Capítulo 25.
Christian apenas pudo resistir las ganas de ponerme las manos encima cuando entramos al auto, sin importarle que Prescott estuviera en el asiento de adelante.
Simplemente me arrastró sobre su regazo y me besó, dejándome sin aliento.
—Te gusta jugar con fuego. —me acusa y yo niego—. Si, lo haces.
Apoya su mano por detrás de mí cuello y me lleva de vuelta a sus labios, el sonido de la música instrumental aumentando el volumen poco a poco, recordándome que en realidad sí tenemos compañía.
—Christian... —chillo cuando se aparta, su mano sube por mi muslo—. No estamos solos.
Él gruñe algo que no distingo porque su cabeza baja a mordisquear mi cuello. Solo cuando lo aparto es que puedo escuchar lo que dice.
—En este momento Prescott es sordo, y ciego si es necesario. Ahora ven aquí y muéstrame ese vestido que elegiste.
No voy a contradecirlo, así que subo a horcajadas sobre su regazo, dándole la espalda a Prescott para dejar de pensar en él escuchándonos. Mis manos se aferran inmediatamente a sus hombros fuertes.
—¿Te gusta? Se resbala un poco del frente. —deliberadamente acuno mis senos por debajo del vestido sin mangas—. ¿Crees que mis tetas son demasiado pequeñas?
Christian mantiene su vista clavada en mis manos ocultas por la tela, y no le toma ningún esfuerzo empujar la tela del escote hacia abajo.
—Son perfectas, nena, déjame saborearlas.
Oh, carajo. Se inclina sobre mi pecho y empuja mi mano para llevar el pezón a su boca. Lo chupa, lo muerde y deja una marca de dientes sobre la piel antes de moverse al otro.
La falda del vestido se acumula en mi cadera por la posición tan abierta de mis piernas, y eso me hace recordar que en realidad no llevo bragas que puedan cubrir nada.
Mis manos bajan para tratar de cubrir mi culo de la mirada curiosa de Prescott, pero rápidamente son reemplazadas por las de Christian sobre mis nalgas.
—Mantienes la puta mirada al frente o te disparo. —me sobresalta su gruñido dirigido a Prescott.
No lo veo, pero puedo escuchar algo de diversión en su voz.
—Por supuesto, jefe.
Vuelvo mi atención a Christian y lo que está planeando ahora, cuando mete los brazos por debajo de mis rodillas y me jala más cerca de él, sobre la gran protuberancia en sus pantalones.
—Oh, Dios. —chillo cuando la tela raspa contra mi piel sensible.
—Asi es, nena. ¿Te gusta?
Supongo que es una pregunta retórica porque los gemidos que salen de mi garganta son bastante obvios, por la presión de su erección cubierta contra mi centro necesitado de atención.
La presión es tan deliciosa que siento la humedad formarse entre nuestros cuerpos.
—Christian, oh Dios... —chillo, queriendo que pare, pero cambio de idea—. ¡Si! ¡Más fuerte!
Sus brazos aún están enganchados debajo de mis piernas y me restriega contra él, un movimiento de vaivén que tiene a su miembro creciendo mucho más largo y grueso.
—No resistiré a llegar a casa —gruñe, su respiración igual de agitada.
En este momento no podría importarme más si lo hacemos en el auto, con Prescott al volante y en medio de la autopista. Apuesto a que sería una vista interesante para los otros vehículos.
Me muerdo el labio para contener mis gemidos, pero escucharlo a él me tiene prácticamente al borde mientras tenemos esta cogida en seco.
—¡Ahh! —chillo de éxtasis y felicidad—. Eso fue...
Mis palabras se ven interrumpidas cuando observo a Christian, ese gesto de cejas fruncidas y labios apretados mientras se viene dentro de sus pantalones. Mi humedad y la suya manchando la tela.
—Carajo... —gruñe aflojando un poco el agarre en mis piernas—. ¿Llegamos?
Claro que sí.
—Si, señor. —Prescott mantiene la vista al frente y yo miro a través del cristal tintado.
Baja la ventanilla de su lado para presionar el código en el teclado, luego conduce lentamente hasta la entrada. Se baja y abre la puerta en absoluto silencio, fingiendo que los árboles son más interesantes para mirar.
—Sostente de mi, Ana. Terminaremos esto adentro.
Apenas logro reaccionar y pasar los brazos por su cuello cuando Christian sale del auto conmigo a cuestas. Empuja la puerta principal y la cierra detrás de él sin prestar atención a nada más.
En lugar de llevarnos a la habitación, se detiene en la sala y me pone sobre mis pies, luego me gira para que me incline sobre el respaldo del sillón. La parte delantera de mi vestido cae dejando mis tetas al aire.
—Si, así. —escucho el sonido de sus pantalones al abrirse y el empaque metálico del condón—. Mierda, sí, he querido hacer esto toda la noche.
Empuja su cadera contra la mía, llenándome y haciendo crecer otra vez el calor en mi vientre, el sonido de nuestros cuerpos chocando entre si me resulta muy erótico.
Si mis noches estarán llenas de placer y agradable compañía, voy a relajarme y disfrutar cada maldito minuto de ello. Elena tiene razón, ¿Por qué querría alejarme de esto?
Christian sigue embistiendo con fuerza, exprimiendo cada gota de placer y resistencia de mi cuerpo. Estoy segura que la ama de llaves estará por ahí, pero no me importa, comienzo a gemir y jadear ruidosamente para que sepa que disfruto de él.
Estoy tan cerca que puedo sentir la tensión acumulándose, sin pensarlo comienzo a empujar mi cadera hacia atrás para ayudarlo, no es que lo necesite. Sus manos sostienen con fuerza mi cadera.
—Mierda, pajarillo, ¿Tanto me necesitas?
Gimo en respuesta, dejando que el placer me recorra el cuerpo y arqueé mi espalda, la posición solo hace que Christian golpeé más fuerte hasta que también él encuentra su liberación.
Se recuesta sobre mi espalda, nuestros cuerpos sudados y resbalosos del esfuerzo. Cuando él retrocede para quitarse el condón, yo dejo caer el vestido a mis pies y me alejo, necesitando una ducha.
Mis zapatos de tazón golpean la madera de la escalera mientras subo, desnuda y erguida hasta la habitación de Christian, sintiendo su mirada gris quemando de la manera más agradable por todo mi cuerpo.
.
.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro