Capítulo 40. Final.
La cena de anoche fue maravillosa.
Charlamos, comimos, bebimos un poco más de la cuenta y continuamos con la diversión en la cama. Grité tan fuerte que estoy segura que incluso los hombres que vigilan el perímetro escucharon.
Hoy, con una resaca de muerte, estoy en la cocina bebiendo un café mientras Christian sale a correr.
¿Cómo carajos hace eso? No lo entiendo.
Tomo otro sorbo de mi bebida caliente justo en el momento en que Elliot Grey pasa por la puerta principal. Parece que tampoco ha dormido mucho porque trae la camisa desabotonada, el cabello revuelto y los ojos rojos.
—Dulzura, te diré algo que te hará amarme.
¿Qué?
Giro sobre mis pies para encontrarme con él y su gran sonrisa del otro lado de la barra. Sea lo que sea, estoy segura que jamás podría sentir algo así por él. Es el Grey equivocado.
—Lo dudo mucho, pero adelante. Quiero escucharte.
Sus cejas siguen arriba y sonríe, lo que solo me molesta porque siento que podría tener razón. Y mi yo curiosa ya está muy interesada.
—Bien, ¿Lista? —hace una pausa deliberada antes de gritar—. ¡Tengo el regalo perfecto para Christian!
¿Cómo? ¿Regalo?
—¿Qué tipo de regalo? —balbuceo.
Elliot sigue mirándome esperando que entienda lo que sea que quiere decir, pero sigo sin entenderlo.
—¡Para su cumpleaños! Que es la próxima semana.
Oh, carajo.
—¿Su cumpleaños es la próxima semana? —chillo, haciendo una lista de mental de todo lo que tendría qué hacer si quisiera festejar el cumpleaños de Christian—. Es muy poco tiempo, ¿Por qué no me lo dijiste antes?
El rubio se ríe.
—Creí que él lo haría, pero veo que no. ¿Y sabes qué? Deberíamos hacer una fiesta sorpresa. —estira la mano para alcanzar mi taza y se la lleva a los labios—. Aunque claro, a Christian no le gustan las fiestas, ni los extraños en la propiedad, o las personas en general.
Mis ojos se ponen en blanco.
—Entonces descarta esa idea, Elliot. ¿Y cuál es ese regalo que dijiste?
Se bebe la mitad de mi taza con solo dos tragos, la deja en la encimera y saca de su bolsillo un papel doblado que pone en mis manos.
—Tengo el lugar perfecto para que sea un ermitaño feliz. —lo desdoblo con cuidado, mirando un título de propiedad—. Le gané a un pobre imbécil su propiedad en Aspen, una cabaña bonita si todo lo que estuvo alardeando es cierto. ¿No es eso genial?
¿Una casa? ¿En Aspen? ¿Con quién carajos juega al póker?
—Dulzura, ¿Podrías guardarlo por mi? Terminaré perdiéndolo si lo conservo.
Asiento, todavía en estado de shock. ¿Qué le voy a regalar que supere una jodida propiedad en Aspen? ¡No hay nada! Mi regalo será un fiasco desde ya.
La puerta principal se abre de golpe y Christian entra, mirándonos a ambos tensos e inmóviles en la cocina. Frunce las cejas a su hermano pero sigue su camino hacia la escalera.
—Creo que yo también voy por una ducha. —dice Elliot y gira para alejarse pero lo detengo.
—Ayudame a encontrar un regalo también, o planear algo, tú lo conoces mejor que yo.
—Lo hago. —guiña uno de sus ojos claros—. Encuéntrame más tarde y te daré algunas ideas.
—Bien.
Eso es todo lo que necesito. No quiero arruinar la pequeña burbuja de felicidad en la que estamos, por eso quiero esforzarme un poco más para su cumpleaños.
Hago el desayuno mientras no mente sigue dando vueltas con pensamientos sobre cómo sorprender al hombre de los ojos grises: ¿Una cena casera? ¿Una salida? ¿Una actividad al aire libre?
No estoy segura de lo que le guste hacer, además del sexo y dar órdenes a los demás.
Termino de cocinar y sirvo todo en tres platos, que llevo a la mesa justo a tiempo para que los tres desayunemos juntos. Elliot habla de su ajetreada noche y Christian solo finge que en realidad no puede escucharlo.
No quiero parecer sospechosa, así que sigo a Christian a la habitación cuando vuelve para terminar de alistarse y también aprovecho para tomar una ducha y cambiarme. Cuando estoy segura que se ha ido con su chofer, salgo a buscar a Elliot.
No está en su habitación ni en la cocina o la sala, y lo único que puedo pensar es que está en el estudio de su hermano. Ahí lo encuentro, sentado en la silla y con los pies subidos en el escritorio, bebiendo un vaso de whisky.
—¿No es un poco temprano para el alcohol? —me quejo.
—¿También vas a ordenarme que lo deje? —da un ruidoso trago—. No soy tu hombre, dulzura. No puedes darme órdenes.
Oh.
No lo había pensado. ¿Puedo considerar a Christian como mío? La idea me deja congelada sobre mis pies.
—Ahora, volviendo al asunto de tu falta de creatividad. —se levanta de la silla y se sienta en el borde del escritorio—. ¿En qué has pensado realmente?
—Nada. —admito.
—Entonces tienes suerte de tenerme cerca, porque tengo un montón de posibles regalos que podrían gustarle a mi hermano. Por casualidad, ¿Estás a favor de un trío?
—¡No!
Elliot hace una mueca.
—Lo intenté. Volvamos a lo aburrido, ¿Qué tal unas vacaciones?
Es mi turno de rodear el escritorio y sentarme en la silla para admitir que me gusta la idea, pero planear unas vacaciones con su dinero ¿Es realmente un regalo?
Elliot gira en el escritorio para mirarme.
—Mierda, incluso a mí me vendrían bien unas vacaciones.
Se ríe tan fuerte de su sugerencia que no nota cuando la puerta del estudio a su espalda se abre solo un poco. Espero que sea el maldito Reynolds o la ama de llaves, pero el brillo metálico me sorprende.
Es solo cuando la puerta se abre más que puedo ver el cañón de un arma. La sangre abandona mi cuerpo y me quedo inmóvil, sin poder decir una sola palabra de la impresión.
Un tronido se escucha y lo próximo que sé es que sangre roja y espesa me salta en la cara.
Miro con horror a Elliot, caer de bruces en el piso sin meter las manos para amortiguar la caída, el charco de sangre creciendo con rapidez.
Un agujero le atraviesa la cabeza de lado a lado.
La puerta se abre por completo y un hombre pelirrojo que jamás había visto entra al estudio, mirando a Elliot. El hombre a su lado me apunta con su pistola con silenciador.
—Excelente tiro. —felicita el pelirrojo.
Sus ojos azules se mueven hacia mi.
—¿Quieres que la mate? —pregunta el otro.
Me quedo quieta, solo mirando. Aunque alcance mi propia arma metida en mis pantalones, jamás podría sacarla sin recibir un tiro.
—No, solo es una puta. —me toma del brazo y me obliga a levantarme—. Sal de aquí, cariño. No querrás quedarte para lo que sigue.
El otro hombre me empuja por el pasillo hacia la sala, donde el cuerpo del horrible Grant está tirado. El panorama no es mejor cuando abre la puerta.
Más cuerpos se encuentran tirados en el pasto y el hombre me lanza hacia el porche como un perro callejero.
—Sal de aquí antes de que cambie de idea.
Es todo lo que tiene qué decir para que yo abandone la propiedad.
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Buenas noches 🥱
He aquí el final de la parte 1.
Mañana estaré publicando la sinopsis de la siguiente parte en mi guía de historias.
Les aviso que haré una pausa para terminar Nosotros, que le faltan muy pocos capítulos.
Saluditos 💙
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