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|lacrimae mortis|


Porque a veces, un corazón roto tiene que seguir latiendo, pase lo que pase.❞


Ginny corría por un pasillo oscuro, sintiendo como las paredes la observaban atentamente y unas sonoras risas malvadas inundaban su mente. Su respiración acelerada no paraba de aumentar, y notaba como las piernas empezaban a fallarle. Las manos le temblaban de manera violenta mientras intentaba sujetar bien su varita. ¿Cómo había acabado así? ¿Qué había pasado? Por más que se esforzaba no podía recordar nada, las últimas dos horas estaban en blanco. La pelirroja sentía un miedo tan irracional como la vida misma. Se giró para comprobar si aún era perseguida, y entre toda esa oscuridad solo pudo distinguir un par de ojos azules que la miraban amenazantes. De repente, impactó contra algo duro, y aunque no podía ver que era, gritó. Gritó sintiendo como su garganta se rompía y las lágrimas caían por su rostro. Cerró los ojos esperando la hora de su muerte.

Eh, Ginny, tranquila, soy yo, no voy a hacerte daño.

Ella reconoció esa voz de inmediato. Era la misma que protagonizaba esas tardes junto al lago, susurrándose promesas de amor entre caricias y besos. Era esa que a veces le provocaba escalofríos solo escuchándola, esa tan dulce como el azúcar. Abrió los ojos lentamente, queriendo vislumbrar esa figura masculina, quería abrazarlo, quería que la tranquilizara con sus besos. Y allí estaba él, con su pelo azabache y sus gafas redondas, esperándola. Ginny suspiró, sintiendo como ese peso que cargaba sobre su débil corazón se esfumaba

Harry susurró, queriendo llorar por el alivio que le provocaba verlo allí.

El chico abrió sus fuertes brazos y la pelirroja no dudó ni un segundo en abrazarlo, en sentir como la rodeaba de un amor tan puro como el cielo. Aspiró fuertemente su aroma, llevándola a las nubes. Cuando se separaron, Harry la miró por un momento, sonriendo.

Estás preciosa dijo, y Ginny se sonrojó ligeramente.

Estoy tan feliz de que estés aquí conmigo, Harry.

Yo también estoy feliz de que estés aquí, te quiero Ginny. El azabache le acarició un mechón de pelo rojizo, y ella se dejó llevar por esa sensación.

No podía creer que al fin estuviera allí con ella. Tenía ganas de explicarle todo lo que había pasado estos últimos meses, de sujetarle la mano y nunca soltarla. Quería llevarlo a nuevos lugar, quería besarlo bajo la tenue luz de la Luna, quería simplemente amarlo como se lo merecía.

Te he echado de menos, no tienes ni idea de cuanto te he echado de menos aseguró la pelirroja entre lágrimas de alegría por volverlo a tenerlo con ella.

Harry la miró confundido.

¿Me has echado de menos? Ginny, nunca me he separado de ti, siempre estaré a tu lado, pase lo que pase. Lo prometimos, ¿recuerdas?

Ella asintió y lo volvió a abrazar.

A veces la vida es injusta, pero tienes que levantarte y seguir adelante. ¿Seguirás adelante, cariño? ¿Lo harás por mi? preguntó el azabache, y Ginny asintió otra vez.

De repente, se escucharon unos pasos, y la pelirroja se separó rápidamente del chico.

¿Qué ha sido eso?

Cuando volvió a mirar a su novio, se dio cuenta que tenía lágrimas en los ojos, y que le sonreía.

¿Harry? ¡Harry! ¿Qué pasa?

Ginny, no tenemos mucho tiempo. Solo quería decirte que te quiero, recuérdelo siempre, ¿vale? Y no te olvides de mi, yo estoy contigo.

No te entiendo.

En ese momento todo se volvió negro y se escuchó un grito cortante, un grito de dolor. Era la voz de Harry.

¡Harry! ¡No, por favor! ¡Harry!

—¡Harry!

Ginny se despertó con la respiración acelerada y el rostro bañado de lágrimas. Las manos le temblaban y sollozaba sin control. Observó a su alrededor, y todo empezó a verse con más claridad. Se encontraba en la Madriguera, más concretamente, en su habitación. La cama estaba mojada por las lágrimas que llevaba derramando toda la noche, y el cojín se encontraba en el suelo, seguramente donde lo había tirado ella por culpa de la pesadilla. Suspiró profundamente y se tapó el rostro con las manos, sin poder parar de llorar. Las estrellas la observaban con tristeza, queriendo sanar el corazón de aquella chica rota, pero sin poder.

