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Único

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JiMin estaba felizmente ocupado en su trabajo. Con su agudo sentido de la orientación guio a YoonGi hacia la primera cafetería que su nariz pudo detectar. Su pareja quería un chocolate caliente, su pareja tendría el chocolate caliente.

Ese día YoonGi llevaba sus lentes obscuros, su gorro de lana favorito y una mascarilla blanca. Su cara se veía especialmente pequeña y a JiMin le gustaba, su cola agitándose a los costados era una evidente prueba de ello.

—Woah, despacio. ¿Ya estamos formados en la fila? —YoonGi le pidió, tirando el arnés en un amigable movimiento. JiMin redujo el ritmo de sus cuatro patas, de manera tan natural como respirar. Después llevó a su pareja en dirección al grupo de personas frente al mostrador.

Como cambia forma había sido entrenado toda su vida para esto. Los niños cambiantes eran separados de sus familias a temprana edad para servirle a los humanos, hasta que se convertían en adultos de un carácter dócil. A muchos amos no les gustaba que trabajaran como humanos, por lo que el entrenamiento fue en su mayor parte en su forma canina. JiMin estaba bien con eso, YoonGi no.

Era algo que JiMin trataba de entender.

YoonGi tuvo un perro guía un par de meses atrás, uno que no se transformaba y cuando (el maloliente cobarde, apodado gracias a JiMin) escapó no le quedó más opción que buscar otro. Fue un pequeño milagro que terminara en una institución con cambia formas en busca de probar algo nuevo.

Ahora tenía que acostumbrarse a ello.

Ambos, en realidad. Pero JiMin estaba mucho más tranquilo, porque YoonGi era su pareja predestinada. Conocía la leyenda, si sus almas estaban enlazadas era por un motivo suficiente como la pertenencia generacional.

Mientras YoonGi hacía su pedido rápido, JiMin se sentó sobre sus zapatos y vigiló en busca de cualquier amenaza que pudiera acercarse a su pareja. Su humano no se quejó del peso en sus pies, como si JiMin no hubiese nacido como el labrador más grande de su manada. Ni hablar de su peso ya siendo un perro adulto.

—¿Quieres que te compre una rebanada de pay? Pero tendrías que volverte un humano para eso. —JiMin soltó un gruñido en desacuerdo. Él estaba trabajando. No había postres cuando estaba en su turno de trabajo—. Eso es un no... ¿Entonces quieres algo más? No puedo sólo pedir para mí, eso no está bien, JiMin.

JiMin resopló. Se preparó para tomar una siesta en el suelo si era necesario para ignorar a YoonGi. Fue en ese momento que su pareja le dio un tironcito con el arnés como señal de que estaba listo para seguir adelante. El único problema era que seguía señalando el mostrador, probablemente tratando de convencerlo para ordenar algo más y JiMin tuvo un segundo de distracción que provocó una catástrofe.

No se detuvo a tiempo, por lo que YoonGi tampoco pudo hacerlo y terminaron chocando con un inocente adolescente. El problema pudo haberse reducido a eso, pero el chocolate caliente que YoonGi compró tuvo que terminar en la camiseta del pobre chico. Una gran catástrofe.

—¡Oh dios mío, cariño! —Esa era la madre gritando por su pobre hijo, en un tono tan agudo que las orejas de JiMin se sacudieron incómodamente—. ¡¿Estás bien?! ¡Oh, mi pobre bebé!

—Lo siento, lo siento muchísimo. ¿Estás bien? —YoonGi tan amable como siempre, buscó con su bastón la pierna de la persona afectada. El hombre podía ser un invidente, pero su sentido de la deducción lo volvía la persona más ágil del mundo—. Lo siento mucho, fue un accidente. ¿Tiene quemaduras graves?

—Estoy bien, mamá. Sólo me entró un poco en los ojos. —El chico le sonrió a JiMin al mismo tiempo que se deshacía del líquido que consiguió salpicar hasta su cara. Por fortuna su cara estaba bien, aunque su caamiseta de my chemical romance no había tenido la misma suerte.

—¡¿Cómo puedes estar bien, JungKook?!

—Pagaré su servicio médico, lo prometo —YoonGi dijo, deteniendo su bastón sobre la pierna del joven. Una vez que lo encontró, supo a qué lugar debía dirigir su cabeza.

—¡No queremos tu sucio dinero, por dios! Obviamente vaciaste tu café sobre mi hijo, ¡ni si quiera un ciego puede ser tan estúpido!

Para alguien que mencionaba a Dios en cada grito, eso fue sumamente ofensivo. JiMin sintió el tirón en el cuerpo de YoonGi, después fue su turno de padecer la misma cantidad de tensión.

—Mamá, fue un accidente. —El hijo se veía lo suficientemente incómodo por lo que JiMin decidió no ladrarle, aún.

—¿Qué está sucediendo aquí?

No fue difícil adivinar que ese se trataba del gerente de la cafetería. El hombre de uniforme entró a escena con su frente llena de arrugas, no daba la impresión que ayudaría al caso.

—¡Este hombre tiró su bebida sobre mi pobre bebé!

—No fue de esa forma, me tropecé es todo. Como puede ver soy un poco ciego. —YoonGi sonrió en un torpe intento de diluir la tensión del momento. JiMin también movió su boca, pero no para sonreír si no para mostrarle los colmillos a la mujer.

Ese gesto atrajo la atención de la madre, YoonGi se volvió un segundo plano para ella. Lo importante ahora era el labrador negro de postura arisca.

—No voy a tomar tu excusa, claramente es un perro común.

El gerente también miró al lazarillo de YoonGi.

—Es cierto que nuestra cafetería no permite animales, pero señora, si este es un perro de servicio no hay nada que pueda hacer. ¿Tiene una identificación?

—JiMin es un cambia formas, no un perro cualquiera y tengo un permiso. —Tanto JiMin como el chico esperaron a que YoonGi buscara en sus bolsillos y entregara la documentación. Excepto que esta nunca apareció. YoonGi se lamió los labios ansiosamente—. Parece que la olvidé.

—¡Lo ve! Claramente es un charlatán que cree que puede salirse con la suya con esas excusas, pero... ¡Discúlpate con mi hijo! ¡Mendigo, mentiroso! —Dentro de su rabieta, la mujer pensó que sería una buena idea intentar arrebatarle el arnés a YoonGi. Excepto que eso era igual a hacerle el mismo experimento que Ganzfeeld, quitarle sus sentidos abruptamente.

—Suelte el asa, por favor. Me siento desorientado, por favor... —El gerente comenzó a discutir con la madre, mientras que YoonGi simplemente intentaba recuperar el control del arnés.

JiMin no puedo contenerlo más. Sentir el miedo de su pareja despertó sus instintos más bajos y ciegamente lanzó una mordida. Fue un segundo en el que sus dientes no atraparon la mano de la mujer, porque ella rápidamente la retiró. No sin antes gritar agudamente.

YoonGi no necesitó mirar para saber que había sucedido, tiró del arnés de JiMin y comenzó a retroceder.

—¡JiMin, no! ¡Mal chico!

—Intentó morderme...

—¡Fuera de aquí! ­­­—YoonGi y JiMin no esperaron más después del grito del gerente, tuvieron que escapar. Correr de camino a casa no era la mejor opción para ambos, pero era lo único que les quedaba si no querían ser atrapados.

Cuando llegaron a su hogar lo primero que JiMin hizo fue volver a su forma humana. El cambio siempre era mucho más rápido que un parpadeo, la única evidencia era el polvo mágico que se mantenía en el aire. Además del clásico puff que sonó lo suficientemente alto para que YoonGi lo escuchara sin importar donde estuviera.

Sacudiendo su cabeza, JiMin intentó que sus orejas caninas se levantaran, pero estas seguían plegadas. Su cola también estaba molestándolo, no dejaba de meterse entre sus piernas.

Era imposible que su cuerpo no reaccionara de esa forma, YoonGi le dijo que era un mal chico con un justo motivo.

Suspirando tristemente se sentó en el sofá y de alguna forma logró enroscarse sobre sí mismo.

—¿JiMin? ¿Estás aquí?

—No... —murmuró ante la voz de YoonGi aproximándose. Su mentira no funcionó y esconderse detrás de un cojín tampoco. YoonGi caminó hacia donde estaba, terminando por arrodillarse frente a él.

—Oye, las cosas se descontrolaron allá fuera. Siento haberte gritado, ¿sí? Pero tú sabes que les hacen a los perros que muerden.

—Lo sé. No quise hacerlo, sólo debía protegerte.

JiMin no era un cachorro. En años humanos superaba la legalidad para tomar alcohol. Pero no podía evitar sentirse tan pequeño cuando cometía errores de esa magnitud.

—Lo sé. Nada de esto fue tu culpa, fue un descuido de ambos. Me asusté... —YoonGi posó sus manos en las rodillas de JiMin. Un suave tacto capaz de traspasar la pijama del cambia formas hasta su piel— Todo esto de vivir con un cambia formas es nuevo para mí y estoy tratando de aprender. He tenido un perro guía antes, pero...

—No me hables de él u orinaré los cojines —refunfuñó. YoonGi se rio y en respuesta sus orejas se levantaron.

—De acuerdo, este ser innombrable y yo teníamos un estilo de vida. Ahora se trata de ti y hay muchas personas como esa mujer, que te despreciarán por ser un perro a mi lado. —Seguramente, JiMin había tenido un entrenador que golpeaba a los malos estudiantes. Antes de conocer a YoonGi, temió que su amo fuera igual de ridículamente cruel. Sus miedos no podían parecer más ridículos mirándolos desde el presente—. Eres una persona también, no quiero que pases todo tu tiempo en tu forma canina porque yo lo necesito.

—Pero...

—No me importa si te entrenaron para esto, es sobre lo que tú quieras.

JiMin estiró sus manos y le quitó los lentes a su pareja.

Los ojos opacos de YoonGi le dieron la bienvenida.

—Yo sólo quiero servirte, YoonGi. No me importa si tengo que ser un perro toda mi vida para eso. —Aunque JiMin estaba seguro, tuvo que reconsiderarlo—. Excepto que no podrías abrazarme mientras duermes y me gusta comer contigo comida humana.

—Por supuesto. —YoonGi hizo un pésimo trabajando reprimiendo su risa. JiMin sólo lo perdonó porque era lindo.

—Puedo ser un perro para servirte. No quiero que necesites a nadie más. Quiero ser tu todo, así como tú eres mi todo.

A pesar del estado de YoonGi y que no podía verlo realmente, JiMin se sintió como si el hombre estuviera viendo su alma. Eso fue mucho más valioso que cualquier mirada que tuvo en su vida antes.

—Ya eres mi todo, JiMin. Ven aquí. —La cola de JiMin comenzó a ir de un lado a otro frenéticamente y sus orejas apuntaron al cielo. Entonces se acercó para lamer el rostro de YoonGi en una cálida demostración de su cariño.

En respuesta su pareja comenzó a reír. 



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