
—Precisamente...
—No tienes que contarme si no quieres —dijo Draken, notando lo tensa que se puso Kyomi de solo mencionarlo.
—Quiero hacerlo, siento que te lo debo.
—¿Por qué?
—Porque me estás ayudando a mantener vivo mi sueño en coma. Estás ayudándome a darle alientos para que un día despierte y se haga realidad, porque ahora mismo no es más que un sueño bastante raquítico y enfermo que respira débilmente.
—Todo son negocios. Yo hago esto para que...
Las palabras de Ken fueron cortadas por la pequeña risita que se le escapó a Kyomi. El chico, un poco impresionado, dobló ligeramente su rostro.
—Lo siento, pero tú y yo sabemos que no es así. Las dos condiciones que pusiste no valen el trabajo que vas a hacer. Creo que eres más amable de lo que quieres hacer ver —siseó, negando con su cabeza. Después de esas palabras lo miró, sonriéndole—. En realidad soy de una familia rica procedente de Hokkaido. Mis padres siempre han querido que yo siga el negocio familiar al ser la hija mayor, pero yo siempre he querido algo distinto para mí. Desde que era muy niña me gustaba hornear y estar en la cocina con la servidumbre. Ahí descubrí mi pasión y lo que quería ser en la vida. Cuando me sinceré con ellos, al principio lo tomaron bastante mal, estaban decepcionados porque ellos tenían grandes aspiraciones para mí. Unos días después se acercaron y me dijeron que para ellos lo más importante era mi felicidad, que me iban a dar la oportunidad de luchar por mis sueños con su apoyo. Me enviaron a Tokyo con dinero para dar los primeros pasos y me llaman casi todos los días para saber cómo me va. Todavía no tengo el valor suficiente para contarles que soy un desastre y que tarde o temprano tendré que cerrar la pastelería porque no tengo clientes.
—¿Y por qué no les dices? A lo mejor pueden ayudarte...
Ken fue cortado nuevamente por Kyomi, quien ahogó una risa de pena.
—Porque la única condición que me pusieron fue que: si no me iba bien y tenía que regresar a casa, lo haría solo para heredar los negocios y seguir con su aburrida cadena de hoteles y restaurantes —confesó, dándole, por primera vez, un sorbo a su té—. Prefiero arrastrarme pidiendo ayuda y morirme de hambre antes de tener que abandonar mis sueños.
—¿Aún si podrías tener una vida mejor?
—No hay mejor vida que la que uno escoge tener —refutó la castaña, convencida.
Draken soltó otra pequeña risa.
—¿Qué es tan gracioso?
—Nada. Es que, hablando así, ni siquiera recuerdo por qué comenzamos a discutir —confesó, dándole la mordida final a su pastel.
—Fue tu culpa —farfulló Kyomi, inflando un moflete—. Yo quería que nos lleváramos bien.
—¿Mi culpa? —cuestionó con un tic nervioso en el ojo él.
—Sí, ahora no hagas el que no lo recuerdas...
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Palabras del autor:
Bueno, no tengo nada que decir. Solo pido perdón por la tardanza, pero aquí regresamos con esta historia que ustedes creyeron muerta, pero está más viva que nunca.
Ken es muy amable a pesar de que sea rudo. Me encanta eso de él. Y a Kyomi también :)
Si tienen dudas, sugerencias o comentarios díganlo sin pena uwu
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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