—Ya está, ya ha pasado —susurró para ella misma, intentando tranquilizarse—. Solo ha sido una pesadilla, nada más.

Aunque sus palabras sonaban muy creíbles, ella sabía que no eran verdad. Nada estaba bien, todo iba de mal en peor. Aún recordaba aquel verano, lo bien que se lo había pasado con Luna, Hermione, Ron y Harry, sobretodo Harry. Negó con la cabeza intentando apartar el pensamiento del azabache de su mente, no quería volver a llorar. Se levantó sin hacer ruido, y se dirigió a la puerta, dispuesta a ir a la cocina a por agua. Pero al salir al pasillo, se encontró con una castaña de ojos marrones mirándola con preocupación.

—¿Hermione? ¿Qué haces despierta? Es muy temprano, vé a dormir.

La chica suspiró con cansancio, pero no retrocedió ni un paso. Las dos se quedaron en silencio, esperando que alguna diera un movimiento. Finalmente, Hermione miró a los ojos a la pelirroja con desaprobación.

—Me ha despertado tu grito. ¿Otra vez una pesadilla? —La chica, un poco avergonzada, asintió, y Hermione le sonrió—. ¿Era sobre... Harry?

Ginny volvió a asentir, y esta vez bajó la vista, sin atreverse a mirar a su amiga. Hermione la comprendía, sabía por lo que estaba pasando la chica y estaba dispuesta a ayudarla a superarlo. Pero también sabía que el simple recuerdo del azabache dañaba el corazón de la pelirroja, y no quería verla sufrir.

—Ginny, ya ha pasado una semana. Al principio es doloroso, pero, al fin y al cabo, todo pasa. ¿Crees que no nos ha dolido a los demás? ¿Crees que no nos importaba Harry? ¡Era mi mejor amigo! Pero no puedes pasarte toda la vida lamentando que se haya ido, tienes que seguir adelante. Mira, supongo que suena muy cruel, pero tienes que pensar en ti, en que te hace feliz. Tómate un tiempo, buscate, y cuando te encuentres, cuando puedas volver a sonreír, sabrás que todo está mejorando.

—Pero, Hermione, él no va a volver. ¿No te destroza por dentro saber que no podremos volver a abrazarlo, ni a hablar con él? ¡Esto no es una broma! Tanto tiempo juntos, compartiendo aventuras desde siempre, y ahora... ¿Qué? ¿Ya está? ¿Se acabó? —Ginny negó con la cabeza repetidamente, sin querer creérselo—. A veces parece que la vida es una simple mentira.

La castaña se quedó callada por unos segundos, mirando a su amiga con una extraña tristeza nada propia de ella. No sabía que decir. La pelirroja la había dejado sin palabras suficientes para describir lo que sentía. Se llevó una mano al pecho, sintiendo como su corazón, ya dañado, intentaba volver a latir con la misma intensidad con la que lo hacía antes. Habría la boca para decir algo, tal vez para volver a consolarla, pero en ese momento se abrió la puerta de la habitación continua y Ron salió por ella.

—¿Hermione? ¿Ginny? ¿Que hacéis aquí? Chicas, son las cuatro de la mañana, no es momento para una reunión improvisada.

Ginny miró a su hermano desafiante, cansada de que siempre quisiera llevar el control, pero Hermione la paró justo a tiempo.

—Ginny ha tenido una pesadilla, no podía dormir

El pelirrojo abrió mucho los ojos en señal de sorpresa y miró a su hermana arrepentido. Sabía que le había afectado mucho toda la situación de Harry, y también era consciente de que ella aún soñaba con el chico. Él la quería ayudar, pero siempre que intentaba conectar con ella, Ginny tenía una excusa o otra.

—Entiendo, lo siento, Ginny, no lo sabía. —Luego miró a la pelirroja y le pasó un brazo por los hombros —. Ya sabes que si necesitas ayuda, estoy aquí, ¿verdad?

Ginny asintió con la cabeza lentamente, sin comprender muy bien las intenciones de su hermano. Un silencio incómodo se instaló entre los tres amigos porqué nadie sabía que más decir.

—Bueno, me voy a dormir —concluyó la pelirroja—. Vosotros deberías hacer lo mismo, mañana nos espera un día muy duro.

Sus amigos se despidieron de ella y Ginny volvió a meterse en la cama, dispuesta a dormirse. Y aunque Hermione y Ron le habían asegurado que ellos también volverían a sus respectivas habitaciones, media hora después aún los escuchaba hablar en el pasillo, y Ginny sabía perfectamente que estaban hablando de ella, de ella y de Harry.

