Capítulo 19. Christian.
No sé si dejar a Prescott en la casona cuidando de Ana sea mi mejor idea.
Es decir, no desconfío de Samuel porque es mi hombre de confianza, pero esos dos han estado ocupados toda la mañana y de pronto ahora quisieron salir de compras. ¿Jodidas compras? Es una prisionera, por amor a Dios. ¿Debería recordárselo?
Aunque estoy intrigado por lo que sea que pudieron estar haciendo, así que le pido a Andrea que termine con mis reuniones y me alisto para salir de GEH.
El móvil timbra un par de veces con llamadas de Elliot que ignoro, aún molesto con ese imbécil por traer todos sus problemas a mi puerta. Y el jodido idiota de verdad lo hizo, porque su auto está aparcado en la entrada de mi casa.
Grant teclea el código en la puerta y Hugo avisa por radio que Elliot y Reynolds se encuentran en la propiedad. Su auto entra detrás del mío, pero no llegan muy lejos porque mis hombres los rodean manteniendo sus manos sobre las armas.
—¡Hey! ¡Hey! Tranquilos. —Elliot levanta las manos—. Solo quiero hablar con mi hermano.
No me pasa desapercibido que Reynolds tiene la mano metida dentro del saco, seguramente sobre su propia arma.
—¿Qué quieres?
Mi estúpido hermano baja las manos y las mete en los bolsillos con un gesto despreocupado.
—Te extrañé.
Jodido idiota.
—Vete a la mierda, Elliot.
Se acerca algunos pasos y se detiene cuando ve que sigue siendo en centro de atención.
—¿Aún estás molesto conmigo, Christian? ¡Supéralo!
Acabo con la distancia que nos separa y sujeto su garganta con fuerza, cortando su suministro de aire para que cierre la jodida boca. Reynolds desliza su mano más adentro en su chaqueta.
—¿Superarlo, maldito imbécil? José era mi hombre de confianza y mi mejor amigo, y me era más útil que tu puto culo. —mis dedos presionan un poco más, solo para recordarle quien está al mando—. ¿Y crees que no lo sé?
Elliot niega con la cara roja, apoya una mano sobre mi muñeca pero no intenta liberarse. Al menos no aún.
—¿La chica lo sabe? —podría estar cerca de desvanecerse porque no reacciona—. ¿Le dijiste a Ana la razón por la cual Jason Taylor fue detrás de la propiedad de su padre?
Parece desorientado. Sus manos caen a los costados porque sigue sin luchar, confiado en que no lo mataré porque le prometí a Grace cuidar de él y de Mía. Y este es uno de esos días en los que me arrepiento de prometerlo.
Libero mi agarre en su cuello y Elliot se tambalea unos pasos hasta recargarse en mi auto, jadeando por aire con la cara un poco morada. Apenas se recompone, se endereza en toda su altura.
—Ese no es asunto de la perra, lo único que debe saber es que tengo un comprador impaciente por meterse entre sus piernas.
¿Qué?
—Te dije que no puedes llevártela aún.
—Lo sé. —sonríe—. Pero estará bien en un par de semanas y entonces voy a dar por terminado este negocio.
La tensión entre nosotros es palpable, incluso mis hombres mantienen una postura de alerta que es visible para todos. Y lo que más me preocupa es Elliot estando fuera de control.
Su trabajo es simple: compra armamento al ejército que luego vende a los delincuentes y a todo aquel que pueda pagar el precio, una gran ganancia por ser un puto intermediario. Pero Elliot es demasiado idiota y descuidado, por eso me necesita.
La puerta principal se abre y Prescott sale, analizando rápidamente lo que ocurre y haciendo señas a Hugo para que haga retroceder a Elliot. Incluso se interpone entre ellos y yo hasta que suben a su auto y salen.
—¿Quiere que los siga? —me pregunta con absoluta seriedad.
—No, estoy seguro que volverán a Bellevue. Elliot es muy confiado como para cubrir sus huellas.
Razón por la cual tiene muchos enemigos. Ambos. Uno menos, si descontamos al jodido Jason Taylor.
Los hombres de seguridad de la propiedad se dispersan, solo Samuel viene conmigo. Cierra la puerta detrás de él y activa la alarma, nadie entra o sale sin que él lo sepa.
—¿Todo bien? —pregunto, esperando que me dé los detalles de su salida.
—Si, señor. La señora Jones dijo que la cena está lista.
Decido que lo haré confesar más tarde, por lo pronto me dirijo al comedor y tomo la licorera y un vaso del estante porque el idiota de Elliot ya está alterando mis putos nervios.
Mientras sirvo mi vaso, escucho sus pasos antes de que pueda verla. Ana baja la escalera y viene directo a mi, en un vestido gris de escote profundo que estoy seguro no tenía antes.
¿Éstas son las compras que hizo?
—Me gusta —señalo el vestido con mi vaso y doy un sorbo—. No sabía que tenías presupuesto para ropa elegante.
Ella sonríe y solo entonces soy conciente del lápiz labial rojo brillante que lleva. Pasa sus dedos por la abertura del escote y noto que lleva la manicura a juego.
—Un pequeño préstamo, solamente. Después de todo, un poco de ropa bonita no hace daño a nadie, ¿Verdad?
Omito recordarle que tiene una enorme deuda con Elliot por pagar, pero sé que lo sabe. Toma asiento en la silla a mi lado y señala el puesto para que yo también me siente.
—Elegí el menú de hoy, espero que sea de tu agrado. —la señora Jones coloca los platos y desaparece en la cocina.
Miro alrededor y Prescott tampoco se encuentra.
—¿Lo cocinaste tú?
—No. Pero me gustaría hacerlo pronto, por ahora tengo otros planes. —eso capta mi atención—. Y no es sobre la cena.
Toma mi mano apoyada contra el vaso de cristal y la guía por debajo de la mesa, sobre su pierna. El fino tejido de medias es suave al tacto, luego arrastra mi mano más arriba sobre su muslo y bajo el vestido, sobre un borde de encaje.
Mierda, si. Solo puedo imaginar esas medias con encaje sobre sus piernas blancas y prácticamente estoy gruñendo de aprobación.
—Terminemos rápido con esta cena.
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(◍•ᴗ•◍) ❤
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