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Capítulo 2.

Entrar al edificio del Columbia Tower fue sencillo.

Colarse dentro del restaurant más fino de la ciudad, no tanto.

Investigué un poco a Elliot Grey y lo único que encontré es que tiene una empresa de construcción que hace encargos para el alcalde de Seattle, seguramente son proyectos costosos si los rumores son ciertos.

No me sorprendió saber que el restaurante pertenece al señor Grey, pero si que fuera hijo de un prestigioso abogado y una reconocida pediatra.

¿Cuál es su conexión con las armas? ¿Por qué el chico me envió con él?

Supongo que lo descubriré esta noche.

El ascensor se detiene en el último piso de la torre y se abre, revelando la elegante decoración que conduce al recibidor. Si Elliot Grey está ahí, necesito hacer todo lo posible por atraer su atención.

Y qué mejor manera de hacerlo que con un provocativo vestido negro de escote profundo. Deslizo el abrigo fuera de mi cuerpo sintiendo la brisa fresca de la noche, me aseguro que mi cabello lacio está arreglado y echo un vistazo.

Hermosas mujeres de piernas largas y cintura estrecha adornan cada mesa, y no sé si son esposas trofeo o prostitutas de alto perfil. ¿Podría atraer la atención del señor Grey con mi vestido sencillo.

Mierda.

Antes de que alguien pueda notarlo, me dirijo al baño del pasillo y entro para mirarme en el espejo. Mis ojos azules lucen cansados y ojerosos, mi piel pálida sin brillo por todos estos días omitiendo comidas, sol y casi cualquier otra cosa que no sea llorar.

—Vamos, Ana. ¡Luce radiante! —regaño al reflejo—. Así no lograrás que el hombre te escuche.

Termino la conversación conmigo misma cuando el repiqueteo de tacones se acerca, luego una mujer alta y rubia se detiene a mi lado para verse en el espejo. Su cabello está perfectamente recogido en un moño, ¿Qué tanto se mira?

—¿Sí? —pregunta cuando nota que la miro—. ¿Te puedo ayudar en algo?

Sé que está siendo sarcástica, pero quiero decir que si y que me haga lucir al menos la mitad de glamorosa de lo que ella luce. Su hermoso vestido rojo sin duda atraería la atención del señor Grey.

—Qué bonito color —señalo—. Me gusta.

La rubia tuerce los labios con fastidio, luego revuelve en el bolso de mano que lleva y saca un lápiz labial de Covergirl. Aplica hasta que su boca brilla antes de echarme un vistazo.

—Tómalo, pareces necesitarlo más que yo. —mis cejas se fruncen ante el extraño regalo—. También deberías broncearte y hacerte las tetas, a los viejos les encantan.

¿Viejos?

Se mira en el espejo una última vez y sale del baño con su perfecto paso. Mi curiosidad es tal que salgo detrás de ella para mirarla cuando sonríe a un hombre que podría ser su papá o peor aún, su abuelo, y suben al ascensor.

—Esa perra.

Vuelvo al espejo para aplicarme el labial sobre el color natural que había decidido usar y sonrío porque me queda perfecto. Mis mejillas se ven incluso más rellenas.

Giro el tubo para mirarlo, notando entonces el número 920 en la parte posterior y más pequeño el nombre del color: Rojo Venganza.

—Al menos tuvo razón en eso, este es mi color.

Acomodo mi cabello rápidamente y salgo, sabiendo que tengo poco tiempo para hacer todo lo que planeo. Si espero más, el señor Grey podría irse.

—Buenas noches —saluda el maitre del restaurant cuando me paro frente a él—. ¿Tiene reservación?

—No, pero estoy aquí para ver a Elliot Grey.

El hombre me mira descaradamente de arriba a abajo, luego mira algo en la carpeta que lleva.

—El señor Grey no espera a nadie el día de hoy, señorita.

Entonces está aquí. Muerdo mi labio inferior y me inclino un poco para que el hombre mire mi escote brevemente.

—Lo sé, pero necesito hablar con él de algo importante. ¿Podría decirle que Ana May quisiera un momento con él?

Uso el apellido de mi abuela en caso de que esto funcione sin dejar rastros. No soy tan estúpida como las personas parecen pensar de mi.

—No creo que... —interrumpo.

—¿Por favor?

Mis brazos cruzados empujan mis tetas juntas y juro que el hombre comienza a sudar. Si esto funciona, le haré caso a la rubia y conseguiré pechos del tamaño de melones.

—Está bien, le diré. —resopla bajito, pero me hace una seña para que espere.

Lo veo caminar entre las mesas hasta el fondo, hasta un hombre en traje gris y cabello rubio que bebe de una copa. Se disculpa antes de hablarle, luego me señala.

Cuando el hombre rubio me mira y sonríe, sé que le gusta lo que ve. Creí que sería alguien mayor, no un chico de veintitantos tomando una solitaria cena.

Espero paciente al Maitre, que aparta un listón para dejarme pasar.

—El señor Grey la espera en su mesa —me quita el abrigo de las manos—. Debes tener suerte, su chica habitual no se presentó.

Agh.

No voy a acostarme con el imbécil a menos que sea mi último recurso. Me guía hasta la mesa y me ayuda a sentarme frente al hombre que podría ayudarme.

—Señorita May —saluda, pero no estrecha mi mano—. ¿A qué debo la grata sorpresa?

El chico sonríe tan divertido que casi olvido que vine a comprar un arma. Yo también sonrío para seguirle el juego.

—Tenía curiosidad por conocerlo, señor Grey —una copa espumosa es dejada frente a mi—. Me dijeron que usted podría ayudarme.

—¿Ah, si? —incluso tiene una sonrisa seductora—. ¿Quieres construir una casa?

—No.

—¿Entonces? ¿Qué es eso en lo que te dijeron que puedo ayudarte?

—Necesito una arma.

Tan pronto como lo digo, se recuesta en la silla y mira a nuestro alrededor como si verificara que nadie escuchara, incluso su sonrisa se vuelve tensa.

—Te equivocaste de persona, dulzura. Manejo una empresa de construcción.

El chico de la otra noche no me mentiría, ¿verdad? ¿Cuál es la razón de hacerme venir hasta aquí si no es quien puede ayudarme?

—Me dijeron que viniera aquí y preguntara por usted, no creo que sea un error.

Se lleva su copa a los labios sin apartar la mirada de mi, y vuelve esa sonrisa tensa.

—Solo por curiosidad, ¿Para qué quieres una pistola?

Sus ojos verdes se fijan sobre mis labios cuando le doy la respuesta.

—Quiero matar al hombre que asesinó a mi padre.

Pasa saliva y aparta la mirada, pero sus dedos tamborilean sobre la mesa. Necesito convencerlo de que me ayude antes de que le pida a la seguridad del restaurante que me saque.

—Por favor, señor Grey. Le prometo que nadie sabrá de esto, me llevaré el secreto a la tumba.

El rubio se inclina hacia delante y cruza sus dedos, la sonrisa divertida y todo lo demás ya olvidado porque estoy frente a un hombre de negocios.

—¿Alguna vez has sostenido siquiera un arma? ¿Sabes usarla?

—No. —admito. Ray nunca quiso que me involucrara con su pasado como ex marine.

—En el hipotético caso, no estoy diciendo que la tenga, que pudiera facilitarte el arma —sus ojos verdes se entrecierran—. Y que fallarás, no estoy diciendo que te estoy alentando a hacerlo, es probable que termines muerta. ¿Eso es lo que quieres?

No, porque quiero que el bastardo muera. ¿Fallar? No quiero ni pensarlo.

—Lo mataré, así sea lo último que haga.

Mis manos son puños sobre la mesa y la vista de Elliot Grey se clava ahí. Echa otro vistazo sobre su hombro, luego agrega.

Creo que tengo una solución.


~ • ~


Este capítulo va dedicado a @moritaDiana, ganadora de nuestra primera dinámica de Luz y Sombras en el grupo de convivencia Las Cerecitas 🍒.

Quien desee unirse, favor de mandarme mensaje privado para enviarles el link. ¡Gracias!

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