(...)

—Mamá, ¿has visto las flores?

Molly Weasley paseaba por el jardín lleno de decorativos cuando la pregunta de su hija interrumpió su tranquilidad. Se giró lentamente para ver a la pelirroja vestida con un vestido negro de terciopelo. Llevaba el pelo recogido en un moño, y un maquillaje sencillo, pero a la vez, sin nada que envidiar. Molly sonrió tristemente al ver a la pequeña.

—Si Harry estuviera aquí te diría que estás preciosa —aseguró la patriarca de los Weasley.

Ginny bajó la vista ante la mención del azabache, y Molly se dio cuenta en seguida que la había incomodando, arrepintiéndose de sus acciones.

—Este vestido era su favorito. —Ginny se pasó la mano entre sus mechones pelirrojos mientras intentaba sonreír recordando a el chico. Luego, pareció acordarse de la razón por la que estaba hablando con su madre—. Pero, ¿has visto las flores? Ron las está buscando para ponerlas sobre su ataúd, pero no las encontramos.

Molly suspiró.

—Me parece haberlas visto en la cocina, voy a buscarlas.

Dicho esto, la mayor se fue, dejando sola a Ginny y sus pensamientos. La chica observó a su alrededor, toda la gente que estaba sentada, preparándose para el funeral, y no pudo evitar sonreír al percatarse de que Harry era muy querido. Inspiró el aire fresco que le proporcionaba todos esos árboles que la rodeaban y cerró los ojos. Entonces, fue cuando escuchó unas risitas a su espalda y unas manos la abrazaron por detrás, unas manos que reconoció de inmediato.

—¡Luna!

La rubia estaba genial. Llevaba un vestido holgado de color lavanda y una cinta para el pelo. Parecía un poco más alta que la última vez que la había visto aquel verano, y sus ojos resplandecían más.

—Ginny, ¿cómo estás?

La pelirroja se encogió de hombros.

—No demasiado bien, la verdad, no puedo llegar a asimilar todo lo que ha pasado.

Luna sintió con tristeza, llevándose a Ginny con ella a una silla, ya que estaba a punto de empezar la ceremonia.

—Me enteré de lo de Harry hace dos día, y obviamente cancelé todo lo que tenía para venir lo antes posible. Lo siento mucho, preciosa. —La rubia cruzó los brazos y miró al infinito, hablando para ella misma—. Aún recuerdo este verano, las risas sin motivo, los baños a la luz de la noche, Harry siempre fue una persona muy noble, nunca se rió de mi, ¿sabes? Es increíble pensar que hace muy poco estábamos en Hogwarts, celebrando haber vencido a Voldemort, y ahora estamos aquí, intentando ayudarnos unos a otros, dando abrazos y llorando.

Ginny asintió, incapaz de responder a las palabras de Luna. En ese momento, empezó el funeral, pero la pelirroja seguía sin poder sacarse todo lo que había dicho su amiga de la mente. Es curioso pensar que un día puedes estás en la cima del mundo, y el otro estar encerrado en un ataúd, muerto. Porque el problema de la sociedad de hoy en día es que la juventud piensa que vivirá para siempre. Deja las cosas para otro momento, pensando que tiene mucha vida por delante. Ginny siguió inmersa en sus pensamientos, hasta que Luna le dio un golpe en la pierna y supo que tenía que ir a dar unas palabras. Se levantó lentamente, dándose cuenta que todos la miraban. Subió a la tarima meneando las caderas y sintiendo como el mundo se derrumbaba a su pies. No, no estaba preparada para eso. ¿Acaso alguien lo está para dar unas palabras en el funeral de su novio? Ginny no era la excepción, pero lo iba a hacer, por ella, por Harry.

—Hola —dijo cuando se situó en medio, y sintió como muchos ojos la miraban, antentos a sus movimientos-—. Como ya debéis saber soy Ginny, Ginny Weasley, soy la novia de Harry, bueno, era la novia de Harry.

En ese momento, la voz se le rompió, y sintió como las lágrimas amenazaban con salir. Se tragó el orgullo y siguió hablando, como si no le doliera cada palabra que salía de su boca.

