Capítulo 39.
Acaricio suavemente los abdominales de Christian con mi dedo índice. Está dormido, así que estoy tentada a recorrer su pecho desnudo y sobre las cicatrices que marcan su piel.
¿Podría hacerlo sin despertarlo? ¿Estará molesto si lo descubre?
Prácticamente acabo de prometer no hacerlo, por lo que decido apartar la mano y girar para intentar dormir un poco acurrucándome a su lado.
La próxima vez que abro los ojos estoy sola en la cama, cubriéndome con la sábana gris y la tenue luz del sol apenas entrando por las cortinas oscuras.
Y por primera vez en mucho tiempo, creo que simplemente podría darme la vuelta y volver a dormir con el aroma de Christian impregnado en las sábanas.
No dura mucho mi tranquilidad porque alguien golpea la puerta.
—¿Señorita Steele? —es la voz de la ama de llaves—. El señor Grey la espera en el comedor.
Dios... Juro que este hombre madruga y espera que todos hagamos lo mismo.
Me meto en la ducha para despabilar, luego me pongo pantalones ajustados y una de sus camisas que están colgadas en el clóset, enrollando las mangas para que me permitan estar cómoda.
Sé que no es la ropa que debería usar, pero me gusta la dinámica que tenemos ahora, como si fuéramos una pareja de verdad. Cuando bajo al comedor, él y Elliot ya están ahí.
—Llegas tarde. —me reclama, pero deja de hacerlo cuando me echa un vistazo de arriba a abajo.
Mi mirada se dirige al rubio que toma su desayuno sin prestarnos atención.
—¿Me extrañaste? Creí que Elliot era buena compañía.
Elliot frunce las cejas sin dejar de tomar un trago de su taza de café.
—Soy una excelente compañía, dulzura, de verdad. Es solo que no tengo los ojos, los labios o las tetas que Christian quiere mirar.
El rubio sonríe y es el turno de su hermano de fruncir las cejas, luego pone los ojos en blanco y sigue comiendo las tortitas de su plato. Yo también sonrío porque es un par muy divertido.
Después del desayuno ambos se levantan de sus sillas para ir a trabajar, o lo que sea que los empresarios criminales hagan durante el día. Me sorprende un poco cuando Christian se acerca y deja un pequeño beso en mis labios.
—Esta noche. —susurra y sé exactamente a lo que se refiere.
A nuestra cita.
Antes de emocionarme con el hermoso vestido rojo de cuello halter que elegí, voy a su estudio y encuentro su computadora portátil que uso para ver universidades en línea.
Tal vez los libros ya no sean lo mío, pero podría intentar otra cosa, algo que me permita tener un trabajo por mi cuenta. Reviso varias opciones y me decido por la Universidad de Seattle. Cuando le hable a Christian sobre esto, preguntaré si puedo ir al campus a tomar las clases.
Tomo algunas notas de lo que quiero investigar un poco más y voy a mi habitación a leer un poco. Estoy comenzando a sentirme nerviosa, así que me salto la comida y voy directo a preparar mi maquillaje.
Ya que es una cena, elijo un delineado más cargado que acentúe mis ojos, pinto mis labios de mi color favorito y aliso mi cabello para peinarlo en una coleta larga.
El vestido es la parte fácil. Cuello halter, falda suelta y lencería blanca en contraste con el vestido, dándole un toque inocente a mi apariencia. De nuevo no tengo un bolso, móvil o dinero qué llevar, así que solo espero hasta que sea la hora y Christian aparezca. Lo hace, llamándome para que lo encuentre en la sala.
—Te ves hermosa. —dice, y mis mejillas igualan a mi vestido.
—Gracias, tú también te ves bien. —aunque él siempre se ve bien y lo sabe.
Ambos subimos a su auto y vamos hacia su restaurante, ninguna sorpresa para mí porque en definitiva es el mejor restaurante de la ciudad.
Esta vez me siento más segura y confiada cuando entramos al vestíbulo, mi cabeza alta y mi cuerpo erguido para que mi cuello luzca más largo. Pero lo que de verdad hace el truco es el hombre a mi lado.
Su mano se posa con seguridad en mi espalda baja y me guía al interior del ascensor. Cuando llegamos al último piso, salimos de ahí con grandes sonrisas sin mirar al maitre.
Este hombre es el rey de Seattle y de todo mi mundo.
Nuestra mesa está lista al instante, el vino enfriándose en una cubeta y el mesero sirviendo dos copas de agua para nosotros. Al parecer también la cena fue ordenada con antelación porque solo dice que estará lista en 10 minutos.
—Eso es eficiencia. —señalo al chico.
Christian se ríe. Toma la copa de agua y bebe un sorbo, pero hace una mueca de desagrado porque obviamente no es ese asqueroso whisky.
—Por ser esta una ocasión especial, ¿Crees que podría...?
—No. —gruño, pero vuelvo a sus otras palabras—. ¿Ocasión especial? ¿Qué estamos celebrando?
Una sonrisa arrogante se estira en sus labios de forma seductora, levanta la copa de nuevo pero la baja cuando nota el agua agitándose dentro.
—Me deshice de los ladrones que estaban saboteando mis envíos y soy 8.3 millones de dólares más rico. ¿Te parece un buen motivo?
Me doy cuenta que en realidad no tiene nada qué ver conmigo y frunzo la boca en un pequeño gesto.
—Si, es un buen motivo. —ahora yo también necesito ese trago de whisky—. Y me parece una excusa perfecta para beber.
Es todo lo que necesita para llamar de nuevo al camarero y pedirle su vaso de whisky y un cosmopolitan para mí. Los preparan en tiempo récord y en un instante el chico está de vuelta con nuestras bebidas.
Christian me mira por un momento demasiado largo y sus ojos se oscurecen cuando le echa otro vistazo a mi escote.
—¿Te dije ya que ese vestido me gusta mucho? Creo que ese es tu color.
—Lo sé, creo que haré que toda mi ropa sea así ya que te gusta tanto. —señalo mi escote.
El hombre de los ojos grises se ríe de nuevo, pero levanta su vaso y hace un pequeño movimiento hacia mi.
—Por nosotros. —dice.
Yo también levanto con cuidado mi bebida.
—Por nosotros.
.
.
.
Siguiente capítulo:
final.
(De la parte 1)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro