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Capítulo 31.

Preparar una cena completa es difícil cuando no tienes permitido salir para comprar los ingredientes necesarios. El refrigerador está lleno de cosas, pero me hubiera gustado elegir yo misma los cortes de carne frescos y las especias para la salsa marinada.

Tuve que hacer una lista rápida y enviar a la ama de llaves de Christian, lo que no fue una mala idea, aunque aún me molesta estar aquí encerrada como una prisionera... Otra vez.

Preparo la pasta, la salsa y dejo marinando los cortes en el jugo de naranja con especias. Las verduras serán lo último que prepararé y el vino ya está enfriándose en la nevera.

Todo parece estar casi listo.

Subo a la habitación por una ducha, depilación rápida y en cambio elegante para la cena. Esta es mi oportunidad. Si puedo demostrarle a Christian que soy útil en otras áreas de su vida, y no solo en su cama, me dejará quedarme un poco más.

Rayos, tal vez incluso podría darme un trabajo para que pueda conseguir algunos ahorros.

Esta vez elijo un ajustado vestido rojo del mismo tono de mi labial que parece gustarle mucho. Me recojo el cabello en una coleta y maquillo ligeramente mis ojos.

Todo está casi listo para cuándo él llegue.

Saco la jugosa carne del horno y pongo la bandeja en el mostrador, dejándola enfriar un poco antes de pasarla a los platos cuando la puerta se abre.

Sonrío esperando ver a Christian, pero es el tonto rubio el que entra. Se dirige directamente a mi con la mirada puesta en los platos.

—Carajo, la cena huele deliciosa. —cierra los ojos en inhala con fuerza—. ¿Tenemos qué esperar por Christian?

Retrocedo dos pasos hasta la esquina donde dejé mi móvil y la pistola, la tomo en mi mano pero no la levanto, al menos no hasta que él sea una amenaza.

—De hecho la cena es para Christian y para mí. —le aviso.

Sus cejas rubias se fruncen.

—¿Y qué hay de mi?

—Tu puedes ir al Mile Club o a cualquier otro lugar donde te apetezca cenar.

—¿Por qué?

Su mirada recorre los platos, los sartenes en la estufa y las dos copas de vino que tengo listas para ser servidas. Las verduras con mantequilla agregan un aroma dulce a toda la mezcla.

—Porque es una cena... Íntima.

Sus cejas se alzan en su frente.

—Mierda, ¿están yendo en serio, dulzura?

—Si. —miento. No lo sé, no estoy segura.

Me mira con una sonrisa de labios apretados.

—En ese caso vas a necesitar mi aprobación, ¿No te gustaría tener de tu lado a tu cuñado?

Me cuesta creerle cuando no ha sido más que un idiota conmigo. Automáticamente levanto el brazo que sostiene la pistola.

—Bueno, basta ya. —levanta los brazos—. No puedes apuntarme a cada puto instante si vamos a ser familia, tienes qué dejarlo ir.

Suspiro, manteniendo mi agarre sobre mi arma. Si Elliot cree que volveré a confiar en él, está equivocado. Aunque admito que seguir peleando parece molestar a Christian.

Bajo lentamente el brazo sin quitarle la vista de encima.

—Te daré algo para que lleves, ¿Está bien? Luego mueves tu solitario culo a tu habitación o a cualquier lado donde no tenga qué verte.

Finalmente el rubio sonríe grande y brillante.

—¿Lo ves? Y nadie tiene qué dispararle a nadie.

Miro de nuevo el reloj sabiendo que Christian estará aquí en cualquier momento, así que me muevo en la cocina para servir un plato para Elliot. Por suerte para él, preparé suficiente en caso de que su hermano quisiera repetir mi deliciosa cena.

—Ahí tienes. —le entrego un plato perfectamente servido—. Disfrútalo.

Lo toma con manos ansiosas y gira sobre sus talones en dirección a las escaleras, pero se detiene unos pasos más adelante.

—¿El mío tiene veneno para ratas?

Carajo, no se me ocurrió.

—No esta vez.

Elliot me guiña uno de sus ojos y vuelve a sus asuntos llevando una porción de mi cena, desapareciendo justo al tiempo que Christian entra.

Se quita el abrigo negro en la sala y viene directo a mi, sus ojos recorriendo mi cuerpo de arriba a abajo.

—Creo que vamos a dejar la cena para más tarde.

Dios.

El tono de su voz me ocasiona escalofríos por toda la columna y siento calor a pesar del vestido corto y escotado que llevo.

—Primero la cena, luego el postre. —le sonrío, sirviendo ambas copas—. Tengo todo listo.

Christian las toma para llevarlas a la mesa mientras termino de servir nuestros platos y los llevo. Apenas me siento noto que se ha bebido el contenido de mi copa.

—¿Sediento?

—Mucho.

Tomo la botella de vino y vuelvo a servir mi copa, esta vez dejándola fuera de su alcance. Tengo muchas preguntas qué hacer sobre mi nuevo encierro, pero decido esperar hasta después de la cena que esté un poco más relajado.

—Se ve bien. —toma el cuchillo y corta primero la carne con mucho cuidado—. ¿Lo hiciste todo tu sola?

—Si.

Ignoro el bufido de incredulidad que sale de él y espero por su reacción a mi cocina. Pone el tenedor con la carne en su boca, luego sus cejas de arrugan un poco.

—En realidad esto sabe delicioso.

—Lo sé. —comienzo a cortar mi propia comida—. Te dije que era una buena cocinera.

—Lo confirmo. Creo que ahora puedo dejarte a cargo de la cocina, sé que a Gail le gustará tener a alguien con quién discutir los menús de comida.

No sé si lo dice en serio, pero está haciendo planes conmigo, sobre ambos. Quiero pensar que lo hace a propósito, así que continuo con la conversación casual.

—Si, sobre eso. —tomo un trago de mi copa y su ceño se arruga—. Necesito salir y hacer compras, ya sabes, ingredientes y otras cosas.

—Pídelo a Gail, ella le dará la instrucción a Grant para que traigan lo que necesites.

Sigue tomando su cena con la mayor tranquilidad posible mientras yo ardo en furia. ¿Eso significa lo que creo que significa?

—Perdón, pero no. Necesito algunos artículos íntimos y no quiero a ninguno de tus hombres metiendo sus manos en mis tampones o en las bragas.

Christian deja caer el tenedor en el plato.

—Entonces pídelo en línea para que sea entregado aquí, pero no vas a salir. Es por seguridad.

¿Seguridad?

—Oh, vamos, nadie se metería contigo o con la multitud de hombres armados que te acompañan, solo manda a algunos de esos conmigo y ya.

—No. —gruñe—. Si hay alguien queriendo joder mis negocios y no voy a permitir que te lleven solo para demostrar un punto. Te quedas en la jodida casa, al menos hasta que me encargue de la amenaza.

Abro la boca y la cierro de nuevo, incapaz de refutar sus motivos. Mi seguridad es la razón por la cual quiero estar cerca de él, tal vez solo deba cerrar la boca y dejarlo hacerse cargo.

Por ahora.

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