—Hoy siento que mi corazón se rompe en pedazos al ver que Harry no esta aquí conmigo, ayudándome a dar este paso de hablar frente a todos vosotros. A veces, la vida de alguien desaparece espontáneamente, sin previo aviso, y queda solo un vacío infernal. Y nos ahogamos en esa añoranza tan típica, y nos sentimos miserables. Y sí, así es como me siento yo, miserable. Miserable porque he perdido el amor de mi vida en un momento, miserable porque teníamos muchas aventuras que vivir que ahora no se harán realidad, miserable por estar viva, cuando él no lo está. —Ginny hizo una pausa por la emoción, se secó con un pañuelo las lágrimas que resbalaban por su rostro y suspiró—. Si pudiera, me sacrificaría por él. Todo sería mejor si yo estuviera muerta y el viviera. Al menos, para mi sería mucho mejor, no tendría que sentir este dolor que me desgarra el pecho. Harry era, es y será la persona más generosa, heroica e importante que he conocido nunca, y espero que donde sea que está, me esté viendo y deseo que esté orgulloso de mi. Muchas gracias por venir, y por escucharme.

Aunque en un primer momento reinó el silencio, los aplausos no tardaron en venir. Ginny bajó lentamente y volvió a donde estaba Luna. La rubia la envolvió entre sus brazos y dejó que llorara en su hombro.

—¿Cómo he estado? —preguntó Ginny mientras se separaba de su amiga.

Luna le sonrió de medio lado y le puso un mechón de pelo detrás d ella oreja.

—Genial, Harry seguro que estaría contento de ver lo que has logrado.

Ginny miró al suelo con vergüenza, y buscó a los demás con la mirada. Encontró a su padres junto al ataúd, mirándolo con tristeza, seguramente recordando el primer día que vieron al chico flacucho de ojos verdes. Hermioen se encontraba hablando con McGonagall, que disimuladamente se secaba los ojos, evitando que la castaña viera sus lágrimas. Entre la multitud, encontró un rubio solo, pensativo. La pelirroja sonrió al darse cuenta de que Draco Malfoy, a pesar de todo, había venido al funeral de Harry. Siguió mirando al público, pero no encontró a su hermano por ninguna parte.

—Luna, ¿has visto a Ron?

—Se ha ido cuando estabas hablando, parecía nervioso.

Ginny la miró confundida, sin acabar de entender que estaba pasando.

—No me puedo creer que se haya marchado de la ceremonia. ¡Era su mejor amigo!

La rubia se encogió de hombros.

—Tal vez tenía cosas que hacer.

—Voy a buscarlo, volveré en un rato.

Luna asintió y la pelirroja empezó a caminar, alejándose de la multitud que inundaba el jardín.

(...)

Los arbustos de la Madriguera cada vez eran más difíciles de distinguir. En el cielo empezaban a aparecer las primeras nubes y todo apuntaba a que llovería. Ginny llevaba cinco minutos corriendo, buscando a Ron sin descanso. Sabía que la ceremonia estaba a punto de concluir, y seguramente notarían su ausencia al ver que no estaba allí para llevar el ataúd, así que tenía que ser rápida. A lo lejos, se escuchaba la música fúnebre que la pelirroja había elegido para la ocasión, y se sintió culpable por no estar allí. Siguió corriendo, sintiendo como su respiración se volvía irregular.

—No, nadie sospecha nada, todo ha ido a la perfección.

Ginny se detuvo al escuchar la voz de su hermano entre unos matorrales. Al principio, la pelirroja pensó en acercarse y simplemente saludarlo, pero un instinto la obligó a agacharse y a mirar entre las hojas, intentando no ser descubierta. Ron hablaba seriamente por teléfono, y se movía de un lado a otro, como si estuviera nervioso.

—Ya te he dicho que mi hermana cree que ha sido un accidente, y aunque se demostrara que alguien lo mató no me acusarían a mi, era su mejor amigo —continuó el pelirrojo.

La chica ahogó un gritó, sintiendo como la sangre abandonaba sus venas. No podía creer lo que estaba diciendo su hermano, debía ser un error, una broma de mal gusto. Pero el pelirrojo siguió hablando.

—Ha sido mucho mucho más fácil de lo que me esperaba. —Soltó una carcajada y asintió repetidas veces—. Deberías haber visto a todos llorando. Ginny se veía muy afectada, ha estado toda la semana teniendo pesadillas. —Hizo una pausa y la pelirroja intuyó que estaba hablando su compañero—. ¿Qué? ¡No! Hermione y ella creían que estaba durmiendo, pero lo estaba escuchando todo. Sí, ahora todo estará mejor sin él, ahora todo será diferente.

Ya no había dudas, Ginny sabía perfectamente que significaba eso. Retrocedió un poco, dispuesta a huir y alertar a los otros, pero una rama se interpuso en su camino y al ser pisada se rompió. Ron se giró de golpe a oír el sonido, y Ginny aguantó la respiración, maldiciendo entre dientes.

—Espera, he escuchando un ruido, voy a ver qué pasa. —Acto seguido, Ron colgó y se guardó el teléfono.

La pelirroja podía oír perfectamente sus pisadas, fuertes y sonoras. Deseaba que por casualidades del destino no la encontrara y que pudiera escapar, deseaba que fuera otra de sus pesadillas y que se despertara. Pero no, eso era la vida real. Cada vez las pisadas se escuchaban más cercanas, hasta que el pelirrojo se situó justo frente a ella. Ginny podía sentir la respiración acelerada de su hermano en la nuca, y se obligó a contener las lágrimas para no ser descubierta. Pero, para su desgracia, un sollozo casi inaudible escapó de sus labios. Ron se giró, encontrándose con su hermana a escasos centímetros.

—Vaya, vaya, si eres tú, Ginny. No sabía que eras una niña tan curiosa.

En ese momento, todo se volvió oscuro para la pelirroja, que ya vislumbrar su final entre los árboles. Se levantó lentamente, enfrentándose cara a cara a su hermnao. No, no quería morir, no pensaba morir, no así.

—¡Eres un maldito asesino! ¿Cómo has podido hacerle esto? ¡Eras su mejor amigo! Eras su mejor amigo. —Las lágrimas invadieron el rostro de la chica, pero no quería hundirse, no, tenía que luchar, o morir con orgullo.

Ron soltó una carcajada llena de malicia y miró a su hermana desafiante.

—Harry, mi mejor amigo, muerto, asesinado, por mi. Él siempre fue el protagonista de todos los sitios donde íbamos. Todos lo adoraban a él y yo solo era un extra. ¡Hasta mi propia familia parecía quererlo más a él que a mi! Mamá y papá, cuando llegábamos de una misión, lo primero que hacían era abrazar a Harry, luego, parecían darse cuenta que yo también estaba allí. ¡Me volví un extraño en mi propia casa! Y Hermione, ella es mi novia, pero se pasaba horas con él en la biblioteca, ya no tenía tiempo para mi. Ya estaba cansado de ser solo el mejor amigo de Harry Potter. Yo también luché, yo también fui a buscar los Horrocrux y yo también sufrí igual que él, ¿sabes? ¡Pero a mi nadie me lo reconoció! ¿Por qué él era un héroe y yo no era nadie? ¡Me parecía tan injusto!

El pelirrojo estaba fuera de sus cabales, pateó una piedra y miró directamente a los ojos de Ginny, con esa locura en los ojos que brillaba con intensidad.

—En principio, tú tenías que vivir. Eres mi hermana, y te quiero. Pero Ginny, entiéndelo, has escuchado demasiado. No puedo dejar que te vayas.

Entonces la chica retrocedía lentamente, pero él se iba acercando más y más.

—Ron, por favor, no tienes que hacer esto.

—Sí, lo tengo que hacer. Pero no me guardes rencor, ¡podrás estar con Harry!

El chico sacó un objeto afilado del interior de la camiseta, y se lo enseñó. Ginny sintió como el color se su cara se esfumaba al reconocer aquel pequeño artefacto. Siguió retrocediendo hasta que un árbol se clavó en su espalda. Ya está, era el final, estaba perdida. No sabía que hacer, no sabía si debía rendirse o seguir luchando. Ya nada importaba, su vida se iba acabar.

—Lo siento, hermanita.

Ginny sintió como un cuchillo se hundía en su abdomen y se quedó sin respiración. Cayó al suelo, dispuesta a morir, porqué sabía que iba a morir, lo había sabido desde el mismo momento que Ron le habló directamente a ella. Intentó vislumbrar el bosque en sus últimos momentos de vida, pero su hermano le sujetó la cara, forzándola a que su último recuerdo fuera él. Y entonces lo vio. Sus ojos azules, tan misteriosos, eran idénticos a los que veía en sus pesadillas. Fue solo en ese momento en que comprendió la gravedad de la situación, su hermano, ese que la había cuidado desde que era un bebé, ese que la había protegido, el chico amable que todo querían, era solo un maldito asesino. Había matado a Harry, y ahora, la había matado a ella. Y con su último aliento, susurró unas palabras que se quedarían para siempre grabadas en la mente de Ron:

—Y aunque nos mates a todos, el único muerto por dentro serás tú.

Y entonces Ginny murió, cerrando los ojos para siempre y vislumbrando a su amado Harry en la oscuridad. Porqué ahora, solo existían ellos dos, Harry y ella.

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