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Capítulo 29.

Acaricio su pecho con suavidad, moviendo mis dedos de arriba a abajo por el pequeño parche de vello en el centro. Su respiración tranquila se detiene de golpe y abre los ojos.

—Buenos días. —apoyo la mano debajo de mi barbilla.

—¿Qué hora es?

Se estira para alcanzar el reloj sobre su mesita, y supongo que es más tarde de lo que creía porque gruñe un poco.

—¿Todo bien?

Me aparto para que él se levante y camine desnudo a la ducha. Quiero saber cómo funcionan las cosas ahora que Elliot esta de vuelta, así que lo sigo también desnuda hasta el baño.

Lo veo abrir la llave y dejar correr el agua fría, entrando bajo la regadera como si nada. Solo verlo hace que mi cuerpo se estremezca con un escalofrío.

—¿Vas a salir? ¿Me vas a dejar sola son Elliot?

En lugar de responder, Christian estira el brazo fuera de la ducha y sujeta mi muñeca, tirando de ella para llevarme dentro, el agua fría me hace chillar de sorpresa.

—No estarás sola con Elliot, hay al menos 30 hombres rodeando la propiedad. —me hace girar y apoyar las manos contra la fría baldosa.

—Sabes a lo que me refiero, tu hermano aprovechará cada oportunidad que tenga para molestarme o deshacerse de mi.

—Pues no lo dejes. —dice como su fuera obvio, separando mis piernas con la suya—. De nada servirá que tengas un arma en tus manos si dejas que el miedo te paralice.

No es miedo, creo. Intento pensar en lo que Elliot me hace sentir, pero su hermano me distrae agradablemente con su labios apoyados contra mi hombro, dejando besos suaves.

Su pecho se pega a mi espalda atrapándome contra la pared, su erección frotándose contra mi culo.

—¿Qué sugieres? —balbuceo.

—¿Con Elliot? Que lo enfrentes. ¿Justo ahora? Que te inclines para que pueda cogerte antes de ir a la oficina.

Debería seguir su sugerencia y también resistirme a él, pero no puedo. Quiero que me toque, que me haga sentir bien y que me haga sentir protegida como solo él puede.

En automático mi cadera retrocede hasta tocarlo, apoyando mis pezones elevándose por el frío de la losa. Antes de que me dé cuenta, desliza su miembro en mi interior con un gruñido bajo.

—Oh, si. —chillo, incapaz de ocultar mi excitación.

—Te encanta, lo sé.

Sus movimientos son rápidos y profundos, mi cuerpo luchando por mantener el ritmo de sus embestidas. Lo siento moverse detrás de mí y su miembro comienza a golpear desde un ángulo diferente.

—Christian... —jadeo, apretando los labios por las palabras de Elliot sobre ser una ruidosa.

No lo soy. ¿O sí?

—¿Estás aquí? —su voz me saca de mis pensamientos—. Dónde sea que tú mente haya ido, jodidamente olvídalo.

Quita una de sus manos de mi cadera y la mueve entre mis piernas, justo en mi botón sensible. Si lo que busca es que termine pronto, estaré encantada de cumplir su deseo.

Retiro su mano y la reemplazo con la mía, siendo yo misma quien se da placer. Podría jurar que se detiene por un momento antes de retomar las embestidas.

—Ana... —ahora él gruñe en mi oído—. Ríndete de una vez.

¿Hmm?

—Jamás.

La respuesta hace que él acelere sus movimientos, obligándome a hacer lo mismo y gritando mi liberación poco después. Permanezco de pie contra la pared hasta que él también consigue su orgasmo y su liberación cálida se une a la humedad natural de mi cuerpo.

Oh, mierda.

—¡Christian! —suelto un grito mitad chillido—. Olvidaste el condón.

Siento el pánico cerrar mi garganta y giro para mirarlo, él retrocede entrando de nuevo bajo el chorro de agua. Vierte un poco de shampoo en su mano y frota su cabello cobrizo.

—Lo hice, demándame.

¿Es una jodida broma? Es la primera vez que lo olvida y yo de tonta me confíe. Necesito alistarme y pedirle a Prescott que me lleve a la farmacia por una pastilla.

Esperaba que Christian luciera al menos un poco preocupado, pero no lo hace. Deja un beso en mi hombro y sale de la ducha con tranquilidad, sin molestarse de nuevo en cubrirse con la toalla.

Supongo que eso me deja a mi para lidiar con el accidente.

Tomo una ducha rápida y salgo del baño para vestirme, notando que él ya no se encuentra en la habitación. Me pongo unos jeans oscuros y una camiseta, luego salgo de su habitación.

Apenas he dado un par de pasos cuando la voz de Elliot en el comedor me recuerda que no estamos solos, y vuelvo sobre mis pasos para tomar mi pistola de la mesita. De nuevo está descargada, pero tenerla me hace sentir segura.

—Buenos días, dulzura. ¿Dormiste mejor? —se ríe cuando camino hasta mi silla—. ¿Crees que ya podemos dejar los malos recuerdos atrás?

En respuesta, tomo mi arma y la coloco con un fuerte golpe a mi lado en la mesa.

—Supongo que todavía no.

La oportuna ama de llaves entra con dos tazas de café y las coloca frente a nuestros platos, deteniéndose a mi lado para dejar un vaso de jugo de naranja.

—El señor Grey ordenó su desayuno. —dice lo más bajo que puede—. Café descafeinado y fruta, ¿Desea algo más?

A Elliot también le resulta sospechoso porque entrecierran los ojos para mirarnos.

—Tengo qué salir, ¿Prescott está listo? —intento sonar lo más tranquila que puedo, como si hiciera esto todos los días de mi vida.

—Prescott no está, señorita Steele, se fue con el señor Grey. El señor Grant se quedó a cargo de la seguridad de la casa.

¿Quién?

El rubio debe saber más que yo porque sonríe de oreja a oreja. Sin pensarlo tomo la pistola y la apunto directamente a su cabeza.

—Ah, maldición, ¿De nuevo con eso? —gruñe—. Bájala de una vez antes de que me vueles los sesos, al menos quiero tomar mi café sin pensar en mis últimos momentos.

Mi brazo se mantiene firme.

—No confío en ti, y prefiero disparar primero y preguntar después.

—Agh. —pone los ojos en blanco con un gesto exagerado—. Olvídalo, terminaré mi café en el auto.

Toma la taza y se pone de pié, yendo a la salida y gruñendo algo que suena a maldita loca mientras lo hace.

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3/3

Capítulos dedicados a 1220sarai por ser la Cerecita del Mes 🍒

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