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Capítulo 37.

Por primera vez tengo toda la casa a mi disposición. ¿Qué debería hacer primero?

Creo que debería empezar por lo importante, que es ir al patio trasero a practicar mi puntería como Christian sugirió. Estoy mejorando pero es un proceso muy lento.

Voy a la oficina de vigilancia en el pasillo de empleados y me sorprende encontrar el lugar vacío, solo las cámaras del perímetro están en funcionamiento. A través de una de ellas es que veo a ese tipo Grant en el patio delantero, fumando.

Salgo por el mismo pasillo y me detengo frente a él.

—Necesito tiros para mi arma.

El hombre gira para mirarme y por poco me lanza su asqueroso humo encima.

—¿Qué tipo de tiros?

—De esta —saco la pistola de la parte trasera de mis jeans y se la muestro—. 9 milímetros.

Observa el arma con cuidado, luego su vista se mueve hacia mi y saca la lengua para lamerse sus agrietados labios. Dios, ojalá Prescott o Christian estuvieran aquí.

—Un momento, señorita. —se gira y levanta la mano para atraer la atención de otro hombre, uno con una arma más grande que camina por la orilla de la propiedad—. ¿Tienes una caja de 9?

El hombre también me mira.

—Si.

De entre su ropa saca una caja que me entrega a mi, así que la tomo y giro sobre mis pies para alejarme de ambos. Aún así, alcanzo a escuchar la conversación.

—Es linda. —dice el que me dió la caja.

—Es la puta de los Grey, chico. Mantén tus ojos para ti o haré que te los saquen.

—¿Ah, sí?

¿Puta? Me molesta que digan eso de mi, pero no creo que debería discutir con ellos cuando apenas sé defenderme. Los dejo pensar lo que quieran por ahora, tal vez si creen que estoy bajo la protección de ambos no se crucen en mi camino.

Entro a la casa y la atravieso para ir al patio trasero, el mismo lugar en el que Christian y yo estuvimos. Soy cuidadosa al momento de revisar el arma, el silenciador y el cargador, recordando no apuntar a mi cara.

Cuando siento que estoy lista, comienzo mi ronda de disparos y así continuo por algunos minutos, aprendiendo a abastecer el cargador y fallando un poco cuando las balas caen al piso.

—Mierda, esto es aburrido. —las levanto del césped y las lanzo dentro de la caja—. ¿Qué otra cosa podría hacer?

Recojo todo y lo llevo conmigo hasta el estudio de Christian donde estará seguro, pero la pistola vuelve a su lugar dentro de los pantalones. Me siento en su silla ejecutiva sintiéndola cómoda.

—Con razón pasa tanto tiempo aquí. —me balanceo en la silla—. Esto es realmente divertido.

La licorera en el extremo y los vasos están listos para cuando él quiera beber un trago, y por simple curiosidad abro los cajones del escritorio.

Una hermosísima caja de madera llama mi atención y encuentro ahí un par de puros, que nunca le he visto fumar antes.

Aunque, un momento... Si quiere que yo dejé de beber alcohol para que pueda embarazarme, él va a tener que dejar de beber su whisky apestoso. Y ni hablar de estos puros.

Dejo la charla pendiente y salgo de ahí para ir ahora a la biblioteca por uno de mis libros favoritos. Me siento en la silla junto a la ventana y observo un poco hacia el exterior.

—Podría acostumbrarme a esta vida.

Ser la mujer de Christian tiene muchas ventajas, además de su compañía. Cierro los ojos y traigo a mi mente algunos de nuestros mejores momentos juntos: en la cama teniendo sexo, en el comedor charlando, en la patio cuando me enseñó a tirar.

Cada una de esas experiencias han sido agradables gracias a él. Solo tengo que hacer lo mejor para permanecer a su lado, y tal vez eso incluye ser una buena tiradora y no dejar que sus hombres me llamen puta.

Los haré pagar.

Solo que no ahora. Debo ser mucho mejor tanto en habilidad como en actitud, endurecerme un poco más para esta vida.

Intento mantenerme ocupada un par de horas al menos, hasta que sea hora de la comida y pueda ayudar a la señora Jones a cocinar. Aprovecho para hacer una lista de los ingredientes que necesito para hacer una fabulosa cena y agrego un iPod con bocinas.

—Haré que Grant envíe a alguien, señorita Steele. —Gail toma la lista y comienza a alejarse.

—¿Sabes? Creo que prefiero acompañar a quien traiga la despensa, ¿Sería eso un problema?

La rubia niega, un poco insegura.

—No lo creo, pero iré con usted. Informaré de nuestra salida.

Si, eso será divertido.

Un hombre canoso nos lleva a ambas en una suv hasta el centro comercial más grande, luego la señora Jones y yo recorremos cada uno de los pasillos llevando incluso toallas de algodón y un juego de velas aromáticas.

—Creo que es la primera vez que salgo de compras sin mirar el precio de los productos. —confieso a mi acompañante rubia.

—Esta es una nueva vida, señorita Steele. —sonríe de oreja a oreja, luego rebusca en su bolso por una tarjeta de crédito en color negro—. Creo que al señor Grey le gustaría que usted tuviera esto.

Oh, por Dios.

—¿Estás segura que yo debería tenerla? Soy bastante descuidada algunas veces.

Ella se ríe y deja la tarjeta en mi mano, luego gira y continua echando alimentos dentro del carrito. La American Expréss de Christian debe tener un crédito más grande que todo lo que valía mi casa.

Elena tenía razón, Christian tiene las posibilidades y para él, un poco de dinero no es nada. Solo necesito unos pocos miles para decidir qué quiero lograr en la parte profesional. ¿Seguiría el camino de los libros?

Supongo que debo comenzar a revisar mis opciones.

Elijo el menú de la noche, el vino y preparo algo agradable para los sentidos, así que cuando Christian atraviesa la puerta principal, la cena está casi lista para ser servida.

Cuando Elliot entra inmediatamente detrás de él, me queda claro que ambos hombres Grey me necesitan tanto como yo podría necesitar de ellos.

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