Te quiero...
Odio admitirlo, pero creo que lo que nuestros amigos decían en son de burla se ha convertido en realidad. Creo que te quiero, lo sé, suena demasiado cursi, pero de todas formas nunca leerás esto, así que, en realidad, no importa.
Seguramente no haya ocurrido de la noche a la mañana, supongo que me acerqué demasiado, o simplemente sea otro amor adolescente pasajero, no importa, nunca lo confesaría. Además, odio admitir que la frasecilla esa de: "Un chico y una chica no pueden ser amigos" no se equivoque, odio los clichés de ese tipo. Supongo que, ahora que lo pienso, odio demasiadas cosas.
Te echo de menos. Pienso en ti día y noche, aunque tampoco es que tenga nada mejor que hacer en el hospital...
Dicen que a menudo pierdo el sentido, algunas veces dejo existir por minutos, otras, por horas. Pero el día del accidente duró cinco días.
Mientras estaba en cama repetía tu nombre, cuando desperté, estuve en estado de shock un par de semanas.
Un psiquiatra me sigue como una sombra allá donde voy. Él fue quien me dijo que escribiera, igual que hacía antes del accidente, pero ya no se me ocurren cuentos con finales felices, ni poesías de amor. Él dice que son efectos del estrés postraumático, yo personalmente creo que me estoy volviendo loca.
Tengo ataques de pánico y ansiedad, me desoriento con facilidad y mis manos nunca dejan de temblar, fruto de ello es mi nueva forma de escribir, casi ilegible. Sinceramente, lo prefiero, al menos así no la entienden y no pueden leer lo que escribo.
¿Sabes? Desearía haberte confesado en su momento lo que sentía por ti. Me arrepiento de verás y quiero que sepas que lo siento tanto...
Una vez me dijiste que los mejores secretos son los que no se cuentan. Estoy totalmente de acuerdo contigo, por eso no le contaré a nadie nuestros últimos momentos. Cuando me besaste en el autobús justo antes del accidente, y cuando te desvanecías entre mis brazos y me dijiste por primera y última vez que te gustaba, yo no te contesté, nunca llegue a hacerlo...
Todos murieron, todos y cada uno de nuestros compañeros, y yo ni siquiera fui a tu entierro. "La única superviviente" rezaban los periódicos, como si fuese una heroína. ¿Heroína? Solo una cobarde que no te dijo lo que sentía por ti en tus últimos instantes. Y ahora, en el silencio de este hospital durmiente, lo digo, muy bajito, apenas un susurro, pero sé que, aún así, estés donde estés, me oirás:
Te quiero...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro